Hace una década viajar de costa a costa por carretera entre Tamaulipas y Sinaloa era casi como una ilusión ideal únicamente para quienes tenían la disponibilidad y el dinero suficiente que requiere un largo periplo.
Para un automovilista común representaba permanecer casi un día entero sobre la incomodidad de un asiento, eso sin contemplar los ratos invertidos en descansos y escalas técnicas.
Y es que durante años la culminación de la autopista Mazatlán-Durango, que cruza la escarpada Sierra Madre Occidental, fue vista como un sueño difícil de cristalizar y desde mucho antes quienes debían trasladarse por placer o trabajo optaban algunos por bajar hacia San Luis Potosí, arribar a Guadalajara y subir por Tepic.
No sólo se ahorraban entre cuatro y seis horas de camino (dependiendo las cuotas), sino también el peligro de la carretera federal número 40, compuesta por una gran cantidad de pronunciadas curvas y espectaculares voladeros.
Sin embargo, durante el sexenio anterior se concretó la construcción (y durante el presente la puesta en marcha) del puente Baluarte Bicentenario, el atirantado más alto del mundo (con 520 metros de elevación y mil 124 de longitud), que une a los estados de Durango y Sinaloa, el cual es considerado el paso clave del recorrido, con lo que hoy ya es posible avanzar mil 196 kilómetros de ruta en un lapso de 14 horas de
Matamoros hasta el puerto de Mazatlán, todo un logro.
Desde octubre pasado que el Corredor Interoceánico fue completamente abierto al público (con sus 61 túneles, 15 puentes y numerosas vías de peaje) ha empezado a sentirse un impacto favorable en la economía de al menos cinco entidades de la República.
En este trayecto –que une a los municipios de Matamoros, Reynosa, Monterrey, Saltillo, Torreón, Gómez Palacio, Durango y Mazatlán– es posible observar automóviles con placas de diversos rincones del país, incluidos Zacatecas, Chihuahua y Nayarit, cuyos límites se sitúan en su zona de influencia.
Según dan cuenta algunos obreros que aún trabajan en esta súper carretera hay personas (la mayoría de la ciudad de Durango) que hacen el viaje sólo para conocer el famoso puente, que ya ha entrado al libro de los récords Guinness, mientras que otra cantidad considerable se va de fin de semana a las exóticas playas de Mazatlán, a las que arriban en dos horas y media, cuando antes lo hacían hasta en ocho.
LA FRONTERA EN POCAS HORAS
Pero el hecho de que Reynosa sea ahora la ciudad fronteriza más cercana para quienes radican entre Sinaloa y Nayarit (evitando casi un día de camino por Sonora o Chihuahua), hace más atractivo el viaje, pasando por ciudades ricas en historia y paisajes naturales.
Quiere decir que un conductor puede partir a las 6:00 horas y cruzar transversalmente el país antes de que oscurezca por completo.
El tiempo de duración para vehículos convencionales oscila entre las 11 y 14 horas, según la cantidad de autopistas y tramos de carretera libre que los conductores decidan tomar, aunque lo más recomendable es pagar los 60 pesos de la autopista Matamoros-Reynosa, tomar gratuitamente el libramiento a Monterrey y saldar otros 210 pesos hasta el municipio de Cadereyta.
De ahí mismo parte un periférico que rodea Monterrey (en caso de no querer realizar la escala), y que conecta a la autopista de Saltillo y a su libramiento en un plazo de cuatro horas y media por 231 pesos del anillo vial y 79 de la cuota.
A partir de ahí la carretera federal se encuentra en buenas condiciones transitando por los municipios de Torreón, Gómez Palacio y Durango en seis horas y media.
Muchos conductores eligen salirse del peaje en estos puntos, puesto que el precio es muy elevado, en comparación con el poco ahorro de gasolina y tiempo que se consigue.
Después el puerto de Mazatlán se sitúa a “tiro de piedra” sin transgredir los límites de velocidad, que en los túneles es de entre 20 y 80 kilómetros por hora y en línea recta a 110. Aún así la distancia de 230 kilómetros se cubre en un lapso de dos horas y media a tres, por 510 pesos del costo dividido en cuatro casetas.
