Son las 14:30 horas del jueves 13 de noviembre de 2014 y Mariela Mendoza Dávila de 26 años regresa a Monterrey después de permanecer dos semanas en la capital de Grecia, hasta donde llegó para visitar a su novio Athanasios Charakampopoluos, originario de Atenas.
Lo anterior podría ser la escena común de una telenovela real de amor a distancia; sin embargo, en la familia Mendoza Dávila esta peculiar historia se ha repetido en cinco ocasiones.
Y es que a forma de humor, los allegados a esta singular familia regiomontana consideran que los extranjeros son los únicos que pueden robar los corazones de las féminas, como ya lo hicieron con cinco integrantes: Ivonne, Mariela, Marcela, Olga y Lorena.
“Una amiga me lo dice: ustedes lo traen en la sangre (relacionarse con extranjeros)”, expresó en tono de risa Mendoza Dávila.
Ni siquiera las montañas de la ciudad lograron encerrar el apellido de estas jóvenes, quienes han encontrado el amor del otro lado del océano Atlántico, en el también llamado viejo continente: Europa.
Gracias a la tecnología, a programas de intercambio y juegos del destino, la internacionalización es una singular característica de dicha familia regiomontana, que ha llegado hasta Inglaterra, Italia, Polonia y Grecia.
“Nunca me imaginé que iba a andar con un extranjero. Una vez jugando con mi prima, que se había casado con un italiano le dije que yo me quedaría con un griego, pero eso fue mucho antes de conocer a mi novio, yo lo hice en juego y al final de cuentas sí conocí a un griego. Pero nunca me imaginé, ni me pasó por la mente, ni buscaba a un extranjero”, comentó la joven, quien se graduó de diseño gráfico en la UANL.
Fue en Badoo, un sitio en Internet para contactar personas en donde nació la historia de romance entre la mexicana y el griego.
Un acontecimiento que llegó de forma repentina en febrero de 2013, pues como declara la joven, ni siquiera estaba interesada en conocer a alguien por la red.
“Lo conocí por Badoo. Ni siquiera pensaba conocer a nadie, le estaba ayudando a una amiga a conocer a otros chavos y de repente nos metimos a ver perfiles de otros países y como se queda grabado tu perfil en esa página de cuando visitas a alguien, pues él me contactó”, afirmó la vecina del municipio de Monterrey.
“Comenzamos a hablar desde febrero de 2013, hablábamos en inglés y después de dos meses de conocernos él vino a Monterrey en abril de 2013 para saber si teníamos el mismo clic en persona que en Internet”, agregó.
Dos meses de pláticas constantes, a pesar de la diferencia de horarios e idioma, fue suficiente para que Athanasios Charakampopoluos se aventurara a tomar un vuelo desde Grecia a Monterrey para conocer a la regiomontana, aunque ni siquiera supiera español y usaran como idioma de comunicación el inglés.
La intención del joven de 31 años era conocer si la química que lograban por Facebook y Skype era la misma en persona.
“No sé cómo se aventó a venir, nada más como lo sintió y se vino. Sólo fue por sentimiento o corazonada que se aventó a venir a Monterrey”, dijo Mariela.
“Seguimos hablando por Facebook, por Skype, hablábamos de su intención de buscar trabajo para venir a Monterrey”, agregó.
Su visita de dos semanas a la capital de Nuevo León confirmó que no sólo se trataba de un noviazgo de redes sociales, sino que era real.
Luego de permanecer 15 días en Monterrey, el joven griego regresó a su país de origen, desde donde intentó buscar trabajo en la Sultana del Norte para vivir cerca de su enamorada, sin el resultado esperado hasta el momento.
Un año después de conocerse, en febrero de 2014, Athanasios Charakampopoluos regresó a Monterrey para visitar a Mariela por tres semanas.
“No tuvo shock cultural porque es muy parecida la cultura griega a la mexicana, es todo muy familiar, como que las familias son muy similares en cuanto a la cultura”.
Para su segunda visita a México, el joven griego ya había estudiado un poco de español, por lo que logró comunicarse un poco más con su futura familia política, aunque el lenguaje universal de señas siempre fue el más productivo para poder transmitir sus ideas.
En noviembre de 2014, ahora fue el turno de la regiomontana en cruzar el Océano Atlántico para conocer el país de su enamorado.
El apellido Mendoza Dávila se erigió en el famoso Partenón griego, hasta donde Mariela llegó para convivir con su enamorado, a pesar de la barrera del idioma.
“En noviembre de 2014 fui para allá. Me gustó mucho, más que nada yo iba de paseo porque yo no iba con el interés de encontrar trabajo allá”, indicó la diseñadora gráfica.
“La gente es muy amigable, no conocí muchos lugares porque pasé más tiempo con él”, añadió.
