La maternidad regularmente es vista como la etapa más hermosa de toda mujer, y lo es para la mayoría. Sin embargo, pocas veces se habla de la lucha de muchas parejas por lograr tener un embarazo a término y, con ello, la llegada de un bebé. En la actualidad para un alto porcentaje de mujeres lograrlo se convierte en una “pesadilla”, pues los problemas de infertilidad se hacen presentes provocando presión social, daños físicos y psicológicos que enfrentan al intentar durante años alcanzar la ansiada maternidad, y satisfacer la necesidad de tener un hijo.
Para el especialista en Ginecología Reproductiva, Gonzalo Pliego De León, la falta de información genera que la infertilidad no sea vista como una enfermedad y que las mujeres sientan vergüenza e incluso lleguen a culparse cuando realmente las causas pueden ser diversas y de pareja.
En el terreno emocional, la psicoterapeuta, Liz Salas, resaltó que la lucha por convertirse en madres puede derivar una obsesión, que implica desgaste emocional y psicológico, incluso está comprobado que el nivel de estrés repercute en la estabilidad del matrimonio y en la fertilidad.
Desde su intimidad pocas veces pública, tres mujeres compartieron a Hora Cero el testimonio de sus batallas, pérdidas, duelos, problemas físicos y sentimientos en su camino de lucha por convertirse en madres.
Anna Laura
Desde que era pequeña Anna Laura soñaba con tener una familia. Y cuando conoció a Adolfo supo que con él quería formarla. Así que empezaron a hacer vida juntos y al paso de los años planearon tener un bebé.
Al tomar la decisión en pareja pasó el primer mes y nada, y así siguieron transcurriendo los meses pero no llegaba el anhelado momento. Ella se sintió presionada y estresada por lo que optaron por esperar hasta que tiempo después, en 2016, salió positiva la primera prueba. Al acudir al doctor solamente se veía el saco embrionario y debían esperar 15 días para hacer la revisión. En el siguiente ultrasonido ya se observaba el embrión y se escuchaba el latido. Ambos estaban felices ya que por fin iban a tener un hijo, sin embargo a las pocas semanas llegó un sagrado y la pérdida del producto.
“Estábamos muy felices de tener a nuestro primer bebé y la primera perdida fue la peor de todas. Era mucha la ilusión, hicimos muchísimos de planes, pensábamos en nombres que íbamos a elegir y de pronto todo se vino abajo. Nos afectó mucho emocionalmente”, relató.
La pareja estaba muy triste, pero el médico le explicaba que era normal, que no siempre se daba las primeras veces y que siguieran buscando. Luego de tres meses de tratamiento con pastillas lo intentaron de nuevo y se logró el embarazo. Sin embargo a las semanas se perdió otra vez.
Desesperados Anna Laura y Adolfo decidieron cambiar de doctor, pues no estaban obteniendo los resultados ni las respuestas deseadas. Así conocieron a la especialista Ashanti Aguilar, quien desde el principio les mandó hacer diversos estudios a ambos, pero al revisarlos todo se veía en perfectas condiciones y no encontraba las causas que provocaban las pérdidas. Iniciaron con un tratamiento de inyecciones y Anna Laura lograba quedar embarazada, pero no evolucionaba y venía la pérdida entre los dos o tres meses de gestación.
Recordó que incluso a su esposo también lo pusieron en tratamiento, ya que creían que era algo cromosómico que sucedía entre el ADN de él y ella, pero todo estaba en orden.
No obstante las pérdidas, decidieron recurrir a la inseminación artificial. De los espermas de su esposo se elegía los más aptos para fecundarlos y se los ponían en el útero. En tres ocasiones lograron embarazos que se interrumpían sin una razón científica.
“Llegó el momento que estaba tan obsesionada en conseguir embarazarme y lograr una gestación a término para tener un bebé en los brazos que ya ni siquiera lloraba, me bloqueaba y ya no sentía nada cada que perdía los bebés. Mi esposo, al contrario, estaba triste en cada intento y yo era la que estaba más cerrada.
“También sentíamos que estábamos tirando el dinero con la inseminaciones porque eran 25 mil por cada procedimiento. Una jeringa de hormonas en ese entonces costaba 2 mil 500 pesos, más las pastillas diarias y otras inyecciones de 800 pesos. Era un inversión económica muy fuerte, además del desgaste físico y emocional. Porque los tratamientos de hormonas me inflamaban el vientre, tenía moretones por todas las inyecciones, otro medicamento me provocaba ronchas en el cuerpo, pero eran efectos secundarios. Sin embargo me obsesioné tanto que me documentaba, investigaba, leía, veía videos, y cuando llegaba con la doctora le cuestionaba de varios padecimientos, es decir, que casi me hice experta”, relató.
Optaron por la fertilización in vitro, un trámite médico y legal largo en donde le solicitan a la pareja documentos, estados de cuenta, acudir con el notario publico y también en el hospital se firman acuerdos para que los embriones fecundados se queden congelados y no se destruyan.
