Hace tres años que
su vida está en pausa
Para Sonia, hace tres años alguien apretó un botón que puso en pausa su vida. El drama de esta mujer, madre de tres hijos, inició el pasado 12 de abril de 2010, cuando su hijo Mario, el único varón, desapareció sin dejar rastro.
Desde entonces pareciera que todo en la vida de esta mujer ha quedado como en animación suspendida, como si quisiera que el día en que su hijo finalmente regrese a sus brazos, encuentre todo tal y como lo dejó.
“Mi vida está en pausa, la puse en pausa para analizar por qué me ha pasado todo esto. Todos los días me pregunto si me equivoqué como madre, ¿en qué fallé? ¿en haberme enfrascado en un trabajo? Si me preguntan qué he hecho de mi vida en estos tres años les contesto que nada… me he quedado aquí, inerte, en pausa, esperando”, expresó.
Al igual que miles de familias del norte de Tamaulipas; Sonia, su esposo, sus dos hijas y su Mario llegaron a la entidad buscando un mejor futuro. Durante algunos años las cosas parecieron funcionar, sin embargo, todo cambió de pronto cuando una noche de primavera el joven no regresó a casa.
Desde entonces ha iniciado un martirio para esta mujer cuyo dolor la ha llevado a aislarse de todo y todos.
“Yo me encerré en un círculo donde nada más estaban mi hijo y yo, a veces mis hijas me reclamaron pues pensaban que sólo lo había parido a él, me reclamaban pero una vez les dije que a lo mejor no me entienden.
“La pérdida de un hijo es como si te falta un dedo, es parte de uno como mujer, uno los tuvo en el vientre durante nueve meses y un día te los arrebatan”, expresó.
Desde que empezó este calvario no existe día en que Sonia no haya llorado por el vástago de quien no sabe nada.
“Así como un día llegó, un día desapareció y es muy triste porque lo buscas, caminas y no encuentras nada, el vacío siempre está contigo y no nada más es un día, son tres años que han sido muy largos y muy duros para mí”, expresó.
En ocasiones esta madre se ha visto obligada a esconder sus lágrimas, pues sabe el daño que le hacen al resto de su familia.
“Aparentas que estás bien por no mortificar a la familia, a veces me reprimo de no llorar para que ellos no me reclamen y a veces siento que no soy libre de llorar ni de poder decir que siento tristeza o dolor.
“A veces llegan mis hijos y me encuentran llorando, cuando me preguntan lo que tengo les digo que recordé a su hermano, porque recuerdo cosas de él, tonterías si quieren. Me dicen que haga de cuenta que mi hijo se fue de viaje, pero cuando alguien se va de viaje en ocasiones te llaman y te dicen: ‘hola ¿cómo estás?’ Y aquí no hay ese ‘hola’, aquí hay silencio nada más.
“Mi esposo se enoja cuando me ve llorar porque dice que yo misma me lastimo y le contesto que a lo mejor”, sentenció.
Sin embargo, el dolor no es lo único que existe en el corazón de Sonia. También existe la esperanza de que un día su Mario va a regresar a su lado, sano y salvo.
“No hay día que no me pare a las tres de la mañana afuera de mi casa esperando a mi hijo, porque tengo la esperanza y la ilusión de que un día vuelva a entrar por esa puerta y me diga: ‘ya vine mami, ya estoy aquí’”, expresó.
Desgraciadamente esta ilusión casi siempre es sofocada por la incertidumbre de no saber cómo está su vástago.
“No vivo tranquila, a veces quisiera irme lejos de aquí porque ya estoy cansada de esta espera inútil, porque estoy a ciegas, porque no sé lo que pasó con él, porque no sé si está vivo o está muerto, porque no hay esperanza, porque no sabes quién te va a ayudar… nadie te ayuda.
