
El año era 1994 y tres jóvenes británicos: Matt Bellamy, Dominic Howard y Chris Wolstenholme, se juntaron para comenzar a hacer música. Tras cinco años de picar piedra, tocar en casi cualquier lado y lanzar un par de EPs que fueron bien recibidos por la crítica y el público, consiguieron su primer contrato con una disquera para grabar Showbiz, su LP debut.
Poco sabían que en ese entonces, casi al mismo tiempo, en otras regiones del mundo agrupaciones como The Killers, 30 Seconds to Mars, Interpol y The Black Keys también comenzaban sus carreras encaminados a convertirse en los estandartes de lo que -hoy sabemos-, fue la última gran avanzada de rock mainstream, rebasada años después por el surgimiento y la masificación de los llamados ritmos urbanos, que tienen en el reggaetton a su más grande exponente.
Durante tres lustros este sonido cautivó a una generación de jóvenes que disfrutaban de un estilo claramente influenciado por variantes del rock como el alternativo y progresivo, además del blues, jazz y hasta la música clásica.
Pasaron los años y este poderoso trio que hoy se conoce como Muse, se consolidó como uno de los actos más grandes de principios del nuevo siglo, algo que se confirmó la noche del 18 de enero en el Estadio Banorte de Monterrey, cuando poco más de 19 mil fanáticos comprobaron por qué la banda ha ganado en dos ocasiones el Premio Brit (el más importante del Reino Unido) como el Mejor Show en Vivo.
En el arranque de su gira por México, donde están presentando su nuevo material Will of The People, el grupo sabe presionar los botones correctos en el tablero de los sentimientos de sus seguidores, al ofrecer un equilibrio entre lo reciente y lo clásico.
Para hacerlo se apoyan en una impresionante parafernalia que tiene en las pantallas gigantes su activo más importante. Al momento de redactar esta crónica no pude encontrar el nombre del semidiós que es el director de cámaras de la gira, quien mueve con maestría tanto los lentes robots que rodean el escenario, como a los camarógrafos que saben colocar sus lentes a unos centímetros de los rostros de Bellamy, Howard y Wolstenholme, ofreciendo al auditorio la sensación de que estamos parados a unos pasos de ellos.
Como un director de orquesta, el responsable del switcher cambia con maestría de cámara uno a las dos, de las tres a la cinco, con una fluidez que hace que, en ocasiones, olvidemos que Muse está ahí en el escenario, puesto que preferimos verlos en la pantalla gigante.
Y luego están las luces, las llamas de diez metros de altura, el cañón de confetti y la escenografía del escenario, dominada por un enorme personaje enmascarado que recuerda a El Líder, como se le llama al villano de El Juego del Calamar, quien domina todo el concepto visual del nuevo disco de la agrupación.
Si todo lo anterior no fuera suficiente, ahí están Bellamy, Howard y Wolstenholme, rompiéndose el alma en el escenario con una entrega digna de reconocerse. Mención aparte merece Matt, quien cambia de guitarra decenas de ocasiones, se calza una chamarra de luces y hasta toca lo que son un clásico en su repertorio personal: la lira Manson M1D1 Black y el guante robótico con el que interpreta Uprising.
A lo largo de los casi 120 minutos que dura la presentación, Muse muestra a sus seguidores el secreto de su éxito: utilizar y convertir en suyas las múltiples influencias que forjaron su cultura musical. A diferencia de otros, el trio sabe integrar a su música estas referencias sin que nadie pueda acusarlos de ladrones; ¿o de qué otra forma pudieran explicar que el intro de Will of the People, la primer canción del concierto y que le da el nombre a la nueva producción, se escucha exactamente igual que The Beautiful People, el tema que Marylin Manson popularizó en 1996?
Tal y como ha sido su costumbre, el grupo integra a sus canciones pequeños homenajes a clásicos del rock como AC/DC, Rage Against the Machine, Nirvana, Jimi Hendrix Experience, entre otros.
Y aunque los integrantes de la banda están muy lejos del virtuosismo que se requiere para ser considerado un gran exponente del rock progresivo, saben muy bien lo que hacen, pues entregan a sus fanáticos interpretaciones muy similares a las de estudio, pero con un extra de intensidad que permiten que la experiencia sea inolvidable.
Como era de esperarse, el concierto presenta el nuevo material de la banda pero también recorre momentos memorables, no obstante un sector de la fanaticada ha tomado por asalto las redes sociales para manifestar su inconformidad por la selección de temas, pues en esta gira el trío ha dejado fuera favoritos como Verona, You Make Me Feel Like is Halloween y Newborn. “México merece algo mejor que un setlist de festival”, alegan.
Compliance, We Are Fucking Fucked, Supermassive Black Hole, Uprising, Starlight y Kill or Be Killed son apenas algunos de los clásicos que fueron coreados a todo pulmón por los asistentes en la tocada, quienes por un momento recordaron cuando tenían 20 años y escuchaban esta música a todo volumen en su habitación o en alguna fiesta del sábado por la noche.
No podía faltar el satisfactorio momento cuando Wolstenholme toma la batuta y, harmonica en mano, inicia con las aullantes notas del clásico Man With a Harmonica, creación del maestro Ennio Morricone para la película Érase una Vez en el Oeste que, como ha servido desde hace varios años, es la introducción de Knights of Cydonia.
Podría decirse que es en su último tercio cuando realmente el concierto se eleva, las emociones brotan y las alegrías son más evidentes.
Con ello en cuenta, el arranque de Knights es, indudablemente, el momento más alto de la noche, cuando la gente se une con la banda interpretando el ya famoso coro de este clásico que -sorpréndase usted-, fue estrenando hace 17 años.
Y es que eso es lo más relevante de este concierto de una banda que no se presentaba en estas tierras desde el 2018, cuando junto con Queens of the Stone Age fungieron como headliners del Festival Pal’ Norte.
Muse tiene 29 años de haberse formado y 24 de haber lanzado su primero disco, pero siguen sonando igual de actuales que al arranque del nuevo siglo, cuando ninguno de nosotros sabía que el tsunami de los ritmos urbanos iba a dejar en estado de coma al rock.
Afortunadamente, este concierto nos demostró que a la fecha, en que Bad Bunny, Dua Lipa, Shakira y Rosalía dominan las listas de popularidad y reproducciones en las plataformas digitales, aún podemos confiar en tres cuarentones que siguen sonando melódicos y estridentes al mismo tiempo y quienes son, uno de los pocos bastiones de un sonido que se niega a morir y que bien podría llamarse rock resistencia.