
No es un Van Gogh o un Greco y mucho menos Goya, pero con su talento para dibujar hace sus mejores obras: retratos, paisajes o ánimes.
Sentado en el piso y con su pequeña exhibición sobre la banqueta de un corredor comercial en el centro de Monterrey, Carlos Adrián de la Paz, de 26 años, hace sus trazos.
Tiene consigo sus principales herramientas de trabajo: lápices a carbón, papel en blanco, restirador individual y su concentración.
Mientras la gente transita por ahí, él hace uno de los tantos retratos del día. Poco a poco traza los ojos de un hombre, quien posa en una foto junto a su novia.
“Haré este retrato y no es difícil porque lo que más me gusta dibujar es la figura humana, ya es expresiva y tiene muchos detalles. Aunque no los ve uno a simple vista al hacer el dibujo hay que trazarlos para darle realce a la imagen”, expresó Carlos Adrián. `
Para las personas que llegan a su pequeña exhibición, no les pasa desapercibido el apreciar su trabajo. En cuanto se detienen, lo ven a detalle y le preguntan cuánto cuesta y cuánto tiempo tardaría en dibujarles.
“Valen 100 pesos y si no puedes posar con que me traigas una foto impresa o del celular, puedo hacer el trabajo para entregarlo de un día a otro o dependiendo de la carga que tenga”, contestó.
El muchacho al que dibuja va tomando forma, fue definiendo algunas de las facciones con el carboncillo para delinear mejor el rostro.
El retrato quedará idéntico a la foto. De eso no hay duda, en cuanto se compara una imagen con la otra o cuando se observan sus obras terminadas.
“A veces o casi siempre no me gusta mi trabajo y lo digo sin presunción, en ocasiones pienso: si hubiese podido tener más tiempo o contar con otras y mejores herramientas me habría quedado excelente”, dijo.
Carlos Adrián está ávido por ser cada vez mejor en lo que hace, por eso cada día que pasa perfecciona su arte con la práctica, leyendo y aprendiendo de los grandes en esa industria.
LOS LIBROS E INTERNET HAN SIDO SU MEJOR ESCUELA
El joven dibujante no estudió una licenciatura en artes plásticas o pintura. Desde niño ha tenido el gusto por hacer sus propios trazos como algo innato. Desde edad temprana empezó su sendero como un juego, pero con el paso del tiempo lo convirtió en su oficio y pasión.
“A pesar de que no tengo escuela, he aprendido mucho. Conozco a los pintores y sus obras a través del internet o por sus libros, pero también he tenido contacto con maestros de dibujo locales”, comentó Carlos Adrián.
Leer y poner en práctica las técnicas de dibujo entre otras tantas teorías sobre este arte, han sido su mejor aliado en el camino porque sin necesidad de acudir a las aulas, plasma lo que ve o le piden y lo hace bien, considera.
“Uno conoce su capacidad y talento pero también estoy consciente que hay que pulirlo, por lo tanto, sigo preparándome leyendo a artistas contemporáneos y fusionó mi toque personal para hacer mejor mis dibujos”, dijo.
El aprendizaje sobre dibujar lo tiene día con día. Cada que traza una línea sobre un lienzo de papel empieza un nuevo reto: “me tiene que quedar mejor que el primero”, expresó.
Y no es que sea presuntuoso de su oficio, pero su imaginación y talento se desarrollan al instante de tomar el lápiz y el papel. “Muchos me preguntan cuánto cobro por dar clases pero no lo hago porque a mí nadie me ha cobrado”, aseveró.
Argumentó: “yo prefiero compartir conocimiento y verlo plasmado en las obras de otros”. Al término de esta declaración Carlos Adrián ya había realizado el boceto de la novia junto a su pareja.
El ruido de los camiones, el bullicio de la gente y la música de su celular, más allá de abrumarlo, le ayudan o amenizan sus horas sentado al tiempo que marca los ojos de la mujer a la que dibujaba.
