Ninguno de ellos supera los 35 años de edad, sin embargo hay algo en su mirada y sus palabras que los hacen ver como almas viejas.
Muchos de ellos llevan la mitad de sus vidas cuidando la salud de la población, una labor que era relativamente sencilla hasta que, a principios de marzo, un ente microscópico llamado Coronavirus volteó de cabeza la vida del mundo entero.
Y cuando cientos de miles de personas decidieron resguardarse en sus casas para mantenerse a salvo de uno de los virus más infecciosos que la humanidad haya conocido, ellos salieron a la calle y se mantienen en sus puestos, en la primera línea de combate contra el Covid-19.
Son los médicos, enfermeras, especialistas y personal de apoyo del área Covid-19 del Hospital Universitario “Doctor José Eleuterio González”, uno de los campos de batalla contra una enfermedad que sigue avanzando rampante en Nuevo León y que ya le ha costado la vida a decenas de personas.
Entrar a esa área es como hacerlo a una serie de televisión donde los médicos sí son médicos y el riesgo es de muerte. Las medidas de higiene son extremas y el contacto con los pacientes es cuidadoso, considerando lo infecciosa que es esta enfermedad.
Como en las películas, a estos médicos no les falta equipo. Tienen trajes especiales, caretas, guantes y todo lo necesario para evitar en lo posible un contagio con los infectados de Covid-19 a quienes les toca atender en el tercer piso de esta área.
El uso de este equipo no es opcional y aunque portarlo durante horas puede llegar a considerarse algo menos que una tortura, todos aquí saben que deben de usarlo pues, después de todo, el personal no sobra y si alguno de ellos llega a caer infectado por el Coronavirus, eso significaría menos manos para atender a sus pacientes.
De hecho, estos profesionales de la salud cumplen sus turnos ignorando el temor de que puedan enfermarse, lo que realmente les preocupa es la posibilidad de infectar a sus seres queridos, quienes los esperan en casa.
Es por eso que más de dos han realizado enormes sacrificios para poder seguir en la primera línea de combate del Coronavirus y, al mismo tiempo, mantener a sus familias a salvo de la enfermedad.
Esto y más lo cuentan al compartir sus historias.
UN DIFÍCIL ADIÓS
Desde hace 15 años Lorena Rodríguez Ramos es terapeuta respiratoria en el Hospital Universitario de la Universidad Autónoma de Nuevo León (UANL).
A lo largo de su carrera la regiomontana de 33 años de edad ha combatido a la muerte, de la mano de sus pacientes en cuidados intensivos, pero ahora como nunca, la batalla es en solitario y con pronósticos más desalentadores.
En una situación ordinaria, el paciente en estado crítico por enfermedades respiratorias puede calmar sus miedos con sólo ver a la familia, puede encontrar esperanza en las palabras de un ser querido o puede simplemente decir adiós.
Solo hay algo peor que despedir a un ser querido y es no poder despedirse. Lamentablemente la pandemia arrebató también esa posibilidad. En tiempos de Covid-19, los desenlaces se vuelven fríos: tan sólo del brazo del personal médico, al que nunca se le conoció el rostro.
“En los 15 años que tengo trabajando siempre he trabajado en el área de cuidados intensivos, pero en esta ocasión es diferente porque en una área de cuidados intensivos normal el paciente puede ver a su familia y acá no, el paciente a quien tiene es sólo a nosotros.
“Es difícil porque la mayoría tiene miedo, al igual que nosotros, pero ellos más porque están del lado de la cama. Es triste tener que sostener sus manos, que te platiquen sus miedos y que ni siquiera te puedan ver la cara para mínimo saber quién los está atendiendo. Que sepan qué eres, si eres hombre, si eres mujer o de qué color eres”, expresó Rodríguez Ramos.
De acuerdo con el Secretario de Salud, Manuel de la O, más del 60 por ciento de los pacientes que son intubados por Coronavirus pierden la vida. La tasa de mortalidad del “enemigo invisible” es muy alta comparado con sus antecesores.
