
Una algarabía ambientaba las calles de la Independencia, mientras la gente recorría con mucho fervor esas arterias para poder llegar al Santuario de Nuestra Señora de Guadalupe y pagar alguna mandar bien simplemente visitarla en su hogar.
Y es que como cada año, miles de feligreses se dieron cita en la Basílica que se ubica entre las calles Libertad, Tepeyac, Jalisco y Guanajuato para festejar a la Virgen Morena, como algunos le llaman.
Danzas, puestos de dulces, comida, veladoras, imágenes, churros, chapurrado, entre otras cosas, era lo que se podía apreciar en esas calles de la mítica colonia en donde se han escrito miles de historias.
El colorido de las calles en sus alrededores, invitaban a cualquiera a pararse frente algún puesto para comprarse un churro, un elote asado o un delicioso caramelo, esos tradicionales bastones multicolor que envuelven desde el más chico al más grande.
Había de todos tamaños, era cuestión de elegir o del bolsillo, pan de pulque, antojitos mexicanos y otros souvenir como ollas y cobijas.
“Pásele le pongo uno, le pongo otro, le gusta peludito, también se lo puedo dar, échale otro a la doñita”, era otro de los atractivos para los peregrinos que acudieron al Santuario, se trataba de vendedores de cobijas del sur que son conocidos por vender con frases en doble sentido.
Ese deleite de discurso con una voz que se distorsiona a través de un micrófono pegado en la boca, contrasta con la fe que se vive y se siente en cada uno de los guadalupanos.
En fin, todo al rededor de la basílica era un manjar para la vista y los oídos, más cuando se escuchaba como los vendedores hacían su ‘luchita’ para atraer más clientes
“El patrón se volvió loco, el patrón se volvió loco”, gritaba Etan de 8 años, quien desde que tiene uso de razón acompaña a sus padres y abuelos a vender dulces en su puesto ubicado sobre Juan Pablo Segundo, antes Castelar.
En ese pequeño local, Don Chuy (abuelo de Etan) y su familia, cada año venden dulces para todos los que asisten con la ‘Morenita del Tepeyac’, cuando inició eran sus hijos, ahora hasta los nietos ayudan para hacer más ligera la carga.
Mientras unos hacen fila para llevarse esos ricos y suculentos churros de azúcar acompañados de un chapurrado bien caliente, otros la hacen para comprar caramelos o imágenes.
La imagen o escultura de la Virgen no pueden faltar con todo tipo de precios y tamaños, desde los 150 hasta más de 500 pesos.
Los vendedores también aprovechan para ofertar al ‘Niño Dios’ antes de la Navidad, una imagen que según las abuelitas tiene que ser regalada para que no se rompa y dure más.
Como cada año, fueron las peregrinaciones de empresas, escuelas o comunidades parroquiales, acompañados de coloridos matachines con indumentaria colorida, chanclas con planta de metal, arcos y penachos.
Los viejos de la danza, figuras que espantan a la gente con sus horribles máscaras y un chicote, también fue común verlos desde el 12 de noviembre, pero no se diga la noche del 11 de diciembre.
El tumulto en Juan Pablo Segundo era casi imposible que se moviera, miles de personas atiborraron la calle que da acceso a la entrada principal del Santuario, sobre todo en la noche del 11 de diciembre y la madrugada del 12.
Por eso la Secretaría de Vialidad y Tránsito instaló un cerco de seguridad algunas cuadras a la redonda, haciendo que el tráfico se intensificara en las calles aledañas como Nuevo León, San Luis, 16 de Septiembre, 2 de Abril, entre otras.
El origen
A la ‘Morenita’ se le festeja desde hace más de 491 años, cuando se le apareció a Juan Diego en el cerro del Tepeyac para que mandara un mensaje y que le construyeran su santuario en ese lugar.
La prueba de que la aparición fue real fueron unas flores de Castilla, que no se daban en ese sitio y mucho menos en esa época del año.
Cuando Juan Diego fue con las cabezas de la Iglesia en ese tiempo, en su ayate llevaba las flores y cuando las dejó caer frente a los religiosos, la imagen de la Virgen María de pronto apareció.
En esa época era común que se adoraran a diversos dioses en México, por eso la simbología de la Virgen de Guadalupe es que era más grande que todos esos dioses.
Es por eso que decidió aparecerse sobre la luna, tapando al sol y con un manto cubierto de estrellas, dando a entender que estaba por encima de todos esos dioses que los aztecas adoraban.
Tiene el cabello suelto y un listón que era símbolo de virginidad para los aztecas; además tiene la piel morena contrario a otras vírgenes del mundo, como similitud con la raza mexicana.
Datos curiosos
Científicos han estudiado el ayate de Juan Diego y entre los descubrimientos más destacados se encuentra que no tiene muestras de pinceladas, además los colores no tienen alguna relación entre los derivados de animales, vegetales o minerales, se trata de un pigmento desconocido.
Tampoco se ha logrado explicar como después de 491 años sigue conservándose de manera casi intacta cuando una tela es común que no dure más de 20 años.
El ácido que un fanático dejó caer en el manto, tampoco hizo daño alguno, lo que resulta increíble para los expertos y no tan expertos.
Además en 1921 otro extremista colocó una bomba debajo del cuadro donde se conserva y todo se destrozó, excepto el ayate donde se encuentra la imagen de la Virgen María, otro suceso inexplicable para los científicos.