En 2005, antes de regresar a Monterrey para incrustarse en la campaña del actual gobernador de Nuevo León, Eloy Garza González sumó a sus tres propiedades que tiene en exclusivos sectores de la zona metropolitana de Monterrey (Hora Cero 119), una más: un condominio valuado en casi un millón 500 mil pesos que se ubica en la colonia Guadalupe Inn de la Ciudad de México.
El inmueble está en un sector de alta plusvalía en la Delegación Álvaro Obregón en la calle Felipe Villanueva número 20, interior 501, según documentos de la Secretaría de Finanzas del Gobierno del Distrito Federal consultados por Hora Cero en Internet, donde aparece él como el propietario, con nombre y apellidos.
Pero esa no es la única sorpresa de la consulta, el exdirector de Comunicación Social del Gobierno de Nuevo León y supuesto subsecretario del Trabajo (desmentido por el secretario del Trabajo Álvaro Ibarra Hinojosa, Hora Cero 120), puede presumir haber gastado de contado en un año: cerca de 13 millones 525 mil pesos en comprar cuatro propiedades, pero no es un contribuyente ejemplar, al contrario.
Cuando a inicios del año pasado el entonces candidato a gobernador del PRI, Rodrigo Medina de la Cruz, aceptó a Garza González para incrustarse en su campaña, quien se lo recomendó (Raymundo Pérez Lancón) tampoco sabía que el encargado de escribir sus discursos tenía pendientes fiscales en el Distrito Federal.
La página www.finanzas.df.gob.mx/fut/predial/predial/index.php evidencia a Garza González como un contribuyente moroso, que a la fecha está siendo requerido para que cumpla con el Impuesto Predial de su condominio que no paga desde 2006.
Según el número de cuenta 05429515013-7, el contribuyente Garza González debe el impuesto desde el 2006 a 2009, además del primer bimestre de 2010, según otro documento original que llegó a Hora Cero de manera anónima y que pasó la prueba de la autenticidad.
Después de ser destituido como director de Comunicación Social, nadie dentro de la estructura de Gobierno sabe qué hace Garza González para desquitar, según la nómina de enero del 2010, un sueldo de 83 mil 833 pesos mensuales.
Pero cinco años atrás y con un sueldo de cerca de 70 mil pesos libres de impuestos, se desempeñaba como jefe de asesores y comunicación del Instituto Latinoamericano de Comunicación Educativa (ILCE), un organismo descentralizado de la Secretaría de Educación Pública (SEP).
Y fue en esa época, de 2002 a 2007, cuando Garza González tuvo éxito en el mundo de las inversiones en bienes inmuebles.
Durante cinco años y medio que trabajó en el ILCE jamás pudo haber juntado los 13 millones 525 pesos que desembolsó para tener sus bienes inmuebles, porque dejando de gastar en comidas, viajes, vestido, libros, diversión y algunos otros placeres, bien pudo ahorrar 4 millones 620 mil pesos.
EL CONDOMINIO,
DE RENTERO A DUEÑO
Además de las tres propiedades en exclusivas zonas de la metrópoli de Monterrey, entre ellas una Casa del Sorteo Tec donde actualmente vive y por la cual pagó de contado 8 millones 750 mil pesos en enero del 2005, tuvo dinero suficiente para adquirir otra: el condominio de la colonia Guadalupe Inn en el Distrito Federal.
En ese lugar vivió cuando llegó a la Ciudad de México para probar suerte, primero, en una subsecretaría de Gobernación en tiempos del PRI, para, posteriormente al ganar el PAN la presidencia en 2000, entrar recomendado al ILCE.
Ahí, en Felipe Villanueva 20, rentaba con un grupo de funcionarios públicos, algunos de Reynosa, Tamaulipas, y pocos de Monterrey, como José María Garza Cisneros, su amigo y quien fue coordinador administrativo del organismo descentralizado.
Tan cercana fue su relación, Garza González como encargado de varios proyectos de comunicación, y Garza Cisneros manejando los recursos económicos, que el primero lo invitó a trabajar en el Gobierno de Nuevo León en Comunicación Social.
En plática con Hora Cero en su oficina de la colonia Mitras Centro, Garza Cisneros, que duró apenas tres semanas como director administrativo de esa dependencia, dijo desconocer cómo su amigo acumuló más de 13 millones 525 mil pesos para comprar las cuatro propiedades cuando ambos estuvieron en el ILCE.