“Es muy difícil, es muy frustrante, es muy doloroso para mí que te entregan a un paciente para que ayudes a salvarlo y muchas veces se va”, dijo la especialista.
En las últimas semanas, la terapeuta ha experimentado impotencia, frustración y miedo. De la tristeza ni siquiera se habla, pues el quebrarse es “un lujo” que no puede darse una guerrera de primera línea, aunque ya haya perdido a varios pacientes.
“Hasta este momento yo no me he podido quebrar porque tengo que seguir trabajando, tal vez más adelante habrá tiempo para eso. Sí he tenido momentos difíciles en los que trato de poner entre comillas mi corazón duro para poder seguir adelante. He estado 15 años en el área, pero no dejo de ser humano”, mencionó la regiomontana.
Desde que la pandemia aterrizó a la entidad, las jornadas de trabajo han estado cargadas de estrés, cansancio y tedio, pero también de satisfacción por lograr salvar vidas, aunque eso implique arriesgar la propia y la de los suyos.
Autoexiliada de su hogar desde el 22 de marzo para proteger a su familia, Rodríguez Ramos enfrenta la pesadilla del Coronavirus desde las trincheras profesional y personal. Por un lado, combate el virus en las áreas de admisión y cuidados intensivos del Hospital Universitario y por el otro, sacrifica la convivencia familiar.
Desde la fecha mencionada, la única comunicación que la especialista mantiene con sus seres queridos es por medio de videollamadas.
“Traer el equipo nos hace más cansada la guardia, hace hasta más cansado el respirar y te llega a frustrar que después de tanto esfuerzo el paciente fallezca.
“Yo no he visto a mi familia. Ya pasó el 10 de mayo, ya pasó el aniversario luctuoso de mi abuela o mi cumpleaños, fechas que las podré festejar después y son cosas que me gustaría vivir con mi familia. Yo tuve que salir de mi casa, estar en otro lado para tenerlos más protegidos a ellos y es difícil salir y ver que realmente a muchas personas no les interesa”, mencionó la joven.
Creyente de Dios, la “heroína de capa blanca” confía en que la mentalidad de la población cambiará y entenderán que la crisis por el Coronavirus es real.
Con el fervor que la caracteriza, Rodríguez Ramos pidió a la población tomar medidas para protegerse de la enfermedad y, de paso, aminoren la carga del personal médico, que no puede permitirse perder elementos durante la pandemia.
NADIE LOS PREPARÓ
Desde los 18 años Jaime Eugenio Espinoza Mora ha estado involucrado en el cuidado de la salud de los ciudadanos. Hoy, cuando tiene 31 cumplidos, lo hace como especialista en Infectología del área Covid-19 del Hospital Universitario.
Su decisión de perseguir una carrera donde lo común son las horas de trabajo y estrés por estar luchando para salvar la vida de las personas surgió desde que era niño, cuando le emocionaba imaginarse viviendo con la adrenalina de una sala de Urgencias de un hospital.
Es por ello que nunca le han representado un problema las jornadas de hasta 12 horas dentro del centro médico, el lógico agotamiento que puede llegar con esta labor y hasta los sacrificios en la vida personal que se tienen que hacer.
“Se hacen muchos sacrificios, desde las cosas más simples como pasar tiempo con la familia y otras relaciones personales, pero por eso hay que tener vocación, pues sabes que conforme avanzas en tu carrera los sacrificios aumentan y hay que seguir adelante pues, después de todo, las enfermedades no tienen horario y no tienen fechas festivas”, dijo.
Reconoció que esta pandemia ha representado un reto para todos los involucrados en el cuidado de la salud, pues están viviendo situaciones que nunca se hubieran imaginado y para las que nadie los preparó.
