Ocho de la mañana, un contingente de soldados, Fuerza Civil, Protección Civil de Santiago, Nuevo León, y otros municipios avanzamos a buen paso por la brecha que une a La Nogalera, en el municipio de Santiago, hacia la sierra que domina el Cañón de Huajuco donde el incendio inició hace cuatro días. El fuego sigue con mucha intensidad y amenaza con propagarse del otro lado de la montaña e incendiar los bosques de pino ubicados en los parajes de Puerto Genovevo, eso significaba un desastre de gran dimensión similar al incendio sufrido en 2008. En aquel entonces, el fuego arrasó con muchas hectáreas de vegetación y árboles de la zona más verde y turística de la sierra de Santiago.
El primer punto es el Puerto del Aire donde Francisco Ramón Rosales, “El Swat”, comandante de Protección Civil del Estado y jefe de la expedición, nos recibe y nos da las consignas y recomendaciones para llegar a la zona de incendio ubicada a cuatro horas de caminata en plena sierra.
Me encuentro en la parte media del contingente y escucho el ruido y las voces de los que van adelante y atrás de mí, todos con excelente ánimo y gran motivación en combatir el incendio. Sus armas de fuego han sido cambiadas por rastrillos, machetes, motosierras y hachas. Al principio seguimos la vereda, desde el Puerto del Aire hacia la cima de la segunda montaña donde observamos todo el valle extendiéndose frente a nosotros. Un panorama increíble.
A partir de allí ya no hay brechas y las cuatro montañas siguientes las tenemos que subir a flanco de las mismas, siguiendo las marcas que los soldados y los tres guías, habitantes de la zona de La Cieneguilla, dejan para señalar el paso entre matorrales, piedras y vegetación espinosa de toda clase.
A medida que subimos el olor a madera quemada se hace más fuerte cada vez recordando a todos que la caminata tiene una meta: “Combatir un incendio”, y del cual desconocemos su magnitud, lo que provoca más expectativa. No sabemos lo que vamos a encontrar.
Los helicópteros cargados de agua pasan arriba de nuestras cabezas. Son dos de Protección Civil de Nuevo León que, por tener un balde de agua, sostenido por una línea muy larga y amovible, son utilizados para apagar árboles o puntos precisos y dos helicópteros más, uno de la Sedena y otro de la Policía Federal, mucho más grandes que los dos primeros que tienen su balde de agua más grande, pero con una línea más corta y son utilizados para apagar áreas incendiadas.
Llegando a la cima de la quinta montaña el contingente empieza a dividirse para atacar el siniestro en distintos frentes de acción. Algunos se dedican a tumbar árboles secos con hachas, otros hacen guardarrayas para impedir el progreso del fuego. Los soldados y la Fuerza Civil, mientras tanto, hacen un helipuerto en una zona plana para permitir que los helicópteros aterricen para el suministro de víveres, agua, gente y herramientas.
Hacia las cuatro de la tarde llega una buena noticia. “El Swat” nos comunica que la bajada se hará por helicóptero, y que tenemos que estar a la 5 de la tarde en el flamante helipuerto que los soldados y Fuerza Civil hicieron en la mañana. Todos emprenden el regreso por el bosque y nos reunimos en el área de despegue. En un remolino de viento aterrizó el helicóptero de Protección Civil y en varios viajes bajamos en 5 minutos lo que se nos tomó cuatro horas subir. La tarea cumplida de los cuerpos de rescate fue decisiva porque al día siguiente el incendio se extinguió por completo. La tragedia consumió 65 hectáreas.