La Navidad está cada vez más cerca: miles de familias comienzan con los preparativos para las fiestas, mientras que los niños llenos de ilusión escriben sus cartas a Santa Clós pidiendo los juguetes que desean encontrar bajo el árbol la mañana del 25 de diciembre.
Pero la historia no siempre es la misma en todos los hogares, ya que la carencia y los bajos recursos provocan que muchas familias no pasen una feliz Navidad.
Tal es el caso de los Martínez Morales, que debido a sus pocos ingresos deben ajustarse a su limitado presupuesto cada temporada decembrina.
La familia está conformada por siete integrantes: Leticia Morales Medina y José Bernardo Martínez Bueno, de 40 y 51 años, así como sus cinco hijos Bernardo, Josel Iván, Dana Lizeth, Katia Leticia y José Miguel de 13, 11, 10, 6 y 2 años, respectivamente.
Los Martínez Morales habitan en una de las zonas más conflictivas de la ciudad: la colonia Genaro Vázquez.
Para poder llegar a su casa se tiene que atravesar una serie de escalones construidos por los mismos vecinos y pedrería, el cual representa peligro para todo aquel que lo recorre sin cautela.
El lugar lo comparten con un hermano de Bernardo, quien ocupa la planta baja del lugar, mientras que la familia vive en el segundo piso.
Su domicilio está construido de concreto, pero las inclemencias del tiempo han comenzado a cobrarle factura, ya que la humedad ha invadido la mayor parte de las paredes.
Además, por estar ubicados en una de las lomas del cerro, la casa se convierte en un punto vulnerable ante las inclemencias del tiempo, por lo que es habitual que las ventiscas de frío entren hasta el más pequeño rincón de la casa, mismo que intentan evitar tapizando con colchas por todos lados.
Pero las cobijas no sólo sirven de tapiz y cortinas, también de puertas que separan la sala y el comedor con los tres cuartos restantes que integran la casa, entre estos la cocina, el baño y la habitación donde duermen todos los integrantes de la familia.
Al entrar al domicilio figura una pequeña fogata, misma que utiliza Leticia para cocinar en leña porque se les terminó el suministro de gas.
En su sala apenas si lucen algunos muebles viejos, entre ellos una televisión de no más de 27 pulgadas, la única de la casa, la cual de acuerdo a Leticia “los niños son los que la acaparan, les gusta ver televisión”.
Leticia es quien cuida a sus cinco hijos y se encarga de la casa, mientras que el padre sale a trabajar.
Desde hace algunos años, Bernardo trabaja como guardia de seguridad en una empresa, empleo que no le deja mucha remuneración económica.
Para lograr que les alcance un poco más, el hombre prefiere irse caminando a su trabajo y así poder ahorrarse unos cuantos pesos para destinarlos a su familia.
“Trabajo hasta Cumbres, hago como media hora caminando pero pues no me costea andar en camión, además es buen ejercicio”, comentó el padre.
Con su salario y los múltiples integrantes de su familia, dijo que “sale raspando” en cuanto a gastos, pero que de vez en cuando pide algún préstamo.
“Todo lo que saco es para ellos, no tengo vicios porque mi mamá siempre me decía: ‘si tomas le estás robando a tus hijos, porque el dinero que ganas es para ellos’”, comentó el padre de familia.
Pensar en cambiar su empleo es algo que considera con mucha cautela, pues teme quedar sin trabajo y no poder brindarle sustento a su familia.
Además, sus oportunidades laborales disminuyen por su edad y por una discapacidad que tiene en el ojo derecho, pues debido a un accidente que sufrió hace casi 17 años, un nervio óptico se dañó y perdió la visibilidad de ese ojo en un 90 por ciento.
“Así nos la llevamos, a veces batallando pero siempre juntos como quiera”, señaló Leticia.
SUS HIJOS: LA ALEGRÍA
DEL HOGAR
Pese a todas las carencias que tienen, sus cinco hijos son los que iluminan su vida y por ellos son capaces de todo.
“Todo lo que hacemos va para ellos (sus hijos); ni estrenamos nada para darle todo a ellos, los procuramos más… con verlos contentos, que coman bien ya nos sentimos contentos”, coincidieron Leticia y Leonardo.
La razón por la que valoran aún más a su familia, relató la pareja, es por el trago amargo que atravesaron tras perder a su primer hijo antes de que naciera.
“Mi primer embarazo no se logró, tuve una caída y perdí a mi bebé a los cinco meses (de gestación) y tardé siete años para volver a embarazarme”, dijo Leticia.
