Han permanecido activos desde el inicio de la contingencia sanitaria por el Covid-19, la mayoría por necesidad más que por gusto.
Y aunque son parte del ejercito aliado para que la población permanezca sana durante la pandemia, la remuneración que perciben apenas y les alcanza para subsistir. Se trata de los repartidores de comida.
Ya sea que laboren para una aplicación digital o directamente con algún restaurante, los repartidores tienen desde marzo arriesgando su propia integridad para garantizar la comida de los trabajadores esenciales o de aquellos que no quieren salir a la calle.
Flavio Rodríguez de 45 años de edad es uno de ellos. Hace dos años, el vecino de la colonia Altavista, al sur de Monterrey, se quedó sin empleo y para amortiguar la ausencia de un salario fijo se registró como repartidor de comida en la app Uber Eats.
Por casi 24 meses, el regiomontano laboró diariamente por cerca de cinco horas en la aplicación para alcanzar ganancias dignas que le permitieran, ahora a él, llevar comida a su hogar.
Sin embargo, la llegada del Coronavirus, como a la mayoría, trastocó sus ingresos.
Y es que, las medidas de prevención de las autoridades federales y estatales mandaron a casa a la mayoría de los trabajadores, quienes eran su principal destino de entrega.
Tras el llamado del “quédate en casa” las solicitudes de pedidos comenzaron a descender de manera estrepitosa y con ellas, sus ingresos.
Hoy, don Flavio no sólo gana menos, también tiene que trabajar el doble de horas para llegar a una cantidad suficiente que le permita cubrir los gastos del hogar.
“Sí ha cambiado mucho porque antes trabajaba nada más cinco horas y ahora tengo que trabajar nueve o diez horas porque no hay mucho trabajo”, expresó mientras aguardaba por pedidos bajo la sombra de un toldo en la zona del Tecnológico de Monterrey.
Y es que, ante la baja de pedidos, la aplicación también redujo las ‘tarifas dinámicas’, lapsos en los que el cobro del servicio aumenta debido a la demanda.
Hoy, don Flavio recibe 35 pesos por viaje, que en un día, si bien le va, se traduce a 600 pesos por 10 horas de trabajo bajo el sol.
Su esperanza diaria siempre está puesta en las ‘horas pico’ del día, que son: de 7:00 a 9:00, de 14:00 a 15:00 y de 19:00 a 21:00 horas.
Su teoría radica en que la gente dejó de comprar de comer por temor a gastar, ante la economía inestable, y porque al estar en casa ya tienen más tiempo para cocinar.
“La gente dejó de comprar porque se quedaron sin trabajo o los que están en casa ellos mismos cocinan. Cuando hay escuela o trabajo normal la gente no tiene tiempo para hacer de comer y ahorita ya no.
“Muchas oficinas en San Pedro o al sur de Monterrey que son las zonas en las que yo me muevo están cerradas y por eso ya no hay mucho trabajo”, aseveró.
Los fines de semana también dejaron de ser ‘los días fuertes’, pues asegura que desde las restricciones de movilidad todos los días son lo mismo.
“Antes de la contingencia sí nos beneficiaba mucho los fines de semana. Ahorita a lo mucho el domingo es cuando puede subir un poquito la demanda, pero nada más. Ya todos los días son iguales”, indicó.
Y aunque todas las aplicaciones de comida, al igual que las de servicio de transporte, han implementado la opción de propina para sus clientes, reconoce que pocas personas acceden a darle un extra.
“Mira, por ejemplo, ahorita hice me dieron un peso de propina, más que nada es simbólico y lo entiendo porque la situación es muy difícil para todos”, mencionó.
Entre los cuidados propios y los del manejo de comida, don Flavio recorre las calles del sur de Monterrey entregando comidas a domicilio, todo, con el fin de poder llevar también alimento a la suya.