Principios de agosto de 2020, Cancún Quintana Roo, una comida –con sana y sin sana distancia–, varios invitados, entre ellos su esposa Adriana. De vuelta a casa todo en orden, a los días una desconcertante noticia: su cuñada había sido diagnosticada de Coronavirus.
Susto y preocupación. La respuesta fue acudir inmediatamente al médico. Una prueba rápida. Negativa. Un segundo test de sangre, también negativo.
No obstante, una diarrea y dolor de cabeza les invade a él, a su mujer y su hijo de cuatro años de edad. Un tercer estudio PCR con hisopo lo confirma. La familia Garza Aburto estaba enferma.
Transcurren dos semanas con pérdida del gusto y del olfato También. Adriana era la más afectada, pero el virus parecía estar controlado. Nadie se podía imaginar lo que estarían por vivir.
Una madrugada repentinamente al abogado Hugo Garza Sáenz, originario de Reynosa, Tamaulipas, comenzó a faltarle el aire. El corazón se le agita, la intranquilidad se hace patente y en su casa no saben qué hacer.
De manera paulatina los niveles de oxigenación en su sangre empiezan a disminuir. Dos horas más tarde este padre de familia había perdido las fuerzas. El oxímetro en su dedo índice marca 37 puntos (cuando el rango normal es de 97).
El estridente sonido de una sirena de ambulancia despierta al vecindario. Adriana llora, la preocupación la embarga mientras su esposo va grave en camino hacia el hospital y algunas personas sigilosas observan por la ventana.
Hugo atraviesa por un momento crucial. El centro hospitalario al que lo dirigían no pudo recibirlo, estaba lleno. Por segunda vez otra clínica le niega el acceso. El actual gerente del Organismo del Agua de Cancún e Isla Mujeres es un paciente más en busca de una oportunidad.
Desde su domicilio Adriana libra una lucha a contrarreloj para encontrarle cupo. Un equipo de tres internistas (Daniel de la O, el doctor Velasco y la doctora Sierra) del hospital Amerimed ya lo esperan.
Intentan estabilizarlo, pero Hugo no mejora; por el contrario, sus pulmones no responden a la respiración asistida. Consciente, le informan que deben intubarlo y es entonces cuando él se confiesa, con el temor de ya no volver a despertar.
“Me dicen eso y le comento a la doctora –estoy en sus manos–. Ahí me despido yo, –dígale a mi esposa esto, esto y esto…
“A punto del desmayo alcancé a escuchar cuando uno de los doctores exclamó: ¡Lo perdemos!, ¡lo perdemos!. Ya después de ahí no me acuerdo”, relata.
UN COMIENZO, UNA VIDA NUEVA
Hugo permaneció en coma durante casi dos meses y fue aislado en una zona de cuidados intensivos. Cuando finalmente logró despertar (a mediados de octubre) pesaba 30 kilogramos menos.
Conectado todavía a un tubo no podía hablar. Sin energía muscular, el movimiento de sus ojos y manos era la única manera de comunicarse, pero escuchaba y le avisaron la fecha en la que estaba viviendo. Lentamente comenzó a incorporarse.
“Me fui restableciendo. Poco a poco fui recobrando el movimiento y hoy todavía es fecha que al despertarme y bajarme de la cama, al pisar siento todavía los pies dormidos, pero es un proceso”, pormenoriza.
A su esposa le dijeron que se preparara para lo peor, que él no iba a pasar la primera semana de hospitalización, pues de acuerdo con especialistas nueve de cada diez personas intubadas no logran superar el procedimiento y mueren, pero Hugo lo logró y llegó ese día cuando finalmente pudo ser dado de alta y reencontrarse con su familia.
“Fue un aliciente verlos. Mi esperanza de vida obviamente es mi esposa y mi hijo. Él me preguntaba –Papá, ¿cuándo vamos a poder ir a la playa, cuándo me vas a llevar a un paseo?–
“Todavía recuerdo el día de noviembre cuando conseguí levantarme por primera vez de la cama, sostenerme, apoyado en una andadera. Me ve mi hijo e hizo un grito de expresión, ¡Mami, mami mi papi ya puede caminar! Eso me dio el doble de aliciente para recuperarme… el bastón únicamente lo utilizo para subir y bajar escaleras, porque todavía me hace falta la fuerza en las piernas.
