Elsa divide el tiempo entre su vida personal como esposa y madre de dos hijas, y su labor de empleada doméstica de lunes a sábado en distintos hogares, donde incluso cuida niños.
Por cuestiones económicas, desde hace 26 años Elsa dejó la escuela e hizo a un lado la oportunidad de cursar alguna carrera profesional; tuvo que buscar trabajo para ayudar en su hogar y poder comprarse sus propias cosas. A su padre, recordó, no le alcanzaba el dinero para mantener a la familia y cubrir los servicios básicos.
Elsa forma parte del 95 por ciento de mujeres que son empleadas domésticas, de acuerdo al INEGI 2013; es decir, de más de 200 mil personas que desempeñan esa labor en todo el país, de las cuales reciben menos de dos salarios mínimos sin ningún tipo de contrato ni prestaciones.
Según la última Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo (ENOE), sólo siete de cada diez trabajadores domésticos alcanzan los dos salarios mínimos. Y las estadísticas no están tan alejadas de la verdad: por cada casa en la que sacude, barre, trapea, lava trastes y limpia sanitarios, entre otras actividades, recibe un pago de 150 pesos.
Elsa no heredó este oficio de nadie, poco a poco tuvo que aprender a hacer muchas cosas del hogar, pues cuando empezó era una niña de 12 años que, en vez de estar trabajando, debería haber pasado su infancia en las aulas.
Sin embargo, aún recuerda aquel día que finalmente decidió ya no ir a la escuela y salir de su humilde hogar en García para conseguir trabajo en Monterrey.
“Toqué puerta por puerta en una colonia de buen nivel hasta que una señora me dio el trabajo. Le dije que no sabía hacer nada, pero que si me enseñaba lo haría bien; gracias a Dios me aceptó y desde entonces no he dejado de trabajar”, expresó Elsa.
SIN DERECHOS, PERO CON MUCHAS OBLIGACIONES
Como muchas otras empleadas domésticas, Elsa no tiene un contrato por escrito, por lo tanto, su relación laboral es únicamente de palabra y eso vale más para quienes requieren de sus servicios, ya que les obliga a cumplir con diversos quehaceres.
“Nunca he firmado nada porque todo es en común acuerdo entre la señora y yo. Entre las dos acordamos cuánto me pagará, qué días iré a trabajar y qué cosas haré en la casa; nunca he tenido un sueldo en base a lo que me toca hacer”, dijo.
Aunado a la falta de una remuneración de acuerdo al trabajo desempeñado, las trabajadoras domésticas tampoco cuentan con acceso a servicios de salud, pues sólo el 2.4 por ciento tiene esa prestación laboral, según el INEGI.
“Jamás he tenido un sueldo fijo, no genero antigüedad ni tengo Seguro Social ni nada como en un trabajo formal, pero me ha ido bien, dentro de lo que cabe, porque no descanso y sigo buscando casas para limpiar”, manifestó.
En referencia a la atención médica que a veces necesita ella o alguna de sus hijas y esposo, mencionó que acuden al Centro de Salud y se atienden por medio del Seguro Popular.
Su jornada de trabajo es de lunes a sábado de 7:00 a 21:00 horas y cada día hace el aseo en una casa diferente. Cuando termina una, empieza de nuevo. Seis casas de distintas proporciones son las que Elsa limpia y deja “casi como nuevas”, señaló.
“El lunes voy con la señora Rosy; martes con doña Blanca; miércoles con Laura; jueves con Ana; viernes con Mary y el sábado con Dora Elma. El domingo descanso, pero sigo con el quehacer de mi casa”.
Para hacer su labor, Elsa comienza por el área externa de la casa al barrer, echar agua con algún detergente y posteriormente seca con trapeador, según el tipo de suelo. Después continúa con el interior del hogar, donde sacude el polvo, barre, trapea y asea los sanitarios.
Por esas actividades Elsa recibe un ingreso semanal de 900 pesos, pero no es fijo porque hay ocasiones en que alguna de las familias sale de la ciudad y “es un día menos de paga”, agregó.
“Así es esto. Como no hay sueldo fijo, a veces saco los 900 pesos y a veces no. Por eso me gustaría encontrar un trabajo formal para tener mejores condiciones laborales, pero como no sé hacer otras cosas, porque tampoco terminé la escuela, mejor así me aguanto”, manifestó.
El trabajo doméstico en México, de acuerdo al INEGI, es una actividad primordialmente femenina, ya que 95 de cada 100 ocupados en esta actividad son mujeres. De ellas, 84.2 por ciento realiza tareas de limpieza en hogares particulares, 8.5 por ciento cuida a personas y 6.2 por ciento es lavandera y/o planchadora en casas particulares.
“Yo sólo limpio el polvo, barro, trapeo, pero no plancho ni lavo la ropa de los integrantes de la familia. Eso no lo hago porque la gente es muy requisitosa y prefiero hacer lo que domino. Si me lo piden, pues pido un pago extra”, dijo.
