Una persona débil postrada en una cama; carente de fuerza para levantarse y regresar a su rutina diaria; voz tenue, casi sin aliento para emitir palabra; medicamento al que ya es inmune; asuntos pendientes por resolver y falta de tiempo para hacerlo; negación por dejar a su familia, pero aceptación de que no depende de su mente, ni de sus ganas, sino de su cuerpo cansado.
Mientras que una enfermedad crónica lo invade y acaba con la vida de un ser humano que se aferraba a ella, que tenía miedo de enfrentar muerte por temor a lo desconocido y a lo que vendrá.
Con tristeza o angustia, tratan de resolver sus problemas, antes de irse del mundo terrenal y hacen un análisis de lo que hicieron de su vida, para irse en paz.
Este panorama lo observa diariamente la terapeuta tanatóloga Vereniz Moguel, del Centro de Tanatología Elisabeth Kubler-Ross México, quien en los 10 años que lleva realizando acompañamiento a enfermos terminales, sólo ha visto a dos personas que le mencionan “estoy listo” (para morir).
“La mayoría de las personas que yo he acompañado, no quieren morir, es que es obvio para mí, no tenemos una información de lo que es la muerte y siempre ha sido vista como algo negativo, pero también lo que sí he notado, es que la mayoría de las personas se dan cuenta de que ese proceso de muerte no depende de ellos.
“No es que no le echen ganas, no es que se están dejando vencer, es simplemente un proceso biológico que se está dando a partir de que hay una enfermedad terminal y que está invadiendo su cuerpo, que ya no hay nada médico que les pueda ofrecer la salud”, aseguró.
Una parte del proceso de aceptación, es la retrospectiva que los pacientes hacen a su vida, de acuerdo a Vereniz Moguel, muchos de ellos, si la familia les da la oportunidad, tienen tiempo para pedir perdón o arreglar alguna circunstancia, pero cuando la familia no cede, se llevan todo lo que les hubiera gustado decir.
“Para nosotros (tanatólogos), los enfermos terminales son grandes maestros de vida, porque ellos pueden ver las cosas de una manera muy distinta a cuando se está con salud, eso es algo muy importante, lo que nos hacen ver y valorar”, mencionó.
Con las enseñanzas que le han dejado, su forma de ver la vida es diferente, no hace planes muy a futuro, trata de cerrar ciclos cada día y de esta forma intenta no dejar asuntos sin resolver para cuando llegue su momento.
Para ella, uno de los retos más complicados son las mentiras. Cuando la familia finge que no pasa nada o que su ser querido se va a recuperar sabiendo que está en proceso terminal, o bien, cuando el paciente sabe que está muriendo y es él quien le solicita a la terapeuta no decir nada a su familia.
“Es una postura muy compleja, nosotros no podemos interferir en esos casos que son meramente del asunto familiar, pero siempre es mejor que se sepa la verdad para que tengan tiempo de solucionar asuntos”, dijo.
Aunque los profesionistas de la tanatología se encuentran emocionalmente preparados para lidiar con un paciente triste y pueden estar escuchándolo de forma equilibrada sin doblegarse y a la vez sin caer en la frialdad, en ocasiones también entran sus emociones.
“Trabajamos con la empatía no con la compasión. La compasión es cargarte del sufrimiento del otro y vivirlo con él, nosotros empatizamos con el otro, tratamos de comprender su dolor pero sin cargarlo.
“Aunque a veces nosotros vamos cargados con nuestras propias pérdidas, ahí es cuando nos ganchamos de la emoción del otro, pero nos permitimos llorar cuando lo estamos sintiendo no reprimimos lágrimas, sólo le recalcamos al paciente que no es por ellos, sino porque lo que ellos nos platican tocan nuestras propias pérdidas”, aseguró.
Una persona que vive una pérdida, muchas veces no se da cuenta, no es consciente que la está viviendo, hasta que llega algo que los hace reconocer que hay algo que es más fuerte que ellos y que necesitan ayuda.
Acompañamiento de un enfermo terminal
Vereniz Moguel asegura que una de las pérdidas más grandes que se viven, es la de uno mismo y debido a lo difícil que es enfrentar esa situación es por lo que existen los tanatólogos.
“Las personas pueden acudir a nosotros de dos maneras; una es contactándonos, ya sea el familiar pero con el paciente que esté consciente; y la otra, es que si el paciente ya esta inconsciente con que nos contacte el familiar es suficiente”, dijo.
Cuando se solicita la atención, se les debe presentar un diagnóstico y pronóstico, ya que sin estos requisitos no brindan la atención al solicitante.
Deben verificar que se recibió una atención médica previa, porque el tanatólogo atiende en la parte final de la vida, por lo que es fundamental un diagnóstico y pronóstico de terminalidad.
Los especialistas brindan su servicio ya sea en el domicilio del paciente o también, el acompañamiento puede ser en el hospital, ahí atienden primero al paciente y después a la familia.
Para las personas involucradas el tratamiento se les proporciona a la par y la especialista explicó, “ahí no damos la terapia que damos en el consultorio, ahí es acompañamiento, va en función a que las personas puedan hacer o decir cosas que se necesitan en ese momento específico”.