“Es un milagro el que yo esté con ustedes ahorita platicando, dada la gravedad de lo que pasé y ante todo pronóstico aquí estoy gracias a Dios”, comenta emocionado a través de una videoconferencia con el reportero de Hora Cero.
SOBRENATURAL
Hugo no puede ocultar lo que se siente estar ante la vida y la muerte. Decide no guardarse la experiencia y contarla por un juramento.
“Cuando empiezo a razonar de lo que realmente me había pasado me fueron cayendo flashes de cosas que viví al estar hospitalizado. Hice la promesa de dar mi testimonio de vida cada vez que se pudiera.
“En mi caso, ya que comencé a recobrar el conocimiento, recordé que llegué a un lugar donde vi a mi madre, quien falleció en el 2003, diciéndome: ¡No debes estar aquí!, ¡no es tu tiempo, regrésate! Atrás de ella veía una luz muy brillante y el rostro de Dios Padre. Nunca me habló, pero se reía de una manera muy bonita y con su mano me hizo señas que no avanzara, que me regresara.
“Mi mamá estaba a unos dos metros de distancia y como a unos cinco metros más la imagen de Dios, a quien recuerdo con una gran luz detrás de él, de la cintura para arriba con una túnica blanca, barbado, con cabello largo y una sonrisa que me dio tanta paz. Me alegré ver a mi madre, pero él me dio tranquilidad y muchas ganas de vivir”, comparte.
En su relato Hugo describe los pasajes que en los que se miraba y manifiesta que también estando consciente pudo experimentar sucesos extraños.
“Cuando me despierto me veo en el cuarto aislado sin ventanas, sin saber que era de día o de noche y observo una luz directa blanca reflejada en mi sábana. Era la imagen de una paloma. Por un momento llegué a pensar que estaba muerto.
“Ahora puedo decir que le tengo más miedo a no hacer las cosas bien en vida que al morir. Ahí entendí el tema de dar lo mejor de ti, de no estresarte, que las cosas mundanas ahí que se queden, las cosas materiales, porque son las espirituales, de amor, de entrega, de agradecimiento las que realmente valen la pena.
“Y dije, Dios cada vez que alguien me pida dar un testimonio de vida en tu nombre lo voy a hacer ante quien sea y como sea, porque realmente me regresó a la vida. Esto me hace ver las cosas de distinta manera”, expresa este superviviente del Covid–19.
CÓMO LO PADECE UN ENFERMO
Hugo Garza Sáenz también explica lo que una persona con Coronavirus puede llegar a experimentar.
“Más que doloroso es sumamente incómodo por el tema de las flemas. Quiero suponer que me estaban drenando todo lo que tenía en los pulmones. Cada cuarenta minutos tenía que entrar personal del hospital para estarme aspirando todo eso.
“Cuando te encuentras en esas circunstancias de aislamiento y sanitización los enfermeros y doctores no pueden permanecer por más de 15 minutos, por la carga viral y por el calor que ellos sienten con el traje y ya no pueden ver con las caretas después de muchos minutos.
“Entran un cierto tiempo para poder hacer su trabajo y eso para mí era muy incómodo, porque a cada rato yo ya estaba saturado de flemas y me tenían que aspirar”, detalla.
Hugo manifiesta que no hay hospitales bonitos y no es grato estar dentro por más buenas que sean las instalaciones.
“Y aparte encontrarte solo, porque no tienes un apoyo ni comunicación, no puedes hacer llamadas. Durante el huracán atravesé ese momento en mi cuarto cuando ya estaba en piso y mi único apoyo fue una Biblia que me mostraba por ratos uno de los enfermeros, porque ni siquiera tenía fuerzas para sostenerla con mis manos.
“Fue traumático el tema de las ansiedades, de ya querer estar fuera. Esta fortaleza física que me faltaba y de no poderte valer por ti mismo ni para hacer de tus necesidades fisiológicas. Es traumatizante.
