Lo que empezó como constante dolor de cabeza, infección en el oído, vómito y dolor estomacal en Leilani, no fueron padecimientos aislados. Los primeros síntomas anticipaban una enfermedad que luego se confirmó: cáncer.
“Primero se me enfermó del oído, lloraba por el dolor y hasta temperatura le dio. La llevé a un médico particular y le dio medicamento para tratar las afecciones, pero mi gorda empeoraba, estaba muy pálida”, expresó Liliana Zumaya, madre de Leilani.
Su preocupación incrementó. Fue al Hospital Materno Infantil de Reynosa, Tamaulipas, pero no tenían pediatra; luego al Hospital General y tampoco había doctor. Así que se trasladó a Ciudad Victoria y encontró un especialista que la apoyó.
“El médico logró controlarle las reacciones por tanto antibiótico que le dieron, pero para estar más seguros de lo que pasaba me pidió le hicieran un estudio, pues algo andaba mal”, intuyó la madre.
Cuando le dieron los resultados el doctor le dijo que la hemoglobina y las plaquetas estaban bajas. “Me sugirió ir con un oncólogo y al ver que no había especialistas en Reynosa, ni en Victoria, me vine a Monterrey”, expresó.
“Pero mi niña se veía bien, estable físicamente”, recordó. Así que fue a su hogar en Reynosa, tomó lo que pudo y partió a Monterrey, directo al Hospital Universitario para tomar un segundo punto de vista respecto al estado de salud de Leilani.
“Fue un peregrinar de hospitales pero aquí la vio el oncólogo. Revisó el estudio y mencionó que las plaquetas estaban muy bajas pero nunca me imaginé que mi gorda estuviera grave, mucho menos con un 98 por ciento de avance de cáncer. Fue un golpe muy duro”, comentó.
El médico le explicó que la leucemia se desarrolló silenciosamente y de manera acelerada. Fue por la producción del cuerpo de un gran número de glóbulos blancos inmaduros, llamados linfocitos, y que multiplicaron rápidamente las células cancerosas en la médula ósea.
“Estaba en shock, no creía que estuviera pasándole eso a mi princesa. Me cuestioné por qué, y a una edad temprana, pero tuve que asumir las cosas para ver bien a mi niña”, dijo.
Sus vidas cambiaron desde ese mes de mayo de 2011. El anunció de la enfermedad le cayó como balde de agua fría, pues Leilani apenas tenía un año y medio de edad.
A ECHARLE GANAS…
El diagnóstico de leucemia, calificada por el experto de alto riesgo’, indicó Liliana, fue el indicio para que su hija entrara a hospitalización.
“Estuvo internada unos meses y después empezamos las quimioterapias en enero de 2012. Al principio respondió bien al tratamiento que hasta íbamos y veníamos a Reynosa”, mencionó.
La madre señaló que dentro de lo que no era normal en sus vidas, trataron que lo fuera. Regresaba a Reynosa para ver también a su otra hija y para que Leilani no se sintiera tan sola.
“Nunca descuide a mi gorda, nunca la he puesto en riesgo. Incluso si salía muy débil de las quimio mejor ni me movía, nos quedábamos en el hospital, y ya mi mamá y hermanas estaban al pendiente por teléfono”, comentó Liliana.
Ida y vuelta a Reynosa. Pasar días y noches enteras al lado de Leilani, durante su estancia en el hospital y dormir en un albergue cuando se puede, son algunas de las cosas que Liliana ha realizado por ver mejor a su niña.
El tiempo ha transcurrido y el cáncer sigue avanzando. En noviembre de 2012, a casi un año del tratamiento, las células cancerosas se duplicaron y se fueron al cerebro de Leilani; la situación empeoró.
DEPOCYT: LA ESPERANZA…
La pequeña Leilani acaba de recaer con una neumonía tras la quimioterapia de la semana pasada. Sus niveles de defensa bajan cada vez más y se apoya de un tanque de oxígeno para poder respirar. Desde noviembre ya no reacciona al tratamiento. Sin embargo, se aferra a vivir.
Las células cancerosas que en un principio se incubaron en la médula ósea se han ido a la cabeza e incrementa el número de éstas. La quimioterapia, según han dicho los médicos oncólogos a la madre de Leilani, ya no hace el efecto que debiera.
Requiere de un medicamento controlado -Depocyt- que sólo se expide en Estados Unidos y Canadá, el cual tiene un costo elevado. El precio quizás no importe, cuando lo único que Liliana quiere es que su hija mejore.
El fármaco que ha resultado complejo conseguir por los lineamientos bajo los que se expide, no ha sido impedimento para que la atención médica inmediata se brinde a la niña en el Hospital Universitario, su segundo hogar, donde ha permanecido desde hace casi dos años.
Leilani y su “mami”- como le llama ella-, llegaron a Monterrey procedentes de Reynosa, para que la menor fuera atendida por especialistas. Los días han pasado y además de la cuestión médica, las dos siguen firmes en la lucha contra el cáncer.
Liliana y la pequeña han atendido las indicaciones de los especialistas. La niña recibe su quimioterapia cada semana, mientras la madre, por su lado, ha buscado incansablemente el paliativo que le podría salvar la vida -Depocyt-.