En caso de realizar la ruta a la inversa, es decir Mazatlán-Matamoros, la mecánica es la misma, con la diferencia de que antes de arribar a Monterrey los letreros para esquivar el acceso a esta ciudad son confusos, pues en ningún lado dice
Reynosa o Matamoros y si no se pone atento terminará ingresando por el río Santa Catarina a dicha urbe, a un costado de La Huasteca.
Y precisamente los viajeros deben tener mucho cuidado con los señalamientos de todo el recorrido, ya que en algunas partes están engañosos y de repente el usuario puede terminar metido en autopistas de paga sin así quererlo.
La utilización de un GPS satelital, como los que contienen las tabletas y teléfonos inteligentes pueden ser de mucha utilidad.
NICHO DE MERCADO
Pero hablando de números globales, si para el turismo nacional y extranjero –que surca sobre ruedas esta parte del país– tomar el Corredor Interoceánico está resultando muy rentable y más rápido, no se diga para el transporte de carga, pues también representa una oportunidad ideal de conectarse eficazmente con el vecino país del norte.
En ese contexto el gobierno de Estados Unidos, que negocia con México cerca de 500 billones de dólares al año por el Tratado de Libre Comercio (TLC), ha calificado como una “bendición” esta súper carretera.
Hace ocho meses en una reunión con 95 empresarios en Nogales, Arizona, Fred Brouwen, director de operaciones del puente internacional Reynosa-Pharr declaró que, tan sólo en el transporte de comercial, el trayecto Mazatlán-Matamoros iba a significarles un ahorro de 15 a 18 horas para luego enlazarse con destinos a ciudades de Texas y el norte de la Unión Americana.
“Quisimos promover el parque industrial con nuestras bodegas en construcción y más que nada el puente internacional, debido a la súper carretera que se viene desde Mazatlán por el Puente Baluarte”, indicó.
Browen igual interactuó con agentes aduanales, como con inversionistas estadounidenses para explicarles el proyecto de movimiento de tráilers.
“En la actualidad cerca de un 95 por ciento de los tráilers se van por Arizona para llegar a Dallas, Boston y Nueva York; si lo hacen por la carretera libre México 40, la ruta del “Espinazo del Diablo” son dos horas más, pero por la autopista Mazatlán a Matamoros el ahorro es de mil 500 a 2 mil dólares (entre 20 y 27 mil pesos, aproximadamente)”, ilustró el superintendente.
En el tema de este corredor, apenas en marzo pasado estuvo visitando los cruces internacionales de Pharr y Donna, Texas, el asistente adjunto de la Secretaría de Comercio, Walter Bastian, quien es uno de los responsables de impulsar el desarrollo de programas, políticas u estrategias para fortalecer la posición comercial de Estados Unidos en el mundo occidental.
Y es que para el socio comercial más importante que tiene México, que sostiene a seis millones de empleos al norte del río Bravo, no ha pasado desapercibida esta oportunidad de desarrollo, basada en el trasporte de mercancías, muchas de las cuales también arriban por barco a los puertos del pacífico mexicano.
El sector industrial americano considera que más que reforzar la vigilancia en la frontera con México, su gobierno debe invertir en los puentes internacionales, porque de acuerdo con un estudio para el año 2020 los retrasos podrían ocasionar hasta 14 billones de dólares en pérdidas a su economía.
A nivel de pasajeros, quienes sí tuvieron que reestructurar algunas de sus corridas fueron las líneas de autobuses, que levantan pasaje en las comunidades serranas de Durango y aún utilizan los tramos de camino libre, pero por otro
lado también se registró un creciente aumento de viajeros de manera directa entre Durango y Mazatlán y las otras ciudades situadas sobre la franja del Corredor Interoceánico.
MARAVILLAS Y CONTRARIEDADES
Ahora bien, la ruta entre Matamoros y Mazatlán ha dado trabajo a más de 28 mil personas directamente, pero hoy, de esos mismos hombres que tuvieron la gran misión de participar en esta mayestática edificación, una parte considerable se ha quedado sin empleo.
