Martes 25 de enero. Dos y media de la tarde. Del número de emergencias 800 909 9999 nadie contestó. Fueron más de diez horas sin respuesta. Sólo se escuchaba una grabación: “En este momento todos nuestros agentes están ocupados atendiendo a otros clientes. Por favor espere. Su llamada es muy importante…”.
Miércoles 26. Veinte minutos pasada la medianoche. El cuerpo de José, de 22 años, desaparece en el video entre una bola de fuego y la lluvia de escombros. Segundos más tarde Jahir, de 21, logra salir del derrumbe del Seven con el 80 por ciento de su cuerpo quemado.
En el recibo a pagar que puntualmente llega a miles de hogares de Matamoros que contrataron el servicio, la empresa de gas natural ENGIE sugiere marcar a ese número 800 “en caso de olor a gas o fuga”.
Preocupado, ese martes 26 Ramón,
gerente del Seven, se comunicó con Jorge, vecino contiguo de la calle Primera 403, para decirle que dentro de la tienda olía a gas. Y le preguntó: “¿No tienen ustedes una fuga?”. Rápido el médico de profesión habló a su casa y descartó esa sospecha porque, además, toda la ciudad tenía dos días sin suministro por mantenimiento de las líneas, según versión de ENGIE.
Los Castro llegaron a residir desde hace cuatro décadas en la colonia Lucero, y la convivencia con los empleados de la tienda era casi familiar. Pero ese martes no fue un día normal como el resto del año. Algo trágico estaba por suceder.
Jorge se comunicó con Ramón y el encargado del Seven volvió a decirle que seguía oliendo a gas en el negocio que abrió entre 2012 y 2013 al construirse sobre dos predios donde hubo antes una residencia, una casa de cambio y una tienda de abarrotes. Y se acercaba la noche.
Alarmados, ambos intentaron comunicarse a la empresa ENGIE pero sólo respondía la misma grabación. Y como el olor a gas cada vez era más intenso Ramón ordenó a los empleados abrir las puertas de la tienda para que escapara ante la seguridad de que la fuga provenía del interior.
Cuando el sol se escondió y avanzaban las manecillas hacia a media noche las puertas se cerraron y la atención a los clientes fue por una ventanilla. Silencioso, el gas se empezó a encerrar dentro de las cuatro paredes del Seven ubicado en la esquina de la calle Primera y John F. Kennedy.
Uno de los primeros clientes en acudir fue precisamente José, un joven de 22 años que trabajaba en un restaurante ubicado en contra esquina. En un video se ve cuando llega a la ventanilla y, según versiones, pidió algo al único empleado que se hallaba dentro, pasados 20 minutos de la medianoche. El exacto momento del estallido.
Pasaron unos cinco segundos y la explosión lanzó por los aires a José, un ayudante de cocinero que se ganaba la vida trabajando honestamente y que soñaba con estudiar para chef. Su cuerpo cayó a unos 15 metros de la puerta a mitad de la calle. Tenía quemaduras de tercer grado y otras lesiones graves. Murió dos días después en Ciudad Victoria.
Jorge pudo ver en un video de un equipo de seguridad instalado en su casa cuando Jair, de 21 años, salió del negocio. Entre el fuego, el humo y los escombros el muchacho caminaba tambaleante con los brazos extendidos, sin camisa, con su cuerpo enrojecido y se desplomó junto a un vehículo color blanco estacionado. Unas personas corrieron para auxiliarlo y fue llevado al Hospital “Alfredo Pumarejo”.
El lunes 7 de febrero Jair perdió la vida, estaba intubado por las lesiones en los pulmones y con quemaduras en el 80 por ciento de su cuerpo. En un hospital de Monterrey los médicos luchaban por salvarle la vida.
José llegó hasta la ventanilla del Seven pero no olió a gas. Tampoco Yahir. En entrevista con Hora Cero Jorge, que esa madrugada se despertó con el fuerte estruendo, contó que seguramente la fuga estaba en el baño de la tienda ubicado precisamente en la entrada de la vieja casa que, haciendo memoria, fue la primera de la calle en contratar los servicios de gas natural.
