Hace unos días, acompañé a mi madre a reemplazar su estrellado teléfono celular por uno nuevo. El trámite, nos explicaron al llegar a la sucursal de telefonía celular, tardaría entre 25 a 30 minutos. Cuatro horas después, un frustrado vendedor respiró aliviado cuando recibió la aprobación final de oficinas centrales para liberar el contrato de renovación.
Mi madre tiene 78 años. Para las nuevas tecnologías de protección de la información personal basadas en datos biométricos, principalmente las huellas digitales, mi madre no existe, y junto con ella millones de adultos mayores que, a causa de su edad, están cada vez más imposibilitados para validar su identidad en trámites bancarios, en tiendas departamentales o de servicios.
Con la edad, la piel pierde elasticidad y con ello las marcas que hacen únicas nuestras huellas dactilares se vuelvan menos definidas. De allí que los lectores electrónicos no las reconocen, como les ha pasado a mis ancianos padres.
“Es muy penoso ver que los clientes de edad avanzada no pueden renovar contratos, cambiar aparatos o incluso hasta pedir un estado de cuenta impreso, porque para todo eso es necesario validar identidad con la credencial del INE y con las huellas dactilares. La gran mayoría vienen solos, y se rinden después de varios intentos y se van sin que podamos ayudarles”, me contó el empleado de la telefónica mientras esperábamos una autorización especial de las oficinas centrales para validar el trámite para mi madre.
En México, el uso de datos biométricos en operaciones comerciales se está convirtiendo en la opción más recurrente para proteger la identidad de los clientes. En un país inseguro, donde hasta el padrón electoral del INE ha llegado a estar a la venta en el mercado negro y la creciente accesibilidad a plataformas de inteligencia artificial permiten la alteración de imágenes y voces, la autentificación a través de las huellas digitales en cruce con los registros federales electorales es obligatorio incluso en tiendas departamentales.
En 2013, la empresa de servicios de protección a cuentahabientes Card Protection Plan reveló un estudio en el que posicionó a México en el octavo lugar mundial en países con mayor número de delitos relativo al robo de identidad. Esto fue hace 11 años, cuando las tecnologías de la información y las redes sociales no estaban tan avanzadas como ahora.
Por su vulnerabilidad natural, los adultos mayores son víctimas potenciales de estafadores que usan redes sociales, llamadas telefónicas y conversaciones casuales que se aprovechan de su candidez y limitaciones. De acuerdo al INEGI, el mayor porcentaje de residentes de Monterrey con alguna discapacidad (15.6 porciento) se encuentra entre la población de 60 años o más, y por cada 100 habitantes en edad de trabajar hay 11 mayores a los 60 años que dependen de los económicamente activos.
Usar huellas digitales como validación de identidad en adultos mayores es ineficiente y llama a la innovación para facilitar el acceso seguro a trámites, especialmente relacionados con servicios financieros.
Con la esperanza de vida en aumento -al 2022, Nuevo León igualó con Aguascalientes y Baja California en segundo lugar nacional en longevidad con 76.2 años en promedio- la cantidad de manos arrugadas, huellas indetectables y limitaciones tecnológicas que necesitan ayuda continuará, tanto como la paciencia de quienes los atienden.