“TODAS LAS PATRONAS HAN SIDO MUY BUENAS”
Aunque no labora bajo condiciones de trabajo formales, Elsa tiene una imagen positiva de sus patronas, quienes además de darle el pago acordado, en ocasiones le dan un bono extra.
“Ellas han sido muy buenas, y aunque algunas son exigentes no se han pasado conmigo al gritarme o tratarme como una verdadera ‘chacha’. Me ayudan cuando pueden y saben que ando apurada de dinero”.
Asimismo, contó que además de los 150 pesos del día le dan unos 200 o 500 más. “A veces me regalan ropa para mí o mis hijas y hasta despensas me dan, con eso me doy por servida. Agradezco su apoyo”.
Elsa también tiene un poco de libertad, pues no se tiene que quedar a dormir toda la semana en una casa, no utiliza uniforme y la tratan como si fuera una más de la familia.
“Voy con ropa normal, pero que sé que me puedo ensuciar”, comentó, “para salir me cambio con algo un poco formal para no llegar a mi casa sucia, pero las patronas me permiten trabajar así”.
Manifestó que las patronas se portan bien con ella y cuando tienen que señalarle que algo hizo mal, lo hacen de buena gana.
“Me indican qué no les gustó y lo vuelvo a hacer hasta que queden satisfechas; pocas veces sucede eso porque ya les conozco sus gustos”, aclaró.
Elsa también se considera afortunada porque en estos diez años de trabajar para sus patronas ha tenido concesiones, como que le dejaran llevar a sus hijas pequeñas para que estuviera al pendiente de ellas.
“Las podía llevar y mientras barría o trapeaba las dejaba en el portabebé con su mamila. Si lloraban, las atendía, pero seguía con la limpieza; nunca dejé el trabajo tirado y no podía hacerlo porque necesitaba dinero”, declaró.
Elsa valora esa confianza que las señoras le tienen para hacer la limpieza.
“No es fácil darle el gusto a todas, pero intento hacerlo y creo que lo he logrado, así que siempre les dejo la casa ‘rechinando’ de limpia”, contó.
Y, en efecto, faltaban diez minutos para las 13:00 y los pisos brillaban de limpios, el olor a lavanda perfumaba el interior del hogar. Esa era la señal de que Elsa había terminado su jornada, pero habría que continuar en su propia casa.
SU OTRO TRABAJO: LA FAMILIA
Y HOGAR PROPIO
Luego de terminar con el aseo en las casas donde trabaja, Elsa parte a su hogar a preparar la comida para sus hijas, que salen de la escuela, y su marido, que vuelve del trabajo.
“Salgo rápido para alcanzar a llegar y tenerles todo listo. Comemos juntos, convivimos un rato y una vez que mi marido regresa a la empresa, nosotras nos quedamos a recoger y limpiar”, dijo.
Sus retoños le ayudan un poco porque saben que su madre trabajó toda la mañana y la ven que llega cansada, además son unas niñas que han aprendido a ser ordenadas y a participar en las actividades del hogar sin descuidar la escuela.
“Le entran a la trapeada y saben hacerlo muy bien, pero les digo a cada rato que mejor le dediquen más tiempo a la escuela y se preparen porque la vida no es fácil sin estudios y se batalla mucho para conseguir un buen trabajo y sueldo”, manifestó.
Elsa se quedó con las ganas de hacer realidad muchos sueños, pero la vida de madre y ama de casa a corta edad la obligó a trabajar como empleada doméstica, impidiéndole superarse en lo profesional.
“Yo me arrepiento de no haber estudiado porque ahorita anduviera trabajando en una fabrica u oficina, pero nunca me gustó la escuela; tenía cabeza dura y sólo hice hasta tercero de primaria”, finalizó.
A detalle
:: Los estados con mayor población son los que concentran más alto número de trabajadores domésticos remunerados.
:: De acuerdo al ranking del INEGI, los estados con más trabajadores domésticos son México, DF, Veracruz, Jalisco, Puebla y Guanajuato.
:: Nuevo León queda a mediación de la tabla, con 4.1 por ciento de trabajadores en su territorio.
:: Aunado a la falta de una remuneración de acuerdo al trabajo desempeñado, las trabajadoras domésticas tampoco cuentan con acceso a servicios de salud, pues sólo el 2.4 por ciento tiene esa prestación laboral, según el INEGI.
:: El trabajo doméstico en México, de acuerdo al INEGI, es una actividad primordialmente femenina, ya que 95 de cada 100 ocupados en esta actividad son mujeres. De ellas, 84.2 por ciento realiza tareas de limpieza en hogares particulares, 8.5 por ciento cuida a personas y 6.2 por ciento es lavandera y/o planchadora en casas particulares.