Con pasos cautelosos abordan una pesera de la ruta 20 sin saber que se dirigen al mismo lugar. Sus rostros denotan juventud, pero su voluptuoso abdomen, los signos de la maternidad.
Se pasan las manos una y otra vez por el vientre y observan esporádicamente la hora: una en su teléfono celular y la otra en un reloj de pulso.
Pensativas, no pueden escapar a las miradas de la gente, algo a lo que han tenido que acostumbrarse desde hace ya varios meses.
Diana y Silvia acuden –sin más compañía que la del ser que crece dentro de ellas– al Hospital General de Reynosa para tomar por primera vez la charla semanal del Módulo del Adolescente, impartida por el doctor César Augusto Ortiz Lechuga, quien desde hace más de siete años trabaja con este programa de orientación para jóvenes y niñas embarazadas.
Ambas descienden lento de la unidad y atraviesan una hilera de puestos ambulantes, para después perderse entre la vorágine de personas que se encuentra a la entrada del nosocomio. Dejan atrás el sofocante calor y el polvoriento camino para pasar a un entorno más fresco, de largos pasillos y de estancias que destilan un aroma a
alcohol y medicinas.
Al reencontrarse dentro, estas pequeñas de 14 y 12 años cuyos cuerpos aún no terminan físicamente de desarrollarse, saben que algo en común las une, más allá de haber coincidido en un camión de transporte público.
Aunque falta una hora para que comience el taller, Diana y Silvia se acomodan donde pueden, pues no son dos ni tres, sino 31 niñas y adolescentes que, como ellas, también se apilan para entrar a la plática. Solamente unas cuantas van acompañadas por algún familiar y nada más dos por su pareja sentimental.
Se miran unas a otras como si fueran un espejo, como si pudieran reflejarse y se sorprenden de ser tantas y tan jóvenes las que en circunstancias hipotéticamente parecidas se hallan ahora en etapa de gestación.
Sin embargo, a medida que transcurren los segundos y los minutos recobran el ánimo, al entender que no son las únicas que pasan por este trance. Luego comienzan a comentar entre ellas lo que les ha sucedido.
RECHAZO SOCIAL
El punto de reunión es el recibidor del consultorio número 13 de Ginecología –conocido también como la Clínica de Mama–, antes de ser conducidas al auditorio del hospital.
Mientras tanto, los pacientes de otros dispensarios no despegan su vista de ellas. A pesar de que algunas tienen ya aspecto de mujeres hechas, la gran mayoría no puede esconder su fisonomía real de niñas.
En estos andadores (que quedan de frente a los consultorios familiares) las dudas y las respuestas suelen contestarse solas, cuando las adolescentes embarazadas no saben cómo dirigirse, qué preguntar ni a quién acudir.
Visiblemente nerviosas reciben indicaciones de una trabajadora social y aguardan a que –las manecillas del reloj de plástico colgado a la pared– marquen las 14:00 horas para ser asistidas.
El bullicio en la sala de espera se convierte en un silencio abrumador llegado el momento de caminar todas en grupo a recibir la charla y, en seguida, se deja venir una ola de murmullos: “¡Mira qué chiquitas están!”, “¿Y dónde están los padres?”, se escucha.
Juntas parecen agarrar un poco de valor ante los señalamientos de la sociedad. Si bien todavía conservan las facciones de la infancia, intentan disfrazar su fragilidad e inexperiencia ignorando la situación, yendo de largo.
Calladas, finalmente entran al recinto audiovisual, toman asiento y, al mismo tiempo que se pasan una hoja para anotar su nombre y edad, ponen suma atención a lo que se les dice.
Quizá una de las razones por la cual la conferencia del Hospital General tenga mucha convocatoria sea por la lluvia de interrogantes y los miedos que acosan la mente de estas adolescentes, casi todas primerizas.
La plática inicia y nadie se atreve a levantar la mano para hacer una pregunta. Estoicas sobre los mesa bancos, sus rostros –que se asemejan a los de alumnas de secundaria–, dibujan una combinación de gestos de arrepentimiento y angustia, pues saben que ya no pueden regresar el tiempo.
No hay ninguna a la que no le “caiga el saco”. Las irónicas y a la vez serias formas de expresión del doctor Ortiz Lechuga les arranca cada y cuando una sincronizada sonrisa.
