— Uf -exclama con todas sus fuerzas Jorge Tanos Kuri, cuando se le pide recuerde las anécdotas que vivió durante el período en que fue administrador del Estadio Universitario-. Uf, uf, uf -repite sincronizadamente al marcar el timbre de su memoria que lo regresa a 1985, cuando tomó posesión de su cargo. Inclusive la evocación inicia en 1960 cuando, por sus estudios de ingeniero civil, colaboró en los trabajos topográficos para la cimentación del suelo donde se empezó a construir el coloso deportivo. “Los trabajos que hice fueron en la parte sur del futuro inmueble, pues así lo indicaba la materia de Mecánica de Suelos”, afirma con cierta emoción en su rostro, este hombre recio y de mirada dura que, a sus 80 años de edad, aún sigue impartiendo clases en la FIC.
Después su vocación lo llevó a trabajar como constructor de aeropuertos al enrolarse en la Secretaría de Comunicaciones y Transportes en 1968 y, ya casado en 1972 con Elvia Silvia Susarrey, en 1973 tuvieron su primer hijo y después a Janeth y a Jazmín, que lo han hecho feliz con cinco nietos. “El primer aeropuerto en que trabajé fue en el de Mexicali, después en el de Reynosa y en el de Loreto en Baja California Sur, e inclusive en los inicios del de Poza Rica, Veracruz”, explica con toda precisión sin revisar su curriculum. Pero de 1976 a 1981 tuvo a su cargo 30 mil obreros y diez mil empleados como jefe de servicios al personal y a la comunidad en la empresa Mexicana de Cobre en la ciudad de Nacozari, Sonora.
Con una carga pesada de trabajo en obras relevantes en un aeropuerto privado y supervisión de carreteras y caminos, vivió también una diversificación de tareas hasta que regresó a la construcción de la última etapa del aeropuerto de Puerto Vallarta, a cargo de la Secretaría de Comunicaciones y Transportes, que lo enroló, igualmente, entre los responsables de la construcción del aeropuerto de Puebla para el Mundial México 86, así como del nuevo aeropuerto de la Ciudad de México, suspendido en 1985 con una inversión de proyecto y obra de 11 mil millones de pesos, entre 1983 y 1985.
Pero un día de octubre de 1985, el entonces Rector de la UANL, Gregorio Farías Longoria le pidió colaborar con su Alma Mater, poco después del desastroso temblor de septiembre en la ciudad de México, de donde llegó a Monterrey con la impresión imborrable de ver lo que ocurrió en el Edificio Tlatelolco donde vivía. No sabía lo que le esperaba en esta ciudad ni idea tenía de lo que era estar al frente de la administración del Estadio Universitario, inaugurado en 1967 y designado sede del Mundial de Futbol que la FIFA cedió a México, al renunciar a su organización Colombia, por los problemas de inseguridad debido a la guerra del narco encabezada por Pablo Escobar.
— En efecto, yo no tenía ni idea de este nuevo trabajo, porque a mí me gustaba realmente el futbol americano, pero Cayetano Garza siempre me animó diciéndome: “No te preocupes. Yo te voy a decir lo que debes hacer”. Él era una figura en el área deportiva de la Universidad, pues había sido fundador de la Facultad de Organización Deportiva en 1974 y junto con el ex rector Luis Eugenio Todd apoyaron mucho al Club Tigres cuando ascendió a la primera división del futbol soccer profesional y ambos fueron partícipes de los dos primeros campeonatos de liga en 1978 y 1982.
— Pero ¿qué rescata en su mente de aquellos días?
— Que tenía un paquete muy grande enfrente, al tener que levantar 36 palcos y cambiar las láminas de las butacas por unas de plástico, además de realizar los arreglos necesarios del emblemático coloso universitario, con pocos meses de tiempo por la cercanía del Mundial en junio del 86. Y también tuve que empezar a lidiar con el personal, pues había algunos trabajadores con muchas mañas.
— ¿Cómo cuáles?
Tanos Kuri se resiste a hacer señalamientos. No quiere hablar de la reventa de boletos, ni del asunto de los “porros” o de corrupción de los vigilantes en las puertas de entrada o de las componendas en el negocio de los productos que se expenden en el inmueble. Pero la insistencia da resultados y poco a poco señala las irregularidades que a su parecer llevaban años en esta fuente de diversión y de vendimia durante los juegos. “Eso de la reventa es algo que no me explicaba cómo era que, en partidos especiales, había grupos de personas con fajos de boletos, pero terminé por convencerme que estaban coludidos hasta con la policía” -dice-, pero también teníamos otro problema en el ingreso de aficionados.
— Me llamó la atención que los reportes del aforo, partido a partido, decían que habían entrado equis aficionados con boleto pagado, y cuando yo repasaba la cantidad que realmente estaba en todas las áreas, me decía a mí mismo: “se baja el cero y no contiene”, según el dicho común. Ahí me enfoqué desde un inicio y durante varios años hasta que se remedió la situación. Y no batallé mucho, porque me ayudaron alumnos de distintas escuelas y facultades al convocarlos a poner a prueba al personal, mediante el uso de billetes marcados, pues éstos los utilizaban como entradas oficiales al estadio.
— ¿Y entonces los auditores no se daban cuenta?
— Los auditores también formaban parte de este negocio… Y los descubrimos cuando les revisamos los billetes que traían en las bolsas de su pantalón: estaban marcados. Así es que hicimos una limpia para acabar con tan malas artes.
