
El ingeniero Héctor Tamez González cuenta orgulloso que cuando tenía 11 años cargaba un cajón para bolear en las calles de Monterrey para ganarse la vida, ir al cine y comprar golosinas. Nueve años después, cuando cursaba el tercer año en la Facultad de Ciencias Químicas de la UANL, entró a trabajar a Cementos Mexicanos (Cemex) donde escaló hasta lo más alto, llegando a ser director de Operaciones y hombre de confianza de Lorenzo H. Zambrano.
Sinceramente, cuando conocí al ingeniero Héctor Tamez González allá por 1998, sobre todo por el alto puesto que ocupaba en Cementos Mexicanos (Cemex) como director de Operaciones, supuse que era egresado de una institución privada de Nuevo León.
Tuvieron que pasar 18 años y a comienzos de 2016 supe que era orgullosamente egresado de la Facultad de Ciencias Químicas de la Universidad Autónoma de Nuevo León.
Jubilado de Cemex desde 2001 cuando rebasó los 40 años de servicio en una empresa líder en México y que ha trascendido fronteras en el ámbito del comercio internacional, el ingeniero Tamez González dedica su tiempo a su familia y a su pasatiempo en el campo, pero también atraviesa un momento difícil por el reciente fallecimiento de su esposa.
Su historia de éxito profesional como egresado de la UANL debía ser publicada, porque muy pocos saben que desde los 19 años entró a Cemex como empleado y escaló hasta llegar a ocupar una dirección con la confianza de Lorenzo H. Zambrano, el artífice del encumbramiento mundial de la empresa cementera mexicana.
Por razones personales el ingeniero Tamez González no quería que su trayectoria se conociese, pero insistí. Recordé que en algún lado de Hora Cero estaba guardada una publicación que en su honor publicó Cemex en octubre de 2001 con motivo de su jubilación.
Su historia personal y profesional debe ser una motivación para los estudiantes de la UANL, le dije. De que hay sueños que se pueden alcanzar como egresado de una institución pública de educación superior.
“No estoy acostumbrado a hablar en público o frente a una grabadora”, me aclaró. Así que me apoyé en el contenido del folleto de lujo que imprimió Cemex titulado: “Ingeniero Héctor Tamez González. Un hombre para nuestro tiempo”.
SU CIUDAD, SUS PADRES Y SUS HERMANOS
Al inicio de la década de los años 40, Monterrey era una ciudad de poco más de 200 mil habitantes. Entre las crecientes empresas y comercios que ya le avisaban al país lo que llegaría a ser la capital industrial de México, los jardines crecían verdes y limpios entre calles casi todas asfaltadas o con pavimento de cemento.
En el centro de la ciudad, en la esquina de Carvajal de la Cueva con Tapia vivían Doña Concepción González y Don José Tamez González, padres muy trabajadores, con su primera hija, Irma. Aquella había sido la casa familiar de Doña Concepción, la más pequeña, y de sus cuatro hermanas, hasta antes de que ellas se casaran.
Poco después, la familia Tamez decidió cambiar de residencia a una casa de renta ubicada en las calles de Héroes del 47 y Tapia. Ahí nació Héctor, el 30 de marzo de 1942 y, años después, sus hermanos Luis y Rubén.
EL ESTUDIANTE TRABAJADOR
Cuando niño, Héctor era un hermano muy cariñoso y un buen estudiante. Muy pronto mostró interés por el trabajo.
A los 11 años comenzó con un cajón de bolear: salía en las tardes a trabajar, y así ahorraba para ir al cine o para comprar golosinas. Posteriormente trabajó por la calle Villagrán, entre Reforma y Calzada Madero, enfrente de Cristo Rey, en las tardes o los sábados, haciendo marcos de madera para las imágenes religiosas.
Poco después, en su adolescencia, comenzó a trabajar en la tienda de su tía, Doña Eva Tamez de Villarreal, escribiendo y ordenando los documentos de aquel negocio de joyería y mueblería.
Así, durante sus años de estudiante, Héctor solía levantarse a muy temprana hora, iba a la escuela pública y, al salir de clases, regresaba un momento a casa para luego irse a trabajar.
DE LABORATORISTA A SUPERINTENDENTE DE PLANTA
En el año de 1961, Héctor estudiaba Ciencias Químicas en la UANL y durante el tercer año de carrera ingresó a Cementos Mexicanos. Tenía entonces 19 años de edad. El Ing. Rodolfo F. Barrera era el director General.
Héctor inició trabajando medios turnos, porque sus estudios no le permitían hacerlo de tiempo completo. Además, le entusiasmaba que la empresa le diera la oportunidad de trabajar en el laboratorio haciendo sus prácticas profesionales. Fueron años de trabajo y estudio intenso hasta que en 1963 obtuvo el título universitario de Ingeniero.