Después de aproximadamente una hora de consejos y exhortaciones (para que se decidan a elegir un método anticonceptivo efectivo que las ayude a no volver a embarazarse de manera apresurada), las jóvenes lucen más relajadas, pero tampoco cuestionan, sino hasta que el expositor termina de hablar y
hacen fila para resolver sus dudas de modo individual.
Se miran de reojo unas a otras, como queriendo imaginar por qué sus novios y padres de sus hijos no las acompañaron, si es que no las han abandonado como a menudo sucede. Y así de solas y reflexivas como arribaron, empiezan a marcharse.
UN TSUNAMI
DE EMBARAZOS
De acuerdo con la ginecobstetra Marcela Seo Mendoza, quien atiende junto con sus colegas –en consulta interna y por primera ocasión– a un promedio de 15 a 20 jóvenes al día de entre los 11 y los 19 años, la mayoría de los casos que arriban a este hospital son embarazos avanzados.
Menciona que programas como el del Módulo del Adolescente no existían antes, porque no era común observar a tantas muchachas fertilizadas, pero en poco más de una década la tasa de natalidad juvenil se disparó.
“Es alarmante, pues nosotros como especialistas sabemos que los embarazos que más se complican son justamente los que tienen que ver con las adolescentes”, advierte.
Sin embargo, los esfuerzos parecen no ser suficientes y la cifra sigue creciendo como bola de nieve. Hay incluso quienes consideran que así como este fenómeno se les ha salido de las manos a los diferentes sistemas de salud de Tamaulipas, la Secretaría de Educación Pública tampoco está haciendo su parte para controlarlo.
“Los maestros faltan a clases, las maestras también, nadie participa y a todos les vale gorro. Los alumnos se la pasan fuera de los salones y a nadie le importa”, sopesa el doctor Ortiz Lechuga.
Este ginecólogo por el Centro Médico Nacional “20 de Noviembre” de la Ciudad de México, afirma que la elevada tendencia de niñas embarazadas ha puesto en predicamento la capacidad de las clínicas de la ciudad.
“La mujer más chica que hemos tenido aquí en consulta y a la que se le ha practicado una cesárea es una niña de 10 años”, asevera.
Con 36 años en esta profesión, Ortiz Lechuga informó que tan solo el año pasado fueron atendidos en este centro hospitalario tres mil partos, de los cuales cerca del 70 por ciento fueron de adolescentes y niñas cuyas edades van desde los 10 a los 19 años.
Otro foco rojo en esta “epidemia” de embarazos a temprana edad, es que muchos de los casos están asociados a la violencia y al abuso sexual, pero las víctimas no quieren poner una denuncia por temor o porque están amenazadas.
“Recientemente vino aquí un tipo que parecía como agente de tránsito y lo veías, el señor tenía fácil unos 57 años y traía a una niña como de 14 o 15 años, embarazada”, dijo.
UN CAMBIO
ABRUPTO DE VIDA
De métodos anticonceptivos personas como Silvia Gamboa no sabe mucho, sólo que hace unos meses acostumbraba a jugar con sus hermanos a las atrapadas o andar en bicicleta en su colonia.
Tenía una vida completamente normal, hasta que algunas veces después de llegar de la secundaria –a la que acababa de entrar apenas en agosto–, empezó a ir a un cibercafé para rentar una computadora.
Ahí conoció a un joven cuatro años más grande que comenzó a frecuentarla. A escondidas la hizo su novia y la estuvo presionando para tener relaciones.
Como pretexto Silvia decía en su casa que iba al “ciber” a hacer las tareas de la escuela.
A sus apenas 12 años ya acumula 30 semanas de preñez y confiesa que siente que el mundo se le ha venido encima: tuvo que enfrentarse a sus progenitores, dejar la escuela y, para variar, recibir el rechazo de su pareja, quien ante la noticia ahora se esconde de ella.
“Busqué a mi novio para decirle del bebé y él se sacó mucho de onda y no supo qué decirme, que él no sabía de esas cosas y se fue”, cuenta.
Sin saber de responsabilidades, de trabajo ni mucho menos de los cuidados de un hijo, esta niña ha debido guardar reposo y vitaminarse, ya que le fue diagnosticada anemia.
De apariencia muy delgada, su vientre se asoma como haciéndole recordar que deberá encarar un futuro totalmente opuesto a lo que estaba acostumbrada.
