Carmen, Ramón y Mary son divorciados. Cuando se casaron lo hicieron creyendo que sería para toda la vida, pero al paso del tiempo, los problemas, discusiones, desacuerdos y la decadencia del amor fueron uno de tantos motivos por los que decidieron finalizar sus matrimonios de más de 20 años.
Divorciarse o separarse de su pareja no fue fácil. Durante años tuvieron que vivir como “perros y gatos” bajo un mismo techo, entre peleas, causando dolor a los hijos por los problemas que no pudieron ocultar, aunado al maltrato emocional que experimentaron en ese tiempo.
Pero un día, se optó por tomar caminos diferentes. “Decidí dejarlo y le pedí el divorcio”, expresó Carmen, quien tras 24 años de casada puso fin a la relación que la tenía atada por la creencia; “te casas para siempre y debes estar con el esposo pase lo que pase”, dijo.
“Me casé enamorada, fue mi primer novio y en todos esos años nunca vi lo negativo… hasta que de pronto algo no estaba bien; aguanté muchas humillaciones y mal trato por su parte que causaron un daño moral muy grande en mi persona”, contó.
Detalló que la mayoría de las veces, su ex marido la insultaba; “me decía que no valía nada o no servía para tal o cual cosa. Luego, cuando nació nuestra primer hija, no me apoyó; en vez de ayudarme con ella por su estado de salud, me dejó sola”.
La relación se fue complicando cada día que pasaba, pero Carmen no supo qué hacer. Tenía miedo a quedarse sola, a no saber cómo llevar su vida sin su marido.
“El temor no me dejaba pensar bien, por eso aguanté años así o me resistía a creer que lo nuestro iba a terminar y fueron tantos años así, hasta que me cansé y lo dejé”, dijo.
Señaló que a los 18 años de matrimonio se separó la primera vez; “regresé por los miedos y críticas”. Dos años más tarde se apartó de su marido una vez más y en esa temporada duró más de seis meses lejana a él.
“Ahí me di cuenta que podía estar sin él y valerme por mí misma”, dijo con orgullo. Al paso de unos días habló con su familia y les anunció sobre su divorcio definitivo.
“Les dije que quería pasar los siguientes y últimos años de mi vida bien, fuera sola y con mis hijos, mas no en una relación tormentosa que ya no soportaba”, comentó.
Carmen hizo a un lado lo que la gente pensara, incluyendo su familia. Inició el proceso legal e intentó recuperarse como persona al retomar su vida como madre soltera y ser humano en busca de superarse.
“Perdí todas las cosas materiales, situación que ahora no cambio por la tranquilidad que tengo. Uno piensa que se casa para siempre y en mi caso no fue cierto”, manifestó.
Lo importante es darse cuenta que las cosas a veces no funcionan y no se puede pasar la vida marital fingiendo. “Si no me hubiera divorciado y tomado las riendas de mi vida e hijos, fuera la misma Carmen”, apuntó.
Ella era una persona con sobrepeso, su semblante reflejaba angustia, tristeza, dolor, su autoestima estaba por los suelos; recordó y reconoció que por muchos años fue codependiente a alguien que la maltrataba.
Pero la luz brilló para ella. En ese proceso de mejorar su vida, cayó en depresión en algunas ocasiones, hasta que su hermano le orientó para que buscara ayuda en algún grupo y lo encontró: Divorciados Anónimos.
Una luz en el camino…
Después de dos años de haberse integrado a Divorciados Anónimos, Carmen es otra y ha superado el fin de su matrimonio como algo necesario para una mejor vida.
El grupo es una confraternidad local o asociación sin fines de lucro a la que asisten mujeres y hombres, separados, en proceso de o divorciados, así como viudos o madres solteras para quienes la codependencia se convirtió en un problema grave.
Se define como codependencia a ese trastorno emocional que poco a poco deteriora a la persona ya sea física, mental o psicológicamente y acaba por enfermarla, describe el informativo del promocional del grupo.
Las complicaciones en un matrimonio se hacen presentes cuando él o la codependiente tienen una extrema preocupación por la otra persona.
“Uno se pierde, se confunde y deja de existir pero por otro lado, también te vuelves controladora o permites que lo hagan contigo, situaciones que terminas provocando sentimientos negativos como la depresión, angustia y enojo: así me sentí yo”, expresó Carmen.
