Todos ellos son alumnos de excelencia cuyos promedios nunca son menores a noventa; por si fuera poco, han participado en al menos un proyecto de apoyo social en sus comunidades de origen. Aun así, ninguno podía aspirar a cursar una carrera universitaria, pues sus familias no cuentan con el dinero para pagarla.
Sin embargo, estos jóvenes de excelencia académica están estudiando y desarrollando su potencial en dos de las más importantes universidades privadas del país: el Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Monterrey y la Universidad de Monterrey (UDEM).
¿Pero cómo han logrado estos chicos acceder a instituciones donde, en el caso del Tecnológico de Monterrey, el semestre cuesta -en promedio y tan sólo por colegiatura- 101 mil 300 pesos, mientras que en la UDEM está en 94 mil 130?
Estos jóvenes pueden cursar sus estudios en estos lugares gracias a programas como “Líderes del Mañana” del Tecnológico de Monterrey, y la serie de becas que la UDEM ofrece gracias a su red de Benefactores.
Estos apoyos, además de cubrir el 100 por ciento del costo de la colegiatura, en algunos casos hasta les otorgan ayuda para libros y material escolar, manutención, albergue y alimentos.
De esta manera, jóvenes como Carlos Andrés, Paulina, José Fernando, Ezequiel, Mayra Andrea, Adrián y Ángel José, están cada vez más cerca de ver cumplido su anhelo de contar con un título universitario que no sólo les permita cumplir con sus metas en la vida, sino también devolver a sus comunidades un poco de lo mucho que hasta ahora han recibido.
Cada uno de estos becados cuenta con una historia de superación, lucha y entrega para avanzar en un camino que, de no ser por el apoyo de sus padres y las personas que permitieron que existieran estos impulsos al estudio, seguramente no estarían recorriendo.
EN MEDIO DEL TEMBLOR
No hay mañana en la que Ángel José Solís, de 19 años de edad, despierte sin extrañar la neblina que acompaña los amaneceres de San Cristóbal de las Casas, Chiapas, el lugar que lo vio nacer.
Sin embargo, la nostalgia queda atrás al darse cuenta de que se encuentra en el Tecnológico de Monterrey estudiando la carrera de Ingeniería Civil gracias al programa de “Líderes del Mañana”, algo que hace poco tiempo era mucho más que un sueño imposible. De hecho, reflexiona, fueron necesarios una “sucesión de milagros” para que pudiera estar aquí.
Integrante de una familia de origen Tzotzil (sus abuelos emigraron de San Andrés Larráinzar a San Cristóbal), su deseo por buscar opciones de becas se debe a que su familia no cuenta con los recursos necesarios para ofrecerle una educación universitaria. Su padre no concluyó la primaria y desde los cinco años trabaja en una imprenta, mientras que su mamá divide su tiempo entre el hogar y la elaboración de piñatas.
La primera vez que escuchó del programa “Líderes del Mañana” fue en el 2017, año en que un poderoso temblor azotó Chiapas y, especialmente, su ciudad natal.
Aunque su familia tuvo mucha suerte, pues no se vieron tan afectados con el desastre, Ángel José sí fue perjudicado con el movimiento telúrico, pues tuvo que suspender sus estudios, algo que decidió no lo detendría en la búsqueda de su sueño de cursar una carrera universitaria.
“No tuve clases en mi escuela como por dos meses porque se derrumbaron algunos salones, pero ese tiempo libre no lo desperdicié, lo dediqué a seguir estudiando, seguir preparándome, y vi la oportunidad perfecta para hacer el proceso de preselección”, indicó.
Y es que acceder al programa “Líderes del Mañana” no es una labor sencilla.
El programa otorga a los aspirantes un par de semanas para poder concluir con el primer proceso de preselección en línea algo que, hoy recuerda divertido, Ángel José desconocía.
Es por ello que a las 7:00 horas de un sábado de septiembre posterior al sismo, llegó a la casa de unos familiares que cuentan con servicio de Internet (en su domicilio no hay) y trabajó durante 15 horas continuas para terminar con el proceso.
