Lourdes Gallardo es una mujer de 30 años que se casó hace 17 al pensar que su vida marital sería como un cuento de hadas, pero no ha sido así. El matrimonio perfecto no duró más de 11 años y aquella historia de amor se convirtió en una “película de terror”.
Hace cuatro años su esposo la corrió de la casa, dejándola en la calle sin patrimonio e hijos; desde mucho tiempo atrás, fue víctima de violencia económica porque no tenía ni para darle de comer a sus retoños, pero no sólo eso, día con día fue sometida a golpes, insultos y agravio sexual.
“Un día me echó para siempre… no supe qué hacer, pero así nomás me dijo que me fuera sin nada, recuerdo que era de noche y yo ya traía mi pijama, iba a tomar algo de ropa y no me dejó hacerlo, ‘vete’, me gritaba y ni alcancé a despedirme de mis hijos”, expresó Lourdes.
Ella recuerda con nostalgia aquellos momentos y lo que vivió tras partir de casa: Deambulo por las calles, durmió bajo un puente y afuera de una tienda departamental en Apodaca, entre otros sitios del municipio donde habitaba.
“El dolor o coraje no los sentí sólo esa noche, ahora que ya voy a terapias, trato de salir adelante mientras lucho por recuperar a mis hijos y mi dignidad como persona, me doy cuenta fueron seis años constantes de violencia en muchos sentidos, pero no me daba cuenta de ello”, reconoció.
No fue una sino muchas noches que su esposo la sacó del hogar. En ocasiones la mandaba a dormir a la terraza no sin antes haberle expresado cuanto insulto se le vería en mente sobre su aspecto físico y hasta la golpeaba.
Recordó una vez que la ultrajó y le pegó en el rostro hasta dejarle moretones. En cuanto a la violencia económica, hubo días que le dejaba medida la gasolina en el auto para que sólo llevara y trajera a sus tres hijos a la escuela.
Hubo días en que el padre de sus hijos los dejó sin dinero para comer porque no la satisfacía en la cama, entre otras cosas.
A diario la tenía amenazada por si lo denunciaba o llamaba a la patrulla, y si lo hacía, le iba peor. Lourdes sabía qué hacer, pero su temor le impedía actuar como se debía.
“Era tanto que una de esas tantas veces me fui a casa de mi padre pero no me aceptó porque me dijo que los problemas de casada se arreglaban y que mejor regresara. Me fui de nuevo con mi esposo e hijos, pero iba dispuesta a llevármelos y huir pero él actuaba como si nada, me halagaba y todo volvía a la normalidad, que me quedé”, dijo Lourdes.
Ella como muchas otras mujeres, se dejó convencer con una caricia, un beso o un buen detalle, pero sobre todo, de esa falsa disculpa: “perdón, te prometo que no vuelve a suceder”, porque una y otra vez, su marido le decía lo mismo.
Sin embargó aquel 6 de agosto de 2010 que “el amor de su vida” entró a la habitación donde ella se encontraba con sus hijos para dormirlos, les apagó el clima, la sacó para decirle que se fuera a dormir con los perros a la terraza y no volviera. En ese momento, finalmente se dio cuenta que ya había traspasado todos los límites y jamás cambiarían las cosas.
Despertó de una pesadilla para entrar a otra peor; perdió la casa, a sus hijos, documentos personales y su dignidad, de tanto que aguantó, pero desde entonces y gracias a la ayuda de algunas personas, ha salido adelante.
A UN PASO DE LA MUERTE
Sobrellevar un matrimonio violento no es sencillo. Durante días y años ha sufrido de depresión, se aisló de sus amistades, tuvo baja su autoestima y batalló para encontrar trabajo.
“Fueron tantas cosas que siempre estaba triste, dejé de arreglarme, empecé a fumar y no quería ver a nadie más que hacer por mis hijos, además tenía mucho miedo de mi marido”, contó.
Dice que cada que llegaba la noche, temía ver a su esposo llegar del trabajo. “Ya no sabía cómo llegaría de humor o de carácter y porque era impredecible con sus locuras o peticiones”, señaló la mujer.
Ante ese panorama, Lourdes en medio de la desesperación intentó suicidarse al tomar medicamentos en exceso, pero nunca tuvo éxito.
Por fortuna no logró su cometido y por lo golpes a los que fue sometida en algunas ocasiones, no integra la estadística de los 80 casos de mujeres asesinadas en lo que va de 2013, de acuerdo al más reciente seguimiento estadístico hemerográfico que realizó el Instituto Estatal de las Mujeres en Nuevo León.
De esos casos, tan sólo 12 muertes de mujeres fueron por violencia familiar, mientras que el resto por violencia social, sin contar los decesos indeterminados, debido a que pudieran ser casos relacionados con el crimen organizado.
Sin embargo, en análisis presenta información importante al destacar una disminución de muertes por violencia a la mujer puesto que en noviembre sólo se registró un caso y en meses anteriores, la cifra osciló entre 5 y 9, dándose el mayor índice en mayo: 11 casos.
En relación a los años anteriores, en 2013 se data el más alto nivel de muertes con 80 casos, comparado con 72 en 2012 y 37 durante el 2009.
Lo anterior demuestra que la violencia familiar se ha incrementado y en base a otra relación de casos, el Instituto Estatal de la Mujer detalla que del 2000 al 2009, existe un promedio de 24. 8 casos de mujeres asesinadas por violencia familiar y/o social.
Lourdes por fortuna no es parte de esta estadística y lucha por salir adelante para recuperar su vida, pero también la de sus hijos, aunque el dolor de los golpes en la cuestión moral ha tardado en sanar.