La labor de los expertos es brindarles las herramientas para que la familia pueda acompañar a su ser querido de manera óptima en ese proceso terminal y ayudan al enfermo a irse sin asuntos pendientes.
Detalló que las necesidades que se cubren son múltiples, desde los cuidados paliativos, que consisten en ver las condiciones físicas del paciente, que no esté incómodo, sucio, si tiene hambre, sed o frío y se le proporcionan recomendaciones a la familia, eso es lo primero.
Mientras que si el paciente quiere hablar de un tema en especifico, están abiertos para escuchar todo lo que la persona busca expresar, “a veces el paciente empieza a decir les encargo a mis mascotas y la familia lo interrumpe y le dice no digas eso, tú te vas a levantar. Nosotros no, nosotros estamos abiertos para que se exprese y para ver cuáles son sus preocupaciones”, aseguró.
En estos casos no existe un protocolo de intervención, todo se basa en la observación y en función a las necesidades del otro, del paciente principalmente, y después también del familiar.
En ocasiones el acompañamiento es de un año, ocho meses, dependiendo del paciente.
Las visitas se realizan de acuerdo a la gravedad del paciente y la especialista comenta que si el paciente está en una etapa terminal pero todavía funcional, con una sesión semanal se pueden cubrir sus necesidades.
Pero en los casos en los que el enfermo terminal ya está internado muy grave, entrando en los periodos de inconsciencia, la frecuencia de la visita cambia y pueden ser cada tercer día.
“En estos casos, depende mucho de los allegados y de las necesidades del paciente, si el paciente me dice mañana te quiero ver, en esa agenda nos programamos”, reiteró.
Ante la pérdida de su ser querido, a la familia se le indica cómo podría llevar su proceso de duelo, porque la experta asegura que entre más pronto se enfrente es mejor.
El proceso de duelo
“Este se da en el mismo momento en el que se pierde al ser querido y empiezan emociones, sentimientos, ahí el cuerpo humano es maravilloso porque tiene sus canales para que las emociones fluyan y se puedan desahogar o ir viviendo el proceso.
“Lo malo es que nosotros nos vamos conteniendo y ahí es cuando empieza la problemática y vienen los duelos retardados o no vividos”, enfatizó.
Los dolientes atrasan su duelo, por distintas razones, pero la causa principal que explica la especialista es una muerte pública, donde los medios masivos de comunicación hablan continuamente del hecho.
En este tipo de casos, es donde existe una pérdida con estrés post traumático, aquí es otro tipo de tratamiento, pero se da hasta que la persona reconoce que necesita ayuda.
“El primer año que es el más fuerte, es el más angustiante donde se presentan más emociones, pues son los primeras fechas que pasan sin la persona, los cumpleaños, aniversarios, Navidad, Año Nuevo, es ahí cuando se preguntan, cómo voy a vivir estas fechas sin mi ser querido”, explicó.
Pero con cada año el dolor disminuye porque existió un proceso de adaptación donde la persona aprendió a vivir sin el ser amado.
Pero existen otras personas que no lo viven al instante, “hay personas que de inmediato regresan a trabajar, empiezan a viajar, que se casan inmediatamente o que si perdieron a un hijo, rápido tienen el otro; con estas acciones bloquean el duelo”.
Lo anterior, puede llegar a convertir el duelo, en uno postergado que son los que llegan a durar más tiempo.
“Es mejor vivirlo desde un principio, si tengo ganas de llorar hacerlo, hablar del tema, he tenido pacientes que tienen dos, cinco o 10 años con algo que no han podido resolver”, comentó.
Mientras que las personas que acuden casi de inmediato, ya sea a la semana o al mes de que perdieron a sus ser querido, les brindan ayuda para que aprendan a vivirlo congruentemente en base a cada persona.
Conductas
más comunes
Cuando una persona no reconoce que está pasando por un duelo, existen cierto tipo de conductas que ayudan a los allegados o la persona misma, a detectar que está pasando por algo que no puede asimilar o resolver.
Según la experta, la primera conducta es la tristeza profunda, donde la felicidad de la persona afectada está ensombrecida, no puede reír.
Otro comportamiento que se presenta en algunos casos es el enojo, la impotencia de no haber ayudado a salvar la vida de la persona.
De igual forma, llega el conflicto con su fe, en este caso, las personas se preguntan dónde estaba Dios, lo cuestionan, le reclaman, incluso dejan de creer.
Finalmente el aislamiento, la soledad, este se presenta porque la sociedad no está preparada para sostener a una persona que vive un duelo, lo que hace que la persona se aísle para vivirlo de manera solitaria ya que afuera no encuentra una contención.
“Hay muchos más, porque cada persona vive su duelo de manera muy general, pero éstos son los básicos y los que se presentan más comúnmente”, explicó la tanatóloga.
Tipos de pérdidas
Pero la labor de los terapeutas-tanatólogos no se engloba sólo al acompañamiento de un enfermo terminal, sino que sus terapias se enfocan en las pérdidas que haya tenido una persona.