“El baño del Seven estaba exactamente en lo que fue el ingreso de la casa. Y todos los medidores de gas se instalan, hasta la fecha, en las entradas de las casas sobre la banqueta”, dice el médico de profesión e hijo de doña Juanita Castro, viuda de un profesor de música de la preparatoria “Juan José de la Garza”.
Por eso el vecino no tiene dudas de que la fuga estaba exactamente dentro del negocio. Y como prueba, insiste, está el video donde se ve que la onda expansiva y el fuego tienen su origen en el interior.
La detonación tumbó la pared trasera del Seven y destruyó todo en su interior: refrigeradores, aparatos, estantes, muebles y productos a la venta. Los escombros llegaron a una casa deshabitada, pero en la de Jorge se encontraban cinco miembros de la familia, entre ellos un adolescente de nombre Guillermo, de 16 años, y Juan Antonio, un niño de nueve, nietos de doña Juanita que esa noche estaba en Brownsville.
Los menores de edad dormían en un cuarto del segundo piso cuando la casa se sacudió con la explosión, agrietó y tumbó parte de la pared con todo y repisas de un librero; dentro del clóset un block se desprendió completamente, y otro cuarto sufrió severas cuarteaduras.
“Toda la casa olía a quemado y estaba llena de humo; los niños lloraban asustados, y los adultos no sabíamos qué había sucedido. Parecía que estábamos en guerra o
que había temblado la tierra a causa de un terremoto”, relata Jorge.
Cuando salió no creía lo que sus ojos vieron. El Seven destruido como si hubiera estallado una bomba. Lumbre, polvo, humo y escombros volaron como papel y estaban regados hasta la calle. Vio cuando unas personas auxiliaban a los dos heridos que después supo eran jóvenes: un cliente y un empleado de la tienda. El resto de la madrugada él y sus familiares ya no pudieron dormir. Era como estar dentro de una película.
Desde el miércoles supo que la empresa de gas natural ENGIE se lavaba las manos sobre una presunta culpabilidad en los hechos, argumentando que no surtían del servicio a la tienda. Pero, agrega Jorge, la tubería quedó bajo tierra del Seven, precisamente donde estaba el baño de los empleados y donde fue la fuga.
“No se trata de ser un experto en peritajes. Es solo sentido común. Si en mi casa no había fuga -es más, ni gas teníamos desde dos días antes por los cortes en la ciudad-, cuando la empresa abrió las válvulas para la reconexión tras el supuesto mantenimiento, algo hicieron mal que originó la fuga y se acumuló el gas en el baño”, reitera.
Jorge también escuchó que la compañía culpa a los otros vecinos colindantes con el Seven, “pero es una casa deshabitada desde hace años. Y si vemos la propiedad está intacta. No se ve destrucción”.
Su mamá Juanita recuerda que su esposo, en vida, en un principio se negó a contratar los servicios de gas natural por la tragedia en Guadalajara de 1994, y prefería seguir con los tanques de butano. Pero con los años los inquilinos de la casa se convencieron.
Ella pide a la compañía ENGIE que se responsabilice de los daños ocasionados a su casa que, por ser una construcción que tiene cuatro décadas, soportó el poder expansivo del estallido. Y que gracias a Dios no fue mayor la tragedia, pues sus pequeños nietos hubieran terminado enterrados en los escombros de las paredes.
“Me puede mucho lo que le pasó a los jóvenes porque nuestra relación con ellos era muy cercana, de vecinos. Pido justicia a las autoridades porque esta casa se construyó con esfuerzo antes que estuviera el Seven
y de que existiera esa compañía de gas en Matamoros”, mencionó entre lágrimas.
El jueves 27 el regidor Iván Puente pidió la comparecencia de los directivos de ENGIE ante las autoridades “para que se hagan responsables ahorita y no en unos años”.
El edil que preside la Comisión de Seguridad y Protección Civil del Cabildo también
respaldó la sospecha de Jorge, el vecino: “Si ENGIE introdujo las línea subterráneas en el área de la explosión de la tienda, por lógica ellos son los responsables del accidente”.