Anna Laura inició el tratamiento con inyecciones, tomando diez medicamentos para sobreestimular los ovarios y generar folículos que permitieran sacar óvulos de mejor calidad. Mientras que su esposo Adolfo tomaba suplementos, dieta especial, no podía tomar, fumar y debía hacer ejercicio para que los espermas estuvieran fuertes.
Tras 15 días de preparación, la ingresaron a un quirófano para extraer de su útero los óvulos y llevarlos al laboratorio.
“Te vas echa pedazos y es una recuperación muy dolorosa. En total me sacaron doce óvulos, diez lograron fecundar y se congelaron. Y llegó el día bonito en el que me hicieron la transferencia de embriones. Nuevamente entré a quirófano, logré ver a la persona que venía con la pipeta del laboratorio y custodiado. Recuerdo que observé por la pantalla como ingresó la pipeta y me dijo la doctora: ‘Mira los dos brillitos, son tus embriones’. Y sí se ven como dos estrellitas que entran. Ahí estaban el niño y la niña que tanto deseaba. En mi caso como pensaban que era algo genético, nos hicieron un estudio especial que mandaron analizar a Houston, Texas, donde revisan que todo se encuentre correcto y decidimos que queríamos niño y niña porque era mi ilusión tener dos de un jalón”, narró.
Aunque la doctora le advirtió que no se hiciera pruebas de embarazo caseras hasta que tuviera la consulta, a Anna Laura le ganó la curiosidad y empezó con las pruebas de tira. Día 1 negativo, día 2 nada, día 3 igual y hasta el día 5 comenzaban a pintar las rayitas. Y efectivamente llegó el positivo.
En esa ocasión los cuidados médicos iba a ser mayores. Le recetaron más medicamentos, vitaminas, progesterona y en el mes de diciembre en la ecografía pudieron ver y escuchar los corazones de sus dos bebés pero desgraciadamente el 1 de enero del 2017 comenzó con sangrados en Guanajuato. Al regresar a Monterrey y hacer la ecografía uno de los embriones se le había detenido el latido del corazón y el otro tenia un latido muy tenue ya se estaba muriendo.
“Era la sexta pérdida. Una vez más en mi nube estaba planeando mi castillo junto con mis dos hijos. Ya me soñaba preparando el anuncio, fiestas, bautizos y nada todo se derrumbó nuevamente. Al ver a mi esposo tan triste siento que yo me hacía la fuerte y mi duelo lo vivía muy íntimo a solas. A nadie le contaba. No quería que me cuestionaran”, recordó.
En el séptimo intento de una nueva transferencia de embriones los volvió a perder y ante el desgaste físico, económico y emocional su esposo le pidió parar. Pero el deseo de Anna Laura por ser madre la llevó a ignorar la petición de su marido y le pidió a su doctora que le hiciera implantación de un embrión en las siguientes semanas, ya que debían hacer un viaje.
Jamás hubiera imaginado que esa petición no se iba a poder concretar. Estaba embarazada de manera natural. Anna Laura no se había percatado. Sus periodos siempre habían sido irregulares pero en marzo del año 2017 estaba embarazada sin ayuda médica. Con la sorpresiva noticia del embarazo y haciendo planes nuevamente llegó la desgracia a tocar sus vidas. A las diez semanas de gestación se le vino un aborto espontáneo.
La pareja decidió utilizar otro embrión meses después. No obstante Adolfo ya estaba preocupado de la obsesión de Anna Laura por buscar tener un hijo.
En el octavo intento todo iba muy bien, creciendo el embrión con latidos, pero al paso de las semanas lo perdió. Y por fin cayó en cuenta de que se estaba haciendo daño físico y emocional.
“Tras ocho intentos con las dos pérdidas de gemelos me di por vencida. No podía más. Estaba desgastada emocional y físicamente. Días después me llegó la noticia de que mi hermana estaba embarazada de tres meses y con el peor comentario de parte de mi familia.
“Estaba feliz por mi hermana así que le llamé para felicitarla, además de preguntarle por qué no me había dicho y su respuesta fue catastrófica: ‘Como no puedes tener hijos para qué te decía’. Me cayó de bomba y fue una forma muy cruel. Se portó de la peor forma y fue el momento en el que solté todo el sentimiento de tantos intentos. Renegando de Dios y de todo el mundo”, recordó entre lágrimas.
Con esa noticia Anna Laura cayó en la realidad y todo se derrumbó. Soltó todo el dolor que tenía acumulado de tantas desilusiones y pérdidas de bebés. Entró en una terrible depresión y bajó muchísimo de peso. Recordó que tenía cajas de ropa de bebé. En ese entonces Rufina, la muchacha que le ayudaba en su casa, se embarazó y decidió irse a su pueblo a tener su hija. Anna Laura optó por regalarle la ropa de recién nacido y se la entregó junto con una carta donde le decía que todas sus ilusiones iban en esa caja. Ella sabía de todo su anhelo de convertirse en mamá, pues vivió todos esos procesos a su lado.
Tras dos años de intentos fallidos, Anna Laura se sentía devastada y enojada con la vida. Constantemente estaba renegando de Dios de por qué no podía a tener hijos.
