Desde tiempos ancestrales las máscaras han constituido un elemento distintivo de la cultura mexicana: iniciando con las antiguas civilizaciones que las usaban como parte de rituales religiosos, hasta la popular lucha libre que en la actualidad continúa fomentando su uso.
Y es que de acuerdo al periodista Edgar Martínez, aficionado de este deporte, las máscaras se han convertido en un accesorio de la identidad azteca, a tal grado de que en los estadios internacionales de futbol, si el fanático mexicano no porta una playera de la selección, opta por llevar una máscara.
“A la gente le gusta ponerse este tipo de indumentaria y a quienes nos gusta la lucha libre nos enorgullece”, mencionó el periodista y también fabricante de este accesorio.
La popularidad de esta indumentaria es tal, que incluso ya se logró colar en eventos políticos, artísticos y sociales.
“En la política para atraer un mayor número de público se usan las máscaras”, mencionó el cronista de lucha libre, Andrés Pérez.
“Podemos ver que incluso en los eventos sociales como las bodas, ya se está usando esta indumentaria. Por ejemplo, cada vez es más común que el novio u otro invitado porte una máscara de luchador durante la fiesta”, agregó Edgar Martínez.
Y a pesar de que las civilizaciones prehispánicas fueron las primeras en adoptar el uso de mencionados accesorios, fue sin duda el deporte de la lucha libre el que detonó su popularidad en la cultura mexicana, que durante las últimas décadas vivió la revolución de las máscaras.
“Antes de introducirse al mundo de la lucha libre, nuestros antepasados usaban máscaras de jade, los usaban en los cadáveres, en sacrificios, en danzas y desde entonces hemos escuchado hablar de máscaras, que fueron adoptadas después por este maravilloso deporte que es la lucha libre”, señaló Martínez.
DÉCADAS ENMASCARADAS
Para un luchador, la máscara puede representar más que un simple accesorio, significa su carrera, ya que el principal objetivo de esta indumentaria es crear una imagen, un personaje.
En 1933 fue la primera vez que un luchador enmascarado pisó tierras aztecas, se trató del norteamericano McKey, mejor conocido como Maravilla Enmascarada, quien acorde a Martínez y Pérez, es el antecedente de la moda en el país.
Su llegada no sólo impactó a los mexicanos, también marcó el inicio de los luchadores enmascarados, quienes contra toda incomodidad, se dejaron seducir por las telas y bordados acabados en el rostro.
Casi 10 años después del arribo del Ciclón McKey a México y ya contagiados por la moda de las máscaras, la máxima leyenda de la lucha libre nacional hizo su aparición en los cuadriláteros del país: El Santo, quien acompañado por otros dos grandes personajes del ring azteca, Blue Demon y Black Shadow, aceleraron la penetración de las máscaras en la sociedad mexicana.
“Fue la década en la que se empieza a desatar toda esta euforia en el uso de las máscaras, pero también eran muy rústicas”, comentó Edgar Martínez.
“El Santo debuta el 6 de julio de 1942 con una máscara muy rústica, que empieza a poner de moda las máscaras”, complementó Andrés Pérez.
Acorde a los Martínez y Pérez, El Santo, que irónicamente fue un personaje planeado para ser un rudo, en un inicio no quería ser enmascarado, pero finalmente aceptó portar el accesorio, que con el paso del tiempo se convertiría en su principal atractivo.
Los expertos aseguran que la primera máscara del famoso personaje de plata fue fabricada con cuero de cerdo y que su aparición en los cuadriláteros mexicanos marcaron un antes y un después en el uso del accesorio.
Una década más tarde, era casi obligatorio ver dicha indumentaria en cualquier pelea de lucha libre del país, sobre todo en la capital, hasta donde arribaban contendientes de todos los rincones para probar suerte en sus cuerdas.
“Empezó El Santo, luego llegaron los Hermanos Espanto, también enmascarados y ellos empiezan en esta época a darle un poquito más de movilización a la euforia de las máscaras en la lucha libre mexicana”, comentó Martínez.
Los años 50 también estuvieron marcados porque fue la década en donde iniciaron a proyectarse las películas protagonizadas por luchadores “que le dieron una fuerza tremenda a la moda de las máscaras, especialmente con la filmación del enmascarado de plata”.
Y fue precisamente en esa época, gracias a la televisión, cuando también se creó el estereotipo de súper héroe mexicano, como El Santo o el Huracán Ramírez, según Martínez y Pérez.
En los años 60 apareció una de las máximas figuras de la lucha libre mexicana: Mil Máscaras, un luchador reconocido porque en su careta se dibujaba una risa sarcástica con la que se burlaba de sus enemigos los técnicos.
Curiosamente, este personaje fue primero diseñado por los fanáticos de los cuadriláteros y después ofrecido a un deportista para que le diera vida.
“En los años 60 ya gente mandaba a una revista sus ideas para darle forma a la máscara del personaje, antes de que debutara en el cuadrilátero”, señaló Andrés Pérez.
“Fue considerado el primer luchador prefabricado que ya ingresó al ring con una fama tremenda gracias a la creatividad de su creador”, agregó el cronista.