“Hay pérdidas en todos los niveles del ser humano, pérdidas biológicas que vivimos inconscientemente y que no las vemos como tal, por ejemplo, el paso de la niñez a la adolescencia, pero no la vemos como tal”, dijo.
Sin embargo, los especialistas pueden intervenir en una pérdida biológica que es el paso a la senectud, ya que a muchas personas sí les causa conflicto, las arrugas, la pérdida de la juventud, las canas, etc.
En otros casos, ayudan a afrontar pérdidas a nivel físico, por ejemplo, amputaciones, pérdida de cabello, que por un cáncer de mama hayan perdido un seno, son situaciones que también abordan con terapia.
De igual forma, algunos pacientes acuden por pérdidas materiales ya sea el robo de su automóvil o en el peor de los casos, pérdida de su hogar, a causa de un incendio.
Y también, las pérdidas económicas, por los juegos de azar, robo o pérdida de trabajo en caso de despidos o por jubilación.
“Nosotros no las hacemos asimilar el proceso de las pérdidas, más bien abordamos la parte emocional, le ayudamos a la persona a expresar la parte emocional que está viviendo a partir de la pérdida”, detalló.
Explicó que ellos no diferencian los tipos de pérdida, sino en cómo lo están viviendo. Podría acudir alguien que perdió su mascota y otra persona que perdió a toda su familia en un accidente automovilístico.
“No se trabaja en la magnitud de su pérdida, sino en la cuestión emocional, ya que todas las pérdidas son importantes, se observa el contexto emocional, los sentimientos”, enfatizó.
El método empleado es el del libro Grief Recovery en el que se utiliza un libro que no se vende al público.
Siguiendo ese tratamiento, además de las consultas, se le aplican tareas de autoexploración en casa para el paciente.
“Las tareas son para llevar a la persona a reconocerse como una persona emocional, que está viviendo una perdida y que debe vivirla a través de las emociones”, dijo.
La experta aclara que en repetidas ocasiones la sociedad da información inservible, sobre todo en estos casos, palabras como “sé fuerte”, prolongan la afrontación de la pérdida.
“En eso consisten las tareas, yo te pongo un tema y te voy guiando en el proceso de duelo, pero tú me vas a decir cómo vives ese tema, cómo te marca la sociedad que lo debes de vivir y cómo en realidad lo estás viviendo tú”, detalló.
Con esto, consiguen llevar a la persona a ser consciente, primero de la información que no le sirve en el proceso de duelo, y posteriormente en hacerlo consciente de cómo afronta sus procesos de pérdida.
También se trabaja con las pérdidas más profundamente hasta llegar a la más fuerte para la persona y con esto se realiza un cierre.
El protocolo de intervención que tiene una duración de siete u ocho sesiones, se realiza de forma individual, familiar o grupal dependiendo del solicitante.
Sin embargo, si dentro el proceso los especialistas detectan algún tipo de problema que se necesite abordar de manera independiente, se le informa a la persona y ésta decide si quiere continuar su proceso terapéutico.
Servir, educar, acompañar
En el Centro de Tanatología Elisabeth Kubler-Ross México, concentran toda la atención tanatológica en un mismo lugar, abarcan educación continua, donde brindar cursos, taller y diplomados a cualquier persona que quiera adquirir el conocimiento tanatológico.
Cuentan con especialistas en toda el área metropolitana, mientras que pueden ser contactados en la sede ubicada en Washington 1973, entre Venustiano Carranza y Bravo.
En la atención terapéutica, compuesta por psicólogos, psicoterapeutas y tanatólogos, se utilizan diferentes herramientas para abordar procesos de duelo.
“Damos acompañamiento a personas que están viviendo justamente algún proceso de duelo o alguna pérdida”, aseguró Vereniz Moguel.
De acuerdo a la especialista, la mayor parte de los solicitantes son personas que perdieron a seres queridos de diferentes maneras, ya sea por enfermedad o muerte súbita.
“Regularmente los terapeutas tanatólogos tenemos ciertas certificaciones para abordar procesos de duelo, entonces muchos de nosotros llevamos los procesos en siete u ocho sesiones.
“Básicamente le enseñamos a las personas a vivir sus procesos de duelo, de lo general a lo particular y con cierre”, aseveró.
Según la tanatóloga, algunos duelos vienen con trauma, por ejemplo, cuando la muerte del ser querido fue a causa de un suicidio, por secuestro o por accidente que fue presenciado.
Pero para que puedan intervenir el primer paso es contactarlo, ya sea vía telefónica o por mail, para posteriormente se le encause con algún terapeuta cercano a su localidad.
Otro de los servicios que ofrecen es el de los diplomados, y gracias a éstos, existen personas que al finalizarlo buscan realizar un voluntariado.
“Nosotros tenemos nexos con diferentes instituciones médicas, para que nuestra gente que ya tiene como base un diplomado en tanatología, pueda dar una atención o un acompañamiento tanatológico que es diferente a la atención en duelo, la atención en duelo debe ser por profesionistas”, recalcó.
Los diplomados constan de nueve meses, que se lleva a cabo con una sesión semanal de cuatro horas.