Es el caso de Juan José Pérez Ochoa, un obrero al que le tocó estar colgado en las columnas principales del Puente Baluarte Bicentenario a más de 350 metros de altura y quien hoy vende cocos junto a esta megaobra para poder sostenerse.
“Mi función era colocar varilla arriba en las pilas de concreto. Ahí del rancho donde soy yo, El Palmito, Sinaloa, me invitaron a trabajar. Empecé de ayudante y luego me enseñaron a estar más arriba, en las alturas. Luego llegaban los albañiles y los que hacían el concreto para vaciarlo. Todo se manejó por cuadrillas de fierreros, carpinteros, albañiles y maniobristas”, cuenta.
A la sombra de su vieja camioneta manifiesta que mientras tanto los tirantes de acero que cuelgan del Baluarte los colocó una empresa nacional llamada Tradeco, aunque una compañía venezolana fue la que vino a tensarlos.
“Pues sí es un trabajo muy peligroso, yo perdí a tres compañeros que se cayeron desde lo alto de las pilas, desgraciadamente son los gajes del oficio, pero estábamos en esto porque representaba para nosotros una entrada de dinero para nuestras familias. Ahorita se nos acabó la fuente de ingresos y andamos buscándole.
“Nos tardamos haciendo el puente como unos tres años y medio, mientras que la autopista duró siete años desde que la iniciaron por el monte de Durango a Mazatlán”, añade.
Cabe decir que esta vía, que posee 12 metros de ancho y 230 kilómetros de largo, dispone de varias trampas de arena y grava para que puedan detenerse los vehículos sin frenos.
Y es que a nivel de ingeniería aquí se hizo un trabajo descomunal, tanto en los puentes y en los pasos por debajo de la sierra, como el majestuoso túnel El Sinaloense, que mide dos kilómetros con 799 metros de largo.
“Hay que destacar que es ingeniería mexicana: los caminos están plenamente iluminados y todos los túneles cuentan con un sistema de monitoreo, con ventilación que extrae el humo y los olores que dejan las unidades al frenar. Cada puente tiene una estación que lo opera y personal de mantenimiento.
“Son impresionantes y modernas estas obras, porque por dentro hay salidas de emergencia por si llega a haber un incidente. Son como pasadizos por donde caben vehículos para salir de lado a lado, de forma paralela a los túneles grandes. Además hay teléfonos por todas partes para solicitar ayuda en caso de que así se requiera”, comenta orgulloso Juan José.
POBLADORES PIDEN AYUDA
Sin embargo, este trabajador detalla que desde hace unos meses (que comenzó a usarse con regularidad la nueva autopista) las rancherías y poblados que se encuentran por la carretera libre se quedaron sin flujo de dinero, porque ahora muy pocos visitantes son los que pasan por allí.
“Quienes podemos hacer el desplazamiento de una hora desde El Palmito hasta acá venimos a poner algún puesto de comida. Yo vendo cocos para poder obtener un poco de dinero, porque quedarnos con las manos cruzadas como que no”, considera.
La señora Socorro Escalera Ibarra es otra de las personas que ofertan comida en esa zona. Asegura que como el de ella, hay otros 15 negocios (improvisados con madera y plástico), la mayoría de gente originaria de Sinaloa y unos cuantos de Durango.
“Nosotros venimos de El Palmito a vender aquí, porque allá quedó ya muy solo. A raíz de que se construyó esta nueva autopista casi no transita nadie, uno que otro tráiler, no hay trabajo ya y el pueblo está perdiendo la vida”, lamenta.
Manifiesta que ella siempre se ha dedicado a preparar gorditas rellenas de picadillo, huevo, frijol, papa, chorizo y la bayusa con huevo (como también se le conoce a la flor de maguey), que es un platillo típico de El Palmito, Sinaloa. También elabora y envasa durazno en almíbar.
Explica que acude a este punto del Corredor Interoceánico los fines de semana y en las vacaciones, pues a diferencia de su pueblo “aquí hay mucho más movimiento”.
