
En abril pasado, una mujer tocó a la puerta de mi casa para comunicarme que había sido sorteada como funcionaria de casilla. Su sonrisa y su convicción de que aquello era una buena noticia me contagiaron de inmediato. Servir a mi país trabajando en una jornada electoral me pareció una buena oportunidad y acepté en ese momento.
Con el paso de las semanas, volví a ver a mi capacitadora del INE en dos ocasiones más.
Primero, vino a mi casa para entregarme el nombramiento oficial como primera secretaria e impartirme una hora de capacitación sobre el funcionamiento de las casillas y la labor que me tocaría realizar. Me dio también dos manuales –uno sobre la elección federal y el otro sobre la local- y me recomendó bastantes videos para seguir aprendiendo.
Posteriormente, participé con ella en un simulacro de elección. Asistí a una escuela pública cerca de casa y ahí estábamos al menos 20 personas que íbamos a ser funcionarias en distintas casillas.
Los funcionarios de casilla fuimos invitados a diversos simulacros.
Aunque era demasiada información, lo atemorizante de todo esto no era en sí la cantidad de procedimientos a realizar, sino los imponderables: todas las situaciones imprevistas que pueden llegar a presentarse durante la elección y el conteo de las boletas.
Al mencionar estos posibles incidentes, la capacitadora rápidamente mencionaba ejemplos, situaciones reales que en su experiencia vasta ya le había tocado afrontar. Ofrecía criterios y soluciones rápidas que yo debía memorizar o tomar en cuenta, por si me llegaban a ocurrir el 2 de junio.
¿QUÉ HACEN LOS FUNCIONARIOS DE CASILLA?
Los funcionarios de casilla nos dividimos por cargos:
Presidente. Recibe a cada elector, confirma que su pulgar derecho no tenga rastros de haber votado y entrega el juego de boletas.
Primer secretario. Confirma que el elector esté registrado en la lista nominal y marca su asistencia con el sello de “Votó”. Llena el acta de la jornada electoral de la elección federal.
Segundo secretario. Recoge la credencial de elector y la marca con el año de la elección. Ayuda a desprender las boletas de los blocs para entregárselas al presidente. Llena el acta de la jornada electoral de la elección local.
Primer escrutador. Ayuda a desprender las boletas. Una vez que el elector emitió su voto, les marca el pulgar y entrega su credencial.
Segundo escrutador. Orienta a los electores para la correcta colocación de los votos en sus urnas.
Tercer escrutador. Se coloca en el acceso para verificar que el votante está en la casilla correcta y va coordinando el avance de las filas.
La instalación de la casilla es apenas el primer paso y el más sencillo el día de la elección. La atención a los votantes también es relativamente simple, en especial si te gusta el trato con la gente y tienes cierta orientación al servicio.
Lo complicado de ser funcionario de casilla es saber lidiar con las situaciones imprevistas, coordinarse con los demás funcionarios, cumplir con los protocolos bajo la mirada de los representantes de partido y registrar una gran cantidad de información delicada en el menor tiempo posible.
Pero lo más estresante es, sin duda, al final del día clasificar y contar los votos de manera precisa, para que las cuentas de todos los cargos cuadren perfectamente contra el total de electores que acudieron a su cita con las urnas, así como con las boletas sobrantes.
Todo en una jornada que comienza el domingo a las 7 y media de la mañana, para terminar el lunes, en algún momento entre la 1 y las 3 de la mañana.
EL ARTE DE ORGANIZARSE
Como primera secretaria, mi responsabilidad principal fue confirmar que el votante se encontrara registrado en la lista nominal. Si no se encontraba allí, no podía votar aunque llevara su credencial de elector.
Al momento del conteo, mi rol más importante fue registrar las cantidades de votos obtenidos en las elecciones federales, mientras que el segundo secretario se encargó de esta misma tarea para los cargos de elección local.