“Me fui poniendo metas a plazo corto, como poderme mover solo en la cama. Hacerme para un lado, voltearme, sentarme en el borde y luego pararme, caminar e ir al sanitario. Eso me sirvió para que mi recuperación fuera más rápida”, afirma.
Pero si de algo está convencido este tamaulipeco que por cuestiones laborales y familiares reside en Quintana Roo, es que la pandemia es verídica y no debe tomarse a la ligera.
“Lo que sí les digo es que entiendan que es en serio el tema de una enfermedad que nos ha quitado a tantos seres queridos, a tanta gente. Sí es real y está ahí, pero aún hay gente que cree que es algo inventado por el gobierno y ¡no!, ¡realmente el coronavirus existe!, ahí está el virus en la calle, hay que cuidarnos.
“Yo tengo algunas secuelas, pero pude no haber estado para contarlo. Cuídense realmente cuando vayan a la calle y si no tienen para que salir no lo hagan. Sabemos que necesitamos ir a buscar el pan de cada día, háganlo con toda la protección que se requiera.
“De alguna manera es doloroso para nosotros, pero para familia el poder llevar todo esto proceso de no poderte ver ni saber cómo estás es muy duro. Piensas que a lo mejor la llamada de los médicos será para decirles que su paciente ya no despertó es bastante desgastante”, insiste.
SU PRONÓSTICO
Ahora Hugo se observa contento en volver a la oficina, poder convivir nuevamente con algunos compañeros. Los médicos le autorizaron regresar pero extremando los cuidados.
Sin embargo, si hay algo que a él más le preocupa es la devastación que el virus está provocando en cientos de miles de hogares en México.
Recientemente un estudio del hospital John Hopkins advirtió que México es el país con mayor letalidad ante el Covid–19.
“Desafortunadamente no hemos sido capaces culturalmente hablando para saber que esto realmente está en la calle, que es muy delicado y nos supera en capacidad hospitalaria.
“Si las naciones de primer mundo se vieron afectadas imagínense a nosotros, que nuestras instituciones públicas son sumamente deficientes para tener el suministro y hacerle llegar los medicamentos a la gente”, reconoce.
Y añade que el país no tiene como enfrentarse a una amenaza de esta naturaleza.
“Una caída al hospital quien sabe si salgan de ella, pasar por esto es sumamente fuerte, no se lo deseo a nadie. Yo salí, pero pude no haberlo hecho. Me estuve cuidando y aún así me infecté.
“Debemos sanitizar todo lo que nos hagan llegar de la calle. El Coronavirus es mortal, es latente y habrá un rebrote porque la nueva cepa del virus viene más contaminante. Va a haber mucho más contagiados, debemos realmente preocuparnos y bastante”, hace hincapié.
Y dijo que el sueño de que algún día no haya casos de Coronavirus en suelo nacional es lejano y tal vez imposible.
“El tema no es que vaya a desaparecer. Como bien dicen las autoridades médicas a nivel internacional, esto llegó para quedarse y no es algo que se vaya a terminar. Lejos de que se extermine esto va a seguir y tenemos que aprender a vivir con ello y nada más es cuestión de estar preparados con el tema de las vacunas”, considera.
Al final Hugo Garza Sáenz agradece la oportunidad de compartir su historia, pero no pudo ser lo suficientemente optimista al estimar el escenario que se avecina todavía por esta emergencia sanitaria.
“Desafortunadamente van a seguir habiendo más muertes porque no estamos preparados para enfrentar esto, si no nos cuidamos desde casa. Estamos en un riesgo latente, porque el virus puede entrar con nuestros zapatos.
“Sin embargo, como una experiencia de tantas que se han visto en torno a esto, puedo decirles sí hay una esperanza de vida. Crean mucho en Dios, quieran a sus seres queridos y ocupen su tiempo de la mejor manera que se pueda, porque el tiempo es oro y en un instante se nos pude ir la vida”, concluye el hombre que libró la muerte de milagrosamente y ahora aprovecha esta oportunidad para contarlo.