Durante todo ese tiempo el joven no se despegó de la computadora, ni siquiera cuando la casa era sacudida por las réplicas del terremoto que días antes había devastado a las comunidades cercanas. Cuando recuerda ese día, no puede evitar emocionarse hasta las lágrimas.
“En una de esas que empieza a temblar y mi mamá me dice: ‘Ángel, está temblando, salgamos’ y yo le dije: ‘no mamá debo seguir escribiendo’ y ahí me quedé haciendo el ensayo; luego me llamaron a comer porque ya llevaba mucho tiempo ahí pero me tocaba el examen y pues mi mamá me dejó la comida ahí mientras hacía ese examen; luego el Internet no funcionaba muy bien, por eso cumplir con todo el trámite me llevó mucho tiempo”, recordó.
Pero el esfuerzo valió la pena, pues un 24 de mayo, meses después de ese maratónico sábado, le informaron que había reunido el puntaje necesario para acceder a la beca, pero que debía viajar a la ciudad de Monterrey.
Ángel José explicó que viajar a la Sultana del Norte no estaba en sus planes, pues originalmente se había postulado para estudiar en Querétaro, donde tiene familiares quienes podían darle albergue; sin embargo, nos quiso desaprovechar la oportunidad que se le puso enfrente y aceptó emigrar.
Hoy no se arrepiente de su decisión, pues además de cursar la carrera de su preferencia, tiene un empleo en el campus, y gracias al apoyo y asesoría que ha recibido del Tecnológico de Monterrey, pudo desarrollar junto con un grupo de amigos en Chiapas el proyecto Coletours, que es una ruta turística de San Cristóbal de las Casas distinta a la que los turistas están acostumbrados.
Además, fundó el proyecto “Itzamná”, dedicado a la impartición de clases de matemáticas a niños de primaria utilizando métodos mayas.
Para este joven el futuro ya no es tan incierto, por ello desea que al concluir la carrera pueda regresar a Chiapas para implementar proyectos de emprendimiento que impacten de manera positiva su comunidad.
CONTRA TODOS POR SU SUEÑO
Para estas fechas Mayra Andrea Bucio Suárez, de 22 años de edad, ya debería de ir muy adelantada en sus estudios universitarios, pero la falta de recursos económicos y hasta el rechazo de sus padres a que cursara una carrera, la frenaron un poco.
A pesar de ello, esta joven originaria de Ciudad Hidalgo, Michoacán, una población de apenas 122 mil habitantes ubicada a dos horas de la capital del Estado, nunca aceptó rendirse y luchó contra todo y contra todos por cumplir su sueño de estudiar la carrera de Ingeniería Biomédica.
El rechazo de sus padres tenía una justificación: todos en la familia se dedican al comercio informal, recorriendo los tianguis que se instalan en el municipio para vender ropa y otros artículos, por lo que destinar una parte del presupuesto del hogar para pagar colegiaturas es impensable.
De hecho, tres hermanos de Mayra Andrea tuvieron que encontrar la manera de pagar su educación por sus propios medios y uno más no ha podido continuar con la escuela.
Las carencias económicas no minaron el deseo de esta joven de estudiar en una universidad. Si no había dinero, se esforzaba más que sus compañeros para mantener las becas por excelencia académica que le permitieron graduarse como Técnico en Biotecnologías.
Fue gracias a quien en ese entonces era su novio, que Mayra Andrea se enteró que existía el programa de “Líderes del Mañana”; sin dudarlo buscó el apoyo de su familia para entre todos comprar una computadora y pagar la conexión de Internet en su casa, con lo que pudo iniciar con el trámite de preselección.
Y aunque siempre estuvo segura de que iba a lograr sus sueños, la joven reconoció que hubo momentos en que pensó que lo mejor era darse por vencida y unirse al negocio de su familia.
“Sí tenía miedo porque pensaba ‘¿qué tal que no me la dan la beca?’, lo difícil fue luchar contra mí misma, había luchado contra tantas cosas, contra muchas personas que me habían dicho que no podía o no debía, hubo un momento en que tuve que luchar contra mí misma pues estaba pensando que para qué estaba haciendo todo esto. Fue difícil esta lucha interna de que quería estudiar, contra el resto del mundo que me detenía”, sentenció.
