Tras discusiones, peleas diarias, intolerancia y una vida poco saludable para él y su familia, Rolando Oliva y su ex esposa decidieron divorciarse y después de cuatro años, cada quien continuó con su vida.
Sin embargo, aunque para ellos era la única solución, sus hijos, Jesús Orlando de 13 años y Miguel Ángel de 11, no aceptaban la idea.
Tener dos hogares, convivir con sus padres por separado y conocer a las nuevas parejas con quienes seguirían adelante no estaba en los planes de los hermanos Oliva.
Sabiendo que con las peleas diarias y la relación que tenían sus tutores era complicada, esperaban que los conflictos se arreglaran.
“Mis hijos ya se lo esperaban, desafortunadamente veían con frecuencia las discusiones y se fueron preparando”, aseguró Rolando Oliva.
Pero antes de concretar la separación, comenta que mantuvo una plática con ellos, para explicarles que era lo mejor, aunque ellos siempre se negaron.
Y aunque la parte más difícil fue dejarlos, ahora procura brindarles tiempo de calidad, recalcando que no es lo mismo verlos a diario, que sólo en los fines de semana.
El divorcio no fue fácil para los pequeños, pues siempre esperaban en casa el regreso de su padre, igual que cada día, lo que repercutió en sus estudios, pues su rendimiento académico se vio afectado.
“Su promedio bajó mucho, eso fue al principio, pero con las maestras de apoyo que tenían en la escuela recibieron ayuda y ahorita ya van recuperando sus calificaciones”, dijo.
De acuerdo a Rolando Oliva, su ex esposa quería poner a sus hijos en su contra hablando mal de él y de su actual pareja, lo que causó conflicto en los pequeños, pues se negaban a conocer a la persona con quien su padre quería rehacer su vida.
Pero después de dos meses de amena convivencia, la aceptaron, lo cual es muy importante para Rolando Oliva, para lograr una buena relación además, el reconoce que sus hijos también deben convivir con la pareja de su ex esposa.
“A fin de cuentas, logramos arreglar las cosas entre nosotros, llegar a acuerdos, en vacaciones si son dos semanas es una y una, los fines de semana los tengo yo y el Día del Padre, igual en Navidad y Año Nuevo es una y una”, enfatizó.
De acuerdo al psicólogo Pedro Peña Hernández, la cultura ha cambiado en el tema del divorcio, recalcó que cada vez son más las familias que viven con sólo uno de los padres, pero sin importar que este tema sea común en la sociedad, siempre tendrá algún tipo de repercusión en los hijos.
“Los hijos prefieren que los padres permanezcan juntos, no importa si viven peleando o ya no se llevan bien, cuando cambia es en casos extremos, cuando el papá es alcohólico o golpeador, en ese tipo de situaciones los hijos sí prefieren la separación”, recalcó.
Por otra parte, mencionó que ante las separaciones, todos los involucrados viven un duelo; en el caso de los infantes, durante ese proceso fantasean con que sus padres se reconcilian y planean su regreso, ya sea por medio de alguna enfermedad, de rebeldía en la escuela, una pelea o alguna situación que haga que sus tutores se vean con la esperanza de unirlos nuevamente.
Los menores de 10 años, por lo general, creen que fue por ellos que se dio la separación o que hicieron algo mal y que es una forma de castigo.
Temen perder al otro de los padres, pues al ser “abandonado” por uno, temen que su madre también los deje.
Fases del duelo
Todas las separaciones son distintas, por eso, el niño vivirá las diferentes fases del duelo dependiendo su personalidad o carácter y por la forma en que se dio el divorcio, comentó el especialista.
Detalló que en primer lugar se tiene el choque, que se presenta cuando se recibe la noticia y posteriormente la negación, que es cuando no se acepta el acontecimiento, aunque en ocasiones se manifiestan juntos.
“Existen emociones que llegan como torbellino, como la ira, el enojo, el rencor, resentimiento, tristeza profunda, hasta que llega la aceptación”.
Con estas fases se derivan otros conflictos, el más complicado es cuando por enojo e ira, la ex pareja comienza a hablar mal del padre o viceversa, para que los niños elijan a uno de los dos, lo cual crea confusión en los pequeños, pues quieren a sus dos padres y les resulta complicado favorecer sólo a uno.
Según Peña Hernández, las fases de duelo se viven en diferentes tiempos, las dos figuras que participan son el botador y el botado, “el botador o botadora (que se da con más frecuencia) es como que ya lo había planeado desde antes, y se puede decir que ya estaba preparada para afrontar la situación, aunque en ocasiones es el que siente más culpa”, informó.
A pesar de que cada persona vive el duelo a su modo, no hay tiempo determinado para superarlo. En estos casos, interfieren múltiples variables como la edad en la que se da la separación, si había hijos de por medio o no, entre otras.