Su esposo Adolfo es un hombre creyente y de mucha fe, que siempre le decía: “Los tiempos de Dios son perfectos”. El 28 de octubre del años 2017 fueron a la iglesia a las fiestas patronales de San Judas Tadeo.
“Entrando mi esposo comienza a rezar, le pide el milagro de darnos un hijo y le prometió que lo llamaría Mateo. Llegó el día de la Virgen de Guadalupe, fuimos a la Basílica y había veladoras, flores, mariachi, mucha gente y Adolfo emocionado con la celebración y yo, que no era muy creyente, por primera vez le supliqué a la Morenita diciéndole: ‘Yo nunca te he pedido y no sé ni cómo hacerlo. Quiero ver si tu me haces el milagro de mandarme un bebé’. Recuerdo que yo lloraba pidiéndole el milagro a virgen por que me diera un hijo”, relató.
Y el milagro llegó como regalo del día de los Reyes Magos. El 6 de enero del 2018 Anna Laura se enteró que estaba embarazada. Justamente ese día la doctora Ashanti le envió un mensaje desde Brasil a donde fue a un congreso médico.
“Ya sé el padecimiento que tienes, me escribió y yo le respondí: ‘Estoy embarazada’. Rápidamente me mandó comprar unos medicamentos, hacer exámenes en la clínica y fui a verla a su consultorio a los días regresando de su viaje. Lo que me explicó me dejó atónita. Resulta que mi cerebro ataca a los bebés porque los ve como agentes extraños y trabaja para eliminarlos. Obviamente mi organismo no les daba nutrientes, se hacía gruesa la sangre lo que provocaba trombosis y eso solamente pasa cuando estoy embarazada. Por eso cuando me hacía los análisis antes de la gestación salía que todo estaba bien”, explicó.
Los sentimientos encontrados de miedo y emoción se manifestaron, sumado a los cambios hormonales que provocan los embarazos. Anna Laura quería festejar pero sentía un terror el pensar que al día siguiente el bebé no iba a estar en su vientre.
Durante la gestación se mostró reservada, no quería planear ni hacerse ilusiones por miedo a perderlo nuevamente. Con un embarazo de alto riesgo las consultas eran semanales. Inició con inyecciones diarias, además de aplicarse óvulos y otros medicamentos en altas dosis que le provocaban malestares, y principalmente la enoxaparina que ayudaba para mantener la sangre ligera inhibiendo la coagulación y con ello evitar un aborto.
“Mi primer hijo llegó en blanco. Mi esposo compró las cosas semanas antes de que naciera. En todo el embarazo ni a mi mamá y hermana les compartí que estaba embarazada hasta casi para aliviarme. No quise involucrar a nadie.
“Adolfo me recordó que San Judas Tadeo le había hecho el milagro y que le había prometido que se llamaría Mateo. Todos los nombres que alguna vez elegimos ya nos los habíamos acabado luego de ocho pérdidas. Con Mateo fue maravilloso ver semana a semana su crecimiento y escuchar los latidos de su corazón, y aunque fue una fuerte inversión económica sin duda es la mejor de nuestras vidas”, detalló.
En Septiembre del 2018 nació sin complicaciones Mateo, y para Anna Laura tenerlo al fin en sus brazos fue sentir que su mundo estaba completo iniciando por fin su familia.
“Mateo fue mi primer milagro de vida. Con él descubrí que los príncipes azules de los cuentos sí existen. ¡Los príncipes azules son nuestros hijos! Cuando tuve a Mateo en mis brazos sentí que mi mundo estaba completo”, comentó.
Pero los milagros en las vidas de Anna Laura y Adolfo iban a continuar. Al paso de dos años nuevamente estaba embarazada de manera natural, sin embargo en esa ocasión el miedo fue mayor ya que el mundo entero se estaba enfrentando a sobrevivir la pandemia del Covid-19.
“Nunca pensamos que íbamos a lograr un embarazo, pues mi periodo era súper muy irregular, pero Dios tenía otros planes para nosotros como familia y nos llegó de sorpresa este nuevo regalo con muchísimo miedo por el Covid y por mis antecedentes clínicos. Otra vez iniciamos con muchas inyecciones, vitaminas, suplementos y más cuidados por el virus”, confesó.
La preocupación creció ya que la enoxaparina era medicamento que utilizaban para las personas enfermas de Covid para evitar la trombosis. Era muy escaso y caro. Cada inyección que antes costaba 300 valía arriba de mil pesos. Afortunadamente Anna Laura tenía cajas guardadas y con donaciones de amistades de grupos de apoyo en Facebook logró completar su tratamiento durante el embarazo con las dosis más limitadas.
En Febrero del 2020, con ocho meses de embarazo, Anna Laura a pesar de tener precaución y no salir de su casa se contagió de Covid. Un día comenzó con síntomas de resfriado y tuvo fiebres altas, y al hacerse la prueba salió positiva.