Su puesto se ubica a unos metros del barranco, en una zona que sirve de descanso para automovilistas y choferes cargueros.
“La gente que viene aquí de paseo dice que está muy bonito el paisaje, una gran cantidad se baja para a tomarse fotos, comer y a pasar un rato agradable”, describe.
Al igual que Juan José, ella y sus hijas también se trasladan una hora de camino para atender un trabajo que les ha cambiado la vida, ya que antes El Palmito era la parada oficial de los camiones y autobuses foráneos, al quedar a la mitad de la ciudad de Durango y Mazatlán.
Pero además de que ahora deben invertir más tiempo y dinero para poder sostener sus puestos de comida, estos comerciantes tienen que lidiar con la angustia de que Caminos y Puentes Federales (Capufe) los quieren echar.
“Ellos son los dueños de la carretera y ya nos dijeron que nos quitáramos, porque de hecho aquí no dan permiso de vender. Nos dejaron nomás estos días, pero normalmente no nos dan la oportunidad.
“Necesitamos fuentes de trabajo en los pueblos en donde la gente se quedó sin quehacer. Nosotros aquí laboramos honradamente, no afectamos a nadie, sino que al contrario atendemos bien la gente que se detiene para observar el puente Baluarte”, afirma doña Socorro.
Estos vendedores revelan que durante el último periodo vacacional de Semana Santa el flujo de turistas y transportistas que utilizaron dicha vía fue enorme.
Y aunque no cuentan con servicios de electricidad, drenaje y agua potable sus puestos son la única opción de conseguir alimentos preparados en los 230 kilómetros de autopista.
Los comedores se sitúan en el kilómetro 156, en una curva antes de cruzar por las alturas de Durango a Sinaloa por el puente Baluarte Bicentenario, en el mismo lugar donde meses antes tuvieron sus campamentos las cuadrillas de trabajadores.
PARAISO MEXICANO
Ahí mismo la señora Ignacia Guzmán y su esposo José Juan Leonardo Canales, originarios de los suburbios de la capital duranguense, mencionaron que era la primera vez que iban a cruzar este camino, que se caracteriza por tener un paisaje en el que predominan espectaculares cumbres rodeadas de pinos y empinadas cordilleras, por lo que estaban muy emocionados.
“Nomás de ver la altura me da miedo”, repara nerviosa doña Ignacia, mientras su cónyuge la mira espontáneamente y suelta una carcajada jocosa.
“La verdad es una experiencia muy padre para nosotros, porque jamás habíamos visto un puente así de grande. Yo creo que para muchas personas hace unos 20 años era impensable pasar de Durango a Mazatlán en dos horas y media.
“Nosotros siempre habíamos dicho que a lo mejor nos íbamos a morir de viejos y no íbamos a pasar por este portentoso puente, pero ya es una realidad. ¡Es una cosa increíble, una joya de la ingeniería!”, exclama contento el señor José Juan, quien considera que este enlace permitirá generar un mayor comercio en la región.
“Es lo que se tiene previsto, que por aquí corran muchos camiones y turismo, que haya mucho comercio para Sinaloa, Durango y más estados, Nuevo León, Coahuila, Tamaulipas, etcétera”, agrega.
En el kilómetro 122 de la caseta de cobro del poblado cercano de Coscomate se erigió una placa que resalta las virtudes del Baluarte Bicentenario, que tuvo un costo superior a mil 500 millones de pesos. Destaca por tener una mayor elevación que la torre Eiffel y el viaducto
Millau de Francia.
Ocupa el primer lugar como el puente atirantado más alto del mundo y sólo es superado
–unos metros en su longitud– por el puente del río Sidu en China.
Por eso quienes tienen la oportunidad de conocer el Baluarte Bicentenario coinciden en que ha sido un desafío cruzar la Sierra Madre Occidental y extenderse sobre por el “Espinazo del Diablo” mediante este puente.
Y tan extraordinario lo es como pasar del golfo, al pacífico mexicano (y a la inversa) en un Corredor Interoceánico que acortó las distancias, mejoró los tiempos y está uniendo trascendentalmente el norte de la nación. v