Pero la vida no iba a ponerle tan fácil el tener una familia, pues en sus embarazos a la mujer se le desarrollo diabetes, enfermedad que afortunadamente no padece ni uno de sus hijos.
Desde ese momento la familia siguió creciendo con la llegada de Bernardo, Josel, Dana, Katia y José Miguel.
Los primeros cuatro hermanos actualmente estudian secundaria y primaria, excepto José Miguel, quien apenas tiene dos años.
Orgullosos, Bernardo y Leticia aseguraron que todos sus hijos son excelentes estudiantes y muy bien portados.
“Son serios, pero en la casa son bien ‘guatosos’ y bien que hacen reír, pero cuando viene gente son muy serios; todos me dicen que mis niños son muy educados, pero ellos solos se enseñaron a ser así”, indicó la madre de familia.
Como los hijos responsables que su orgullosa madre dice que son, todos los hermanos la ayudan con los quehaceres de la casa, pues gran parte del desorden lo ponen ellos.
“Nunca hemos tenido problemas con ellos, les hablas y sí obedecen, el único problema es que son desordenados”, dijo Leticia.
La familia podrá carecer de muchas cosas, pero la alegría no es una de ellas, pues los niños se encargan de ponerla con cada ocurrencia, travesura y broma que hacen.
Sus padres aseguraron que son las niñas quienes les sacan más “canas verdes”, pues son tremendas, más que los niños.
En sus ratos libres, a los pequeños les encanta jugar a todo lo que se les ocurra.
A Bernardo y Josel les encanta jugar futbol y aprovechan cualquier momento para practicar su deporte favorito con un balón y unos guantes de portero que recibieron la Navidad pasada, a Dana le gusta mucho la belleza y puede pasar horas peinando y pintando a su hermana, mientras que a Katia le encanta la cocina.
“Le ayudo a mi mamá a hacer tortillas de harina y hago pasteles en mi microondas”, dijo tímida la niña.
El más pequeño de los Martínez Morales, “Migue”, le encantan los carros.
Cuando menos se espera, el pequeño desaparece de la vista y se le puede ver en la pequeña terraza de la casa jugando con un vehículo para niños pequeños que encontraron sus padres tirado por su colonia.
La unión en la familia es más que evidente. El padre es la devoción de los más pequeños, Katia y Miguel, pues lo siguen para todas partes y no dejan de abrazarlo en cada oportunidad que tienen.
“Me siguen mucho, el chiquito se va conmigo a todos lados caminando, también Katia”, reconoció Bernardo.
GRIS DICIEMBRE
Otras de las cosas que llenan de orgullo a los padres es que sus hijos son sumamente considerados con ellos, pues entienden de sus limitaciones económicas y no son exigentes con ellos.
Mencionaron que “a veces hay y si hay les damos, y si no pues no, lo que tengamos; están acostumbrados a comer lo que tenemos, no se ponen necios, en ese aspecto nos entienden bien ellos”.
Desafortunadamente, esto aplica también en fechas especiales como sus cumpleaños y Navidad.
“En Navidad nunca se quedan sin su regalo, lo que nos piden no se los compramos, pero algo sencillo sí y se conforman, así están acostumbrados”, indicó Leticia.
Pero una festividad limitada no es lo único por lo que atraviesan los pequeños, pues en los últimos años la ausencia de su padre en esta importante fecha es lo más predominante.
“Yo por lo regular en las últimas navidades me la he pasado trabajando, porque no me puedo tomar los días festivos y no hay quien me cubra. Llevo varios años que no me la paso con ellos porque me toca trabajar”, mencionó Bernardo.
Y aparentemente esta Navidad no será la excepción.
Para que los pequeños no recientan mucho la falta de su padre, Leticia se une con una de sus hermanas para hacer una modesta cena.
UNA VERDADERA FELIZ NAVIDAD
Como parte del proyecto de Hora Cero “Una Navidad Diferente”, la Navidad de los Martínez Morales está a punto de dar un giro de 180 grados, pues se transformará la fiesta decembrina en su hogar.
La familia se mostró muy emocionada al conocer que vivirán una navidad como nunca antes, con una cena típica y además la visita de Santa Clós.
Las sonrisas por parte de Josel, Dana, Katia y Miguel no se hicieron esperar, pues nunca antes habían recibido la visita del bonachón Papa Noel en su hogar de la Genaro Vázquez.
Tímidos, pero con grandes sonrisas, los niños comenzaron a hacer sus peticiones para Santa, cada uno concentrado en lo que más le gusta, mismas que más cercanas la fecha plasmarán en una carta dirigida hacia el Polo Norte.
Por primera vez en mucho tiempo, están emocionados por tener una verdadera Navidad feliz.