“La verdad es que a uno no lo preparan en la facultad para este tipo de situaciones, es algo extraordinario lo que estamos viviendo pues, al principio, uno lo veía como algo muy lejano, algo que estaba pasando en China, pero afortunadamente en el hospital nos empezamos a preparar y encendieron los focos de alerta, conforme iba avanzando la enfermedad nos fuimos preparando para estar en condiciones de atender lo que se venía venir”, expresó.
Espinoza Mora dijo que, en lo personal, lo más complicado no es estar en largos turnos corriendo de un área a otra, lo verdaderamente difícil es tener que hacer este trabajo con el equipo de protección personal que, obligatoriamente, tienen que usar cada vez que están cerca de un paciente.
“Uno siempre visualiza la actividad médicacomo algo extenuante y lo es, no hay nada que te prepare para el cansancio físico y mental; sin embargo, lo verdaderamente complicado de esto no son los turnos de horas de duración, sino tener que hacerlo con el equipo de protección puesto, el calor es demasiado y eso te puede agotar”, explicó.
El médico manifestó que los días de pandemia han sido complicado, pues de cuando en cuando hay turnos donde las cosas parecen salirse de control.
“Hemos tenido días bastante caóticos; en marzo, cuando inició todo esto de la pandemia, llegamos a tener entre 50 y 60 pacientes diarios, la semana pasada tuvimos días con 15 personas positivas que debimos de internar.
“Entonces no hay un día que podamos decir que es más caótico que otro o que es el más difícil, pero sí hay días que vamos de un lado para otro”, explicó.
Para este médico no existe miedo de estar trabajando en un área donde está rodeado de personas infectadas con Covid-19 pues, después de todo, el usar adecuadamente el equipo de protección lo ayuda. Sin embargo, esto no evita sentir temor de que quizás pueda contagiar a alguien de su familia, por lo que desde que inició la pandemia ha tenido que modificar su rutina diaria, especialmente por el hecho de que aún vive con sus padres.
El médico recomendó a los ciudadanos tomar en serio el Coronavirus, pues desafortunadamente muchas personas creen que es un invento o que no les va a tocar, cuando en realidad todos estamos expuestos.
LEVANTARSE DEL DESANIMO
Si existen personas que se llevan mucha de la carga y el estrés de atender a una persona con problemas en su salud, ésas son las enfermeras.
Kristal Alejandra Zacarías Cruz, de apenas 27 años de edad, sabe muy bien lo complicado que resulta cuidar de las personas infectadas de Covid-19 en una situación de pandemia como la que estamos viviendo.
“Este es un trabajo muy cansado, es algo muy desgastante y por eso nos ayuda mucho que aquí hayan organizado todo para que en los turnos haya relevos escalonados para poder descansar un poco de las jornadas tan asfixiantes que llegamos a tener”, dijo.
Aun así hay momentos en que los ánimos se quiebran y los profesionales de la salud como ella sienten que quieren “tirar la toalla”, una idea que deben rechazar casi de inmediato.
“Sí sientes eso pero en lapsos muy pequeños, ves todo el panorama, lo mucho que estás haciendo y ayudando y te recuperas”, sentenció.
Para esta joven el apoyo de su familia ha sido fundamental para trabajar en un área donde los riesgos son permanentes.
Explicó que hace tres meses, cuando le notificaron que iba a ser asignada al área Covid-19 del Hospital Universitario, sus papás le dieron toda su confianza y sólo le solicitaron que se cuidara mucho.
“El miedo existe si lo llegas a pensar, pero si tomas todas las precauciones no pasa nada. Además yo tengo todo el apoyo de mis padres y mis hermanos que me recomendaron cuidarme mucho pues, después de todo, si nosotros nos enfermamos ¿quién va a cuidar a los que estamos atendiendo?”, indicó.
Zacarías Cruz apuntó sentirse afortunada de estar en una institución como el Hospital Universitario, donde no les falta nada para poder realizar su labor con seguridad.
Lo que la entristece son las noticias de agresiones y discriminación que han sufrido colegas suyos.