Y para su sorpresa, mientras Leilani ha estado en observación y extremo cuidado por la recaída que tuvo, el medicamento llegó. Alianza Anticáncer, albergue donde Liliana duerme, le facilitó la medicina.
“El albergue me ha apoyado porque el Seguro Popular no cubre eso. Es una felicidad saber que tenemos al menos la primera ampolleta del Depocyt, aunque no sabemos cuántas va a necesitar y cómo le vamos a hacer, porque cada una cuesta cerca de 3 mil dólares. Esperemos en Dios que el viernes se la puedan aplicar y cause efecto”, dijo la madre.
EL SEGURO POPULAR:
APOYO A MEDIAS
Estar dedicada en cuerpo y alma a su retoño, impidió a Liliana continuar en activa en su empleo. Desde entonces no cuenta con servicio médico como prestación y ha recurrido al Seguro Popular.
“Ha sido una gran ayuda, no lo voy a negar, pero hay muchas cosas que no cubre, y en mi caso es difícil costear los servicios que se requieren para atacar el cáncer”, expresó Liliana.
Como ejemplo, dijo Liliana: “El seguro no da cobertura para medicamentos como el Depocyt y ese no se consigue fácil.
“Esa medicina uno la tiene que conseguir por su parte y no en México sino en Estados Unidos o Canadá. Además, según he investigado, tiene un precio de 3 mil dólares, aunado a que no lo pueden vender nomás porque sí, ya que es controlado”, detalló.
“Me las he visto duras porque no trabajo y eso no me permite contar con prestaciones médicas. Gracias a Dios mis familiares y amigas me apoyan pero no todos pueden”, manifestó.
El seguro no da cobertura completa y de acuerdo a las atenciones que necesite el paciente. Liliana considera que en casos como el de su pequeña, entre otros que son de gravedad, debería de otorgarse un mayor soporte.
LA FE Y FORTALEZA,
SU MEJOR ANTÍDOTO
Liliana, fuerte e ilusionada, como toda madre, en esas circunstancias, y Leilani con su alma de niña, pese a las condiciones de salud en que se encuentra, han venido haciéndole frente a la enfermedad.
Mientras están en la habitación del hospital, madre e hija platican, ríen, ven la televisión, cantan y juegan. Pero no todo es dulzura.
Hay momentos en que Leilani se enoja. Los malestares que le acechan la hacen ponerse de mal humor. Grita, llora, se desespera y pierde el control.
Pero es normal. Liliana ha aprendido a entenderla, comprenderla y ayudarla. No se despega de ella ni un sólo instante. Y si lo hace, la niña le dice: “No me dejes mami”.
Se han unido más que nunca, aseveró la madre. “Si trabajara y ella estuviera bien, quizás la viera unas horas, pero analizando el lado positivo, aquí estamos juntas todo el tiempo”, reiteró
A punto del llanto, Liliana dijo que extraña a su otra hija pero reconoció que no puede estar con “mis dos tesoros” al mismo tiempo. Por fortuna, su mamá le ayuda con la hermana de Leilani.
“Si no es por mi mami y hermanas, no sé cómo le estuviera haciendo. La extraño mucho -a su hija menor- pero trato de hablar con ella por teléfono y explicarle lo que le pasa a Leilani”.
Las muestras de apoyo y atenciones a las Zumaya no faltan. Los médicos, enfermeras, familiares y conocidos las visita o les llaman. No las dejan solas.
SUEÑOS POR CUMPLIR
Aún con las molestias que el cáncer le provoca a Leilani, ella tiene ilusiones o deseos por alcanzar. Anhela una fiesta con muchos amiguitos, comentó su madre.
“Cuando se empieza a sentir bien, platica y me dice que quiere su fiesta, me lo dice cada que puede. Se emociona tanto que de pronto se reanima”, dijo.
Con tal de que sus doctores estén con ella, porque los quiere mucho, les dice: “No los invito a la fiesta si me hacen pin –inyección-”, expresó Leilani.
Ella le sonríe a la vida mientras pone todo de su parte. Liliana indicó que cuando le aplican medicamentos a la niña, ella coopera y aguanta el dolor de los piquetes.
“Es muy fuerte y muy valiente. La admiro mucho y es por eso que me mantengo con mucha esperanza. Para el nivel de avance del cáncer que tiene, no ha perdido la vista ni desarrollado otros malestares en el cerebro”, apuntó.
Una computadora de juguete con las princesas, su muñeca y la compañía de su madre, le dan serenidad a Leilani. Cuando no juega con la computadora o su muñeca, le pide a su mamá se acerque a la cama, donde está recostada, para acariciarle el pelo. Extraña su melena.
Pero Leilani no se deprime y luce su cabeza como si tuviera pelo. Hasta porta un gorrito rosa que su madre le tejió, durante su permanencia en el hospital.
Aunque el panorama parece desalentador, Liliana y su familia no pierden la esperanza de que ocurra un milagro. Rezan a Dios para que la niña se estabilice y la vean salir del hospital estable, un tiempo no muy lejano, como aquel 19 de julio de 2009 cuando nació.