Por el Covid a ella le quedó dañado el pulmón derecho, el hígado y los riñones, además de que seguía saliendo positiva la prueba de Covid y urgía realizar la cesárea. En los hospitales no la aceptaban o le cobraban el doble por el riesgo del virus. En la semana 40 por fin salió negativo el resultado y Nicolás nació en Marzo del 2021, en plena pandemia, siendo su segundo milagro de vida.
“Todos los días son de sorpresas, de ocurrencias y de cada cosa que hacen nuestros hijos. Nos costó mucho en todos los aspectos, pero ha sido la mejor inversión y quizá nos animemos a tener un hijo más. No hay duda y aunque suene trillado: ‘Los tiempos de Dios son perfectos’”.
Alba Perla
Desde 2006 Alba Perla tenía la ilusión de formar una familia con su pareja, pero también su prioridad era estar económicamente estable, comprar una casa con jardín, tener un carro nuevo y mantener un buen empleo para solventar los gastos familiares.
La decisión estaba tomada. Empezó a vivir con su novio, sin embargo aún estaba terminando sus estudios. Por ser la hija mayor ayudó a su papá a sacar adelante a sus hermanos ya que su mamá padecía Parkinson, lo cual hizo postergar la conclusión de su carrera como periodista para trabajar y apoyar en su hogar.
En ese entonces, y ante la situación complicada que estaban atravesando, su novio le propuso esperar hasta los 32 años para tener hijos y formar la deseada familia.
Al cumplirse el plazo fijado, Alba Perla se encontraba muy estable profesionalmente produciendo un noticiero estatal. Al paso de los meses cambió varias veces de trabajo con buenas oportunidades laborales por lo que aplazaba el inicio de la maternidad.
“En lo profesional había logrado establecerme en un buen puesto y económicamente me estaba yendo muy bien, por lo que dejé pasar seis años hasta que caí en cuenta que estaba dejando correr el tiempo y no había dado prioridad a tener un hijo”, compartió.
A los 38 años comenzaron a buscar tener un bebé y al mes esperaban a su primer hijo. Sin complicaciones Alba Perla quedó embarazada y disfrutaban la noticia de que se convertirían en padres. Hicieron la primera visita al ginecólogo para revisar que todo estuviera bien y, efectivamente, los latidos del bebé se escuchaban en su vientre. Sin dar a conocer detalles a sus familiares y amigos esperando que pasaran los tres primeros meses de gestación, la pareja planeó un viaje por carretera con la autorización del médico y al regreso nuevamente acudieron al doctor para revisar el avance del embrión.
“Nos fuimos tranquilos de viaje. Estábamos muy felices de saber que seríamos papás, planeábamos la forma en la que íbamos a anunciarlo a mis suegros, a la familia y amigos. Estaba sumamente emocionada de saber y sentir que por fin tenía un bebé en mi vientre. Al regreso de nuestro viaje fuimos a la revisión con el doctor y al realizar el ultrasonido ya no había latido. Yo ya había escuchado el corazón del bebé, tenía la ecografía donde se escuchaba pero resulta que ya no latía más. Cuando el doctor me lo explicó yo no lo entendía. Tenía once semanas de gestación. Nos enteramos el 7 de julio y el 24 de agosto lo perdí. Cuando me embaracé nunca pensé que me iba a pasar y que iba a tener la pérdida”, dijo.
Y agregó: “A veces bloqueas ciertas cosas, y a pesar de que me explicaba yo preguntaba: ¿Cómo? ¿No hay bebé? El médico me respondió: ‘Sí hay, pero ya no tiene latido. El cuerpo es muy sabio y cuando detecta que algo no está bien se detiene por lo que no continua la gestación’. Yo escuché sus latidos pero nunca vimos la forma del bebé y eso es algo que hasta la fecha me duele mucho. Salí del consultorio deshecha, llorando y muy enojada. Tomé mi camioneta, dejé a mi esposo en una calle y manejé sola por varias horas sin rumbo. Me dolió mucho”.
Ante el golpe emocional de perder al bebé y apagarse su ilusión, Alba Perla duró mucho tiempo en duelo, enojada, renegando de Dios, queriendo encontrar culpables. Sumado a ese difícil momento también falleció a su padre, y meses después murió su madre por lo que su duelo fue en aumento al sentir que su familia se estaba desvaneciendo.
“De un año a otro, además de perder al bebé, perdí a mis padres por lo que estaba devastada. En un cerrar ojos ya no tenía familia. Siempre pensé en tener cuatro hijos míos o adoptados.
“Sentí que se me acabó mi familia con la muerte de mis padres. Mi papá venía de un divorcio con ocho hijos y con mi mamá tuvo tres; con carencias y todo el amor de mis padres, nunca nos faltó nada. Mi padre siempre fue amoroso y mi madre también a pesar de su enfermedad. Mi sueño siempre fue comprar mi casa con un jardín para mis hijos y animales, que tuviera con columpio y un asador. Hasta ahora he logrando mis metas, aunque me falta conformar mi familia con hijos”, compartió.
Tras varios meses de desconsuelo, ella y su esposo decidieron ir a un centro de fertilidad porque, a pesar de buscar un embarazo, no se lograba naturalmente y con 39 años Alba Perla sentía que iba contra el reloj biológico.