Pronto había logrado sobresalir por su ardua dedicación al trabajo y el logro de resultados. De Monterrey se fue a Ciudad Valles en 1965 como apoyo del arranque de la Planta y en pocos meses ocuparía el puesto de jefe de Laboratorio, reportando al Ing.
Ricardo Treviño Espinoza, superintendente de Planta. En 1966 fue asignado a Torreón con la finalidad de colaborar también en el inicio de la nueva Planta, por lo que viajaba constantemente a ambas ciudades hasta que retornó a Valles en 1967 para desarrollar ahí una de las etapas más importantes de su carrera profesional.
En esta ciudad trabajaría hasta su regreso a Monterrey en 1985 como director de Operaciones de Cemex para cuatro plantas.
EL AMIGO
Desde los primeros años de residencia en Valles hizo mucha amistad con sus compañeros de equipo de trabajo, con los que se reunía por las tardes para jugar ajedrez en el Hotel San Fernando, que era donde se hospedaban. Además participaba con alegría en las posadas navideñas que los empleados de Cemex celebraban en el Hotel Valles o en las fiestas decembrinas para el personal sindicalizado.
SU MATRIMONIO
Corría el año de 1966 cuando, en Ciudad Valles, Héctor conoció a María del Carmen González Lárraga en la Plaza de Armas, frente a una nevería que se llamaba La Fuente. Ahí era el centro de reunión, pues no había más en esa pequeña ciudad.
Al salir del trabajo, Héctor acostumbraba ir a aquella nevería, mientras que María del Carmen salía al paseo con varias amistades. Ahí se conocieron de vista, conversaron, pero no se volvieron a ver porque Héctor partió a Torreón. Sin embargo, a su regreso y después de un corto noviazgo de ocho meses se casaron. Era el 4 de noviembre de 1967.
En Valles vivieron 18 años durante los cuales nacieron y crecieron sus tres hijos: Héctor, Gabriela y Hugo Alejandro.
LA DEDICACIÓN AL TRABAJO
En 1968 tuvo su primer ascenso en la empresa. Héctor asumió la responsabilidad de jefe de Producción y su primer secretario fue Salvador Romero García. Hacia el final del año 1971 hubo cambios organizacionales en la empresa: el Ing. Ricardo Treviño Espinoza fue llamado a Cemex Monterrey y en su lugar fue nombrado el Ing. Edmundo Trujillo Linares. Sin embargo, poco después, el Ing. Rodolfo F. Barrera, director General, promovió al Ing. Trujillo, quien regresó a Monterrey, y Héctor recibió el nombramiento de superintendente.
Hombre decidido, de carácter firme, orientado a resultados, trabajador incansable, tenaz y siempre demandando el mayor esfuerzo posible, logró que la Planta de Valles llegara a ser la mejor del Grupo Cemex. A la vez, con sentido humano siempre estaba atento al desarrollo y a la capacitación en el trabajo.
De la misma manera, pronto fue reconocido como alguien dispuesto a apoyar sin distinción alguna a quienes se acercaban a solicitarle su ayuda personal, como un consejo, una directriz y aun algún apoyo económico en los momentos difíciles.
En 1973, Héctor asumió la Gerencia General de la Planta, cuyas funciones desempeñó durante 12 años afrontando cuantos retos se propuso para incrementar la calidad de la producción y la eficiencia integral, con tal minuciosidad que dominaba hasta los menores detalles del personal, llamando a cada quien por su nombre, e intervenía para mejorar cada proceso operativo.
Es importante resaltar su aportación tanto para la instalación como para la optimización del Horno 1, al que llamaba “el pequeño cumplidor” de 500 toneladas. Años después, en 1981, Héctor trabajó junto con el Ing. Agustín Faudoa, de Cemex Monterrey, en la instalación del Horno 2, con capacidad de 2 mil 200 toneladas, un verdadero orgullo de eficiencia y productividad.
SU VISIÓN DEL TRABAJO, DE LA FAMILIA, DE LA VIDA
Fueron años de trabajo constante y cuesta arriba. Cemex crecía y los mercados se multiplicaban en el país. Sin lugar a duda es posible afirmar que Héctor le consagró su vida a la institución.
Trabajaba sin cesar, en ocasiones hasta interrumpiendo sus vacaciones con la familia para regresar a la Planta. Se había propuesto la realización personal a través de las acciones laborales, así como el medio fundamental para el desarrollo de su familia.
Durante el año de 1984 falleció su padre. A partir de entonces, Héctor, quien siempre había estado pronto para apoyar a sus padres, hizo cuanto fue necesario para contribuir todavía más a la tranquilidad y estabilidad de su madre o de sus hermanos.
Ese apoyo jamás cesaría, así como la convivencia con todos ellos siempre que es posible y donde sea, además de las reuniones todos los domingos en la casa materna.