“Chema” Garza –como lo conoce Eloy– se remonta al pasado: dice que trabajó en la administración estatal de Benjamín Clariond Reyes, y antes cuando “El Benjas” fue alcalde de Monterrey.
Trabajó en la Dirección de Adquisiciones en tiempos de Xavier Doria González, el ex tesorero de Nuevo León enviado a la cárcel cuando se descubrió un peculado de 173 millones de pesos y cuentas bancarias en bancos de Texas a nombre de una servidora doméstica.
Volviendo al Distrito Federal, el condominio de Garza González tiene 44 metros cuadrados de superficie y 154 de construcción; su valor catastral es de 883 mil 24.30 pesos, pero el valor real se aproxima al millón 500 mil pesos, según uno de los propietarios de otro departamento del mismo edificio.
Cuando quien escribe visitó el sector (lunes 22 de febrero) se pudo constatar que es un sector de alta plusvalía de la Delegación Álvaro Obregón, en el la zona de Insurgentes Sur rodeado de edificios, casas de rústicas y colegios privados.
La cuarta propiedad de Garza González se ubica en la misma manzana donde está la Nunciatura Apostólica de El Vaticano, punto de reunión de delegaciones diplomáticas acreditadas ante el gobierno mexicano.
La renta mensual de un condominio de mayores dimensiones oscila entre 12 y 14 mil pesos. Pero el 501 de Garza González, de 44 metros cuadrados, ya tiene varios meses deshabitado, contaron algunos vecinos.
Y por si hubiera dudas de que el departamento del quinto piso del edificio ubicado en la esquina que forman las calles Felipe Villanueva y Guty Cárdenas es del supuesto subsecretario del Trabajo de Nuevo León, hay que leer las dos palabras colocadas en el pizarrón de inquilinos o dueños: “Lic Garza”.
ELOY, ENTRE
TRAICIONES Y LAS VENTAS
Obligado a presentar su renuncia al ILCE cuando Reyes Tamez Guerra dejó la SEP y entró Josefina Vázquez Mota (2007), Eloy Garza González regresó a Monterrey para tomar nuevos rumbos, entre ellos como editorialista de http://www.los tubos.com en donde tuvo un espacio titulado: De Santos y Herejías.
Con un estilo irónico que recuerda las columnas de Federico Arreola en sus inicios en El Porvenir, sus artículos fueron abundantes. Escribía casi a diario hasta que entró a la campaña de Rodrigo Medina de la Cruz como el responsable de escribir sus discursos; luego se ganó la elección y recibió su premio en Comunicación Social.
Pero embriagado por tantas letras, Garza González no cuidó un detalle cuando intentó presumir que, trabajando en la Ciudad de México, tuvo contactos al más alto nivel en el mundo de la política, al grado de “morder la mano que quien le daba de comer”. Y algo más para llegar a ser un exitoso inversionista.
En su columna de julio 9 de 2008 contó a detalle un encuentro con Marcelo Ebrard, recién electo jefe de gobierno perredista del Distrito Federal. Pero aún peor: él mismo confiesa que como vendedor siendo funcionario de jerarquía y de confianza del ILCE, recibiendo su sueldo del gobierno panista de Vicente Fox Quesada.
Haciendo memoria, Marcelo Ebrard tomó protesta en diciembre de 2006 y ya estaba en la mira de Garza González como potencial cliente, de un negocio sobre unas lonas que –según el mismo vendedor– se imprimieron y se colgaron en calles y avenidas de la capital del país con la leyenda: “Fox: traidor a la democracia”.
Vaya, Eloy Garza González, un soldado del PRI hasta que entró a servir al PAN. Y en su papel de vendedor de lonas (se desconoce la empresa para la cuál trabajaba estando en la nómina del ILCE), traicionando a ambos para hacer negocios con el PRD.
Por su valor revelador, enseguida se transcribe la columna de Eloy Garza González del 9 de julio de 2008 titulada: “Ranchera dedicada a Mercelo Ebrard y amigos que la acompañan”:
LA DISPUTA
Recién estrenado Marcelo Ebrard como jefe de Gobierno, le vendí lonas impresas con la leyenda: “Fox: traidor a la democracia”. Lo conocí en casa de Oscar Luebbert, hoy alcalde de Reynosa, y de entrada pensé muchas cosas buenas suyas, menos que era de izquierda. Para ser rojo le sobra altura, le falta bronceado, y haber pisado la cárcel por una causa justa. También le faltaba esposa pero eso lo arregló durmiendo con actriz de telenovelas. Lo que sí ostentaba era un amigo en las buenas y en las malas: Joel Ortega, de quien nunca se separó, ni cuando llegó el mariachi para que Ortega cantara sus rancheras (juro que cantó “si nos dejan, nos vamos a querer toda la vida”, o a lo mejor fue otra, ya ni sé).
