
La fila en la que Carlos Benjumea está lejos de ser primero tiene más de 500 carros, que esperan para poder echar gasolina en una estación de servicio en Maracaibo, la capital petrolera y segunda ciudad de Venezuela.
Sentado en un Ford LTD del año 74, Benjumea ya leyó dos veces el periódico y se terminó el refresco de naranja que había comprado antes de venir –como todos los días, desde las 4 de la madrugada– a “hacer la cola”.
“Pierdo aquí medio día, todos los días es esto (…) hoy llevo dos horas y ahora acaba de entrar la góndola (camión cisterna) y debo esperar a que desembarque el producto para poder tanquear”, se queja, mientras las gotas de sudor van copando su frente.
Además de carros destartalados como el de Benjumea, en la fila se ven camiones de empresas privadas, vehículos de transporte público y autos último modelo: la cola parece ser ineludible tanto para el más pobre como para el más rico.
La fila de carros no es muy diferente a la que se ve en otras ciudades del país, sobre todo en las fronteras, donde también escasea la gasolina.
Lo que hace de esta cola diferente es que Maracaibo es el epicentro de una industria petrolera que durante cinco décadas fue la más productiva del mundo. Esta antes boyante ciudad de 2 millones de habitantes en el oeste venezolano, que está a 130 kilómetros de la frontera con Colombia, se ha visto afectada por la crisis general que se vive en el país.
Y una de esas facetas se ve en las colas interminables de carros que han vuelto a dominar el paisaje de las calles marabinas.
Caída de la producción petrolera
La producción petrolera de Venezuela ha estado de capa caída en los últimos años.
Según un reporte de Petróleos de Venezuela (PDVSA), la empresa estatal que tiene el monopolio de la producción en el país, en abril de este año se produjeron un promedio de 2 millones 530 barriles al día, una caída de 4.6 por ciento comparado al promedio de 2015.
Aunque algunos analistas dicen que la producción es incluso menor, las cifras oficiales contrastan con los diferentes momentos de los años 70 y 80 en que la producción superó los 3 millones de barriles al día.
Fue precisamente en esos años que Maracaibo alcanzó un nivel de desarrollo que ninguna otra ciudad de Venezuela e incluso América Latina tenía, con infraestructura avanzada y acceso a bienes y servicios de primera.
Las razones de la caída de la producción, según el historiador marabino de temas petroleros Carlos Medina, tiene que ver con la fuga de cerebros, el mal estado de la industria, la reducción de la demanda internacional y el movimiento de la industria a la Faja Petrolífera del Orinoco, en el sur del país.
“Y en Venezuela todo se complica por las chiripas, los piojos y las niguas que hay en las empresas estatales”, dice, con una sonrisa irónica, en referencia a “la corrupción, la ineficiencia, el mal gobierno y la sobrecontratación”.
“Pero hay un elemento más: el contrabando”, añade, sentado en la barra de la cafetería que frecuenta todos los días en Maracaibo, de 2 a 4 pm.
Esta es una actividad más rentable que el narcotráfico debido al precio de la gasolina en Venezuela, que es cientos de veces más barata que en Colombia o Brasil.