Los 60 fueron los años en los que se consolidó el cine mexicano luchístico, de donde salieron personajes como Neutrón, Ángel y Satán y el Mil Máscaras.
También durante esta época apreció Fray Tormenta, el único sacerdote enmascarado, cuyo personaje agarró tanta fuerza que se vio obligado a quitarse la máscara “porque había muchas personas aprovechadas, se ponían la máscara y pedían dinero a su nombre, por lo que tuvo que mostrar su identidad para que no se repitiera”.
Casi 40 años después de la llegada del primer enmascarado al país, la fabricación y diseños de máscaras se renovaron: entraron nuevas telas, diseñadores y personajes.
La década de los 70 fue la época en la que se consagraron personajes como el Rayo de Jalisco, Sangre Fría y Mano Negra, cortesía de su creatividad en las máscaras, además de su talento.
“En ese momento el uso de la tela de terlenka era muy socorrida entre los fabricantes de lucha libre”, puntualizó Edgar Martínez.
En los años 70 se repitió la hazaña de la década anterior, en la que los aficionados a la lucha libre crearon a otro personaje de las cuerdas: el Halcón, considerado como un luchado clásico.
Diez años más tarde, en los rings las máscaras se contaban por tres en cada pelea, ya que fue la época en la que aparecieron los tríos, resaltando los Cadetes del Espacio, los Fantásticos, los Dinamita y los Thundercats, entre otros.
Aunado al fenómeno de las tercias, los 80 vivieron el crecimiento de la herencia luchística, pues fueron los años en donde aparecieron los “juniors”, una gama de luchadores que simplemente utilizó las máscaras de sus antecesores.
“Algunos de ellos hijos reales, otros sólo compraron el personaje; sin embargo, respetaron los diseños de sus antecesores. Por ejemplo, el Rayo de Jalisco Junior que se quedó con la máscara exactamente igual, Blue Demon Junior también quedó igual, aunque antes le había hecho modificaciones a su máscara con cuernos que no funcionó”, dijo Martínez.
“La mayoría de los ‘juniors’ repitieron el modelo de sus padres, pero aquí destaca el Doctor Wagner Junior, que usaba una máscara blanca completamente igual a su padre, pero un día va a Japón y para fortalecer la cultura mexicana empieza a agregarle más cosas”, añadió.
En los años 90 la televisión da un impulso importante a la lucha libre mexicana, sobre todo, con la creación de la AAA, y la llegada de personajes con máscaras fuera de lo común como Octagón y La Parka, entre otros “luchadores que hasta la fecha siguen siendo de alto impacto socialmente hablando”.
Pero el nuevo milenio no se escapó de la fiebre de las máscaras, con la llegada del año 2000, también arribó al escenario de la lucha El Místico, uno de los deportistas más conocidos actualmente y quien después se convertiría en el Sin Cara para ganar éxito al norte del Río Bravo.
“Es un personaje muy representativo del nuevo milenio en México, que después se volvió sin cara, que es la máxima carta internacional junto con Alberto del Río”, enfatizó Martínez.
A El Místico, se le une el Rey Misterio, quien inició su carrera muy joven y fue considerado el primer mexicano conocido a nivel mundial, a través de la compañía WWE.
Con la llegada del nuevo milenio, también se registró uno de los cambios más drásticos en la fabricación de las máscaras: la disminución a la mitad, al cortar el área de la melena y la creación de accesorios artesanales.
“También se pone de moda el uso de las máscaras bordadas con lentejuela para darle un plus a esa elegancia que usaban los luchadores, se trata de máscaras artesanales”, dijo Andrés Pérez.
“Ha habido muchas modificaciones en cuanta a la máscaras, ahora hay máscaras con peluche o peluca, es parte de la evolución de las máscaras”, agregó.
Los cuernos, pelucas y semblantes terroríficos e infantiles fueron las más recientes adaptaciones que los accesorios han registrado, ya que la intención es llegar cada vez a más público.
Quienes no se quisieron quedar atrás en el uso de las máscaras son las luchadoras mexicanas, mujeres que decidieron esconder su belleza tras una máscara y algunas de ellas se quedaron así, como la India Siux.
“Algunas optaron por usar su cara cubierta y la capota descubierta para mostrar su cabellera”, puntualizó Martínez.
¿Cómo se fabrica una máscara?
:: “Confección de Mitos” fue el nombre del taller con el que el periodista y amante de la lucha libre, Edgar Martínez, compartió ante decenas de asistentes una de sus más grandes pasiones: la fabricación de máscaras.
Aunque una leyenda afirma que los mascareros no pueden revelar sus secretos, el periodista compartió algunos consejos para elaborar el gran accesorio, como parte de la exposición “Lucha Libre, una historia jamás contada” del Museo del Noreste.
Es por eso que el domingo 28 de julio, armado con una máquina de conocer e innumerable anécdotas, Martínez confeccionó de manera simbólica una máscara que selló su participación en la popular exhibición.
Más que un accesorio para algunos las máscaras son un elemento de identidad, mientras que para otros significan la manera de saciar su afición. Sea cual sea el motivo, lo cierto es que no hay rincón en el planeta en el que no se le relacione a un mexicano con la popular careta.