En casa de Luebbert conocí la flora y fauna del PRD capitalino. Cantaban como si fueran turistas coreanos del Tenampa. Devoraban los canapés como desquitando el postrero acto de campaña. Luego ya no comerían pero seguirían siendo voraces. Alguno, como Ortega, pudo saciarse comprando piso en Miami, contiguo a la mansión de Thalía Mottola, a lo mejor soñando que saliera en negligé. Pero la chica nunca apareció y ellos la olvidaron cantando rancheras como quien deshoja margaritas. Y es que ser romántico es defecto del izquierdista de manual. Eso, y la afición por la cantada. Digo, todos menos Marcelo, que no es de izquierda porque odia los mariachis y no sabe cantar, por lo que se resignó a estudiar en París (exilio de cantantes fracasados). Es el único leído del Sol Azteca y su pila de libros le alcanzan para dos veces su tamaño, y sin zapatos. Porque el Peje apenas repasa por encima los libros que publica. Y Cuahutémoc nomás revisa expedientes que le envía Gobernación para aprenderse bien su parlamento petrolero.
Por afinidad ideológica ¿porqué Marcelo no es de izquierda y yo tampoco? le mencioné su tesis académica sobre la crisis del sindicalismo en México. Le dije que la había leído dos veces y compartí la crítica que le hizo a la CTM y a don Fidel. Me agradeció otras dos veces el cumplido de leerlo y me despedí del académico que tiene todo para ser de izquierda, menos ideas, carácter, cara, anteojos burgueses y la Mariagna. Luego recordé que la tesis que leí sobre el sindicalismo es de Camacho, no de Marcelo.
Digo entonces que yo vendía lonas impresas y Ebrard me ofreció comprar miles a dos tintas y en vinil. Eran los días del plantón de Reforma, con sus carpas de circo ciudadano, acarreados de doscientos pesos y la Poniatowska tomando notas para el peor libro de su irregular bibliografía. Calculé la cantidad pedida y solté el precio por metro cuadrado. Reinó el silencio en casa de Luebbert. El jefe de Gobierno me dijo “va”, las impresoras comenzaron a imprimir a control remoto, Fox fue traidor a la democracia en diez series de mil pendones y no volví a ver un cinco de las arcas de Marcelo. O sea que no me pagó.
Luego supe que no sería yo el peor tratado por el jefe de Gobierno. Fui vejado, apachurrado y socavado a la usanza del News Divine. Pero no me fotografiaron cual presidiario. Ni me formaron en fila india. Y menos pedí las cabezas de seguridad pública, empezando por Joel Ortega. Si lo hubiera hecho se hubiera salvado de las columnas de ocho. Ahora sería intérprete de José Alfredo en un antro retro de la Condesa, o en un bar de Florida.
Por eso Ebrard jamás será presidenciable. Lo digo sin despecho: pero es que no cumple compromisos, se le empalman cadáveres juveniles en el armario, y su opción de pasar a la historia es nula, desde que sus propios agentes le bloquearon la salida. Así ni cómo: de nada le bastará correr a Ortega, ni cantarle a la prensa que la distancia entre los dos es cada día más grande (además, ya dije que no sabe cantar).
Noches más tarde fui en Metro a Reforma, a la altura de la Diana. Llovía sobre el perredismo estancado en la avenida. Dormían cuerpos sobre cuerpos como si fuera redada de Joel Ortega. Era un verano tormentoso, típico del DF. Los pendones contra Fox se caían de los postes y el agua los arrastraba como mareas de plástico. Los únicos erguidos eran los bronces de los héroes patrios. Quise guarecerme con una de las lonas que yo había impreso pero me la arrebató un viejo comunista que se meneaba al caminar (supe que era comunista porque son los seres más egoístas del planeta). “Es mía”, me reclamó, al más puro ejemplo marxista de propiedad privada. Pero es que ya nada era suyo, ni mío, ni de nadie, y la Ciudad de los Palacios se hundía en el pantano negro y amarillo de la desfalcadora anarquía.
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“El pez por su boca muere”
Dicho popular mexicano
(Continuará…).