Por tales motivos o incluso otros, se acercó al grupo para encontrar un apoyo más, aunado a su voluntad para superar el divorcio. “Mis expectativas hacia mi persona y la vida han cambiado”, dijo.
“Aquí se transforma tu vida, tu espíritu, pero sobre todo, te conoces a ti misma. Descubres tus miedos y los vences conforme pasa el tiempo aunque sea difícil aceptarlos “, comentó.
Relató que fue un proceso duro, pero después llegó lo mejor porque despejó su mente y descubrió que es capaz de hacer muchas cosas por su propia cuenta.
Para lograr el cometido, no basta de que te “laven el cerebro”. Se trabaja con un programa de 12 pasos a través de los cuales tomarás conciencia de tu problema o situación, aceptarlo y, por último, realizar una serie de cambios para pasar del cuidado del otro al de sí mismo.
La recuperación fue lenta, pero ahora Carmen tiene seguridad en su persona; “soy una mujer con voz, con derechos. Nadie me hace sentir inferior porque soy yo, me siento feliz y contenta con lo que he logrado”, dijo.
En esos dos años ha recuperado su esbelta figura, luce guapa y siempre se arregla el pelo. Viste de acuerdo a la ocasión y se maquilla de manera natural.
Su semblante, actitud ante la vida en todos los aspectos se ha modificado. “Ya nada es tan gris como antes lo veía, ahora hago todo por convicción; he cambiado y mis tres hijos también”.
Reconoció y aseveró que le es satisfactorio darse cuenta que ya no dependo de un hombre para sobresalir. Trabaja, se hace cargo de sus tres hijos y atiende las labores del hogar.
Por las tardes y tres días a la semana acude a las sesiones de Divorciados Anónimos, convive y sale con sus amigas, entre otras actividades que ha retomado: “soy otra”.
“Los hombres también sufrimos”
Ramón ya no vive ni mantiene relación marital con quien fuese su esposa, tras un matrimonio de 21 años; la madre de sus hijos le pidió separarse definitivamente.
La decisión que tomó quien fuera su pareja… le dolió. Y tras ese pensamiento del que ahora se ha liberado, reconoce: “los hombres también sufrimos”.
“Generalmente se piensa que para los hombres es más fácil superar una separación pero también tenemos sentimientos y el sufrimiento es uno de ellos”, expresó.
Él se consideraba un buen esposo y un buen padre. Recuerda que eran un matrimonio ejemplar, además, en casa y fuera de ella compartían muchos momentos con sus dos hijos.
Pero ahora reconoce que no estaba consciente de lo que hacía mal. “Yo era muy controlador con ella y eso llevó a la ruptura, después de tantos años”, expresó Ramón.
Fue difícil aceptar que ya no estaría junto a su esposa e hijos porque se casó con la idea de que el matrimonio era para toda la vida.
“Con mi actitud controladora sólo logré que mi mujer se alejara de mí, se vinieron muchos problemas y discusiones todos esos años que estuvimos juntos”, comentó.
Dentro de ese control, existió en él mucha inseguridad y el miedo le invadía por quedarse solo, cuando en una primera ocasión la madre de sus hijos le dijo que lo mejor era separase.
Ramón ejerció mayor presión sobre ella e intentó manipularla para que no la dejara, pero fue imposible.
“Tenía miedo, pensaba que no iba poder quedarme sin ella, la quería a mi lado pero finalmente este sistema de vida que parecía funcionar, quebró; decidió que termináramos por lo sano”, dijo.
“Aceptó”, pero al paso de los días, le causó conflictos en lo emocional. Ramón se sintió vulnerable e inferior a ella. “Fue muy frustrante no tener a mi esposa e hijos”, reveló.
Ramón derramó lágrimas por un tiempo, la tristeza, el dolor e incluso el enojo lo invadieron por varias ocasiones. Se negaba a la realidad.
“Mi autoestima empeoró porque los familiares de ella me señalaron como el culpable… fue complicado enfrentar lo que pasaba”, mencionó.
Pero desde hace tres años que llegó a Divorciados Anónimos por sugerencia de unos amigos, empezó a entender muchas cosas y a reparar daños en su persona.