Cuenta al reportero que sus padres lloraron cuando supieron que espera un hijo y que sus hermanos quedaron muy confundidos, pero que a pesar del golpe de sufrimiento que esto representó para su familia, le dijeron que no la dejarían sola.
Como su novio también es menor de edad, los padres de Silvia no le pueden fincar una responsabilidad judicial y difícilmente podrá acceder a un apoyo económico para el bebé si éste no recibe su apellido, al menos no por ahora.
Entretanto la jovencita ha encontrado en el hospital General un poco de orientación para su vida. Los 20 pesos que le daban en su casa para el pasaje de la escuela son los mismos que ahora utiliza para acudir a las pláticas neonatales.
‘LLEGO DE SORPRESA’
Diana Martínez Gómez es otra chica originaria de Reynosa cuyo futuro ha cambiado drásticamente. Vive en la colonia Pedro J. Méndez y es estudiante de tercer grado de secundaria.
Desde hace cinco meses lleva un ser en su vientre y ha debido aguantar los regaños de su familia, el miedo al embarazo y el rechazo del padre biológico de su hijo varón.
“Pues todo esto me toma por sorpresa, porque yo no me lo esperaba, pero igual ya ¿qué le hago?”, cuenta.
Reconoció que esta etapa de su vida ha sido un momento duro no sólo para ella, sino también para sus hermanos.
“Ellos me decían que estaba muy chiquita para ser mamá y también me di cuenta que las cosas no eran como yo imaginaba. Cuando se lo dije a mi novio la verdad él me respondió que no quería responsabilidades.
“Le mandé un mensaje de texto para darle la noticia y él me lo contestó diciéndome que le hiciera como yo pudiera”, menciona.
Diana asegura que se ha sentido mejor físicamente, después de recibir tratamiento por la amenaza de aborto y la anemia que le diagnosticaron y por eso se animó a ir al hospital para recibir orientación.
Sin embargo, reconoce sus errores y las decisiones que la han llevado a vivir algo para lo cual no se sentía preparada.
“He pensado en que mi bebé puede crecer sin un papá, pero mi mamá me dice que quizá más adelante encuentre a una persona que me quiera con mi niño, pero que para todo hay tiempo”, confiesa.
> Y ¿qué sientes de que no hace mucho jugabas con cosas de niña y de repente abres los ojos a otra realidad?
“Es algo muy feo, porque ya no va a ser lo mismo que salir a fiestas, divertirte. Ahora ya no puedo pensar nada más por mí, sino por otra persona que viene en camino”.
HISTORIAS CALCADAS
Con la condición de no mostrar su rostro a la cámara Karen Rodríguez Pérez, de 16 años de edad, acepta contar su testimonio:
Inquieta y tímida a la vez, manifiesta que estudiaba informática en el segundo semestre del Conalep de Reynosa; que tenía muchas ilusiones, pero que por dejarse llevar ahora está pagando sus errores, al haber encargado sin planear un hijo fuera del matrimonio y a muy temprana edad.
Esta joven habitante de la colonia Santa Cruz (situada a la espalda del parque de beisbol, Adolfo López Mateos) añade que se enteró de su embarazo cuando notó que no le bajaba su periodo menstrual y el día 25 de abril se fue a hacer unos análisis de sangre.
“Me realicé la prueba a escondidas, ese día me hice la pinta de la escuela. Estaba bastante nerviosa, no sabía qué iba a hacer en ese rato”, describe.
Karen es la mayor de tres hermanos. Su madre es ama de casa y su progenitor trabaja en una maquiladora. Naturalmente en su hogar a todos los tomó por sorpresa.
Pero aún faltaba el momento de contarle la verdad a su padre, que al llegar de su trabajo por la noche, se enteró que iba a ser abuelo.
“Me dijo que no era la primera ni la última que salía embarazada y que ellos me iban a apoyar solamente una vez, porque dos ya era mucho”, rememora.
En relación a su pareja sentimental esta menor considera que la situación es compleja, ya que su familia no la quiere.
“Mis padres no quisieron que me juntara con él, dijeron que no, que mejor yo sola, porque yo sabía como era él y que iba a estar batallando, en el sentido de que aún no ha madurado como persona y que su familia no me quiere”, dijo Karen.
A sus ocho meses de gestación esta adolescente ya sabe que va a tener una niña, a la que desea ponerle por nombre Catherine. Asegura que trabajará para darle lo mejor y que más adelante buscará estudiar la preparatoria abierta.