Tanos Kuri, como se le identifica hasta la fecha, se limpia el sudor que le produce la charla y el esfuerzo de agitar la memoria para dar curso a los recuerdos de su paso por la administración del estadio de CU. Y también para fijar las fechas en que la familia de sus padres viajó desde un pueblito pequeño, Ragú, en el estado de Akar de Líbano hasta Veracruz; él de 13 años y ella de tres. “Se establecieron en Rodríguez de Anáhuac, Nuevo León, cuando un puente dividía ese enclave habitacional del ahora municipio de Anáhuac, con sus plazas circulares. Pero cuando se secó la presa Rodríguez se van a Lampazos y luego a Valle Hermoso y Río Bravo”.
Al crecer aquellos niños libaneses, creció también el sentimiento afectuoso entre ellos y el joven se convirtió en comerciante y agricultor que lo enrumbó a consolidar la relación inicial con la bella dama, y el noviazgo terminó en matrimonio, el cual los llevó a ir a residir en Matamoros, Tamaulipas, donde nació el futuro ingeniero el 19 de febrero de 1942 y donde estudió hasta 5o. año de primaria, para pasar a finalizar la primaria y secundaria a Valle Hermoso. “Mis padres decidieron que estudiara la preparatoria en el Tec de Monterrey y luego elegí la carrera de ingeniero civil en la Universidad de Nuevo León (cuando aún no tenía la Autonomía), de 1961 a 1966. Y posteriormente hice una maestría en el Centro de Educación Continua de la UNAM en el 67 y 68”.
Como alumno foráneo recién llegado a Monterrey, se vio en la necesidad de rentar un cuarto en el centro de la ciudad y fue ahí donde conoció al futuro Rector Gregorio Farías Longoria, pues sus padres eran los dueños de la casa donde se hospedaban otros muchachos. “Y por el trato que sostuvimos en esos años, nuestra amistad ha sido muy sólida hasta ahora, y fue la que hizo que me regresaran a trabajar aquí, y desde 1988 soy también profesor de la Facultad de Ingeniería Civil impartiendo las materias de vías terrestres, administración, taller de proyectos, etc. Pero ya estoy a punto de dejar todo, ya que a los 80 años es justo irme a descansar”, reconoce Tanos Kuri, con satisfacción del deber cumplido.
EL MUNDIAL DEL 86
Es lógico que en el archivo cerebral de este ingeniero civil aún está vivo el reto que enfrentó en octubre de 1985 a fin de tener como debía ser el Estadio Universitario para el Mundial del 86. “Ahí inició mi carrera en la Universidad y ahí empezó su camino de administrar un estadio subsidiado, un estadio que tenía una cárcel escondida donde se metía a la gente que se portaba mal, y se le golpeaba. Había un administrador de los eventos que tenía una pistola, por lo cual desde el primer juego en octubre del 85 eliminamos muchas de esas cosas”, ha reconocido sin tapujos Tanos Kuri, tal como lo hizo durante la conmemoración de los 60 años del inmueble de la UANL en 2017.
— Usted era constructor de aeropuertos y de pronto administra un estadio tan importante como el de la UANL, ¿esperó cumplir con la responsabilidad desde el inicio?
— Mi mayor preocupación siempre fue la afición, que fuera un estadio para las familias, y cuidar muy bien las condiciones de la cancha; había que tenerla adecuada para la fiesta del futbol soccer, aunque mi amor lo he declarado de por vida al futbol americano. Y una de las primeras acciones que tomé fue modificar el espacio donde se sentaban los jugadores y cuerpo técnico durante los partidos, pues antes estaban a ras del piso su protección consistía en una estructura metálica, un techo inclinado, con un forro de maya. Pero obstruía la visión de la cancha a los espectadores que se ubicaban en la parte baja. o sea, en los primeros asientos del área sombreada, atrás de las bancas de los equipos. ¿Qué hicimos para lograr una buena adecuación? Lograr una excavación para hundir el sitio donde se acomodaban los técnicos y jugadores suplentes y que la estructura superior fuera de acrílico. Santo remedio. Fue una idea que inmediatamente se replicó en los demás estadios. E igual pasó con la construcción de la sala de prensa y la sala de entrevistas
— ¿Qué le decían los directivos del club, los técnicos y los futbolistas de su trabajo?
— Ellos se encargaban de “lo que está alrededor de la bolita (risas nada simuladas) y yo de lo mío. No me interesó meterme en lo que le tocaba al vicepresidente del club y a los protagonistas del juego. La llevamos bien. Ni siquiera me llamaba la atención presenciar la cantidad de eventos artísticos que aquí se llevaban a cabo, pues mi preocupación, insisto, era la seguridad de la gente, la protección de la concurrencia y que no hubiera desorden en las gradas para proyectar una imagen amable ante la opinión pública. Que las familias estuvieran a gusto. Por eso nos portamos estrictos con la conducta de lo que la prensa llamaba malamente “porros” que intervenían en los alborotos de aficionados y más cuando se agarraban a golpes en los clásicos.
Durante sus once años como administrador de este templo del deporte, a Tanos Kuri le dolió en el alma el descenso de los Tigres en 1996, y unos días después de celebrarse aquí un partido de la NFL con los Vaqueros de Dallas como gran atractivo, este buen hombre dejó su cargo de administrador al hacerse cargo del club Sinergia Deportiva. Su refugio fue la docencia en la Facultad de Ingeniería Civil hasta la fecha y ha desempeñado con mucho celo su puesto de director de la Librería Universitaria, no importa el impedimento físico que le nulifica su movilidad y debe utilizar un carrito especial en sus desplazamientos.
— Creo que ha llegado ya el momento del retiro -dice con cierta nostalgia-. Pero me iré agradecido con la UANL porque para mí lo es todo. Me formó como profesionista y me ha permitido que me desarrollara en todos los áreas del trabajo al que se sido llamado y por eso estoy satisfecho de aportar de mí a esta institución, aunque sea poco en comparación con lo mucho que me ha dado.