La pérdida de uno de sus hijos, entre otros motivos, llevó a Martha Aguilera Reyes a introducirse en el oficio de las piñatas como una terapia para enfrentar el dolor que la embargaba.
Hace 35 años sufrió porque su hijo no se logró durante la gestación, situación de la que prefirió no ahondar tanto. Aunado a eso, su marido se quedó sin trabajo y atravesaban por momentos difíciles.
La vida familiar no ha sido fácil para ella, pero en su gusto por las manualidades encontró una manera de aliviar su pena. Hacer piñatas sin tener conocimiento previo se convirtió en una cura y en una manera de obtener ingresos.
“Estaba muy deprimida por mi hijo y este sentimiento se incrementó cuando mi esposo se quedó sin trabajo. Tenía mucho dolor e incertidumbre. No sabía qué iba a pasar: me estaba hundiendo”, expresó Aguilera Reyes.
La afectación fue tan profunda, que al borde de la desesperación despertó de ese mal sueño. Decidida, echó a andar su imaginación y empezó a crear sus primeras piñatas, recordó con melancolía.
NO SE DEJÓ CAER…
“Empecé de cero, no sabía nada del oficio y nadie me enseñó, pero como me gustaba eso de las manualidades, aprendí con el tiempo. Al principio me salían feos los monos”, explicó.
No fue sencillo, comentó. Implicó un reto personal y emocional muy grande, dijo Aguilera Reyes, ya que hacer una piñata tiene su chiste.
“Mantenerme ocupada y pensar en cómo me podrían quedar mejor, me sirvió para ir haciendo a un lado ese dolor que sentía. Un hijo no se olvida, pero se aprende a vivir con esa pérdida”.
En el afán de obtener una buena piñata, desperdició material, “ y no fue en vano”.
Con el tiempo fue perfeccionando sus creaciones y creció la producción.
“Mejoré mucho y de pronto ya me hacían pedidos especiales que se hizo un negocio que nunca pensé tener. Nos ha permitido comprar nuestra casita y bendito Dios, no nos falta nada”, comentó Aguilera Reyes.
ENCONTRÓ SU ESTABILIDAD; HACE FELIces A CHICOS Y GRANDES
Más allá de la remuneración económica, esa actividad fue para Martha un tratamiento para sobrellevar la ausencia de su primogénito. Le ha dejado diversidad de satisfacciones.
“Encontré mi paz interior, aprendí a aceptar que mi hijo no estaría con nosotros físicamente y me di cuenta que la vida sigue. Me percaté también, que lo que comenzó como una terapia, se volvió un arte o hasta una forma de vida”, reconoció Aguilera Reyes.
Además de esos logros personales que rindieron frutos en el seno familiar, ha tenido la satisfacción de hacer felices a quienes adquieren sus productos.
Explicó que la manufactura de infinidad de personajes o figuras a través de las piñatas, representa un sentido de identificación y alegría en los infantes, así como un regreso a la infancia en los adultos.
“Lo veo cuando vienen las familias a escogerlas. A los pequeños se les ilumina el rostro cuando ven a su personaje favorito y los papás se divierten cuando le dan los azotones en las fiestas: vuelven a ser niños”.
OFICIO Y ARTE EN FAMILIA
Las ventajas que descubrió en su oficio artesanal no las ha experimentado sola. Su hija, yerno y sobrino han estado a su lado.
“Mi hija y yo le damos forma con papel y engrudo a las piñatas, y colocamos accesorios; mi sobrino es el que arma los monos o figuras y tengo dos ayudantes más que nos apoyan para forrarlas: hacemos muy buen equipo”, reveló.
En ese sentido, la realizadora de piñatas ha compaginado su trabajo con la familia y juntos, desde hace años, luchan por salir adelante, ofertar un servicio e incluso promover una tradición mexicana.
“Las piñatas son parte de nuestras tradiciones y más en época decembrina, pero no faltan en las fiestas infantiles o variedad de eventos”.
Señaló que ninguno de los que integran su grupo de trabajo eran expertos en hacer piñatas y recalcó que con la práctica aprendieron a producir piezas únicas.
COSA DE INGENIO Y CREATIVIDAD
“No se estudia ni se nace sabiendo esto, es un arte que se instruye sobre la marcha porque hay que dedicarle tiempo, paciencia, ingenio y creatividad”.
Aguilera Reyes recordó que al inicio del negocio, elaboraba puras muñecas y monos, pero las peticiones se modificaron de acuerdo a los personajes de moda.
“Hay que diseñar moldes y estar al pendiente de las novedades, sobre todo de los personajes de Disney, ya que son los más solicitados para los menores”, especificó.
En medio de un pequeño taller, adecuado en la comodidad de su hogar, los Aguilera Reyes producen las piñatas de temporada para las posadas y Año Nuevo.
Entre tiras de papel de china y crepé, cartón, periódico, papel metálico, y engrudo, el principal elemento para armar las piñatas, transitan Aguilar Reyes y sus colaboradores para terminar los pedidos.
“Pasamos jornadas largas trabajando, pero uno se acostumbra y hay que hacerlo a paso acelerado porque ya empiezan las fiestas. Hay que tener todo listo”, dijo la artesana.
UNA TRADICIÓN A LA BAJA
Aunque actualmente y en relación a años anteriores hay demanda del producto, la venta de las piñatas ha decaído, reveló.
“Sí las llevan, pero ya no llega la clientela como antes. Para estas fechas ya tenía yo aquí el amontonadero de gente; ahora vienen esporádicamente”.
Hace seis años esto no pasaba, añadió la realizadora al recalcar que en aquellos tiempos se hacía una producción de 80 y hasta 100 piñatas diarias.
“Ahorita hacemos como 40 por día, la mitad, pero estamos conscientes que es la primera quincena de la temporada. Esperemos mejore en los próximos días”.
Para su fortuna y por la experiencia que tiene en el rubro tiene compradores asiduos que año con año le solicitan piñatas para sus posadas o eventos.
“Aparentemente estoy de gane porque tengo mis clientes de antaño, pero también hay quienes se han ido con otros vendedores, o me llegan nuevos; hay mucha competencia”, dijo la experta.
En vísperas de la Nochebuena, todo mundo vende piñatas porque es una “racha fuerte”, pero Aguilera Reyes tiene fe que la originalidad y reconocimiento por su trabajo contribuyan a que sus ventas mejoren.