
Mucho se habla de los asaltos a tiendas o negocios sobre todo cuando se efectúan con violencia, sin embargo existen ladrones silenciosos que hasta cobran sueldo en las empresas que estafan cada día que se presentan a laborar.
Y es que existe una modalidad de la que poco, o nada, se habla en las noticias o redes sociales: son los llamados robos hormiga que en ocasiones no son tan pequeños como se cree.
Existen varias razones por las que los empresarios o dueños de negocios prefieren no denunciar, pero la principal es lo tedioso y extenso que puede llegar a ser un proceso penal y los gastos que significan para recuperar poco o nada de sus pérdidas.
Cada día ocurren miles de robos que no son expuestos al ojo público, ya sea porque los jefes o patrones no se dan cuenta o porque simplemente prefieren mantener en el anonimato lo que ocurre detrás de las puertas de dichos negocios.
Incluso hay quienes prefieren dar una buena indemnización cuando descubren que un empleado, colaborador u operario les está robando, a interponer una denuncia y que se inicie un proceso penal; otros simplemente solicitan la renuncia del personal.
CONTROL R
Para Jesús era injusto saber que alguien tomara un peso que no le correspondía en su lugar de trabajo, pero como quien estaba realizando acciones incorrectas era un encargado diferente a otra área, no podía hacer nada al respecto.
Y aunque él sabía que su deber moral, o al menos de acuerdo a lo que le habían enseñados sus padres, era siempre hacer lo correcto y denunciar lo que estaba pasando, él no tenía pruebas sustentadas para respaldar sus palabras.
“Era como el año de 2005, yo acababa de entrar a laborar a Servicios Alimentarios del Instituto Tecnológico de Estudios Superiores de Monterrey, estaba en el área de cafetería en la preparatoria Eugenio Garza Laguera.
“Recuerdo que había un cajero, Jorge Vidrio, y siempre lo veía bien vestido con relojes muy llamativos y muy ostentoso en general; se me hacía raro porque nuestro sueldo era de 1000 pesos por semana”, rememoró.
Pasó el tiempo y Jesús se fue dando cuenta que en el área de cocina faltaban productos cuando en inventario decía que aún contaban con ellos, se le hizo extraño y comenzó a poner atención a sus compañeros, fue así que se dio cuenta de cómo Jorge vendía platillos sin marcar.
“La verdad nunca tuve una prueba real para denunciarlo, porque la computadora tenía una función que si aplanabas el botón Control más R, se reimprimían los tickets, entonces para las cámaras siempre salía el comprobante de pago.
“Pero era de más sabido que siempre reimprimía los tickets cuando alguien llegaba a pagar y como él tenía las llaves, podía abrir la caja registradora sin ningún problema; una vez hicimos cuentas y se llevaba más de tres mil pesos diarios. Después de que me salí me platicaron que lo descubrieron y lo corrieron”, platicó.
MAFIA DE PELÍCULA
Marcos, un ex empleado de Cinépolis, también platicó cómo existía un equipo gerencial coludido para robar dinero de las entradas y hasta del Cinecafé, una de las áreas con las que cuenta dicha empresa en sus complejos.
En su paso por lo que alguna vez fue el Cinépolis VIP de Plaza Fiesta San Agustín, Marcos se enteró de varias historias que hoy sólo quedan para el recuerdo, pero como casi siempre terminan mal para quienes incurren en el delito del robo.
“Era el sub gerente y dos supervisores quienes estaban coludidos, Victoria era la encargada de la taquilla y ahí metió a trabajar a su sobrina Emma, todos los días bajaban un montón de tickets en blanco y los firmaban porque supuestamente no servía la impresora.
“Cómo tenía la firma de Victoria o de Charly el subgerente, los ‘cinepolitos’ -como llaman a los empleados genereles en el cinema- ni por la mente les pasaba que se estaban quedando con el dinero de las entradas”, comentó Marco con la mirada un poco perdida como hurgando en sus recuerdos.