“Te levantas y ves a tu alrededor, ves a tus otros hijos que van con su vida, que comen, que duermen, que viven, tú los ves respirar a tu alrededor, pero ¿y el que no está conmigo? ¿Qué haces? ¿Yo cómo se si está con vida o lo tienen amenazado? ¿Si come o no come? Para mi eso es una angustia muy difícil, nunca he encontrado las palabras precisas para decirte lo que siente uno, pero yo hubiera dado mi vida porque no se lo hubieran llevado.
“A veces yo me pregunto como madre en qué me equivoqué ¿qué hice mal para que tenga que vivir con esto? Mi esposo un día me hijo que no debo de culparme por las decisiones de mis hijos, pero el amor del padre es muy diferente al amor de una madre porque uno los tiene durante nueve meses, los ve a crecer, uno espera como madre que ellos nos entierren, pero una madre nunca espera a un hijo irse”, apuntó.
Para esta madre, el anhelo de finalmente tener una respuesta de qué fue lo que le pasó a su Mario es muy grande, tanto que en verdad no le importa qué noticia es la que le puedan traer.
“Sí quiero una respuesta porque ya no sentiría la angustia que siento, si alguien el día de mañana llega y toca mi puerta y me dice: ‘aquí está tu hijo muerto’ se lo voy a agradecer, porque voy a llorar a donde yo sé que lo tengo, así lloro mi angustia. Ahorita yo no sé en dónde está, no sé si tiene vida, eso es más duro”, expresó.
Tanta es su angustia, que hubo una época en la que hizo algo que nunca antes pudo haberse imaginado que podría realizar: renegar de Dios, algo que, afortunadamente para ella, ya ha podido superar.
“Pensé que Dios nunca me escuchaba, una vez le dije a mi esposo que Dios ha sido injusto conmigo y me contestó que nunca ha sido injusto, pues no sabemos si nos está preparando para algo bueno el día de mañana.
“Hubo un tiempo en que hasta de Dios renegué, no quería ir a la iglesia, tenía coraje con él porque sentía que no me escucha, que no me oye porque no veo respuesta.
“Ahorita creo que estoy bien, me he reencontrado como persona porque siento que me he perdido de muchas cosas y es muy triste darte cosas que le fallas a las personas que están contigo por las personas ausentes”, expresó.
EN COMPLETA SOLEDAD
Aunque recordar lo que le ha sucedido la lastima, a Sonia no le molesta contar su historia a quien quiera escucharla.
“Cuando tengo oportunidad lo hablo y cuando no, pues me lo callo. Platicarlo me libera porque uno como padre quisiera tener todos los medios necesarios para poder hacer algo para encontrarlo y no los tenemos, porque vivimos al día, porque no somos una familia de posición económica desahogada”, dijo.
Otro de los motivos por los que desea que su historia se conozca, es porque siente que esta sola en su dolor, pues nadie en las estructuras de gobierno que se supone deberían de apoyarla, han hecho algo por ella o por su caso.
“Las autoridades no nos ayudan y es muy triste que uno como padre no sabe a quién se va a dirigir.
“Nos dijeron que no podían hacer nada. Yo quise localizar a mi hijo por su radio y me dijeron que no, que ellos no se comprometían a hacer una averiguación más profunda no porque no pudieran, pero que ellos no tenían autorización de sus jefes para dar un paso de ese tamaño”, recordó.
Sin embargo, para esta mujer es indignante que las mismas autoridades que le dijeron que no podían hacer nada por ella, se deshacen en atenciones hacia otros personajes.
“¿Al señor (Javier) Sicilia por qué lo escucharon? ¿por qué es importante? ¿cuál es la diferencia entre él y yo? ¿Porque ha escrito un libro? Es el único que ha hecho en su vida ¿Por qué a él si lo escucharon?
“Dijo una vez Felipe Calderón en la televisión: ‘yo voy mano con mano con cada una de las madres que tiene un hijo desaparecido’, cuando lo estaba diciendo eso volteé a ver a mi esposo y le pregunte: ‘¿dónde está que no lo veo? ¿por qué habla nomás por hablar?’ Me molestó porque no es justo.
