
El termómetro marca 43 centígrados y Erwin Eduardo se dispone a subir a su tarima para ganarse el pan de cada día como acostumbra desde hace varios años, pero esta vez la diferencia es el intenso calor que se siente directamente bajo el sol.
Así como Erwin, miles de personas laboran bajo la cobija de los rayos solares y lo único que pueden hacer es cubrirse bien con manga larga, gorras, trapos, cascos y tomar abundante agua para saciar la sed y quitarse esa sensación de resequedad en la boca.
Erwin es originario de Sinaloa, pero después de vacacionar en Monterrey se enamoró de la ciudad y como no encontró un trabajo que realmente lo dejara satisfecho, decidió dedicarse a ser una estatua viviente.
Los mejores días son los nublados, cuando la temperatura no rebasa los 27 grados y el frío aunque si le llega a calar hasta los huesos, el calor es lo más duro que tiene que soportar de las inclemencias del tiempo, sobre todo cuando el termómetro sobre pasa los 40 celsius.
El asegura que la pintura plateada lejos de perjudicarle le ayuda, pues sólo siente el brillo del sol y para no dejar de transpirar o que sus poros se tapen con el líquido, la mezcla con aceite de bebé.
“Fíjate lo que hacemos es que diluimos esto con aceite para bebé para que destape los poros y como quiera el aceite ya no entra en la piel, así sudamos y no sufrimos un golpe de calor”, aclaró.
Y aunque destacó que la pintura le ayuda a rebotar los rayos del sol, aceptó que hay ocasiones en que no aguanta y su única opción es refugiarse bajo la sombra de un árbol donde comúnmente descansa cuando se dispone a degustar sus alimentos.
Acompañado de su padre, Erwin todos los días llega alrededor de las 10:00 de la mañana hasta los escalones que están en la Macroplaza frente al inicio de la calle Morelos y Zaragoza.
Una vez que se encuentra listo se tiene que preparar mentalmente para permanecer inmóvil en ocasiones hasta en más de media hora, después de ese periodo realiza un pequeño movimiento, pero tiene que aguantar arriba de la tarima entre una y tres horas.
Todo depende de cuánto dinero vaya juntando en la cantimplora, que es el accesorio donde junta las monedas que le da la gente.
“Si es un día bueno puedo estar durante una hora, pero por ejemplo como en estos días que hace mucho sol, casi no pasan las personas y duro a veces hasta tres, la verdad si llega a ser pesado por eso me tengo que hidratar”, platicó.
El Soldado de Plata se ha convertido en un atractivo turístico desde hace aproximadamente seis años en que llegó a la Sultana del Norte, y en estos días de intenso calor no les puede fallar a las personas.
Pues asegura que ya tiene la fama y el reconocimiento de estar siempre en su punto para alegrar el día a las personas o incluso para servir como escenario para fotografías.
Sus trajes le llegan a costar en ocasiones hasta dos mil pesos, más la pintura que utiliza para retocarlos de color plateado, pero eso es nada comparado con las sonrisas que provoca en los transeúntes.
Hay quienes intentan hacerlo hablar o hacer que reaccione como una persona normal, pero la manera de comunicarse a través de un silbato y las poses casi sin movimiento, hacen que el Soldado de Plata sea más atractivo para los paseantes.
Mientras tanto Erwin seguirá sobre aquella tarima y junto a sus inseparables bocina, rifle y cantimplora para seguir cautivando a los regiomontanos, no importa que tenga que estar consumiendo grandes cantidades de agua para contrarrestar el calor.
Kilómetros bajo el sol
Para David Acevedo Hernández, un vendedor de nieve, el sufrimiento es igual o mayor al de Erwin, pues cuando más ganancias tiene es cuando el calor sofoca a los regiomontanos, pero también es cuando más le pega el cansancio.
Y es que no basta con salir y empujar su triciclo cargado con dos recipientes que pesan más de 20 kilos cada uno, sino que antes de recorrer las calles de la zona sur de Monterrey, primero tiene que preparar la nieve con un artesanal proceso.
Para no contar la receta secreta de David, basta con decir que después de que tiene la materia prima preparada, después tiene que dar vuelta a los recipientes cubiertos de hielo con sal por más de una hora y media.
“Con un brazo y con otro, así lo vamos intercalando, son más de tres horas para poder hacer que la nieve tome su consistencia, ya cuando salgo a la calle voy bien cansado”, platicó el vendedor que habita en Sierra Ventana.
Pensar en su familia y en los gastos que tiene en el hogar le da las fuerzas suficientes para salir a la calle y recorrer más de ocho kilómetros diarios bajo el güero (como llama al sol).
Pero cuando más fatigado se siente es cuando tiene que empujar su triciclo en las pendientes de Mederos o Satélite o de su misma colonia Sierra Ventana, pues aunado a los contenededores con nieve le suma el peso del triciclo y lo que trae de insumos.
“Ahí si se siente bien feo llegó a la casa bien cansado, imagínese tener que empujar todo esto, fácil son más de 60 kilos; en lo planito ni se siente, en las subidas es donde está lo mero bueno”, aseguró.