El especialista en fertilidad recomendó hacer una inseminación y en julio del 2019 ya estaba embarazada en el primer intento.
“Nuevamente estaba feliz y muy emocionada, pero mi esposo estaba más reservado y decidimos esperar para anunciarlo. Sin embargo pasó lo mismo y no se logró. Me mandaron hacer un examen para el conteo de las hormonas y ahí se dieron cuenta de que iba disminuyendo el porcentaje. Aunque en el ultrasonido se veía el embrión y el latido del corazón, no se iba a lograr su maduración en un embarazo.
“Siempre le reclamaba a Dios: ¿Por qué no me das un hijo a mí que lo deseo tanto? Reproché tanto de los bebés abandonados, de las adolescentes embarazadas, de ver en la calle a muchachas pidiendo dinero con sus bebés en brazos. Crecía mi enojo y le preguntaba: ¿Cuál es el propósito de que me ilusione si no se va a lograr el embarazo? ¿Quiero saber no por qué, sino para qué?”.
Actualmente Alba Perla sigue luchando y buscando la forma de convertirse en madre contra el reloj biológico. A sus 42 años dice tener un enorme temor de que llegue su periodo de menopausia porque siente que se le acaba el tiempo para lograr su sueño más anhelado.
Asegura que su situación ha repercutido en su manera de relacionarse con sus amistades y se ha perdido de momentos importantes de sus amigas como sus revelaciones de sexo y baby shower; incluso ha mentido poniendo excusas para no asistir ante el dolor que siente de no verse aún en esa felicidad.
“Mi mejor amiga de la infancia no me dijo que estaba embarazada porque no quería herirme. Aunque fui a la revelación de sexo de su bebé, todo el tiempo estuve mal. Desde que la vi hermosa con su pancita, cuando salieron los papelitos azules y recuerdo que todos la felicitaban, yo me espere al final. La abracé pero no puede decirle nada, solamente la estreché fuerte. Días después le escribí para disculparme de no haber podido expresar nada y me respondió: ‘Te entiendo, lo más importante es que estuviste conmigo’. Cuando nació su niño fui a conocerlo, me encantó cargarlo y ver a su familia feliz”, recordó entre lágrimas.
Y aunque aseguró que no siente envidia por ver a sus amigas o conocidas felices con sus hijos, le duele mucho no poder vivir esos momentos y seguir intentando anhelando un hijo.
“Otra de mis amigas muy queridas no sabía cómo darme la noticia de que sería mamá, y cuando me compartió su felicidad lloramos de emoción. Claro que estoy feliz por ellas; veo sus fotos del embarazo, cuando tienen a sus hijos, voy a visitarlas, al verlas con sus bebés siento mucha emoción y sentimientos encontrados porque yo me quisiera verme así. Ya tengo todo pero en falta lograr mi círculo completo de tener hijos y formar mi familia.
A sus 42 años continúa su lucha por convertirse en madre de manera natural, artificial o por medio de adopción. Ahora está trabajando en su régimen alimenticio y hace ejercicio a fin de preparar su organismo para buscar nuevamente un embarazo y convertir su sueño en realidad de tener entre los brazos a un hijo.
“Estoy trabajando en mí, en sanar mi cuerpo. Me hice una manga gástrica y he logrado bajar mucho de peso; cuido mi alimentación, estoy haciendo ejercicio y procurando mi salud para el mes de octubre de año hacer una inseminación artificial con la finalidad de no perder tiempo y lograr un embarazo a término y tener un bebé. Seguiré luchando por dos años más o hasta que me sea físicamente posible, y sino ya pensaré en una adopción. Aún no sé por qué he tenido que pasar por todo esto, pero sin duda que cambiaría todos los triunfos que he tenido profesionalmente por ser mamá. Y seguiré en la lucha hasta tener un bebé”, concluyó Alba Perla.
Damaris
Damaris, como otras mujeres, tenía el instinto maternal desde joven. Sin embargo un problema de engrosamiento del endometrio provocó que le practicaran un legrado para limpiar las paredes internas del útero a fin de que con cada ciclo menstrual se fuera regenerando naturalmente. No obstante, a partir de ese procedimiento quirúrgico los periodos menstruales se hicieron irregulares y el endometrio estaba tan delgado que no alcanzaba un grosor mínimamente normal. Por ello el óvulo fecundado no podía implantarse y sus esperanzas de lograr un embarazo eran cada vez menores.
Los intentos de ella y su pareja por lograr convertirse en padres se veían derrumbados cada mes con la llegada de su periodo o pruebas negativas, hasta convertirse en una tortura.
“La espera de las dos rayitas rosas en la prueba casera de embarazo se convierte en una pesadilla la mayoría de las veces. Realmente se siente horrible hacerte el test y que no salgan las tan anheladas rayitas rosas. Te derrumbas por dentro y cada mes se convierte en una verdadera tortura. La ilusión de ‘a lo mejor este es mi mes’ y que no sea se transforma en ansiedad. Vuelves a intentarlo al mes siguiente, nuevamente a ilusionarte y resulta que otra vez es negativo. A nivel emocional es muy cansado, muy desgastante y afecta a la pareja”, compartió.