Todo el esfuerzo se vio coronado un 25 de mayo, cuando al revisar el portal de Internet del programa encontró su nombre en la lista de los seleccionados.
Ahí inició una nueva vida para esta joven, quien está aprovechando al máximo todas las oportunidades que le ofrece estudiar en el Tecnológico de Monterrey.
“Me gusta que la institución es muy integral, me ha dado la oportunidad de crecer en todos los aspectos, no solamente en lo académico, que antes era en lo que yo había trabajado, sino que también he podido crecer en otras áreas como liderazgo, deportes, eso es algo que estoy muy agradecida porque siempre quise hacer deporte pero eso es caro y aquí, por ejemplo, la natación puedo practicarla cuando en otra parte no hubiera podido porque todo lo que se necesita es muy caro.
“Eso es lo que más me ha gustado, la oportunidad que te dan de crecimiento, que no te ponen límites, si quieres hacerlo adelante, aquí la única limitante eres tú mismo”, indicó.
Para Mayra Andrea, la mejor manera de retribuir todo el apoyo que ha recibido es, al concluir sus estudios, regresar a Michoacán para implementar proyectos que ayuden a la sociedad como, por ejemplo, trabajando en algún hospital donde pueda poner en práctica todos sus conocimientos.
‘NO ME QUIERO IR’
Adrián Anchondo, estudiante del sexto semestre de la carrera de Medicina, no duda cuando asegura que está viviendo el mejor momento de sus 20 años de vida.
Es verdad, seleccionó una de las carreras más demandantes que existen, con la que espera un día obtener una especialización en nefrología, neurología o cardiología.
A pesar de ello, no tiene prisa con concluir sus estudios, pues no duda en asegurar que lo que está viviendo en el Tecnológico de Monterrey es lo más maravilloso que le ha tocado hacer.
“Me siento pleno, estoy haciendo todo lo que me gusta, mi universidad y mi carrera me llenan totalmente, realmente no me quiero graduar (ríe), estoy viviendo muchas cosas maravillosas y no me arrepiento de haber buscado la beca”, sentenció.
Originario de Chihuahua capital, Adrián casi se había resignado a estudiar en una universidad pública pues, aunque el empleo de su padre como guardia de seguridad les ha dado un techo y alimento a su familia, es insuficiente para pensar en una carrera en una institución como el Tecnológico de Monterrey.
De hecho, sus dos hermanos concluyeron sus carreras de Enfermería e Ingeniería en una universidad pública, algo que Adrián pensó que estaba en su futuro.
Sin embargo, el joven siempre estuvo muy al pendiente de las oportunidades de becas que ofrecían instituciones como el Tecnológico de Monterrey, por lo que en el momento en que se enteró de la convocatoria de “Líderes del Mañana”, aplicó de inmediato.
La posibilidad de cursar la carrera en esa institución ilusionó a todos en su familia.
“Recuerdo que mis papás me dijeron que yo podía hacer lo que yo quisiera, pero que todo lo que iba a hacer era por mí y para mí mismo”, recordó.
La noticia de que había sido aceptado en el programa se convirtió en el inicio de una serie de retos para este joven, pues debió de enfrentarse a los problemas de estar solo en una ciudad extraña, cursando una carrera tan demandante y con los niveles de estrés como lo es Medicina.
Es aquí donde el apoyo del resto de los integrantes de este proyecto se volvió fundamental para soportar los problemas del día a día, los horarios extremos, las horas y horas de estudio.
Adrián es el perfecto ejemplo de la unidad que se vive entre los beneficiarios con estas becas. Cuando sus horarios se los permite, andan juntos por todo el campus e, incluso, viven todos en una casa donada por un egresado del Tec, quien solamente les pide que paguen los servicios.
La otra tablita de salvación que Adrián encontró para salir avante de las dificultades cotidianas de su proyecto de vida está en el baile. Y es que este joven es un orgulloso integrante del ballet folclórico de la institución.
“Es bien divertido, estoy cumpliendo mi sueño, que es cursar mi carrera, pero a la vez la banda folclórica es la forma en la que me libero de toda la presión, es mi desestrés, bailando olvido todos los problemas y eso me ayuda a no volverme loco. Hay un término psicológico que explica que el baile es mi desplazamiento, el lugar a donde voy para no caer en la psicosis”, citó.