“LOS ESPACIOS PARA MOSTRAR SU ARTE LOS HACE UNO”
Cuando conozcan el trabajo de Carlos Adrián al pasar por ese corredor comercial sobre la calle Hidalgo se podrá cuestionar qué hace él ahí, sentado en el piso y elaborando retratos de calidad.
Ante ese panorama que pudiera ser incongruente para muchos, él dice: “sí hay espacios para el arte pero a veces los artistas no los aprovechan como deben ser. Por otro lado, creo que el espacio uno lo busca y yo estoy a gusto aquí”, manifestó.
Que sus obras estén en una galería de renombre podría ser un sueño anhelado por el joven, pero por mientras hará las cosas como considera pertinente. Su arte es ambulante y eso también tiene valor, agregó.
Más allá del juicio o perspectiva que él tenga de su oficio o trabajo como lo llama, reconoce que la apreciación a lo que hace se la va a dar la gente, y no el que su trabajo esté expuesto en una galería.
“Es difícil que valoren tu trabajo y más en este medio, pero que alguien tenga ese sentido deja una gran satisfacción. Es un halago que te digan qué bien te quedó pero representa también un compromiso para hacerlo mejor”, afirmó.
“EL RECONOCIMIENTO
TE LO DA LA GENTE”
Carlos Adrián comentó que durante su experiencia al exhibir su trabajo en la calle se sorprende de cómo hay personas que, independientemente de su condición social, valoran su arte.
“Hay quienes vienen y me dicen que cueste lo que cueste les haga el retrato de un familiar porque la foto que tienen se la está acabando la polilla, y hay a quienes les doy el precio regular y me dan un poco más”, destacó.
El joven ha detectado que la persona, sea de clase alta o media baja, sabe pagar lo que adquiere. Ahí se ha dado cuenta que el reconocimiento lo da la gente “sin importar dónde estés”.
“Muchos me apoyan al decirme que le eche ganas porque me irá muy bien y eso es para mí una señal de que no estoy tan mal al trabajar de esa manera en las calles y sentado en el piso”, señaló.
Eran ya las 16:00 horas del día cuando expresó lo anterior. Tenía la mitad del lunes trabajando en el retrato de la joven pareja que aún no concluía, ya que es muy dedicado y no hace las cosas al ahí se va.
Apenas había probado un bocado, “en un rato más voy por un lonche o a comer algo, pero me emociono tanto que pasan las horas y ni me doy cuenta del tiempo; me apasiona dibujar”, aseveró.
LUCHA POR SU ARTE
Aunque su familia le ha brindado su apoyo piensan que “de esto me voy a morir de hambre”, pero y si así fuera a él no le importaría con tal de hacer lo que le gusta.
“Estudié otras carreras pero la verdad, la escuela no es lo mío. Desde niño fui muy distraído en clases pero me ponía a dibujar, los maestros se quejaban con mis padres pero al menos les hacían ver que mis trazos eran buenos y veían ese talento en mí”, recordó.
Aunque no ha tenido un maestro particular para aprender a dibujar, alguien en su familia le regaló materiales básicos para que siguiera su sueño y así lo ha hecho; “he perfeccionado mis técnicas y todo pero me falta mucho por aprender o hacer”, agregó.
Hoy, en lugar de tener la posibilidad de estar en un estudio con la comodidad, está en el suelo, postrado sobre una banqueta de concreto donde se acomoda con sus lápices, retratos y papel para dar vida a una persona o varias, a través de un dibujo a carbón.
Desde hace unos tres años, Carlos Adrián decidió salir de su casa para promover su arte ambulante. Sale desde temprana hora de su hogar y llegada la noche regresa, tras una jornada de “trabajo” para sentir que puede ser mejor o diferente en el rubro, como Van Gogh u otros artistas.
“Me toma una foto para que me dibuje, por favor”, le dijo un anciano.