A casi dos años de noviazgo, la relación entre Mariela y Athanasios parece solidificarse cada vez más. El tema del matrimonio ha sido tocado en sus pláticas, pero aún no ha definido nada.
A pesar de que su relación con el griego es aceptada por sus padres, los antecedentes de primas que se han mudado a los países de origen de sus parejas, no es una idea que seduzca a la madre de la joven regiomontana.
“Mi mamá está con el miedo de que yo me vaya para allá. Quiere que mejor se venga él, no quiere que me vaya”, puntualizó.
Y es que el temor de su progenitora radica en que en la familia, ya tres integrantes han empacado maletas para radicar en los países de origen de sus parejas.
El anhelo de la madre es que su hija menor repita el modelo de su hermana Ivonne, quien se casó hace un par de años con John Douglas, un inglés con el que vive en Monterrey y con el que procreó dos niñas.
MILAGROS DE LA INTERNET
Ella de Monterrey, Nuevo León y él de Coventry, Inglaterra. A más de mil kilómetros de distancia, Ivonne Mendoza Ávila y John Douglas coincidieron en el sitio de encuentro por excelencia de las nuevas generaciones: la Internet.
Hace siete años, su hermana Mariela le sugirió como amigo virtual a John, a quien había encontrado en una página de Internet del grupo británico The Clash.
Para mencionadas fechas, Ivonne estaba reacia a utilizar redes sociales como forma de contactar con personas, pero finalmente fue convencida por su hermana.
“Abrí mi perfil de Facebook, me aceptó y comenzamos a platicar. Al principio no coincidíamos por el horario, en Inglaterra son seis horas de diferencia, yo trabajaba hasta las 6 de la tarde, entonces cuando llegaba a mi casa para él ya casi era la 1 de la mañana y nunca coincidíamos”.
La interacción entre ambos se limitaba a pequeños comentarios en fotos de Facebook o mensajes en el muro.
Sin embargo, en abril de 2009 un malestar en las anginas bastó para que Ivonne permaneciera en cama por una semana, lapso en el que la computadora fue su principal distracción y en el que coincidir más con su ahora esposo John.
“No iba al trabajo y me conectaba en la mañana y empezamos a hablar. Después de eso, él ya empezó a esperarse en las noches para platicar conmigo un rato. Los fines de semana poníamos la cámara. Después tuvo otro trabajo en donde entraba más tarde y lo que yo hacía era dormirme temprano, me conectaba a la 1 de la mañana cuando él llegaba del trabajo y empezamos a platicar más”.
Luego de platicar diario por más de cuatro meses, el inglés tomó sus maletas y viajó hasta Monterrey para conocer a Ivonne en enero de 2010. Para esa fecha, la pareja ya tenía el título de novios desde el 24 de junio de 2009.
“Ya en Monterrey hubo química, nos gustamos. Él se regresó 10 días después y dijo que iría a Inglaterra sólo para venirse a vivir a Monterrey. Se fue a Inglaterra, vendió su carro, vendió unas cosas que tenía, compró su boleto de regreso en junio de 2010”, comentó Ivonne.
Una vez establecido en Monterrey y ya con trabajo en 2011 la pareja se casó.
A pesar de las diferencias culturales, el inglés ha logrado adaptarse a las tradiciones mexicanas.
Actualmente, Ivonne y John son padres de dos pequeñas: Isabella y Bárbara, quienes en casa tienen al español e inglés como lengua madre.
A principios de 2012 Ivonne, John, Isabella y Bárbara viajaron a Inglaterra para conocer a su familia política, una historia que en la familia Mendoza Dávila no es aislada.
Al igual que sus primas y hermana, Ivonne jamás imaginó casarse con un extranjero, aunque entre pláticas las características de su actual esposo hayan salido a relucir como el prototipo de chico que quería en su vida.
“Yo siempre dije que me iba a casar con un inglés de ojos azules. No lo busqué como estar buscando novio. Yo nunca usé las redes sociales para eso”, afirmó entre risas la mayor de las hermanas Mendoza Dávila.
La internacionalización de estas mujeres ha abarcado ya a sus parejas, pues en el caso de John una de sus prioridades es aprender español para poder comunicarse de forma más eficiente.
“Él entiende y lee el español, pero los verbos no los puede conjugar, sólo en presente”, mencionó Ivonne.
Así como los peculiares casos de Mariela e Ivonne, están los de Marcela Mendoza Córdova, quien al irse de intercambio a Alemania conoció a su futuro esposo polaco; Olga, quien hace casi 10 años encontró a su actual marido italiano en una boda en Monterrey y Lorena, que también reside en Italia.
Las cinco mujeres, además de compartir apellido y regionalismo, comparten la fortuna de que cupido las flechó fuera de las fronteras mexicanas.