“Eso pasa cuando no te informas, cuando no hay empatía, cuando no te pones en los zapatos de los demás. Eso lo hacen personas que no están viviendo esta situación y por lo tanto no tienen idea de lo que representa”, finalizó.
GUERRERA ANÓNIMA
Cuando se habla de los “guerreros de primera línea” en la lucha contra el Covid-19, los primeros que se vienen a la mente son las de médicos y enfermeras. Sin embargo, existen otros personajes que tienen una labor igual de relevante durante la contingencia sanitaria.
Se trata de los empleados de intendencia de los hospitales, cuya encomienda es erradicar cualquier rastro del peligroso Coronavirus al interior de los nosocomios.
Mayra Hernández de 39 años de edad, es una de los combatientes anónimos que a diario lidia una batalla contra la enfermedad en el área Covid-19 del Hospital Universitario.
“Armada” con una escoba, trapeador y líquido antiséptico, la jornada de la regiomontana inicia a las 7:00 horas y culmina a las 14:30 de lunes a viernes. Los fines de semana y días festivos se prolonga hasta las 21:00 horas.
Durante ese lapso, Mayra limpia a profundidad las áreas de espera, de trabajo y la sala de urgencias. Todo lo que alcancen sus ojos es objeto de desinfección máxima.
“Hemos tenido mucha capacitación con respecto a lo que tenemos que poner más atención o a qué tenemos que ponerle atención con más frecuencia.
“Sobre todo en esta área que es donde estamos con menos protección, que son las chapas de las puertas, los escritorios, las sillas, hay que estarlas limpiando constantemente porque aquí no tenemos protección en nuestras manos y caras como adentro“, expresó la entrevistada.
Empleada del Hospital Universitario desde hace casi cinco años, a partir de marzo fue designada al área Covid-19, en donde las labores de limpieza se intensifican por la gravedad de la pandemia.
“Sí cambia más que en el hospital común. Nosotros le llamamos limpieza profunda o rutinaria. Todo paciente aunque no esté diagnosticado tomamos la precaución de limpiarlo a detalle: baranda, camas, debajo de colchón, paredes, cortinas, los aparatos que utilizan con el paciente, el baño, todo”, aseveró.
En casa, Mayra es el único sustento económico, por lo que el miedo no está dentro de su vocabulario.
“No me da miedo porque soy una persona de fe y confío en que todos estamos protegidos por Dios”, mencionó.
Y aunque no existe temor, la precaución nunca está de más y parte de las medidas que implementó el hospital ahora las replica en casa.
“Al llegar a casa dejo mi ropa y mis zapatos afuera y me baño. Igual sigo las recomendaciones que nos piden en todos lados, el menor contacto físico posible, aunque ya quiero abrazar a mis hijos porque soy mamá y me gusta apapacharlos”, dijo la regiomontana.
Por último, la trabajadora de limpieza pidió a la ciudadanía no tomar a la pandemia como un juego, pues con sus propios ojos ha sido testigo de su devastación.
Un ritual que salva vidas
En el Hospital Universitario “Doctor José Eleuterio González”, todo el personal que tiene contacto con los pacientes atendidos por Covid-19 deben utilizar el equipo de protección personal que los ayuda a no sufrir un contagio.
Para usar este equipo, se tiene que seguir un protocolo marcado por la Organización Mundial de la Salud (OMS) que contempla los siguientes pasos:
Quitarse todos los efectos personales como joyas, reloj, teléfono móvil, bolígrafos.
Ponerse el traje aséptico, hacer una inspección visual para cerciorarse de que todos los componentes sean del tamaño correcto y calidad adecuada.
Contar con la supervisión de un colega capacitado.
Lavado de manos y colocación de guantes.
Ponerse el overol, luego la mascarilla facial y, sobre ella, una careta o gafas protectoras.
Colocarse el equipo para cubrir la cabeza y cuello, como lo es una gorra quirúrgica que cubra el cuello y los lados de la cabeza.
Por último hay que colocarse otros guantes de puño largo por encima del overol además de protectores para el calzado.