Marco señaló que otro que hacía de las suyas era Rodo, quien como encargado de Cinecafé y Sushi, sacaba platillos sin marcar o se llevaba producto para su casa.
“Rodo la hacía más en Cinecafé, ahí vendía crepas y frappés sin marcar, sobre todo las crepas; una vez fuimos a su casa y tenía una mesa de billar que supuestamente había comprado con dinero de ahí, creo que la mesa le había costado como 30 mil pesos.
“Pero tarde que temprano las cosas salen a flote y después de varios meses supe que los auditaron por las ventas tan bajas y se dieron cuenta de lo que estaba sucediendo, vino gente de Morelia y creo que hasta los hicieron firmar unos pagarés”, explicó.
‘YO SOLO DE NOCHE’
En el Oxxo, durante su experiencia como líder de la tienda Estanzuela ubicada sobre la Carretera Nacional, Mateo, platicó como fue que descubrió a uno de sus ayudantes generales robarse cerveza.
El ‘Magiver’ -como le apodaban- siempre pedía los turnos de noche y a Mateo eso se le hacía muy raro porque generalmente ese turno nadie lo quiere, ya que es muy cansado acomodar el cuarto frío y la bodega después de que llegan los proveedores.
“Recuerdo que recién llegué a esa tienda y había un chavo que siempre me decía que le diera puro turno de noche, aseguraba que era porque en el día tenía que cuidar a sus hijos mientras su esposa trabajaba.
“En una ocasión me regresé después de haber salido, porque a mí se me hacía raro que pidiera sólo ese turno y más aún cuando ayudaba en los inventarios y me daba cuenta que faltaban demasiadas cosas, pero sobre todo cerveza”, apuntó.
Mateo tenía a su hermana Rocío que aunque también le gustaba la bebida y era normal verla disfrutando de una cerveza casi todo los días, incluso cuando trabajaba, sabía que no era ella quien se robara el alcohol, pues cada semana pagaba lo que se tomaba.
“Mi hermana Chio también le entraba duro, pero ella anotaba las que se tomaba y cada semana las pagaba puntual, además no tenía sentido que ella se auto estafara porque nuestro acuerdo era que si nos llevábamos el bono lo compartiría con ella.
“Bueno, entonces me estacioné antes y me acerque sin que me viera mientras él estaba sacando cartones con cerveza y los echaba a su carro, lo dejé a ver cuántos se llevaba y fueron como unos cinco sólo en esa noche”, rememoró.
Luego de esa acción Mateo aseguró que lo enfrentó, pero que “El Magiver” no quiso abrir su coche y mucho menos reconocer que se había robado el alcohol, sin embargo fue la última vez que se presentó a laborar; por su parte la empresa de FEMSA no hizo nada al respecto.
“No hicieron nada (los de Oxxo), el chavo se llevaba cerveza, cigarros, botana y se fue sin rendir cuentas, creo que fue para no meterse en problemas, además la única prueba era mi palabra, porque las cámaras no funcionaban y no se grababa lo que hacía”, precisó.
LA SIRENA INVITA
Al igual que en muchas cadenas de auto servicio o restauranteras sufren la pérdida de miles de pesos cada semana, Starbucks tampoco está exento de enfilar a personas que poco tiempo después comienzan a robar.
Tal es el caso de Marcelo, un ex partner -empleado de Starbucks- que viajó por México, y otros países dándose gusto a costa de la empresa para la que trabajaba.
Así lo platicó Fernando, quien escuchó las experiencias de viva voz sin dar crédito a lo que escuchaba porque se le hacía difícil de entender como alguien pudo sustraer tanto dinero por más de un año sin que nadie se diera cuenta.
“Trabajé en Starbucks por ahí del 2008 al 2015 y a Marcelo lo conocí un año antes de salirme, venía de San Luis, entró con nosotros y me hice muy amigo de él.