Durante meses esperaron un resultado positivo de las pruebas de embarazo pero todos eran negativos, lo que provocó que Damaris se sintiera desilusionada constantemente y más presionada por las amistades y la familia que seguido le cuestionaban: ¿Por qué no te embarazas?
“Muchas veces en reuniones con amigos terminaba llorando en el baño o me iba a casa sintiéndome muy mal por comentarios sobre maternidad. Y a veces no eran mal intencionados, simplemente que no encajaba en las pláticas de las que ya eran mamás. Me sentía frustrada y totalmente fuera de lugar. Crecía más mi ansiedad de querer embarazarme”, recordó.
Como pareja sufrieron mucho la presión social, pues quizá inconscientemente sus amigos, sin saber de su problema para concretar un embarazo, preguntaban sobre cuándo se convertirían en padres.
“No sólo hay que aguantarse la desilusión de saber que algo no funciona correctamente en mi cuerpo, sino de los comentarios tan poco empáticos por parte de la familia que terminaban hiriendo más mis sentimientos, y con ello me entraba la depresión”, explicó.
Luego de pasar más de un año con intentos fallidos, la doctora familiar les pidió someterse a diversos estudios de fertilidad, pero el destino les tenía deparada una sorpresa.
Ante tal noticia de tener que recurrir a tratamientos especializados por su infertilidad, la pareja se sintió devastada. El esposo de Damaris sabía que él no tenía problemas, ya que tiene hijos de su relación anterior. Sin embargo estaba dispuesto a someterse a los estudios clínicos para apoyarla. Otra preocupación de la pareja era que los tratamientos para atender la infertilidad en Estados Unidos son muy costosos y debían hacer sacrificios para solventarlos.
Por su parte Damaris se sentía cansada y decepcionada, además de que en ella iba creciendo la frustración por no quedar embarazada, pues era uno de sus más grandes sueños.
“Tenía mucha frustración y estaba muy desilusionada por no ver las anheladas rayitas rosas para sentirme plena. Y eso se convirtió en una pesadilla para mí”, recordó.
A sus sentimientos se unió la preocupación para reunir el dinero necesario para iniciar los exámenes clínicos y el tratamiento de fertilidad; ella y su esposo jamás imaginaron que el milagro estaba por llegar a sus vidas. Justo antes de practicarse la pruebas de infertilidad en Damaris descubrió que por fin estaba embarazada a los 40 años.
“Me la pasaba llorando todo el día, tenía síntomas muy raros y pensaba era la depresión, o que me había llegando la pre menopausia por mi edad. Me sentía María Magdalena llorando por todo, entre la preocupación por lo económico y la decepción de ver muy lejos nuestro sueño de ser padres. Sin embargo, la vida nos tenía una gran sorpresa. Los cambios extraños en mi cuerpo eran producto de un coctel de hormonas en mi organismo por un incipiente embarazo.
“Una mañana le preparé su almuerzo favorito a mi marido pero mi alarma se encendió cuando después de comer, se fue directo a vomitar. Al verlo con el malestar me quedé congelada. Al instante mi cabeza me dijo: ‘Sí estás embarazada’. Ese día por la tarde me hice la prueba y salió el ansiado positivo”, recordó entre risas.
La noticia no la podían creer. La felicidad se desbordó en ambos al observar el resultado positivo de embarazo.
“Sentí una felicidad inexplicable, pero junto con esa emoción también llegó el mayor de mis miedos. Me costó muchísimo asimilar que por fin estaba embarazada”, relató.princsegund
Al acudir al ginecólogo al primer ultrasonido y escuchar los latidos del corazón de su hija le provocó un ataque de risa y llanto a la vez. Compartió que un momento muy chistoso e inolvidable, ya que las lágrimas le escurrían por el rostro mientras se carcajeaba. Afortunadamente la gestación de su hija fue avanzando sanamente con los achaques normales del embarazo.
Cuando se llegó el día del nacimiento de su hija Amanda Amelié, en las horas de parto sintieron una enorme felicidad verla nacer, y al cortar al cordón umbilical las lágrimas brotaron al ver cristalizado el sueño de ser papás.
“Mi bebé está por cumplir su primer año de vida y yo como mamá me siento una súper heroína. Realmente no me imaginaba cuánta fuerza tenía hasta que nació mi hija y no calculaba el enorme amor que es tener un hijo”, narró Damaris.
Ayudando a cumplir sus sueños
El especialista en Ginecología Reproductiva, Gonzalo Pliego De León explicó que la falta de información provocan que la infertilidad no sea vista como una enfermedad y que las mujeres sientan vergüenza e incluso lleguen a culparse cuando realmente las causas son diversas.
“Una de cada seis parejas sufren de infertilidad. Las dos causas de infertilidad más frecuentes son: síndrome de ovario poliquístico y la endometriosis. También existen otros factores como miomas, malformación intrauterina, obstrucción de trompas de Falopio desde infecciones o cirugías previas y cicatrizaciones anormales o afectaciones hormonales como hipotiroidismo, mientras que en los hombres existen factores diversos que pueden afectar la producción de espermas”, detalló.