Ahora que lo vive en carne propia Karen recomienda a las adolescentes que experimenten todo a su tiempo y no se precipiten en tener relaciones sexuales, porque esto tiene serias consecuencias.
SOCIEDAD SIN REGLAS
El ginecobstetra César Augusto Ortiz Lechuga sostiene que a su departamento se presenta cada día un alto porcentaje de jóvenes embarazadas, pero cuando menos una o dos acude con el marido o el novio.
El también médico por la Universidad Autónoma de Tamaulipas (UAT) del Centro Universitario Tampico-Madero, evalúa que por lo general el origen de este factor bifurca en la falta de valores del núcleo familiar:
Por un lado se encuentran las niñas que entablaron una relación sexual de manera voluntaria y por el otro, la carencia de responsabilidad y respeto del padre biológico para responder ante sus hechos.
En este tenor, la doctora Marcela Seo Mendoza, quien también es egresada por la UAT y especializada por la Universidad de Guanajuato (UGTO), refiere que el interés del área de Ginecobstetricia del Hospital General no solamente es ayudar a traer bebés al mundo, sino orientar a las madres para que sus hijos no lleguen en las condiciones equivocadas.
En tanto, Ortiz Lechuga analiza que existen jóvenes quienes sienten que nadie las está protegiendo y buscan alguien que las quiera.
NUMEROS DE MIEDO
El balance elaborado por los doctores de este departamento es contundente: en los días 2, 4, 5, 8 y 9 de octubre de 2012, el número de adolescentes matriculadas con embarazos avanzados fue de 57, divididos en 11, 10, 10, 11 y 11 casos respectivamente, siendo ésta una tasa baja para este hospital, que con normalidad acumula un promedio de 15 a 20 mujeres por día.
En el mismo periodo hubo una niña de 12 años, cuatro de 14 años, cinco de 15 años; 12 pacientes de 16 años, 11 de 17 años, ocho de 18 años y nueve de 19 años, algo que comprueba que cada vez personas más chicas son fecundadas.
Mientras tanto, en la charla del médico Ortiz Lechuga se presentaron 33 jovencitas embarazadas: una de 12 años, una de 13 años, cuatro de 15 años, ocho de 16 años, siete de 17 años, ocho de 18 años y cuatro de 19 años.
Para la ginecóloga Marcela Seo Mendoza las cifras son escalofriantes, pues afirma que tan sólo en esta clínica gubernamental hay un promedio de 20 niñas menores de 15 años que arriban embarazadas cada semana.
“Por ejemplo, hace días documentamos a una niña de 13 años con 37 semanas, que ya está por aliviarse”, ilustra la especialista.
La doctora sugiere que se deben redoblar las acciones de prevención, ya que de esta manera no sólo se evita que las jóvenes vean interrumpido su desarrollo óseo, sino también que se expongan a los riesgos propios del embarazo a temprana edad, como la preeclamsia (hipertensión arterial), eclamsia, hemorrágias, soplos en el corazón y muchas otras complicaciones que pueden llevarlas hasta la muerte.
La entrevistada observa que además el hospital recibe pacientes sin control prenatal, ya que muchas de las mujeres son inmigrantes y proceden de otras entidades de la República Mexicana.
“Si nosotros no nos encargamos y no hacemos un grupo familiar firme, difícilmente esto va a cambiar. A los niños con tal de que no den lata los mandamos a la computadora, al videojuego y quiénes le ponen atención y en Internet díganme si no hay muchas cosas. Aunque no es suficiente, si no fuera por los programas que se están implementando, la situación tal vez estaría peor”, considera.
Explica que después de ver a una paciente en la consulta el siguiente paso es el parto (ahí se le brinda consejería a nivel de hospitalización). Posteriormente –si ésta lo desea– se le pone un método anticonceptivo y luego se manda al Módulo de Salud Reproductiva, donde se lleva un control de ella, porque de lo contrario estima que las cifras en la Clínica de Mama se triplicarían.
Sin embargo, la especialista recalca la preponderancia de llevar un correcto control a la joven que ya tuvo a su bebé, pues se debe estar revisando el dispositivo, ya que si se sale de posición puede volver a quedar embarazada. Este seguimiento se debe hacer en las unidades de primer nivel, como son conocidas las instalaciones del Sector Salud, ejemplo, las de la IV Jurisdicción Sanitaria de Reynosa.