Pero para poder aguantar la jornada de seis o siete horas, siempre lleva consigo una botella de refresco de 2.5 litros llena de agua y una que otra botella con esa deliciosa bebida negra que algunos llaman coca.
“De repente si me tomo mi coquita, pero por salud y porque ahora ya subió de precio, aquí tengo mi botella con agua, si tengo sed me sirvo en un vaso y lo meto en el hielo para que se refresque un poco”, detalló.
Por si fuera poco, su tiempo de mayor venta es en la tarde, a las horas que el calor se siente más intenso en la ciudad, por eso tiene que salir después del mediodía y regresar mínimo a las seis de la tarde o hasta que se le acabe el producto.
“Cuando de plano siento que no la voy a armar, me quedo aquí en este punto un rato (en Walmart Las Torres), pero no puedo estar todo el día así que después si me tengo que mover”, expresó casi resignado.
Su experiencia lo llevó a saber sortear las inclemencias del tiempo, pues a su triciclo adaptó un techo con una tela que lo cubre un poco de los rayos y eso hace que por momentos disminuya la temperatura, pero aun así llega a sufrir malestares.
“Otras veces si me duele la cabeza, me siento mareado y sé que es por el sol pero ¿qué puede hacer uno?, tenemos que trabajar y llevar para la papa”, dijo mientras con un trapo se limpiaba el sudor de la frente.
Sean peras o manzanas, haga calor o haga frío, David siempre saldrá a “sufrir” a la calle, pues cuando no son las nieves, son los elotes.
“Cuando hace mucho frío vendo elotes, pero la verdad en este tiempo la sufre más uno, porque con los elotes lleva uno la olla con lumbre y se abriga bien, pero ahorita cómo me quito el calor, más que con pura agua y descansando en ratitos parado en algún lugar”, contó mientras se apresuraba a servir dos vasos.
Con trapos y agua
Otro ejemplo de trabajo y esfuerzo es Rosy Torres, quien desde hace varios años se dedica a trabajar en Servicios Primarios de Monterrey.
No importan las altas temperaturas, ella todos los días junto a sus compañeras y compañeros salen a las calles de la capital de Nuevo León para arreglar los jardines y hacer que esa ciudad se vea más bonita.
Cuando les toca remover la tierra bajo enormes árboles, es cuando sienten menos las cálidas e infernales temperaturas, pero en ocasiones les toca arreglar jardineras con plantas pequeñas y ahí es donde se las tienen que ingeniar.
Comúnmente se cubren en su totalidad con prendas y gorras, pues contrario a los que muchos pudieran pensar, ellas aseguran a que la ropa que les cubre todo el cuerpo hace que sientan menos el intenso calor.
“Debajo de la gorra nos ponemos un trapo o una garra que nos cubra a los lados y en el cuellos, usamos lentes y pañuelos, además de camisas con mangas largas y pues el uniforme que nos dan”, platicó.
Mientras se encontraba reposando en un jardín de la plaza Zaragoza bajo la sombra en un frondoso árbol, Rosy comentó que lo anterior es sólo una de las muchas medidas para quitarse el calor.
Sin embargo coincidió con Erwin y David en que el mejor remedio es tomar demasiada agua.
“En todo el turno nos tomamos como tres o cuatro litros y como no podemos andar cargando durante nuestra jornada, regularmente compramos promociones entre varias y así no la llevamos”, expresó.
Aunque en los camiones que las transportan tienen garrafones con agua, es común que ellas compren sus propias botellas porque en ocasiones no se dan abasto, sobre todo cuando el termómetro sobre pasa los 40 grados.
Rosy resaltó que cuando más calor sienten es al momento de caminar por camellones, pues con el pasar de los automóviles y el asfalto enardecido, se siente como si estuvieran dentro de un cuarto con calefacción encendida en plena canícula.
Aunque todavía no es la época de las altas temperaturas como en el mes de julio y agosto, ella casi está segura que la falta de lluvia y de nubes hace que en este año las temperaturas sean más insoportables.
“Fíjese que ahora a comparación de años anteriores se siente más feo, más caliente, yo creo que la sequía y la falta de agua hace que se sienta más intenso el calor, pero tenemos que trabajar y salir adelante”, precisó.
Aunque ellos trabajan por turnos y comúnmente en la mañana, en ocasiones le toca laborar de tarde y es cuando más sufren bajo el intenso sol.
Ahora sólo espera a que lleguen las nubes y el agua para que las temperaturas disminuyan un poco y sobre todo para que las plantas que con tanto amor cuida no se mueran, pues aunado a la sequía poco a poco los jardines se ven más amarillos.
“Lo único que nos queda es esperar, nosotros le seguiremos echando ganas y el municipio haciendo lo que puede, por nuestra parte no importa el calor que haga, seguiremos al pie del cañón”, enfatizó.
Así como Rosy, Erwin y David hay miles de personas que laboran bajo el arduo calor que últimamente azota la ciudad, como ejemplo también están los oficiales de tránsito de crucero, quienes además de soportar las inclemencias del clima, en ocasiones también tienen que lidiar con conductores groseros que no saben lo que sufren, pero esa es otra historia.