Puede ser un hombre o mujer, sin importar edad o causas de muerte y en su despedida familiar porta su vestimenta favorita, luce sereno y rozagante, tras el sobrio maquillaje que se le aplicó.
Sus ojos están cerrados y parece como si estuviera dormido o tomando una siesta… pero jamás despertará; ha muerto.
Horas antes, su piel era blanca, de aspecto abatido; su cuerpo estaba rígido y maltrecho, pero el trabajo de embalsamado al que fue sometido, lo dejó con la apariencia que tenía en vida.
El trabajo de preparar a los muertos es una práctica que data del antiguo Egipto pero a diferencia de los 70 días que se requería para el proceso de embalsamamiento, hoy tarda de entre 30 a 40 minutos.
A quienes quedaron desfigurados por diversidad de causas, se les reconstruye el rostro o las partes del cuerpo que es necesario dejar en óptimas condiciones, semejante a su fisonomía original.
Pareciera escabroso el oficio que realizan algunos como Mario Zapiain, quien desde los 12 años aprendió de este arte porque le ayudaba a su padre en su funeraria.
Pero no fue sólo por ayudar, conforme pasó el tiempo y al llegar a la edad universitaria, decidió prepararse en esa profesión y desde hace más de 30 años se dedica a preparar los cuerpos para el eterno descanso.
Zapiain estudió la Licenciatura en Director de Funeraria y Embalsamador, aunado a la carrera de Medicina.
La experiencia en el rubro no lo ha hecho ser menos sensible, sino al contrario, “a los miles de cuerpos que han pasado por mi laboratorio de embalsamamiento se les trata y debe respeto porque son personas y no un bulto”, dijo.
Ese respeto, agregó, se refleja en el resultado satisfactorio del familiar al ver a esa mujer u hombre en el ataúd, con una apariencia agradable de la persona como era en vida.
Zapiain contó el compromiso que representa su profesión desde la oficina del negocio familiar que heredó de su padre, y del que se ha convertido un empresario, embalsamador, barrendero, chofer y carrocero.
La muerte no avisa y cuando menos se piensa cualquiera puede llegar a su fin. Pero antes de que la persona fallecida se escabulla ente las entrañas de la tierra, el embalsamador se encargará de preservar sus órganos y darle un toque final, agradable, a su aspecto físico.
LA ANTESALA
DE LOS MUERTOS
El laboratorio de embalsamamiento es el lugar al que directamente llegan los cuerpos para prepararlos y estén listos para el funeral.
Llegar ahí implica atravesar por un pasillo, detrás de la capilla de velación. El ambiente es fresco, cálido y algo lúgubre: si no fuera por las cajas o ataúdes que están en la sala, pasaría como una habitación de hospital.
Zapiain, de semblante reservado, contó a detalle el proceso del embalsamamiento, dejando en claro que el 98 por ciento de la gente no sabe cómo se embalsama, e incluso no quiere saberlo porque piensan que es un proceso donde se destrozan los órganos, “pero no es así”, recalcó.
Y agregó que independientemente de los tabú que existan al respecto, el embalsamamiento es un procedimiento importante para preservar el cuerpo, después de la muerte, aunque haya una descomposición.
Inmerso en la conversación sobre su profesión, sus ademanes fluidos hicieron imaginar que en medio de nosotros -en la plancha- había un cadáver.
“Mucha gente cree que abrimos el cuerpo, le sacamos lo de adentro, lo rellenamos, se le pone formol y se cose, pero no. Es muy sencillo y no hay que abrir”, expresó.
En su laboratorio, ni él, ni su hijo, quien por vocación también es embalsamador, no calculan ni adivinan la ubicación de los órganos que han de encontrar para su tratamiento.
A un lado de la plancha coloca dos pequeñas mesas; en la primera tiene a la mano el bisturí, tubo arterial, tubo de drenaje y aspirador, entre otros.
“Hacemos una pequeña incisión al costado del cuello con la ayuda de un bisturí, localizamos la vena que generalmente se altera cuando cantamos, se levanta sin procurar reventarla para conectar una sonda a la bomba de inyección para aplicar el líquido conservador”, detalló.
Recalcó que ese como todo el proceso, “debe hacerse con cuidado, no sólo se trata de conectar todo a la licuadora grande -bomba de inyección-, sino de saber a qué presión y qué líquidos se introducirán al organismo del fallecido.
“Lo anterior será de gran relevancia durante el embalsamamiento porque cada cuerpo, por edad o causa de muerte, o peso, se embalsama distinto”.
Entre las sustancias que suministran y se esparcen por el organismo, destaca el formol y el sorbitol, entre otros y deberán ir en las dosis adecuadas, de acuerdo al volumen y masa del cuerpo.
“Desgraciadamente muchos embalsamadores ponen el líquido a la máquina y se salen a fumar o tomar café pero entonces… ¿quién hace el trabajo, la máquina o tú?”, dijo.
Ante el profesionalismo que se requiere para prepararlos los cuerpos, señaló que una persona bien embalsamada “jamás entra en putrefacción, porque se protege el cuerpo con preservativos e inhibe la descomposición; sólo se va deshidratando”, agregó.
En el abdomen y el esternón -en el caso de los necropsiados- se coloca formol en líquido justo en la sutura que se asemeja a una malla cocida.
Posteriormente se lava el cadáver, lo seca con una toalla y colocan gasas por los orificios donde ingresó la sonda.
El último paso es la preparación estética… “hay que cuidar la expresión de la cara porque es lo que el familiar o la gente apreciará del difunto cuando esté en el féretro”, comentó.
ARTE Y RECONSTRUCCIÓN FACIAL
La cuestión estética es otro de los primordiales aspectos a cuidar y más cuando se trata del rostro, parte del organismo que quedará a la vista de los familiares o amigos.
