
Durante aproximadamente seis décadas los avances de la ciencia y la industria química –orientados a la medicina– han permitido aliviar problemas de salud o al menos mitigarlos, después de que alguien acude a la farmacia por una pastilla.
Pero anteriormente ¿cómo le hacía la gente para obtener un calmante a sus malestares? o peor aún ¿cuando atravesaba por cuestiones más delicadas?
El médico general y especialista en medicina interna, en neurología y terapia intensiva por la Universidad Autónoma de Nuevo León (UANL), Abel Alanís Castillo, presenta un compendio de procedimientos a los que se acudían con normalidad para atender muchas enfermedades, los cuales hoy en día se siguen utilizando, pero en muy pequeña proporción.
En su libro “Relatos de la Medicina en Reynosa”, el entrevistado pondera el apoyo que recibió por parte de varias personas que le transmitieron valiosa información relacionada con los antiguos remedios y su uso durante siglos. También reseña diversas lecturas y literatura de donde pudo enriquecer este trabajo.
Señala que, aunque no tiene el objetivo de convertirse en un documento histórico, esta publicación además de relatos, presenta acontecimientos, estadísticas y anécdotas de una manera muy amena. Asimismo aborda datos importantes relacionados con enfermedades, epidemias; los partos y cesáreas del pasado, además de la llegada de las primeras boticas, clínicas y médicos a Reynosa.
ALGUNOS ANTECEDENTES
En 1750, cuando inicia el periodo de estudio de este libro, había en Reynosa 52 familias, compuestas por 283 personas. Para 1757 ya existían 59 familias. En 1795 se contabilizaban mil 191 habitantes. Siete años después eran dos mil 500.
Para 1821 tres mil 201 eran las personas que residían en este poblado. Y así, sucesivamente, la cifra se incrementó a 12 mil 346 para el año 1930.
Durante esos años Reynosa no contaba con médicos ni medicamentos, por lo que predominaba la insalubridad entre sus habitantes, quienes se dedicaban en mayor parte a la ganadería.
Fundada en 1949 en la villa de Reynosa Díaz, la localidad estuvo compuesta por 52 familias procedentes de los alrededores y del área de Cadereyta, Nuevo León, así como de indios Zacatíles, Tejones, Comecrudos, Pintos, Cacalotes, Nazas y Narices.
Debido a las inundaciones en 1802 la ciudad se trasladó a la Reynosa actual. En ese entonces el crecimiento de la población se habría mermado debido a las guerrillas de la época, pero principalmente al padecimiento de epidemias y enfermedades como la viruela, sarampión, influenza española, paludismo, tuberculosis pulmonar y fiebre amarilla.
Algunos estudios arrojaron que existía un 30 por ciento de mortalidad materno-infantil y en niños, otro 30 por ciento fallecían antes de los cuatro años de edad, relacionado con heridas, infecciones y fracturas. Explica la publicación que los indios desaparecieron por su asimilación a la sociedad, pero también por las enfermedades.
Cuenta este especialista que los únicos remedios que existían eran a base de herbolaria, curaciones y remedios populares, que más bien eran ocurrencias ante las condiciones que predominaban.
El libro que presenta el doctor Alanís Castillo también hace énfasis en que el río Bravo fue navegable desde Matamoros hasta el municipio de Camargo entre los años 1800 y 1906. Por esa vía, precisa, entraron el cólera y la fiebre amarilla a la región.
LOS ANTiDOTOS
Refiere que algunos de los remedios más utilizados en la época eran el té de manzanilla, para los cólicos; los pelos de elote, para el mal de orina; el té amargoso, para la fiebre y la diabetes; el te de cenizo, para la ictericia; el agua de arroz con hojas de guayaba, para la diarrea; el té de hierbabuena, para los vómitos.
También menciona el té de sen, para el estreñimiento; el de savia, para alimentar a los niños; el de orégano, para la tos; el de comino, para las contracciones del parto; el de canela, para el resfrío; el de azahar, para el insomnio; el de ruda, para el mareo; el de eucalipto, para la bronquitis y las semillas de calabaza, para los parásitos, entre otros.
Otros procesos tenían alcances poco imaginables, como utilizar excremento de cabra para el tratamiento de la tuberculosis.
Además se creía que para contrarrestar la diabetes la gente debía beber té amargoso, aunque esto no necesariamente fuera efectivo. Los diagnósticos se hacían orinando sobre un hormiguero para que los insectos se alejaban o acercaban, lo cual parece tener un poco de más lógica.
LO HACE POR GUSTO
El entrevistado, quien recientemente fue invitado por la Sociedad de Historia de Reynosa a dar una plática sobre estos relatos de la medicina desde 1750 a 1950, cuenta que para lograr elaborar dicho compendio ha dedicado durante muchos años sus ratos libres a recabar información, por medio de entrevistas e investigaciones propias.
“Son muchas las personas que me han dado datos de la medicina que se practicaba en la ciudad. El libro está basado en relatos, pero no tiene un rigor como lo puede ser un documento histórico.
“Es una literatura amena para tener un contexto general para que la gente tenga idea acerca de cómo era el aspecto sanitario de la ciudad y cómo ha ido evolucionando a través de estos 200 años”, señala.
Esto también representa una oportunidad para que los médicos y las personas que arriban desde otros lugares puedan enterarse del tema, destaca.
“Lo hice como una distracción personal, porque me sale más barato eso que ir al psiquiatra. La intención no fue para venderlos, sino para regalar los mil libros que mandé a hacer. Ya he regalado muchísimos y me siguen pidiendo.
“Pero con mucho gusto la gente que esté interesada y quiera contactarme para obtener un ejemplar puede llamarme a mi oficina al número 9228534”, invita Alanís Castillo.
Cabe destacar que, principalmente las personas de mayor edad, guardarán en su memoria el nombre de algunos doctores que los atendieron.
En ese contexto, este libro, que fue elaborado en octubre de 2013, posee un listado con el nombre de los médicos que atendieron a Reynosa durante estos dos siglos hasta 1950.
De tal manera que quienes estén interesados en el pasado de Reynosa, en su desarrollo médico, y también en el uso de prácticas y tratamientos naturales, podrán encontrar en los “Relatos de la Medicina en Reynosa”, información muy variada al respecto.
Así, el doctor Abel Alanís Castillo bromea, porque tendrá que mandar a imprimir más libros. v