“He aprendido que no era el único responsable, que fue un problema de pareja y veo las cosas de otra manera que me puse a trabajar en cosas sobre mi actitud para conmigo y los demás”, expresó.
Su espíritu estaba apagado, pero gracias a la terapia psicológica, atención médica y apoyo espiritual ha salido adelante.
“He recuperado mi vida en partes, primero el alma, el corazón, luego la mente y poco a poco se ha fortalecido mi espíritu pero también mi cuerpo porque ya no me siento tan pesado como antes”, explicó.
La fatiga ya no lo agobia, ahora se siente libre y le gusta la persona que es. “Me siento como nuevo, intento rehacer mi vida con relaciones sanas y armoniosas en todos los sentidos”, dijo.
Llegar a ese estado emocional no fue fácil, pasaron varios años para que esto se diera en base a diversas acciones que tuvo que emprender porque el hecho de ser hombres no quiere decir que no sufran, argumentó.
“Somos seres humanos, por lo tanto, también sentimos dolor, tristeza o coraje y decepción por la separación”, comentó.
En el proceso de superarlo… “pedí perdón por mi comportamiento y desde entonces me doy la oportunidad de ser otro”, finalizó.
Divorcio en NL
En 2009 se registraron 7 mil 366 divorcios en Nuevo León, es decir, por cada 100 enlaces matrimoniales se dieron 28.2 divorcios; esta relación muestra una tendencia creciente en los últimos años donde su punto más bajo se registró en 1993 (5 por cada 100).
A partir de ese último año se observó un aumento paulatino que se debe a un efecto doble entre el incremento de los divorcios y la disminución de los matrimonios: entre 2000 y 2009 el monto de matrimonios se redujo 24 por ciento y los divorcios aumentaron en 178 por ciento.
En 2010, de las 6 mil 747 parejas que se divorciaron, 26.7 por ciento estuvieron casadas cinco años o menos, 18 permanecieron unidas entre 6 y 9 años y poco más de la mitad (55.3 por ciento) proviene de un matrimonio con una duración social de 10 años o más.
En ese año, de los hombres divorciados seis de cada 10 tienen entre 15 y 39 años (60.8 por ciento) y en las mujeres esta proporción es más alta con 68.4 por ciento, es decir, las mujeres se divorcian más jóvenes que los hombres: al comparar la edad de los divorciantes se observa que en 69 por ciento de los casos los hombres tienen más edad que las mujeres, en 12.2 tienen la misma edad y en 18.8 por ciento la mujer es mayor.
De los hombres y mujeres que se divorcian, el 7.5 por ciento y 7.6 respectivamente cuenta con primaria terminada, en tanto que 40.5 de los hombres y 40.9 por ciento de las mujeres declaran tener una escolaridad media superior y superior.
Cabe señalar que 94.3 por ciento de los hombres que se divorcian declararon tener trabajo, condición que se cumple en 59.6 por ciento de las mujeres.
Los divorcios se clasifican en administrativos cuando son tramitados en el Registro Civil y judiciales cuando se tramitan en los juzgados; en los primeros la pareja no cuenta con hijos menores de 18 años, en los segundos puede o no haberlos.
En 2010, la mayoría de los divorcios son judiciales 87.8 por ciento y de éstos: tres de cada 10 no tiene hijos menores de 18 años, cuatro de cada 10 tiene uno, una quinta parte tiene dos y en uno de cada 10 casos tienen tres hijos o más.
La pensión alimenticia es la suma de dinero pagada periódicamente al acreedor alimentario, determinado por el juez después de realizado el divorcio; en los divorcios judiciales con hijos menores de edad, en 84.0 por ciento de los casos el acreedor son los hijos, 8.7 por ciento son la esposa y los hijos y 7.3 por ciento son los hijos y el esposo.
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“Divorciados Anónimos”
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:: Sesiones: lunes, martes, jueves y sábados.
:: Horario: De 20:00
a 21:30 horas.
:: No hay cuotas de inscripción, ni se pagan honorarios.
:: No asociado con ningún grupo político, religioso o de otra índole.
:: Se atiende a personas mayores de 18 años; divorciadas, en proceso de, viudos, madre solteras.