El médico explicó que en caso de las mujeres un factor predominante es el paso del tiempo, ya que la producción de óvulos está fija en el órgano reproductivo y se van deteriorando. Además en la actualidad las mujeres que por cuestiones laborales, académicas o personales dejan el inicio de su maternidad para después de los 35 años tienen más problemas.
Pliego De León señaló que con el coito programado médicos buscan sincronizar el momento de la ovulación para la relación sexual. Mientras que la inseminación artificial se da una muestra de semen, se preparan los espermas y se colocan dentro de la paciente para ayudarle a los espermatozoides dentro del útero a lograr la fecundación en la ovulación.
El ginecólogo destacó que cuando ninguna de estas técnicas funciona en la pareja se les realizan tratamientos de alta complejidad con la fertilización in vitro donde se puede hacer una revisión de calidad de óvulos y espermas.
“Se obtienen los óvulos para fecundarlos en el laboratorio con la muestra de semen. A los días se observa como se transforman esos óvulos fecundados en embriones y se transfieren al útero. La ventaja es el potencial alto para lograr el embarazo y acortar el tiempo. Otras alternativas son la donación de óvulos y semen para ayudar a la mujer a tener en gestación y que se logre un bebé”, explicó el especialista.
Costos de tratamientos
El costo para atender la infertilidad es variable en México ya que es un tratamiento que requiere de una inversión económica por los procedimientos y medicamentos. La ventaja es que hay alternativas que ayudan a disminuir los precios sobre todo en los casos de alta complejidad como la fertilización in vitro.
En la clínica Positib Fertility del doctor Gonzalo Pliego cuentan con un moderno procedimiento, que en lugar de hacer la incubación de los óvulos fecundados en el laboratorio se realiza en un dispositivo llamado Invocell, el cual se coloca dentro de la mujer convirtiéndola en la incubadora natural de sus embriones por cinco días y luego se retiran para transferirlos a su útero.
“Es un dispositivo especializado que sirve como el receptáculo de los óvulos fecundados. Al momento de obtenerlos, se fecundan y luego se depositan en el Invocell para introducirlos en la área vaginal sin que sienta molestia. Durante cinco días de permanecer en la cavidad se retiran y se entregan al departamento de Biología para revisar cuántos óvulos fecundados se transformaron en embriones para hacer la transferencia. La diferencia es que en lugar de que los óvulos fecundados estén en un laboratorio, que implica un gasto fuerte, están en la zona vaginal y la ventaja es que la mujer le da un sentido de pertenencia desde el inicio del tratamiento. Es una manera de decir estoy cuidando a mis bebés desde el primer paso”, explicó.
Pliego De León desde hace siete años trabaja en la asistencia reproductiva y lleva más de mil 200 tratamientos de fertilidad y la satisfacción de ayudar a las parejas a convertirse en padres dice que es indescriptible. No obstante también hay pérdidas a lo largo de los tratamientos de fertilidad.
El médico recomendó a las parejas que no sientan vergüenza y que se informen acercándose con un especialista, así también que entiendan que es una condición médica que deben de atender los doctores con tratamientos especializados para orientarlos en el camino a tener un hijo.
Afectaciones psicológicas
La psicoterapeuta Liz Salas resaltó la importancia contar con acompañamiento psicológico en el proceso de búsqueda de tener un hijo cuando se enfrentan problemas de infertilidad.
“No deben de subestimar la complejidad del proceso que están llevando, ya que es difícil enfrentar todas las cargas emocionales que conlleva. Lo principal a reforzar son los lazos de pareja para vivir el proceso de infertilidad para afrontar lo que se derive ya sea que se logré tener un hijo o no. Es vital contar con herramientas de autogestión emocional como manejo del estrés, técnicas de relajación, manejo de la frustración”, explicó.
En la actualidad un alto porcentaje de mujeres deciden postergar el inicio de la maternidad por su realización profesional o personal, por ello la psicóloga destacó que en la mujer la carga emocional es mayor incluso antes de iniciar con la búsqueda del embarazo, ya que el proceso está relacionado con decidir si quieren tener hijos o no, encontrar una pareja estable, las implicaciones de la maternidad en lo profesional.
“Aunque la búsqueda de un embarazo tenga afectaciones en la pareja, es muy común que para las mujeres el hecho de no lograrlo represente una carga especialmente fuerte. Adicional a esto se suma el entorno social en donde siguen existiendo paradigmas relacionados al hecho de que ser madre completa de alguna manera la experiencia de ser mujer e incluso entornos culturales en donde se considera una obligación tener hijos. Todo ello conlleva una gran cantidad de estrés y carga psicológica. Es habitual observar altos niveles de ansiedad, así como depresión, inseguridad, frustración, etc. Otras implicaciones en la salud mental y emocional están relacionadas con baja autoestima, falta de confianza, culpa, tristeza profunda, frustración, desvalorización y problemas de pareja”, detalló.
