Pocas personas han sacrificado tanto en esta pandemia por el Covid-19 como el personal que labora en las clínicas y hospitales públicos y privados del país, quienes diariamente exponen su salud por atender a las personas infectadas con este mal.
Sin embargo existen quienes llevan estos sacrificios más allá, como Elizabeth Nevárez, enfermera de la Clínica Número 6 del Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS) del municipio de Apodaca, quien desde hace más de un mes que no abraza al amor de su vida: Renata, su pequeña hija de cinco años de edad.
Y es que Elizabeth forma parte del ejército de profesionales de la salud quienes se encuentran en la primera línea de combate al Coronavirus en uno de los hospitales designados para recibir y atender los casos de la enfermedad en Nuevo León.
Consciente del riesgo que representa no solo para su pequeña, sino para sus padres quienes forman parte del grupo de edad considerados de alto riesgo, Elizabeth decidió dejar con ellos a Renata mientras dure la emergencia.
Desde entonces, buscando reducir lo más posible los riesgos de un probable contagio, el contacto madre-hija se ha dado solamente los domingos, con una reja de metal de por medio, pues Elizabeth decidió respetar la sana distancia.
En entrevista, la enfermera reconoció que la decisión no fue sencilla, pues siempre ha estado muy unida a su hija, quien ve en ella a su mejor amiga.
Intentando hacer las cosas más fáciles, Elizabeth habló con la pequeña y le explicó las circunstancias que la obligaban a dejarse por una temporada en casa de sus abuelos. Afortunadamente la menor supo comprender las razones de su madre.
En un principio las cosas funcionaron, pues la enfermera se aseguró que la niña se llevara sus juguetes favoritos y una tableta con la que todos los días sostiene con ella una videoconferencia donde la ayuda a hacer sus tareas.
Sin embargo conforme han ido pasando las semanas, el encierro está comenzado a afectar a la niña, quien no se conforma con ver a su mami a través de una reja de metal.
Esto ha sido lo más duro para Elizabeth, quien tiene que hacerse fuerte al invitar a su hija a que busque un abrazo o un beso.
Incluso, en estos días cuando la pandemia ha ido avanzando en Nuevo León y los casos positivos han comenzado a incrementarse, la enfermera ha tenido que renunciar a alguna visita dominical, pues durante esa semana le tocó que hubo personas infectadas quienes fueron atendidas en la Clínica 6.
Y aunque el trabajo es una excelente terapia para mantenerla ocupada y no pensar que han pasado semanas desde que abrazó a su hija, cada noche, cuando llega a su casa y la encuentra sola, la nostalgia la invade.
Es entonces cuando comprende lo poco que se ha valorado cosas tan sencillas como un abrazo, un beso, un momento junto con sus seres queridos.
Hoy que la pandemia avanza y la lucha continúa, esta enfermera se da tiempo para soñar que en poco tiempo volverá a abrazar y apapachar a su pequeña Renata, quien estará feliz de esta de nuevo a lado de su mami.