“Yo se que esto no se resuelve de un día para otro pero ¿por qué el gobierno no deja que los padres que tienen un hijo desaparecido tengan la oportunidad de decir lo que sienten?”, indicó.
Para Sonia la sociedad no es indiferente al drama de las mujeres y las familias quienes, como ella, perdieron a un ser querido, el problema es que existe mucho temor.
“Yo creo que a la gente sí le importa pero tienen miedo de decir que es una mamá de esos jóvenes. A mi también me da miedo porque tengo a mis hijas y a mi esposo pero en ocasiones quisiera pasar esas barreras, me da miedo por ellos no por mi.
“Yo vivo con miedo, yo no puedo salir a la calle con mi esposo hasta la fecha, si él tiene que salir a carretera yo no quiero ir, pero no sé, me da miedo ir en la carretera sin saber qué sorpresa te puede dar la vida”, reconoció.
En ocasiones Sonia ha dedicado un poco de su tiempo para pensar en las personas que se llevaron a su hijo, cuando lo hace, no puede más que sentir coraje hacia ellos.
“A veces me he preguntado como persona si se llevan a tu hijo ¿para qué lo quieren? ¿Para qué se lo llevaron? ¿Qué ganan ellos para llevarse no uno, sino muchos? Eso es algo que yo me lo pregunto todos los días.
“Siento coraje porque a ellos no les pedí nada, ni les pedí dinero para vivir o para tener una buena vida, porque a mi me enseñaron a trabajar. Mi esposo me dice que les tengo miedo, pero lo que les tengo es temor”, indicó.
Todos estos sentimientos son los que ha llevado a esta madre de familia a madurar un discurso que un día le gustaría decirle, cara a cara, al presidente de la República, Enrique Peña Nieto.
“Si yo le pidiera un deseo a alguien y me lo pudiera cumplir sería ver cara a cara a quien es ahora el presidente y decirle todo lo que siento yo como madre, creo que si esa oportunidad me la diera la vida, sería muy agradecida.
“Así me daría cuenta si el gobierno quiere hacer algo por tantas madres que hay, que nos dieran la oportunidad de hablarlo, de decirles que su gobierno está mal hecho porque no han hecho nada por nosotros o ¿hay algún cabrón que tenga los tamaños de hacer algo por nosotros? Nadie los tiene”, finalizó.
Sufre por sus dos hijos
desaparecidos
Han pasado cinco años desde que Renata (su nombre ha sido cambiado), supo que un grupo de desconocidos se llevaron a Rafael, el segundo de sus hijos. Sin embargo, su tragedia no terminó ahí, pues tres años después Ricardo, otro de sus vástagos, también desapareció.
La desconsolada madre padece la zozobra de desconocer el paradero de sus hijos que, aseguró, la ha mantenido muerta en vida.
“Qué no daría por saber de mis hijos, daría la vida entera por abrazarlos otra vez y saber que están bien”, exclamó abatida.
Desde el 25 de julio del 2008, a esta mujer sólo le queda el consuelo de pasar el tiempo sentada en una mecedora ubicada en la entrada de su hogar, donde Rafael se encontraba descansando la noche que un grupo de hombres se lo llevaron.
Con inmensa tristeza narró que tres años más tarde, el 16 de marzo del 2011, otro de sus hijos: Ricardo, desaparecería de una forma similar.
“Mis hijos son parte de mí, siento que me arrancaron algo de mi ser. Nunca me voy a resignar a perderlos seguiré buscándolos hasta que me muera”, expresó.
El corazón de esta madre de 60 años de edad, carga con dos enormes tragedias, sin embargo, la esperanza de volver a ver a sus hijos la mantiene de pie a pesar de todas las adversidades que ha enfrentado.
“Las madres sentimos cuando nuestros hijos están vivos o muertos. Mi corazón me dice que están vivos, pero sé que por alguna razón ellos no pueden comunicarse”, mencionó.
Las conversaciones de la mujer siempre llevan a narrar, entre llanto, la lamentable situación por la que atraviesa al no saber de sus hijos.