INTENTA UNA
NUEVA VIDA
Desde aquella noche de agosto de 2010 en que Lourdes fue echada de su casa, su vida cambió; el sufrimiento por perder a sus hijos y el hogar que tenía para ellos fue el golpe más duro, aparte de no tener a dónde ir y quedar baja su autoestima.
Ella deambuló por la calles, dormía bajo puentes y afuera de un centro comercial, hasta que un día, una persona la ayuda sin alevosía y ventaja. Le dio techo y trabajo para que empezara su nueva vida.
Pero eso no fue suficiente, desde que retomó su rutina como mujer activa en el trabajo, acude a tomar terapia psicológica para superar el daño que le ha causado la violencia.
“Al principio no quería hacer nada, pero entendí que no podía dejarme caer, habría que recuperar a mis hijos y por eso me animé a salir del hoyo en que me encontraba; trabajé con la persona que me ayudó, empecé a tomar terapia psicológica y aunque ha sido un proceso lento, he mejorado mucho por mí y por mis niños”, expresó Lourdes.
Ella reconoció que no ha sido fácil. “He batallado mucho porque aún siento miedos e inseguridades, pero que voy superando con la terapia; estos cuatro años de no estar con él me han servido mucho para analizar y todo y ver mi propio cambio”, dijo.
En el aspecto físico, Lourdes también hizo una transformación. Se cortó el cabello, lo tiñó de rubio y viste formal para trabajo o casual para después de su responsabilidad como estilista.
Cada semana acude a sus terapias y aunque desde hace cuatro años tiene negado ver a sus hijos por parte de su esposo, ella los ve de lejos o cruza palabra con ellos, en la escuela.
“Sin él estoy mejor”, reconoció. Antes era difícil creerlo pero ahora que ha recuperado la confianza en sí misma, sabe que sola puede salir adelante aunque sería más sencillo si tuviera a sus retoños a su lado.
Su marido siempre le dijo que era fea, que era gorda, que tenía que hacer las cosas como él le dijera y cuando fuera porque dependía de él. Ese daño moral va desapareciendo y conforme pasan los días Lourdes se demuestra que vale mucho y no necesita de un hombre.
“Poco a poco he enfrentado las cosas y ahí la llevo. Agradezco a las instituciones que existen para apoyarnos en situación de violencia porque aunque para algunos parezca que no hacen nada, cualquier ayuda para nosotras es mucho; ahí recibo asesoría legal y psicológica”, mencionó.
ESPERA RECUPERAR
A SUS HIJOS
La lucha por tener de nuevo a sus hijos ha costado no sólo dinero, sino tiempo y demandas o juicios. El proceso lleva su curso y al parecer están por dictar sentencia sobre la patria protestad.
“Espero ganarla porque sé que mis hijos van a estar mejor conmigo; él no los atiende como debe y su nueva mujer menos. Tengo fe en que ganaré y cualquier avance que se ha generado hasta ahora es mucho ya que todo lo tenía perdido”, comentó la madre.
Entre juicios y diversidad de procesos legales, Lourdes ha negado algunas alternativas a su marido, pues éste le ha ofertado convenios pero ya nada es suficiente para ella.
“Hace poco me dijo que los tuviéramos un año cada quien, que él se queda con la casa y todo, pero la verdad no se me hace justo. Yo no pido nada para mí sino para ellos y ellos no tienen por qué andar como pelotitas de aquí para allá; creo que la casa debe ser para su futuro y si no lo quiere así mejor que se hagan las cosas como corresponde”, dijo.
Tras esa firme declaración, de pronto Lourdes rompió en llanto. Sus lágrimas recorrieron sus mejillas mientras dijo: “aunque esa casa represente para mí mucho dolor, no le quito el derecho a mis hijos de que sea de ellos, se supone que debe dejarles un patrimonio”.
En lo que se llega el veredicto final, los nervios la agobian. Desea con ansias ver a sus hijos de cerca y convivir con ellos día a día, situación que no descarta se dé a la brevedad.
Ahora es una mujer emprendedora y trabajadora que está dispuesta a todo por sus tres retoños. “Tengo cómo ganarme la vida gracias a la oportunidad que me estoy dando, y de la mano de Dios seguiré adelante”, aseveró.
EL ENEMIGO EN CASA…
Tras la intensa y violenta vida marital que Lourdes tuvo con su esposo, ahora puede decir que desde siempre estuvo con el enemigo en su propio hogar.
“No quise ver o no me di cuenta por qué aguanté mucho, pero gracias a Dios desperté de esa pesadilla y aunque enfrento otra, divorcio y tener conmigo a mis hijos, sé que me liberaré de todo lo negativo del matrimonio”, dijo.
Con dolor pero con coraje y superación, hace un llamado a todas las mujeres para que en cuanto detecten algún comportamiento agresivo del cónyuge, se pongan en alerta.
Sabe que es difícil estar en ese lugar porque a veces no se acepta y se justifica la actitud del hombre, pero si no se actúa a tiempo, después puede ser demasiado tarde, señaló.
“A las dos semanas de casada me empezó a agredir verbalmente… me dolió mucho e incluso fui a contárselo a mi padre pero me dijo: ‘si te dice eso es porque te quiere, te protege o te cuida y me lo creo pero después ya no fue así… cuando perdí todo me di cuenta que tenía el enemigo en casa”, afirmó.
Aunque hace cuatro años se separó de su esposo, legalmente tienen 17 años de casados, tiempo en que procrearon a sus tres hijos, uno de ellos con discapacidad.
Llevan dos años con juicio de divorcio pero él no quiere ceder e insiste en que sigan juntos pese a que tiene otra pareja e incluso otros hijos.
Lourdes está segura de que no quiere regresar con él y lo único que desea es rehacer su vida con sus hijos.