Lo que para muchos puede ser una simple camiseta, para 22 niños de la colonia Treviño en Monterrey fue una agradable ‘Messi sorpresa’, cuando recibieron un jersey del ídolo mundial del futbol Lionel Messi.
Y es que días después del histórico partido en que un equipo mexicano venció a Messi en un torneo oficial, Rayados-Inter Miami, la fiesta alcanzó a los pequeños de la colonia Treviño.
Osmar, Ismael, Jimena, Iker, Bayron, Tadeo, Enrique, Axel, César, Miguel, Fernanda, Gabriel, Josep, sonrieron al recibir un kit otorgado por Hora Cero Deportes.
La alegría era notable en sus rostros que desbordaban felicidad por recibir el uniforme del 10 del Inter-Miami, que habrían de usar en el campo de sus sueños, la calle Marco Polo en la mencionada colonia.
Hace siete años, Somar e Ismael, junto a otros amigos que ahora trabajan o se fueron del barrio, recibieron un regalo por no dejar morir esa tradición de jugar en las calles al futbol o canicas en lugar de distraerse con aparatos electrónicos.
Y la cereza del pastel fue la invitación para asistir al Volcán a presenciar un juego de los Tigres.
“Fue contra Xolos de Tijuana”, señaló Osmar cuando fue cuestionado si recordaba haber asistido al Universitario.
“Estábamos jugando en la calle con las porterías chiquitas”, agregó cuando el reportero le preguntó si se acordaba de la entrevista.
Será casualidad del destino, sabiduría de futbol o simplemente cosas de la vida, pero precisamente fue Osmar quien hace siete años estaba tan emocionado por asistir al juego y quien le atinara al marcador de ese encuentro que terminó con tres goles por cero a favor de los Felinos.
Ahora los relevos de esos pequeños fueron los que recibieron el Jersey de Miami por seguir con la tradición de divertirse en las calles sin celulares, pues la mayoría de la palomilla de antaño cambió la diversión de las calles por la realidad de trabajar para ganarse un peso.
Unos llegaron corriendo, otros en bicicleta, otro más fueron despertados de sus dulces sueños para recibir el uniforme, pero todos al final posaron sonrientes para la foto del recuerdo que aún existen palomillas como las de antes que se divierten en las calles de la mancha urbana.
HACE SIETE AÑOS…
Hace siete años Hora Cero retrató una extraña estampa que ya en ese tiempo era extraño ver en las calles, un grupo de amigos de entre siete y 12 años que eran felices jugando en las calles como antes, cuando no existía la tecnología.
Y es que en los barrios de Monterrey y su área metropolitana era común encontrar grupos de niños divirtiéndose en las calles, ya fuera jugando al futbol, escondidas, al ‘voto’, pocitos o con el ‘tirabolitas’, un objeto hecho con la punta de una botella, un globo y ligas.
Sin embargo esa postal se fue perdiendo con el paso de los años con la llegada de la tecnología y no se diga con el recrudecimiento de la violencia.
Al contrario de la mayoría de los infantes, quienes gustaban de entretenerse con celulares, tabletas y consolas de videojuegos, en la calle Marco Polo y Galeana de la colonia Treviño en Monterrey existía un grupo de amigos que mostraba esa sociedad en peligro de extinción.
Osmar, Ismael, Jean Carlos, Arturo, Iram, Christopher, Gael, Dilan, Andrew y Usiel conformaban un equipo de pequeños futbolistas que no sólo soñaban con convertirse en jugadores profesionales, sino en doctores o ingenieros.
Lo que tenían en común era correr detrás de un balón persiguiendo sus sueños.
Era una palomita que no sólo se divertían jugando al futbol por las tardes, sino que también alegraban la cuadra de aquel barrio con su simpatía, ocurrencias y buen humor.
Por las mañanas asistían a la escuela y por las tardes llegaban al barrio para ponerse su atuendo de futbolistas, la mayoría con jersey de tigres, y patear la pelota ya fuera en la calle Marco Polo o en el Parque de la colonia Céntrika.
Hoy la mayoría hizo de lado sus sueños para integrarse a la dura realidad de trabajar para ganarse el pan de cada día, unos lavando carros y otros de pintores y unos más en una fábrica de envases, pero todos luchando por un futuro.
Su vecino, Ramiro Hernández Valero, ‘El Inge’, era el encargado de llevarlos cada vez que podía al parque para aventarse una cascarita.
A bordo de una Ranger que ya ha visto sus mejores días recorrían las pintorescas calles donde aún abundan talleres mecánicos, peluquerías, tienditas, estanquillos de comida y hasta ‘table dances’.
Ahora nada ha cambiado con aquellas viejas construcciones, hasta la violencia que sigue en aumento en toda la ciudad ya los alcanzó, pues mientras ellos juegan felices en la calle, a una cuadra personal de la Fiscalía, realizaba labores tal vez sobre alguna investigación.
El ‘inge’, quien por muchos años ha sacrificado horas de descanso para jugar con los pequeños de la Treviño, ahora no estaba, pero a decir de Osmar, sigue frecuentándolos y entrenado con ellos por las tardes cada vez que puede.
En ese entonces los niños explicaron cuales eran sus reglas en la calle, mismas que continúan sin sufrir modificaciones.
Si el balón se introduce debajo de un automóvil estacionado se pide mano para sacarlo, no importando salir lleno de grasa.
La cancha se extiende hasta la banqueta, no hay árbitro, tampoco existe el fuera de lugar y el partido finaliza cuando todos están cansados o hasta que el dueño del balón se enoja.
Y aunque un equipo vaya ganando 6 goles por 0, el juego siempre se define con el último gol.
Cuando no tenían oportunidad de asistir a la cancha, pedían prestadas dos mini porterías hechas con tubos de fierro y transformaban la calle Marco Polo en un estadio de Primera División.
Los herederos de esa tradición, siguen corriendo de un lado a otro imaginándose el graderío lleno de personas alentándolos para ganar algún campeonato; y la magia aún se interrumpe cuando un auto cruza por el lugar y tienen que hacer las porterías a un lado para darle paso.
EL PREMIO
“Me gustaría poder entrar al Volcán y vivir todo lo que pasan en la televisión. Creo que sería algo muy ‘chido’, y más si vamos todos”, señaló en ese entonces Jean Carlo Martínez.
Y luego de que se diera un adelanto de la historia de esos niños en las redes sociales, las reacciones no se hicieron esperar y fue en ese entonces el alcalde de Monterrey, Adrián De la Garza, quien cumplió el sueño de la “palomilla” de poder conocer el Estadio Universitario.
De la Garza les regaló las entradas para que, acompañados de su amigo “El Inge” y su abuelo Edgar, conocieran El Volcán en plena erupción.
Fue en el partido contra los Xolos de Tijuana en la jornada 16 en el Clausura 2017, cuando los infantes de la Treviño visitaron la casa de los Tigres por primera vez, llevándose un grato sabor de boca, pues ese día los felinos vencieron a los Perros Aztecas 3 goles por 0.
La historia comenzó en la calle Marco Polo e hizo pausa en el Volcán,, posteriormente sus hermanos, primos y amigos la siguieron escribiendo hasta la actualidad.