En la capacitación se nos había indicado que, para el conteo de votos, hay que organizarse en dos equipos para que cada uno avance simultáneamente con un cargo local y otro federal. Así, mientras que unos cuentan las papeletas para Presidencia, los demás hacen lo suyo con las de Ayuntamiento.
En el caso de mi casilla olvidamos esta regla y formamos dos equipos que trabajaron simultáneamente en los cargos locales. Primer error.
Segundo: no nos tomamos el tiempo de organizar toda la papelería. En su lugar, colocamos los paquetes, sobres y bolsas oficiales encima de sillas, sin clasificar u ordenar los documentos, para ocupar las mesas con el conteo de los votos.
Como resultado, al momento en que debíamos encontrar algún papel nos tardábamos mucho tiempo y era estresante pensar en la posibilidad de que algo se hubiera perdido.
Cuando la capacitadora del INE llegó a verificar cómo iba nuestro conteo, no perdió la oportunidad de reprendernos amablemente por estos dos errores.
Como el reloj avanzaba y el conteo requería de muchas manos, llegó un momento en que ya nadie obedecía a sus roles. El segundo secretario, por ejemplo, contó votos y desinstaló casillas, al tiempo que avanzaba poco a poco con el llenado de sus actas.
Tanto la presidenta de casilla como los escrutadores contaron hasta 3 veces algunas boletas, porque a las 12 de la noche y habiendo comido hacía más de 10 horas, algunas cuentas no cuadraban a la primera.
Yo me preguntaba constantemente cómo organizar el flujo de trabajo para que el registro de la información y el armado de los paquetes fluyeran de manera eficiente, pero la verdad es que tanto mis compañeros como yo no teníamos el conocimiento para dilucidar estos procesos. Quizá, de haber asistido juntos al simulacro, nos habríamos coordinado más rápidamente.
Y el calor hacía estragos entre nosotros, que estábamos cansados y sedientos.
¿CÓMO SE CUENTAN LOS VOTOS?
Para iniciar el conteo de los votos, la presidenta de la casilla debe abrir cada urna ante la vista de todos. Sobre la mesa, se coloca un gran pliego de papel que tiene impresos los logotipos de cada partido/coalición, así como espacios para votos nulos y de candidaturas no registradas.
Luego, se extraen las boletas una por una, diciendo en voz alta el partido o coalición elegido. Cada boleta se va colocando en la mesa, sobre el logotipo del partido o coalición correspondientes. Para que estos papeles no se vuelen, hay que recurrir a lo que se tenga a la mano, como celulares, bolsas y hasta piedras.
Una vez clasificadas todas las boletas en el pliego, llega el momento de contar.
Cuando ya todos están bien seguros de estos números –tarea difícil a las 12 de la noche- se registran los totales de cada partido en la hoja de operaciones correspondiente.
CÁLCULOS DE MADRUGADA
El total de estos votos debe ser idéntico al de los electores marcados en la lista nominal. Y en el conteo de los demás cargos, esta cantidad también debe ser la misma.
En las actas de la elección, los funcionarios de casilla no podemos consignar cantidades de votos (válidos y nulos) que no correspondan con la cantidad de boletas utilizadas. En cada cargo elegido, la suma total de los votos por partido y coalición, junto con los votos nulos, debe arrojar esa misma cifra.
Obvio, podrían decir algunos. El detalle es que, durante la jornada electoral, hay personas que depositan su voto en las urnas de otra casilla (la contigua o la básica, según), mientras que otras colocan las boletas en urnas de otros cargos.
Por ejemplo, hay votantes que colocan sus boletas en una sola urna; o que confunden la de diputaciones con la de senadores.
Y al momento de extraer los votos para su conteo, no se puede simplemente corregir este tipo de errores devolviendo el voto a la urna correcta. Hay que consignar estos incidentes en un registro y colocar esas boletas en sobres específicos para conocimiento del INE.
En nuestro caso, hubo tres boletas faltantes en todos los cargos de elección. Un número insignificante que, sin embargo, es inadmisible en el conteo electoral.
