Las medidas de prevención ante el COVID-19 llegaron a Nuevo León. Parques, cines, oficinas y gimnasio, por mencionar algunos lugares de concentración pública, han tomado la decisión de cerrar sus puertas y suspender actividades hasta nuevo aviso.
Sin embargo en el Centro de Monterrey puesteros, franeleros, boleros y vendedores que comúnmente se ganan la vida en las calles se las han “visto negras” al ver disminuidos de manera considerable sus ingresos y ventas.
Estos son ocho casos de personas que se encontrarán en una incertidumbre hasta que no se reanuden las actividades cotidianas.
Una esquina en blanco
Amado de León López es un dulcero de aproximadamente 50 años de edad que lleva tres años en la esquina del plantel de la Universidad Metropolitana de Monterrey (UMM) ubicado en la calle Juan Ignacio Ramón, punto que considera estratégico debido al flujo constante de alumnos y peatones.
Entre las tantas consecuencias que ha dejado el brote del coronavirus en Nuevo León afirmó que la más dolorosa para sus bolsillos ha sido el cierre de la escuela, debido a que los jóvenes son su mayor clientela.
“Como ya no hay tanta gente en las calles pues no hay ventas, vendo diariamente mínimo unos 200 pesos, a eso súmale la falta de alumnos, son los que prácticamente me hacían el día y la verdad es que todos esos muchachos contribuyen bastante en que regrese a mi casa feriado.
“Afortunadamente tengo una hija que trabaja y pues entre los dos nos ayudamos para salir adelante. No voy a mentir se ve que va a estar bien pesada la situación para todos los que dependemos de las ventas, no podemos quedarnos en casa porque hay que llevar ingresos al hogar”, expresó con una mirada desmotivada.
Un trabajo ‘aparcado’
Pablo Maldonado, de 39 años, trabaja en un estacionamiento público en la calle Juan Ignacio Ramón. Tras los cierres provocados por el coronavirus su trabajo ha disminuido en un 80 por ciento.
En promedio solía recibir entre 80 y 100 automóviles de lunes a jueves y en fines de semana llegaban hasta 150. Sin embargo, en los días que la actividad laboral se ha visto reducida consiguen a lo mucho entre 25 y 30 vehículos; un promedio de dos por hora.
“Si nos pegó bastante y se ve claramente que disminuyó todo el trabajo, pasamos de tener los aparcamientos llenos a que sobren lugares. El patrón piensa mucho en los trabajadores y nos da ánimos que por nuestro lado todo va a estar seguro. A pesar de las palabras de ánimo así la preocupación sigue latente.
“Uno que está en su día a día en el centro ve como la zona está prácticamente vacía, si la gente con carro no viene a trabajar nos afecta bien cabrón. Además se ha extrañado la competencia y rivalidad con los demás estacionamientos, pasamos de pelear por ver quien metía más coches a esto”, señaló cabizbajo.
Ingresos paran, gastos sigue
Juan Rodrigo Blanco es un comerciante proveniente de familia taquera con 50 años de experiencia. Él cuenta con 30 años en el negocio y se ubica en el cruce de la calle Ignacio Allende y la avenida Juárez.
A pesar de estar posicionado en una esquina con alta afluencia diaria, donde inclusive la gente abarrotaba su puesto, tras las medidas preventivas por el coronavirus sus ventas han recibido un “duro golpe”.
“En el día a día se vendía bien y ahorita bajaron hasta un 60 por ciento. En tiempos normales atendía mínimo unas 120 gentes y ahora con todo esto del coronavirus que la gente no sale sería mucho decir que consigo 50 clientes.
“Mis amigos y conocidos también se la han visto negras, con pocas o nulas ventas está muy difícil sacar el jale adelante. Desafortunadamente los ingresos se detienen, pero los gastos se mantienen, así que no hay de otra más que seguirle trabajando”, afirmó optimista.
¿Y ahora a quién boleamos?
Sergio Pérez Castillo es un bolero con tres años de experiencia que radica en la calle Morelos, a las afueras del Hotel iStay Monterrey Histórico. Resaltó que tanto a él como a sus compañeros les ha afectado bastante el brote del coronavirus y han visto reducida su carga laboral.
