
Cuando se escucha hablar de Puebla, lo primero que se viene a la mente es el mole, la talavera o la famosa leyenda que sus calles fueron trazada por los mismos ángeles, pero más allá de su gastronomía hay rincones del estado donde aun prevalecen costumbres y tradiciones como la del trueque.
Acatzingo, “lugar de pequeños carrizales” fue fundado por indígenas nahuatlatos y es uno de los 217 municipios que conforman el estado de Puebla.
Fue una zona prehispánica habitada por olmecas, chichimecas y mexicas hasta la llegada de los conquistadores en 1524, cuando trajeron a frailes franciscanos y esta comunidad se convirtió en un pueblo con rasgos españoles.
Acatzingo se encuentra a 50 kilómetros del centro de la capital poblana, su clima templado, gastronomía y sus costumbres acoge a sus visitantes pasar una buena tarde entre sus calles visitando el Convento Franciscano del siglo XVI y el Santuario a la Virgen de los Dolores construido en el siglo XVIII, donde quedan restos de retablos de los siglos XVII y XVIII.
Además, cuenta con el llamado Portal Hidalgo de 47 arcos, el más grande de las ciudades coloniales de Puebla, construido en el siglo XVI.
Entre sus tradiciones y costumbres prevalece la del trueque, práctica que existe desde el periodo neolítico cuando no existía la moneda como forma de pago.
Durante “La plaza del martes” ubicada alrededor del Parque Principal, en la avenida 5 de mayo, cuando minutos antes de que salga el sol, pobladores de diferentes comunidades como Nopalucan, Soltepec, Mazapiltepec de Juárez, General Felipe Ángeles, Los Reyes de Juárez, San Salvador Huixcolotla y el municipio de Quecholac, arriban con sus productos.
Los comerciantes llegan con su mercancía guardada en costales de arpilla, apartan su espacio de un metro y medio y extienden sus productos sobre el piso.
Destacan las hortalizas, frutas y verduras cultivadas en sus propios sembradíos o huertos. De esta forma es posible encontrar maíz, frijol, trigo, haba, lechuga, col, calabaza, cilantro, zanahoria, ajo, remolacha, tomate, alfalfa, membrillo, pera, chabacano, durazno y nopal tunero, entre otros.
En un recorrido hecho por la zona se puede observar cómo la gente más longeva es la que se sienta a esperar la oferta de personas que cuentan con un estado de salud mejor, es decir aquellas que pueden moverse con facilidad mientras cargan sus pesadas cubetas, cestos o costales llenos de productos que están dispuestos a intercambiar.
Odilia Ortiz de 76 años, come un taco de trigo con queso mientras espera a alguien quien quiera intercambiar sus guajes, mismos que fueron cortados de un árbol de su huerto.
“Estos trueques, sabrá Dios desde cuándo están, mis abuelos ya venían y después mis padres mientras yo me quedaba en la casa a cuidar a mis 7 hermanos chiquitos, pero aparte me quedaba para echar tortillas y hacer la comida para todos”, explicó Odilia.
Después de contraer matrimonio, su esposo y ella decidieron continuar con la práctica de sus ancestros. El árbol de guajes, además de los sembradíos de su cónyuge, ayudaron a hacer más atractivo su pequeño puesto.
Mientras comenta cómo fue que inicio con esta práctica, una mujer se le acerca. En sus manos lleva una bandeja de plástico con cuatro elotes que Odilia recibe y rellena cono igual número de guajes.
Este sistema de bandejas es la que la gente utiliza para cerrar los tratos.
Esta práctica la repitió Petra Jurado Rojas de 78 años con su manojo de hojas de aguacate; Alejandra Rodríguez de 69 años con su cilantro y María Toribia Limón con su manzanilla.
A diferencia de ellas, Tomasa de 50 años, es la que le decide hacer un recorrido con medio costal de maíz en su canastilla de albañil, en ella ya lleva chiles, mandarina, manzana y un paquete de dos quesos.
Camina de prisa y con agilidad desviando a la gente para no “llegarle” (golpear), ella es una de las que prefiere llegar desde temprano para agarrar el producto de mejor calidad.
“Aquí tienes que llegar temprano porque si no ya te dejan lo más feo, mira esa mandarina, (señala mientras camina y empuja su canastilla), ya no sirve pero hay gente que aun así se la lleva, yo prefiero tomarme mi tiempo para elegir bien”, comentó.
Tomasa explica que espera hasta que las señoras hayan montado su mercancía en el piso, hace primero un recorrido observando e identificando en qué lugar podría cambiar su maíz.
“La mayoría acepta el maíz porque se acostumbra mucho echar la tortilla en el comal, en el brasero o leña, si hay tortillerías pero nada como comer tus tortillas hechas en casa.
“Yo prefiero hacer este tipo de práctica, creo que ya es por costumbre o tradición, aunque a veces si mando a los chamacos a la tienda por el jitomate o huevo pero prefiero venir aquí y tratar de llevar cosas para hacer mis moles o salsas durante toda la semana”, explicó.
En el otro extremo del Parque Principal se encuentra la avenida 16 Septiembre, ahí se encuentran los puestos bien montados con carpas para cubrirse del sol, mesas grandes de tres a cuatro metros con variedad de frutas y verduras es ahí en donde termina el trueque y comienza la compraventa de productos.