Entre lágrimas narró que el viernes 25 de julio, poco después de que el huracán “Dolly” azotara Matamoros, se reactivaron las labores en la fábrica que trabaja.
En esa ocasión le tocó laborar en el tercer turno, por lo que esa noche se preparaba para partir de su casa. Mientras se arreglaba para irse a trabajar, su hijo Rafael le mencionó que frente a la vivienda estaban pasando unas camionetas sospechosas.
“Le conteste: ‘déjalas que pasen es una calle ¿cómo vas detener el tráfico? Tu nada más pídele a Dios que nunca nos pase nada malo y no pasa nada’. Conforme con mi respuesta se salió del cuarto y se sentó en la entrada de la casa con su esposa y su niña de apenas dos años”, mencionó afectada.
Cerca de las 23:00 horas Renata se apresuró, tomó su lonchera y se despidió de ellos. No salió de su hogar sin antes darles la bendición.
“Les dije: ‘que Dios me los bendiga a todos y me los cuide’. Me despedí bien de él con mi bendición por delante y de ahí ya no volví a ver a mi Rafael”, dijo con la voz entrecortada.
Por la cercanía de casa con su trabajo decidió irse caminando. Recuerda que conforme avanzaba comenzó a lloviznar. No habían transcurrido ni cinco minutos cuando recibió una llamada a su teléfono celular que cambiaría su vida para siempre.
En el teléfono la voz desesperada de su nuera le decía que unos hombres se habían llevado a Rafael de la casa y que no sabía qué hacer.
“Cuando regresaba a mi hogar, observé pasar varias camionetas que pasaron a mi lado, seguramente ahí llevaban a mi hijo”, narró entre lágrimas.
Cuando llegó a su casa su nuera le dijo que cuando llegaron los hombres que se lo llevaron, su hijo tenía a su niña en los brazos y sólo alcanzó a dársela antes de que se le echaran encima para llevárselo.
“Ahí me di cuenta de la grave situación. Era una sensación muy fea que no se puede describir ni se alcanza a comprender, el ambiente estaba lleno de angustia y soledad.
“Ya no volví a ver a mi hijo pero se fue con mi bendición. No se me olvida como pasamos la noche y la forma en que amaneció al siguiente día entre la incertidumbre de no saber de Rafael. Sentía un vacío enorme en mi corazón y pensaba que ese día (26 julio) era su cumpleaños”, relató.
La entristecida mujer señaló que esa misma noche los hombres se llevaron a varios muchachos y muchachas de la cuadra, por lo que las madres padecieron el mismo dolor.
Renata aseguró que a partir de ese momento parte de su vida se detuvo pues no sabía qué hacer o a quién recurrir.
“En un principio me sentía trastornada, no podía sentir ni pensar claramente. Mi nuera y yo fuimos a la policía, buscamos en hospitales y en varias partes pero nada. A mi hijo pareciera que se lo tragó la tierra”, exclamó.
Igualmente su salud tuvo un deterioro considerable. Cada que habla de lo que le sucedió a Rafael y Ricardo la atacan intensos dolores de estómago que la paralizan, además de que sufre de taquicardias y depresión.
“Pienso que mi hijo no estaba involucrado con nada malo porque se hubiera ido al ver las camionetas, sin embargo, él se quedó tranquilo con su familia en la entrada de la casa”, externó.
Rafael trabajaba de mecánico y enderezado de vehículos. Su madre aseguró que nunca se percató de nada sospechoso, solamente recuerda que esa tarde habló por teléfono con un vecino quien quería que le arreglara su carro.
“Mi hijo le dijo: ‘traiga el carro para arreglarlo y acompañado de un six de cerveza porque será mi cumpleaños a las doce de la noche’. Recuerdo que bromeaban y decía que se lo llevara en un
biberón porque estaría bebé”, describió.