Pero para que todo el proceso se dé en paz y sin conflictos, el psicólogo recomienda platicar claramente con los hijos y dejarles en claro que no es su culpa, que fue una decisión de adultos y que siempre estarán al pendiente de ellos, sus hijos.
De igual forma que cumplir con la manutención correspondiente y que las visitas que se acuerden entre ellos mismos.
“Nadie se debe meter en la vida del otro, se le desea felicidad y ya, mucha tolerancia para tener una relación cordial y en constante comunicación por el bienestar de los hijos y unirse más a ellos”, detalló.
Por otro lado, el duelo que vive los infantes también requiere de suma atención, por lo que Pedro Peña recomienda llevarlos a pasear, estar al pendiente de sus inquietudes y darles esas atenciones que no se les daban antes.
“Hay padres que de casados no atendían a los niños, o tenían bien definido su rol, sólo eran proveedores, sólo iban a trabajar y llevaban el dinero a la casa, pero no jugaban o les ayudaban con la tarea, todas estas atenciones se le deben dar ahora que están divorciados”, aclaró.
Y lo fundamental para una relación sana y de superación eficaz es la de evitar involucrarlos en el conflicto, por ejemplo, en los casos de infidelidad los niños no tienen por qué enterarse y no dejarse llevar por el rencor.
“Con la fase del rencor en la que no se acepta que la separación fue a causa de los dos, hay resentimiento, tristeza y dentro de esta fase se deriva el síndrome de alienación parental”.
Síndrome de alienación parental
Para evitar el síndrome de alienación parental, no deben hablar mal el uno del otro enfrente del niño, esto ocasiona que sea menos práctica la separación y crea emociones encontradas en los infantes, así lo explicó el terapeuta.
“Cuando no están separándose de forma adecuada o sana, al hijo lo toman como escudo, como rehén, como mensajero, incluso como espía, un ejemplo es decirle al niño que le pida a su padre dinero para la manutención, o comentarle al niño que su papa los dejó o que les fue infiel”, comentó.
Todo lo anterior representa un daño para el infante, porque los padres de forma inconsciente se desquitan con los hijos.
También los dañan las múltiples cuestiones que pueden hacerle los padres, un ejemplo es que les pregunten quién visita a su madre, con quién sale, a qué hora llega, quién la trae, quién la llama, convirtiendo al hijo en espía.
“En ocasiones también los utilizan como rehén, diciéndoles no te lo voy a prestar porque no me has dado manutención y aunque esto parezca difícil, no deben negarle las visitas, a fin de cuentas si el padre no cumple con la manutención hay leyes, pero no se debe privar la relación padre-hijo”, aseguró.
Por otra parte, cuando empiezan a hablar uno del otro, fuerzan a los hijos a tomar partido, situación que no es saludable para ninguno de los involucrados, detalló el especialista. Por lo que recomienda un trato de lo más cordial posible, al menos por los años que vivieron juntos y por los hijos que tuvieron.
“Bajo ninguna circunstancia se debe involucrar al niño en la pelea, ya que en lugar de ayudarlos a aceptar y afrontar el acontecimiento, los confunden”, reiteró.
Después de todo el proceso de duelo y la aceptación, se derivan cierta culpa de los padres, que por no haber brindado a los hijos una familia completa, se sienten comprometidos a darles todo a manos llenas.
Ésta situación se lo conoce como “Padres Disneylandia”, pero de acuerdo a Pedro Peña, es algo pasajero, “el papá debe estar consciente que es educador, en este caso, suponiendo que es el visitante, si tiene las posibilidades está bien, pero con medida y es mejor pagar esa culpa con amor, más que con algo material”, aseveró.
Y aunque la actitud de “Padre Disneylandia” sea momentánea, no se debe tratar de comprar al hijo y también se le deben poner reglas, inculcar valores, para que en un futuro sean personas de bien, aclaró.
En estos casos los tutores se deben mantener alerta para que los hijos no comiencen a utilizar la excusa del divorcio como un chantaje para conseguir lo que quieren, “por eso es importante la constante comunicación, los hijos pueden empezar a decir, allá con mi mamá siempre me compran una nieve mientras veo la televisión o, con mi papá puedo hacer la tarea cuando yo quiera”, comentó.
Sin embargo, los padres deben reconocer estas acciones y continuar con su labor de educadores para evitarlas.
Por último, destacó el momento en el que uno de los padres presenta a su pareja, para esto, se le debió dar tiempo al niño de asimilar, superar su proceso de duelo, para que puedan llegar a tener una buena aceptación.
“El proceso debe ser lento, primero que sea de vez en cuando las visitas en compañía de su pareja actual y poco a poco empezar a hacerlos convivir, en caso de que se tengan planes a futuro, si la relación no es formal, no tiene caso presentarlos”, puntualizó.
Aunque es una situación compleja, el psicólogo detalla que si los padres manejan la situación como adultos, sin arranques y venganzas, los niños llegan a la aceptación de forma más sencilla y reconocen que sus padres viven mejor así: separados.