“Tiempo después, mucho tiempo después cuando ya no trabajaba en la cafetería, me platicó lo que hacía sin que se dieran cuenta”, recordó.
Para Marcelo la situación era complicada, porque venía casi huyendo de un ambiente de drogas, robos, pandillerismo y al llegar acá no se adoptó fácilmente a la vida legal, al menos es lo que cuenta Fernando.
“No lo justifico pero me pongo un poco en sus zapatos, casi toda su adolescencia se la pasó con sus amigos en las esquinas, de fiesta en fiesta, entre drogas y malas compañías que lo que le enseñaban era el mal camino; ahí te va.
“Me platicaba que durante sus jornadas y cuando estaba sobre todo en la caja, no marcaba las cosas que vendían, ahí en la UdeM tenían un sistema que a los maestros les entregan vales para cambiar en Starbucks, esos los duplicaba”, platicó.
Explicó que esos vales los recargaba en tarjetas de regalo para después pagar de manera ficticia otros artículos, cuando ya estaban cancelados, pues no llevaban un buen control de esos papeles y no era fácil darse cuenta que estaban haciendo mal las cosas.
“Así se pasó varios meses y tiempo después ya ni si quiera utilizaba ese método, sólo no marcaba las cosas, pues me dijo que la gerente no llevaba un buen control del inventario y no se daba cuenta si algo le faltaba”, señaló.
Ya que la gerente sólo iba en ocasiones de visitas de sus jefes a la sucursal, Marcelo aprovechaba eso para hacer de las suyas, juntando a veces hasta cinco mil pesos diarios, mismos que iba ahorrando para darse sus gustos.
“Siempre lo veías todo fachoso y él después me contó que era para aparentar y no levantar sospechas, pues así pasaba desapercibido y seguía haciendo esas cosas sin que nadie se diera cuenta.
“Lo más que se llevó por un día fueron cinco mil pesos, de ahí para abajo en ocasiones se llevaba dos mil, tres mil, según el día y si estaba o no en la caja registradora”, precisó.
Rememoró que en una de las cosas más sorprendentes fue en una ocasión se fue de viaje por una semana por diferentes Estados de México.
“Falsificó una supuesta carta de estudiante para que le vendieran un tour en 30 mil pesos y se fue de vacaciones, al trabajo se reportó que estaba enfermo y no fue en una semana.
“Platica que jamás lo detectaron robando, que de hecho a quien descubrieron fue a un compañero suyo y que él se lo llevó entre las ‘patas’, que sólo lo hicieron firmar la renuncia pero nunca hubo una prueba de lo que se llevó ni mucho menos”, contó.
Para Fernando, la gerente que no asistía, o también estaba robando o no tenía argumentos para cuestionar porque en primer lugar no iba y cuando iba no hacía inventarios, los supervisores eran quienes se encargaban de los pedidos.
Sin embargo, no sólo fue el único caso del que se enteró, pues rememoró que años atrás, por ahí del 2009 en una ocasión sorprendieron a otro supervisor y un barista clonando tarjetas de crédito de los clientes.
“No creas que sólo se roba a las empresas, también hubo casos en donde los clientes salieron perjudicados, pues si no les aplicaban promociones los estafaban a tal grado de clonar sus plásticos, sus tarjetas”, expresó.
En esa ocasión, apuntó, tampoco hubo un proceso penal en contra de los partners, simplemente fueron dados de baja sin derecho a un finiquito pero con la dicha de no ser procesados penalmente y poder seguir trabajando en otras marcas, claro sin carta de recomendación.
Es así como un sinfín de personas a lo largo de la historia han lucrado con el patrimonio de otros sin tener mayores consecuencias que un despido o quizá en el mayor de los casos firmando un pagaré para cubrir algunos daños.
Tal es el caso de estas historias que quedarán para el recuerdo de quienes las vivieron y que ahora platican con asombro de cómo alguien puede adquirir grandes sumas de dinero sin que haya repercusiones graves.