A pesar del desconsuelo de no saber nada de su segundo y tercer hijo, Renata se mantiene firme y trata de ser fuerte para sacar adelante a su hija de 40 años con parálisis cerebral con el apoyo de su hijo mayor de 43 años.
“Mi hija Ruth se ha convertido en mi motor de vida. Cuando me siento muy angustiada y que todo a mi alrededor se está derrumbando, observo a mi hija y me doy cuenta de lo mucho que me necesita. Ella me da fuerzas para subsistir, estoy segura que si no la tuviera a ella ya estaría muerta por tanta desesperación y tristeza”, expuso.
SE LLEVAN A OTRO
Para incrementar el sufrimiento de ver pasar el tiempo sin conocer el destino de Rafael, el 16 de marzo de 2011, Renata perdió a Ricardo, que en ese entonces contaba con 27 años.
“Ricardo era mi hijo consentido, constantemente le pedía que me perdonara porque a causa de problemas con mi esposo por el alcoholismo, cayó en las drogas desde joven.
“Quiero mucho a mis cuatro hijos, pero a Ricardo lo quiero más porque me siento responsable de su sufrimiento y sus recaídas. Él decía que se sentía solo y triste por muchos problemas que había en casa”, compartió.
Por sus recaídas en las adicciones el joven estuvo en la cárcel dos años, hasta que la familia alcanzó a pagar una fianza, aprovechando que había sido condenado de un delito menor.
Con el apoyo de su familia Ricardo logró rehabilitarse. Salió de la cárcel en noviembre de 2010 y desde entonces estaba buscando trabajo, además de que se había unido a una comunidad cristiana junto con su esposa e hijos.
Sin embargo, la desgracia llegó nuevamente a la familia, pues a los cuatro meses de estar en libertad, un grupo de hombres se lo llevaron de su casa.
“Al enterarme de lo sucedido mi corazón se partió en muchos pedazos, ya no siento. Casi a diario lloro, me invade la angustia y me pregunto: ¿Por qué mis dos hijos, por qué ellos, por qué me los quitaron de esa forma?”.
“Todos los días y en cada momento le pido a Dios que me los cuide. Adoro a mis hijos y los trato de encontrar en mi corazón. Cuando hago la oración de los alimentos le pido a Jesucristo que les provea comida; también le ruego por ellos antes de dormir”, dijo llorando.
Desde entonces ha acudido con las autoridades para intentar conocer del paradero de sus dos hijos, sin embargo, no han tenido éxito, incluso en una ocasión la familia fue amenazada.
“Esta es una guerra que la autoridad tiene perdida. Muchas madres como yo padecen la misma incertidumbre de no saber nada de sus familiares. No hay justicia ni quien te ayude”, mencionó con molestia.
Inclusive, cuando las autoridades descubrieron las fosas en el municipio San Fernando, acudió a la Procuraduría General de Justicia para saber si sus hijos estaban entre los muertos, no obstante no obtuvo la respuesta que esperaba.
“Cuando fui al Semefo a dejar los datos y fotografías de mis hijos comencé a sentirme mal y me regresé a la casa, me rehusaba totalmente a la idea de imaginarme que podrían estar entre esas personas muertas. Me sentía enferma y débil. El percibir ese olor a muerte me destrozaba todavía más”, describió.
A pesar de todas las adversidades, su corazón de madre le dice que Rafael y Ricardo están vivos.
“Sé que mis hijos tuvieron errores pero ellos no son malos, por eso le ruego a Dios que no sufran, prefiero que me dé a mí el sufrimiento porque puedo soportarlo más.
“Varias veces he soñado a mis hijos juntos y contentos, por eso me da la confianza de que están bien. Despierto muy gustosa de verlos por lo menos en mis sueños”, mencionó.
La esperanza de encontrarlos de nuevo ha hecho que en varias ocasiones Renata haya visto a sus hijos en la calle, sin embargo, cuando trata de acercarse a ellos, algo la paraliza.