Nuestra teoría era que se trataba de electores que habían colocado sus boletas en las urnas de la casilla contigua, a escasos metros de la nuestra.
Para confirmarlo, tuvimos que esperar a que los funcionarios de esa casilla terminaran las cuentas de sus cinco cargos de elección y que reportaran tres boletas sobrantes en cada una. Solamente así pudimos cuadrar nuestros registros. La teoría era correcta.
BUROCRACIA KAFKIANA
En el transcurso de la elección, hay que llenar el acta de la jornada electoral y una hoja de incidentes, donde se apuntan todos los imprevistos: desde la apertura tardía de la casilla hasta si hubo un elector enojado porque no se encontró en la lista nominal.
Al final de la jornada, una vez cuadradas las cuentas en las hojas de operación, hay que vaciar los números formalmente en las actas de escrutinio de cada elección. Cada acta lleva los nombres completos y firmas tanto de los funcionarios de casilla como de los representantes de partido.
De cada documento hay alrededor de 10 copias, pues cada una tiene como destino un expediente específico. Puro Kafka.
Por ejemplo, el expediente de la elección presidencial debe contener la original del acta de la jornada, así como la original del acta de escrutinio de Presidencia, junto con la primera copia de la hoja de incidentes.
Adicionalmente, hay una serie de documentos que se colocan en sobres por fuera del paquete electoral, para ser consultados rápidamente y computar los votos para el PREP.
¿VALIÓ LA PENA SER FUNCIONARIA DE CASILLA?
Parece ingenuo, pero es muy inspirador y motivante estar ahí colaborando con otras personas de distinta edad y formación, que de forma desinteresada ponen su esfuerzo en sacar adelante una elección.
No te mueve una obligación, sino un deber cívico.
En mi casilla, por ejemplo, había un joven de 18 años que tomó el liderazgo en distintos momentos de la jornada, porque había leído a consciencia los manuales del INE y había puesto mucha atención en el simulacro. Este joven estaba no solamente votando en su primera elección, sino también participando en la primera línea.
Además había una familia colaborando: la abuelita era presidenta de la casilla contigua y su nieta, escrutadora, mientras que la hija era segunda escrutadora en mi casilla.
Pero es inevitable sentir, en ocasiones, que estás trabajando con las uñas.
Como equipo, los funcionarios de casilla deben colaborar y ser creativos para resolver obstáculos porque no hay material suficiente.
Por ejemplo, para evitar que las boletas se vuelen y disponer de espacios de trabajo suficientes para el llenado de la papelería, hay que echar mano de recursos personales.
Con cierta experiencia electoral, puedo imaginar que este proceso de conteo y documentación de los votos puede fluir el doble de rápido, ser más eficiente y mucho menos desgastante para los funcionarios de casilla. Tal vez a la próxima elección.
El detalle es que no hay un camino de profesionalización o capacitación continua para los funcionarios. La experiencia ganada en una elección no se aprovecha en los siguientes comicios, algo que juega en contra de estas jornadas.
Pensando en cómo se podría hacer más eficiente este proceso, me viene a la mente la sospecha de que –quizá- llegará más rápido la digitalización de todo el proceso electoral.
De aquí a que se pueda optimizar el trabajo con los funcionarios de casilla, es más probable que se termine la votación manual o física, y que tanto el conteo como los registros se realicen en automático.
Al final del día, con el cansancio de una jornada que puede prolongarse hasta 18 ó 20 horas, es muy satisfactorio irse a dormir sabiendo que tu trabajo fue clave para mover los engranes de esta máquina que llamamos proceso electoral. Y esta participación ciudadana, me parece, es una de las cualidades democráticas de las que debemos estar más orgullosos en México.
Yenisey Valles Acosta es periodista de nacimiento, mercadóloga por gusto adquirido, lectora, madre de dos niñas y beatlemaniaca de corazón.
Texto originalmente publicado en el portal web Ruta Familiar.