Generalmente, el familiar solicita al embalsamador o servicio funerario que dejen a la persona fallecida como era en vida.
“Se hace todo lo posible, pero lo que ayuda en primera instancia son los preservadores que inyectamos porque traen cosméticos, detergente, así como lubricante que reactivan la apariencia de la piel”, dijo Mario Zapiain.
El maquillaje, añadió, lo fabrican ellos y a la hora de poner manos a la obra en la cara, no sólo al aplicar el maquillaje, sombras, rubor y labial, dependiendo del sexo del cuerpo.
Para ese procedimiento Zapiain cuenta con una segunda mesa donde tiene el maquillaje, brochas, labiales, sombras y el aerógrafo.
Por otro lado, también se recurre a la reconstrucción en caso de que haya daños severos en la piel.
“Gracias a un curso de restauración facial puedo hacer este trabajo de reconstruir los rostros con materiales como la plastilina, cera e incluso con el mismo maquillaje”, comentó.
En los estantes del laboratorio donde tiene la diversidad de herramientas, se observa un rostro de maniquí, con el que el embalsamador se apoya para trabajar el área a reparar del muerto.
Para una reconstrucción facial, se requiere tiempo, reiteró, y como el objetivo es dejarlo lo mejor posible, el cuerpo puede ser entregado en un día.
Quizás, el embalsamado no tardará los 45 minutos promedio, si fuese una persona con muerte natural o por enfermedad.
“Cuando es sólo maquillaje se cuida hacerlo en base a la edad de la persona o petición de los familiares porque hay quienes dicen que siempre traía labial rojo y se lo ponemos; no tenemos problema con atender las sugerencias”, dijo Zapiain.
Zapiain maquilla con aerógrafo, con este aparato, señaló, se cubren los poros y se logra un aspecto natural de la cara.
“El objetivo es que la persona quede parecida a como cuando vivía, garantizamos un 80 por ciento de calidad en nuestro trabajo porque el fallecido queda en condiciones de reconocerse”, aseguró.
En ese sentido, manifestó que trata de dar confianza a la familia del muerto y en su empeño da todo su profesionalismo.
“Que el cliente sienta que se lo cobró y no que se le robo”, expresó, porque si algo procura es ofertar un servicio de calidad.
Apuntó que no hay embalsamamiento de primera, segunda o tercera; “vamos por el cuerpo, lo traemos al laboratorio y lo depositamos en la plancha sin forcejear”.
“Se baja y se suba con una grúa y bandas que se colocan en la espalda y torso porque no es de nosotros maltratar a la persona; le tenemos respeto al muerto”, aseveró
“LOS MUERTOS
HABLAN”; HA APRENDIDO DE SU ARTE
Poco más de 30 años de experiencia en el rubro, ser maestro de Embalsamamiento en la Asociación Nacional de Embalsamadores y dedicarse a esa profesión en su negocio propio se dicen fácil.
“Se aprende embalsamando. Puede escucharse muy frío de mi parte pero gracias a las miles de persona que por desgracia han muerto, con los conocimientos que tengo y la práctica he podido hacer un mejor trabajo”, dijo.
Él no quiere ofender con su expresión ante un proceso real al que se somete a los muertos. Pero cuando un familiar le expresa su satisfacción al ver a su familiar en condiciones de reconocerse, refrenda que su trabajo es bueno.
“Tan respetable es mi profesión como la del sepulturero y muchas más que existen. Este negocio del embalsamamiento no hay que saberlo hacer sino entenderlo”, afirmó.
Aunque parezca algo “trastornado”, comentó: “los muertitos hablan… con su cuerpo me dicen lo que les hace falta o necesitan”, expresó.
“Hay que sabe observar el cadáver para saber lo que se hará con él, qué líquidos y a qué presión se inyectarán, entre otros detalles para que quede bien”.
Zapiain ha tenido que prepararse, renovarse y ha aprendido a manejar el miedo, el asombro, porque de perderlos no tendría sensibilidad para seguir realizando su quehacer.
Desde hace tres décadas, Zapiain ha preservado el negocio que su padre inició en 1944 en la calle Madero, entre Carvajal y Diego de Montemayor, pero que desde hace tiempo cambió su ubicación a Madero y Platón Sánchez.
Señaló que desde los años 50 a la fecha las expectativas respecto al embalsamamiento han cambiado; “la gente tiene mucha mayor aceptación a este proceso y variedad de servicios funerarios y los solicita de acuerdo a sus necesidades”.
Recordó que había gente que no quería que embalsamaran a sus familiares porque pensaban que les destruían los órganos pero nunca ha sido así, aunque reconoció que las técnicas sí se han modificado con la llegada de la tecnología.
“Ahora hay cuidados especiales, nuevas herramientas o sustancias que facilitan y mejoran el trabajo, pero sobre todo aspecto del fallecido, lo que permite un mejor trato al cuerpo: le tomas más respeto porque es una persona y no un bulto”, puntualizó.
La hora del funeral de la persona que embalsamó o embalsamará cuando la muerte le llame… sus familiares elegirán de entre algunos ataúdes; uno cerrado o abierto, sin vitral.
De la exhibición resguardada en una reducida habitación blanca, junto a la oficina administrativa de la compañía fúnebre, podrán seleccionar el que más les agrade.
Ese momento para el que nadie está preparado llegará y se tendrán que tomar decisiones respecto a la urna o nicho donde descansará el muerto.
La charla terminó; Mario Zapiain cerró el laboratorio de embalsamamiento y oficinas… tomó tiempo, su hora de comida, junto con su hijo, quien también atiende el negocio, pero regresarán para brindarle atención personalizada si requiere de su servicio.
Bienvenido a la funeraria…