ABUSO SEXUAL
ENTRE LAS CAUSAS
El grupo de especialistas del Hospital General ponen énfasis en que durante la pubertad, las mujeres
presentan cambios importantes en su cuerpo, que despiertan cierto interés en el medio que se desenvuelven.
Cuando no son arropadas por su familia se corre el riesgo de que algunas personas se acerquen a ellas con propósitos malos. Esto puede ocurrir en cualquier lugar como la escuela, la calle e incluso, en su propio domicilio.
“Nosotros hemos visto cosas aberrantes. Hemos tenido aquí niñas violadas por el papá, el tío, el hermano o el vecino”, alude Ortiz Lechuga.
Este doctor menciona que es difícil determinar cuántas mujeres en la adolescencia han sido abusadas por algún familiar, porque las pacientes callan el hecho.
Por su parte, la ginecobstetra Marcela Seo Mendoza comenta que los médicos, en los casos de violación, no pueden hacer mucho, más que brindarles atención y orientar a las víctimas.
Su colega, Ortiz Lechuga, relata que una de las historias de este tipo más complejas que han visto en el Hospital General es la de una niña de 10 años cuyo padre ultrajó.
“A los 10 años la embarazó el padre, que ya había embarazado a la hermana de 14, y en esos mismos 10 años dio a luz a su bebé.
“Esa familia era procedente de Poza Rica, Veracruz, y cuando el hombre vio que la segunda niña estaba embarazada le puso 300 pesos en la bolsa y le compró un boleto para que el camión la llevara de aquí a San Fernando, Tamaulipas.
“Aquí en Reynosa pescaron al papá, a la mamá y a la abuela de la niña y los metieron prácticamente a la cárcel. Este caso sucedió hace unos cinco años”, recuerda.
Mientras tanto la doctora Seo Mendoza informa que la última vez que el centro hospitalario recibió a una niña de 10 años fue en este mismo año 2012.
“Pero su embarazo no fue producto de una violación, sino que tuvo relaciones con un niño de 12 años. La niña y su familia estuvo en el Departamento de Psicología”, cita.
Asimismo, los entrevistados reiteran que no todas las adolescentes reciben el apoyo de sus padres y por este motivo entran a la consulta solas.
“No viene ni el que las embarazó ni las hermanas, ni las primas, ni la mamá ni las tías. Aquí con nosotros se liberan y empiezan a hablar”, aducen.
SOBRECARGA HOSPITALARIA
El ascendente aforo que desde hace 18 años mantiene este sanatorio ha orillado a forzar su capacidad humana, originando no sólo un desgaste en el personal de planta, sino también en sus finanzas, pues cuando los pacientes no tienen dinero para saldar sus cuentas, éstas terminan convirtiéndose en números rojos para la institución médica.
Ortiz Lechuga menciona que antes la situación era más complicada en cuestión de suficiencia y que el hospital Materno Infantil aligeró la carga, pero el General sigue recibiendo a las pacientes más complicadas.
Detalla el cirujano que habitualmente en los centros médicos a donde arriban las mujeres encinta por primera vez les hacen una serie de estudios de exámenes de laboratorio, pero que en vez de entregárselos, todo se lo quedan.
“Entonces hay que volver a tomar estudios y qué pasa, la gente no tiene dinero o nosotros no tenemos el expediente y esa paciente se complica y termina con una preeclampsia”, ejemplifica.
La doctora Seo Mendoza, en tanto, dice que debe de hacerse un acuerdo con el primero y el segundo nivel de la Secretaría de Salud para mejorar el flujo de información.
“Nosotros vemos las pacientes complicadas y los centros de salud (primer nivel) las captan por primera vez. Y luego nos mandan los casos ya más avanzados, por lo cual nos toca ver la gestación a la mitad o casi al final y por eso es importante contar con algún antecedente”, define.
Y mientras continúa repuntando en Reynosa el padrón de embarazos juveniles, los médicos examinan qué hacer con tantos expedientes que se acumulan en el Departamento de Ginecobstetricia.
Le piden a la gente tomar consciencia, a los padres cuidar a sus hijos, a las instituciones educativas poner atención en este gran problema y acudir a las charlas del Módulo del Adolescente, programadas para los días miércoles a las dos de la tarde en el auditorio del hospital General, cuyo acceso es completamente libre. v