“En días normales si conseguía bolear mínimo unos 10 pares de zapatos. Con eso que están suspendiendo trabajos y como los que más vienen son trabajadores que se visten formal, será mucho pedir que en estos días vaya a rebasar la cifra de cinco pares de zapatos boleados.
“En casa si ha estado difícil la cosa, vivo solo así que he tenido que pedir prestado a amigos, tengo la esperanza que de viernes a domingo la gente se anime a salir más y ver si puedo aprovechar para reponerme de estos días tan duros”, comentó.
Productos chiapanecos pasan desapercibidos
José Manuel Santis Hernández es un joven de 13 años oriundo de Chiapas que lleva un año vendiendo ropa artesanal y su puesto se ubica entre las calles Hidalgo y Morelos.
En su bazar cuenta con playeras, blusas, bufandas, carteras, bolsos, pulseras y muñecas 100 por ciento chiapanecas. A pesar de su corta edad, se le ve muy sonriente en la calle.
Aunado a la dificultad de atrapar clientes con este tipo de prendas, el brote y las medidas de prevención contra el coronavirus han afectado fuertemente a los bolsillos del pequeño.
“Las ventas están muy bajas, la gente que pasa no está comprando. En días normales me estaba llevando entre mil y dos mil pesos y ahora muy apenas consigo entre 400 y 500.
“En mi casa estamos bien, para la comida si sale afortunadamente pero es muy notorio el impacto para nosotros los vendedores. Y aunque me mueva a una calle o vialidad más concurrida el panorama no luce tan alentador”, sostuvo.
Ni el clima ayuda al joven frutero
Manuel Evaristo Vargas es un joven de 15 años proveniente de Pachuca, Hidalgo, quien apenas con dos meses viviendo en Monterrey ya trabaja vendiendo fruta fresca en rodajas entre las calles Hidalgo y Morelos.
En su “carrito frutero” vende mango, piña, melón, jícama, pepino y sandia; ideales para los calores que la primavera traerá a Nuevo León. Con toda la adversidad presente, el joven mantiene la sonrisa al atender a los transeúntes.
A pesar de vender productos saludables y estar posicionado en una zona con buena afluencia peatonal, el brote del coronavirus ha afectado significativamente sus ingresos; pasó de obtener entre mil 500 y dos mil al día, a duras penas conseguir entre 500 y 600.
“Soy de una familia numerosa, somos diez en casa y todos trabajamos en lo mismo y así cooperamos para salir adelante; estamos distribuidos en diferentes partes de la zona centro y nos alternamos. He considerado en irme a Juárez o Cuauhtémoc para ver si mi suerte cambia, pero de momento se viene un mes difícil para los vendedores”, relató.
Cero ventas
Elena Hernández es una vendedora de artesanía oaxaqueña ubicada en la esquina de Juárez e Hidalgo. A pesar que suele moverse de lugar para conseguir más clientes, entre llanto recordó cómo la situación derivada por el coronavirus la ha llevado al punto de no poder vender ni un solo producto.
“Está todo solo, las ventas nomás no salen y no veo por donde vaya a conseguir que algo de esto se venda. Si de por si vendía poquito y apenas sacaba para la comida, ya llevó una semana con cero ventas.
“En casa mi esposo trabaja y es el que me está apoyando. No sé cómo voy a salir de esta situación, dicen que va a durar un mes y a donde vaya no hay nada de gente, solo queda mantener la esperanza y que sea lo que Dios quiera”, finalizó.
Un café con sabor vacío
Christopher Medrano es un trabajador de “El Cafelito”, ubicado en la calle Hidalgo, a un lado del “Hotel Royalty” y “La Puerta Bar & Grill”. Al ser un local pequeño se reparte con un empleado más las propinas obtenidas en el día.
“Como nosotros solo servimos café las propinas no son tan numerosas, en días buenos llegamos a conseguir más de 50 pesos cada uno. Sin embargo tras todo este brote y como los clientes ya solo piden para llevar y se van, nos ha tocado de cinco pesos por persona.
“Estos días ha estado relativamente muerto el lugar, a duras penas vienen clientes que se queden a consumir e inclusive son contados los que piden y se van. A cómo va la situación todo parece indicar que será un largo mes en el que resentiremos las bajas ventas”, puntualizó.