“Muchas veces la gente me cuestiona que si ya no siento la ausencia de Rafael y Ricardo, pero esas personas no saben lo que traigo cargando en mi corazón, solamente les respondo que mi fortaleza son Dios, mis hijos Ruth y Rodrigo, y la esperanza de ver otra vez a Rafael y Ricardo”, sentenció.
Mientras tanto en la entrada de una modesta casa en Matamoros la señora Renata todos los días sigue esperando que sus dos hijos lleguen a darle un abrazo y un beso.
Los nombres en esta historia utilizados fueron cambiados para protección de la entrevistada.
¿Cómo enfrentar una pérdida?
Aunque las definiciones clásicas de la tanatología aseguran que se trata del estudio de la muerte, quienes han comenzado a aplicar esta ciencia para ayudar a quienes lo necesitan se han dado cuenta que en realidad, esta disciplina es un sistema que ayuda a sobrellevar el duelo.
David Martínez Salomón y su esposa, Cinthia Colín Franco, son de los pocos Tanatólogos que existen en la ciudad de Reynosa, lo que les ha permitido conocer de cerca la forma en la que los residentes de esta frontera enfrentan la difícil situación de una pérdida.
Martínez Salomón, médico cirujano de profesión quien está cursando la maestría en Tanatología, expresó que sentir duelo es mucho más que sufrir la muerte de un ser querido.
“¿Qué es el duelo? es una pérdida significativa de una persona o alguna cosa y esto es una definición muy amplia. No sólo la muerte”, expresó.
Aunque pareciera que se trata de dolores diferentes por las circunstancias que hay alrededor, para este especialista la pena que sienten los familiares de alguien que está ausente es igual a la de alguien cuyo ser querido perdió la vida.
“En la pérdida no hay ni más ni menos, sin embargo, cuando no existe esa persona a la cual se pueda llorarle, llevarle flores, es un duelo que podría convertirse en complicado, ¿por qué? pues porque no existe el objeto del afecto”, indicó.
El especialista expresó que desafortunadamente en la sociedad en la que vivimos es aceptable ocultar los sentimientos, lo que provoca serios daños cuando se enfrenta la pérdida de alguien.
Por su parte Cinthia Colín Franco manifestó que aunque el dolor es el mismo, para una madre la pena de perder a un hijo o tenerlo ausente se incrementa por el apego que existe entre ellos.
“Existe un vínculo, una simbiosis que se da. Finalmente se siente a nivel social que la mujer carga más con el dolor de la pérdida que el padre”, indicó.
Para esta licenciada en psicología y trabajo social, una de las partes más difíciles que enfrentan las personas con un duelo, es permitirse sentir felicidad sin pensar que están haciendo algo malo.
“El dejar de sufrir no quiere decir que lo dejes de amar. Al dejar de sufrir se tiene un proyecto de vida, una calidad de vida, no lo vas a olvidar nunca, eso es inherente.
“No lo vas a olvidar porque el amor es lo que mueve al mundo. Alguien dijo: ‘el dolor es inevitable, el sufrimiento es opcional’ y muchas veces no queremos dejar de sufrir porque tenemos un sentimiento de culpa por sentir felicidad”, manifestó.
Colín Franco expresó que es muy común que las personas que enfrentan un duelo o una ausencia entren en un estado de inmovilidad en su vida, donde la culpa y el dolor se van apoderando de todo.
Estos sentimientos no sólo afectan en lo físico y espiritual a quien sufre de este dolor, sino también a sus familiares, por lo que es urgente que busquen ayuda.
Por último, ambos especialistas lamentaron que en nuestro país no exista una cultura de preparación para la muerte.
Explicaron que desgraciadamente en nuestra sociedad se cree que al hablar del tema se le está invocando de cierta manera, lo que provoca que la gente no entienda que la muerte es una parte de la vida, que tiene que aceptarse.
Cuando esto sucede, entonces los procesos de duelo son mucho más sencillos.
Si desea más información sobre tanatología o desea programar una cita con alguno de estos especialistas, puede comunicarse al teléfono celular (899) 936-22-13.