En el entorno del hogar, el hombre trabajador dejaba entrever un corazón sencillo, bromista y, a veces, en privado, hasta sentimental, casi luchando por no mostrarse reservado en su caminar por el trabajo y por la vida. Tal vez por ello evadía hablar del trabajo cuando estaba en casa; quizá por eso afuera del trabajo sólo existía su familia.
Con sus hijos jugaba o veía películas de vaqueros comiendo nieve; en todo momento siendo sincero y enemigo de la mentira, amigable y dispuesto a apoyar cuando le permitía el trabajo compartir con ellos. Además, en ocasiones, nada más “porque sí” llegaba a la casa de algún pariente cercano, como al de su prima Ileana a quien todavía llama “la hermana que nunca quise tener”, para cenar o para platicar por horas y horas, mostrándose inclinado a escuchar o a meter el hombro.
Largo había sido el camino. Héctor y Cemex habían ido creciendo juntos: desde la mitad de la década de 1960 hasta 1985, Cemex evolucionó hasta convertirse en el líder del mercado en México. Durante ese periodo, la compañía dobló sus volúmenes de exportación, empezó a cotizar en la Bolsa Mexicana de Valores y amplió su presencia hacia el centro y sur de México
MAYORES RESPONSABILIDADES Y RETOS
En el año de 1985, Héctor regresó a Monterrey con un nuevo nombramiento como director de Operaciones de Cemex, y responsable de cuatro plantas: Monterrey, Torreón, Valles y Huichapan. Posteriormente, en 1987, Cemex compró Anáhuac con sus Plantas de Barrientos y Tamuín, con lo que Héctor asumió también la Dirección de Operaciones de esta empresa. Además, en 1991 tomó la responsabilidad de director de la Zona 1.
Largo había sido el camino. Héctor y Cemex habían ido creciendo juntos: desde la mitad de la década de 1960 hasta 1985, Cemex evolucionó hasta convertirse en el líder del mercado en México. Durante ese periodo, la compañía dobló sus volúmenes de exportación, empezó a cotizar en la Bolsa Mexicana de Valores y amplió su presencia hacia el centro y sur de México.
Por otra parte, a nivel internacional, Cemex firmó, en 1985, el acuerdo del GATT y comenzó su transformación para convertirse en productor multinacional. A partir de entonces, y durante la siguiente década, la compañía adquirió operaciones cementeras estratégicas en los Estados Unidos, España, Panamá y la República Dominicana.
LA CONSOLIDACIÓN DEL HOMBRE INTEGRAL
La última etapa profesional de Héctor inició en 1994 cuando fue nombrado director de Operaciones de Cemex México con la responsabilidad de dirigir e impulsar todavía más las 18 Plantas del mercado nacional. Poco después también se le confió la especial responsabilidad de ser consejero y apoderado de Cemex.
A la vez, desde 1996, Cemex continuó su diversificación geográfica global ingresando a mercados cuyos ciclos económicos en gran medida operan independientemente y con alto crecimiento. De esta manera, Cemex es ahora la tercera cementera más grande del mundo con operaciones en Norte, Centro y Sudamérica, Europa, el Caribe, Asia, y África. Además es la mayor comercializadora internacional de cemento y clinker del mundo.
Sin lugar a dudas, al acercarnos al final del año 2001, Héctor puede ver hacia atrás con la misma satisfacción de quien ha contribuido a consolidar la enorme historia y trascendencia de Cemex.
De modo semejante, le es posible mirar hacia el futuro con la certeza de que seguirá construyendo sus metas y sus sueños.
Estimado Héctor:
Han pasado ya casi 40 años desde que iniciaste tu brillante trayectoria profesional en Cemex. A pesar de que es prácticamente imposible resumir en estas breves líneas los innumerables logros que has alcanzado, quiero hacer un reconocimiento de la importancia que han tenido tu esfuerzo y amistad para todos nosotros.
Desde que comenzaste a trabajar con Ramón Poo en el laboratorio de Cementos Mexicanos, cuando coincidimos como gerentes de Planta, tú en Valles y yo en Torreón, y posteriormente, cuando fuiste el pilar de mi equipo como director de Operaciones, tuvimos la oportunidad de compartir no sólo conocimientos y experiencias, sino el propósito común de consolidar a la compañía como un líder mundial de esta noble industria. En pocas palabras, he tenido la oportunidad de verte crecer como profesional y como persona, y de saberte mi amigo.
A lo largo de estos años tu compromiso con una innovación constante y tu apego a los más elevados valores y principios, fueron determinantes para alcanzar el lugar que hoy ocupa Cemex como empresa global.
Por ello, ahora que has decidido emprender nuevos retos, quiero expresarte el profundo respeto que te tenemos por tu absoluta dedicación al trabajo, y darte las gracias por legarnos tu sentido de responsabilidad y de realización.
Tengo la certeza de que el éxito te seguirá acompañando toda la vida, y te deseo a ti a toda tu familia lo mejor.