Para vivir de fiesta no hace falta el agua o al menos en la presa “Rodrigo Gómez”, mejor conocida como La Boca, es lo que se puede apreciar cada fin de semana, cuando miles de turistas llegan hasta ese embalse a pasar un momento de diversión.
Ya sea un paseo en catamarán en la poca agua que queda, disfrutar un manjar a los restaurantes de la zona, hacer expediciones en vehículos todo terreno, tomarse bebidas alcohólicas o simplemente observar el vaso casi seco, es por lo que miles de personas llegan al embalse a disfrutar cada fin de semana.
Algunos pensarían que la sequía afectó en la disminución de la afluencia en la presa de La Boca, y tal vez en el comercio acuático podría verse de esa manera, porque los viajes por el afluente ahora son más cortos, pero la realidad no es así del todo.
En zonas pantanosas como las partes en donde recién se acaba el agua, los propietarios de razr’s, Jeeps u otros vehículos 4×4 cada sábado o domingo abarrotan la zona para vivir una tarde de adrenalina.
En sus autos cruzan por lo que alguna vez fue la antigua posada Villa de Santiago o por los restos de viviendas que hace muchos años, antes del 1961, se encontraban edificadas en esa parte de Santiago.
No se diga a quienes sólo van a degustar de un delicioso platillo del mar en alguno de los restaurantes del malecón, ellos siguen acudiendo cada ocho días para comerse un suculento plato de pescado frito, de camarones a la diabla, de sopa de mariscos o de otras delicias traídas desde el fondo del océano.
“El chiste es pasar un rato en familia, nosotros sólo venimos a contemplar lo que aún queda de agua porque no vaya a ser que un día de estos se seque por completo”, comentó Inés Mata, uno de los paseantes del lugar.
Regularmente Inés y su familia recorren cerca de 30 kilómetros desde la colonia donde habitan hasta el complejo turístico de Santiago y en casi cuatro meses desde que inició la disminución de agua, han asistido alrededor de cinco ocasiones.
“Quiero que sepas que la gente sigue viniendo, ahora más que nunca se llena este lugar, no sé si sea el morbo de ver la presa seca o como recién nos acaban de quitar las restricciones, lo único que queremos es salir”, platicó.
El turista recordó que apenas hace un año le tocó amenizar una fiesta en uno de los catamaranes y jamás se habría imaginado que 12 meses después el panorama luciría desolador.
“Justamente en mayo del año pasado me tocó venir a tocar en un cumpleaños, hoy se mira muy triste por la imagen de sequía, pero las fiestas siguen, la gente viene, se toma fotos en el barco pirata, pasean en los caballitos y se la pasa a todo dar”, agregó.
En aquella ocasión recorrieron la inmensidad del vaso, que aguas adentro parecía como si estuvieran en el mar o en un lago enorme y profundo, hoy sólo son algunas partes las que se imponen ante los miles de visitantes, puesto que otras quedaron al descubierto incluso algunos pozos de hace décadas.
Mientras unos disfrutan la poca agua que queda, otros se pasean encima de los ponys que rentan cerca del malecón y ahora los recorridos pueden ser a diferentes zonas.
Las islas que se encuentran en las inmediaciones del embalse sirven como playa para pescadores, quienes en la tranquilidad de las aguas lanzan el sedal de la caña para ver si atrapan un pez.
Lo más común es ver a grupos de amigos tomando bebidas embriagantes en sus coches mientras escuchan música o bailan, una estampa que poco ha cambiado desde hace años, cuando comenzaron con esos hábitos.
Los neoloneses gustan de asistir a aquel lugar mientras disfrutan del viento y la brisa, sólo que ahora disfrutan las ráfagas de polvo que se levantan en todo la orilla con las partes que han quedado expuestas de la presa.
Sin embargo no todo es felicidad, pues los residentes de aquella zona no buen con buenos ojos la aglomeración y el tráfico que se acumula en la carretera Nacional.
Christian Durán, habitante del sector residencial Álamo Sur, contó lo que cada fin de semana tiene que sufrir para llegar a su hogar, mismo que se encuentra como a unos nueve kilómetros de La Boca, pero más aún cuando viene o va para San Ángel Sur a visitar a su familia.
“No hay fin de semana que la carretera no esté a reventar, cuando voy a visitar a mi madre, desde el Parque Canoas hasta la altura de Valle Alto es un tráfico intenso, en esa parte se hace porque se detienen a comprar cerveza, en las carnicerías o supermercados”, contó.
Aunque desde el Uro hasta casi llegar a los Cavazos, el tráfico vehicular se desfoga un poco, llegando a los tradicionales negocios donde venden artesanías, muebles rústicos y panes de elote, el avance por la carretera es demasiado lento.
“A vuelta de rueda es como uno avanza, no se diga por las mañanas en el sentido de norte a sur y en las tardes de sur a norte.
“Claro que hay quienes se benefician de esto, por su puesto los comerciantes, pero para nosotros como residentes de esta zona es un calvario, de por sí entre semana lidiamos con el tráfico ordinario. Los fines es un verdadero martirio”, se quejó.
Para Christian la cantidad de paseantes sobre todo en la zona de La Boca aumentó en comparación con el año pasado, pues asegura que ahora son más las personas que acuden para tomarse al menos la foto del recuerdo con el embalse vacío.
Pero más que una buena noticia eso ha perjudicado, pues los accidentes también están a la orden del día.
“Es común saber de accidentes en la carretera, si no es por el exceso de velocidad, es porque iban alcoholizados, pero siempre son los mismos motivos y quienes la llevan son familias que a veces ni la deben.
“Pero aunque nos quejemos todo el tiempo esto no cambiará, son décadas las que la gente ha tenido estas costumbres de visitar La Presa, La Cola de Caballo, Los Cavazos, los ríos de Allende y no creo que eso cambie en otras décadas más”, precisó.
Lo que sí es verdad, es que aunque la sequía golpea duramente al estado, los paseantes salen cada fin de semana con más ganas desde que se retiraron las restricciones por Covid, pues por dos años la mayoría estuvieron contenidos en sus hogares.
Mientras tanto la vida sigue en la Rodrigo Gómez hasta que el tiempo y las condiciones climatológicas digan lo contrario, porque a decir de los turistas la vida la alargarán hasta que las ganas de divertirse se acaben, cosa que no se ve que tenga final.