Una de las historias recurrentes en el género western es la del viejo pistolero quien regresa por una aventura más. La noche del 11 de noviembre, Joaquín Sabina, armado con su seis cuerdas a la espalda, hizo precisamente lo anterior… Contra Todo Pronóstico.
Sold Out, presumía desde días antes del recital la Arena Monterrey y la vanidad no era para menos, 17 mil 600 regiomontanos desafiaron la lluvia, el frío y una espera de 50 minutos provocada por una consola que esa noche decidió morirse, para despedir a alguien que es mucho más que un cantautor, pues a lo largo de los años y gracias a sus canciones, se ha convertido el cómplice perfecto de miles de noches de copas, besos, excesos y desamores.
Porque en honor a la verdad más que un concierto, lo que se vivió esa velada fue la fiesta de despedida para un gran amigo quien está en franco camino de convertirse en una leyenda.
A nadie le importó que “el flaco de Úbeda” con sus 74 “tacos” a cuestas, ya no está en su mejor condición física (el 95 por ciento del recital lo pasó sentado), que necesite de un promter para recordar la letra de sus canciones o que su voz ya no sea la misma, pues hace años años que su garganta, agotada por tantos excesos, decidiera rendirse… todos sabíamos que llegado el momento, el corazón iba a entrar al quite.
Fue gracias a ese enorme corazón que el juglar de una generación de buenos borrachos ofreció un emotivo recital con un setlist que presentaba 20 de sus temas más nostálgicos, perfectos para una encuentro de este tipo.
Para lograrlo llegó de la mano de los Benditos Malditos quienes, hay que decirlo, no es la mejor alineación que lo haya acompañado a lo largo de sus giras.
Y no es que la banda sea deficiente, al contrario, son un grupo de virtuosos que ofrecen un gran trabajo, el problema es que la alineación adolece de la poderosa presencia de Pancho Varona, cuya guitarra se extraña a lo largo de la velada, especialmente en Cuando era más joven (con la que arrancó el concierto) y que inicia con unos teclados que le restan a la versión.
Jaime Asúa, ex de Alarma, una agrupación altamente recomendada por el mismísimo Joaquín; es el responsable de entrar al quite con la lira, aportando toques más rockeros a algunos de los temas de la noche, especialmente Princesa y El caso de la Rubia Platino, que interpreta él mismo.
Mención aparte merece Mara Barros, la que más que una corista, durante los últimos 14 años ha sido el principal apoyo para Joaquín con su poderosa voz y una sensual presencia escénica que explota a la perfección cuando participa en Yo quiero ser una Chica Almodóvar, Contigo, Una Canción para la Magdalena, Por el Bulevar de los Sueños Rotos y Noche de Boda/Y nos dieron las Diez.
Al frente de todos está quien Sabina identifica como “su extremo izquierdo”, su director musical, el responsable de hacer que las canciones de Joaquín suenen como canciones de Joaquín: Antonio García de Diego a quien, esa noche, “le hizo justicia la Revolución” cuando el público en unísono celebró su interpretación de La Canción Más Hermosa del Mundo, misma que de cierta manera, recordó mucho a otro grande de la música en español: Luis Eduardo Aute.
Dueño del escenario y conocedor de que lo que gente esperaba de él, Sabina dialogó con sus seguidores a quienes no dejó de agradecerles su paciencia, su cariño y que lo hayan seguido durante todos estos años,
Incluso, regaló algunas coplas dedicadas a Monterrey, además de que aprovechó las pausas entre canciones para saludar (con un tono de despedida), a todos los amigos que esa noche, como tantas otras noches, lo han acompañado en su presentaciones en tierras regiomontanas.
Las evocaciones continuaron con En el bulevar de los sueños rotos, canción que sirvió a Sabina y el público para rendir homenaje a la figura de Chavela Vargas y José Alfredo Jiménez, dos de las presencias más fuertes en los cariños del cantautor español.
“Esta es una canción no para llorar su muerte, sino para celebrar su fantástica vida”, explicó Joaquín al referirse a una amiga quien, él lo sabe, seguramente ya lo está esperando en alguna parte, con una guitarra y una botella de tequila listas.
Tal y como se ha vuelto una costumbre en los recitales del intérprete, en un par de ocasiones abandonó el escenario para descansar un poco y permitir que los Benditos Malditos mostraran su calidad con sus versiones de Yo quiero ser una chica Almodóvar, La canción más hermosa del mundo y El caso de la rubia platino.
La velada no estuvo exenta de un momento curioso cuando los músicos interpretaron Llueve sobre mojado, un tema que pertenece al álbum Enemigos Intimos, un malogrado experimento musical realizado entre Sabina y Fito Paez que ganó popularidad en 1998 y que, en honor a la verdad, fue más famoso por la disputa epistolar que protagonizaron los músicos por diferencias creativas.
Sin duda, el momento más emotivo fue cuando el público comenzó a corear el nombre de Sabina durante varios minutos, logrando que Joaquín abandonara al personaje y, al borde de las lágrimas, agradeciera todo cariño que le han entregado en todos estos años.
Como era de esperarse, la noche terminó con el medley de Noche de Bodas/Y Nos Dieron las Diez, una canción que ocupa un lugar muy especial en el corazón del español pues, explicó, “la han adoptado los mariachis” y que fue la excusa perfecta para que todos, fundidos en un abrazo, despidieran a Sabina del escenario.
¿Será la última vez que veremos a este mítico cantante en un escenario de Monterrey? Quizás sí, nadie lo sabe pues el mismo Joaquín dejó abierta la posibilidad de que esta sea su última gira.
Indudablemente todo el ambiente era de un tibio adiós, de un “ojalá que volvamos a vernos”, como reza una de las estrofas más cantadas de Y nos dieron las diez.
A diferencia de otros cantantes, quienes con dietas, ejercicios, vitaminas y suplementos alimentos se han cuidado a lo largo de los años y logran sorprender con un último concierto, Sabina ha sabido “envejecer sin dignidad”, lo que siempre ha entrado en sus planes.
Es por ello que 17 mil 600 regiomontanos no quisieron perderse esa noche del 11 de noviembre en la Arena Monterrey, porque sabe -y temen-, que esta será la última ocasión que volverán a escuchar una voz que ha estado con ellos en esas madrugadas, cuando la pasión aprovecha que la razón se ha ido a dormir y los besos se entregan generosos a esos amores vampiros que desaparecen una vez que el sol comienza a brillar en el horizonte.