Otro tema que destacó la psicoterapeuta la falta del manejo del dolor cuando las parejas logran el embarazo pero enfrentan pérdidas en los primeros meses o incluso ya avanzada la gestación.
“Pasan por un estado inicial de shock, estrés y gran dolor ante la pérdida de un hijo en el embarazo. Además de la presión social problemáticas existentes y la falta de comunicación pueden derivar en una crisis en la relación. Es común encontrar afectaciones en áreas de comunicación, sexualidad, miedo y ansiedad ante el deseo de volver a intentar un embarazo”, indicó.
Las consideraciones importantes para las mujeres y hombres que estén transitando por este proceso son:
Comprender que cada uno de los miembros tiene una perspectiva y forma diferente de procesar el duelo, es más complejo en la mujer debido a que han experimentado el proceso de gestación y cambios hormonales.
Reforzar la comunicación, permitirse expresar y validar la experiencia de cada uno sin querer apresurar el proceso ni brincar el duelo.
Dar el tiempo oportuno para procesar y vivir el duelo antes de intentar un nuevo embarazo. Evitando con ello la posibilidad de considerarlo como un reemplazo.
Resaltó que en algunos casos la lucha de las mujeres por convertirse en madres puede derivar una obsesión, que implica desgaste emocional y psicológico.
“El proceso de buscar un embarazo puede llegar a ser muy extenuante a nivel emocional y mental, las mujeres se encuentran sometidas al efecto cíclico de la ilusión por quedar embarazadas que se torna en desilusión una vez que llega la menstruación. Cuando esto se repite la llevan a sentirse decepcionada y ansiosa, derivando en procesos obsesivos por tener un embarazo. Existen estudios científicos en donde se muestra que el deseo obsesivo de tener un embarazo junto con el estrés que genera en las mujeres pueden afectar la fertilidad”, señaló.
Salas detalló que algunos factores de riesgo importantes para desarrollar esta condición pueden ser: los problemas psiquiátricos previos, las pérdidas recurrentes, si la madre ha padecido depresión y la falta de apoyo familiar y social.
“La mejor manera de atender los casos de pérdidas de bebés es con apoyo especializado de un psicoterapeuta a fin de dar validación al proceso, dejar el tiempo para vivir el duelo de cada integrante y reforzar la comunicación entre ellos.
“Siempre es recomendable buscar orientación psicológica ya que esto permitirá tener más herramientas para entenderlo. Asistir con un psicoterapeuta que oriente y les permitirá tener información que les ayude a comprender las fases que están viviendo y el acompañamiento para superar el duelo. Es sumamente importante acudir a algún grupo de apoyo, terapia individual o de pareja, según sea la necesidad”, finalizó la especialista.
Mariana Rodríguez
En el mes de mayo del 2020, Mariana Rodríguez y su esposo, el actual gobernador de Nuevo León, Samuel García, informaron en sus redes sociales que el embarazo que gestaban terminó con la pérdida de su bebé.
La influencer compartió en sus plataformas que después de su boda, en el mes de marzo, quedó embarazada pero a las pocas semanas de gestación tuvo sangrados por lo que acudió al médico y les confirmó que el bebé había muerto.
Sin embargo, en una entrevista con Aislinn Derbez para “La Magia del caos”, Mariana confesó que tuvo en total cuatro pérdidas de embarazos antes de convertirse en madre de Mariel el 10 de marzo de 2023.
La ilusión de ser madre se vio derrumbada en cuatro ocasiones pues culminaban en abortos lo que hacía crecer el dolor por los duelos de las pérdidas de los bebés. También reveló que solamente la primera vez decidió compartir el dolor de su pérdida y que en las siguientes ocasiones optó por vivir sus duelos en privado con su esposo.
Con la primera pérdida de su embarazo, Mariana abrió su corazón publicando por escrito sus sentimientos y la despedida de su hijo.
“Sin saber cómo empezar, pero con mucho dolor y mucha tristeza, tengo que compartir con ustedes que mi bebé decidió no venir al mundo y quedarse con Dios. Confieso que en ese momento no podía entender porqué pasó. Lo primero que hice fue culparme, pensar que algo estaba mal conmigo, con mi cuerpo, pensar si debí haber hecho algo diferente. Sentí enojo, culpa, impotencia, dolor en mi cuerpo y en mi corazón. No entendía porqué tanta felicidad había terminado en tristeza, porqué después de experimentar tantos cambios tan increíbles en mi cuerpo, no entendía porqué después de tantas cosas tan bonitas, ahora tenía que entender y aceptar que mi bebe no llegaría.
“No todos podrán imaginar lo difícil que es, pero sepan que, a pesar de esta terrible pérdida, confío en la vida, creo en los tiempos de Dios y sé que sus planes son perfectos. A mi bebé: me duele saber que no nos conoceremos, que no te tendré en mis brazos, pero sé que me vas a cuidar desde allá arriba y que nos vas a mandar a un hermanit@ pronto. Gracias Dios, por darme estas semanas de amor, felicidad e ilusión. Te prometo que, cuando sea el momento, seré la mejor mamá”, compartió Mariana.