Y aunque está viviendo el mejor momento de su vida, Adrián sabe que llegará un momento que tendrá que abandonar la universidad para ejercer su profesión, pero antes tiene grandes planes para el futuro.
Explicó que desea conformar un equipo con algunos de sus compañeros para viajar a distintos países del mundo para conocer de primera mano lo que están haciendo bien en sus labores de medicina preventiva, y luego traer esos conocimientos a México.
“Estoy cansado de que el paciente sea quien busque al médico, la medicina preventiva es el futuro de los médicos, tenemos que sacar a los doctores de los consultorios y que ellos vayan con los pacientes para prevenir los males”, aseguró.
NUNCA SE RINDIÓ
José Fernando Quintanilla Guevara, de 21 años de edad, es un ejemplo de cómo la vida puede poner todo tipo de obstáculos, y a pesar de ello nunca hay que rendirse.
Si hubiera claudicado, seguramente este joven ya hubiera dejado de lado su sueño de estudiar la carrera de Ingeniería en Mecatrónica en la Universidad de Monterrey, a donde llegó gracias al Programa de Becas de Benefactores que le otorgaron un apoyo del 100 por ciento de su colegiatura.
Originario de Matamoros, Tamaulipas, la falta de recursos económicos hicieron que José Fernando se resignara a estudiar la carrera en una universidad de su municipio.
Sin embargo, una tragedia le cambió la vida, cuando debió venir a Monterrey para asistir al sepelio de un tío.
Recordó que aprovechando el viaje, su padre, maestro de profesión, decidió llevarlo a conocer las instalaciones de la UDEM. En ese momento el joven tomó una decisión que, sabía, le iba a cambiar la vida.
De regreso en Matamoros, se decidió a dar un salto de fe y, aunque ya había cursado un par de tetramestres en la universidad, comenzó con los trámites para obtener una beca en la UDEM.
Tras muchos procesos y días de nervios, José Fernando fue notificado que había sido beneficiado con la beca. Sin dudarlo dejó Matamoros, no revalidó ninguna de las materias que ya había cursado con muy buenas calificaciones y reinició su carrera en la Universidad de Monterrey. El futuro se veía prometedor.
Pero la capital de Nuevo León le tenía preparada una última prueba al joven. Cuando apenas había pasado un mes de haber llegado a la ciudad, José Fernando venía bajando del transporte público cuando, de pronto, el chofer decidió acelerar la unidad, provocando que perdiera el equilibrio y cayera al pavimento.
Al levantarse se dió cuenta de que el brazo lo tenía totalmente volteado, en una posición que no era natural. Fue entonces cuando comprendió que estaba fracturado.
Gracias al seguro de gastos médicos de la beca, José Fernando fue internado e intervenido quirúrgicamente, recibiendo una prótesis de titanio para sanar sus heridas.
Mientras se recuperaba, su familia contempló la posibilidad de que regresara a la seguridad del hogar, pero el joven decidió rechazarlo, debía terminar su carrera.
Hoy, cuando cursa el cuarto semestre de Ingeniería Mecatrónica, José Fernando no duda cuando sentencia: “tomé la mejor decisión”.
SEGURA DE SU CAMINO
Paulina Martínez Jáuregui tiene apenas 19 años de edad, pero desde hace mucho tiempo tenía la seguridad de que un día iba a estar en la UDEM, estudiando Ingeniería de Gestión Empresarial, carrera que le permitirá cumplir con su sueño de implementar programas de emprendimiento donde se necesiten.
Desde que estaba en secundaria, esta chica ha buscado estar cerca de las instituciones y programas que le ayudaron a recibir la Beca de la Fundación Alfa, que proporciona el 85 por ciento de su colegiatura.
Conseguir este apoyo era fundamental, pues aunque su familia tiene un hogar propio en San Nicolás de los Garza y un ingreso asegurado, no es suficiente para poder pagar una carrera en una institución como la Universidad de Monterrey.
Por ello, desde que era una niña Paulina se aseguró de cumplir con todos los requisitos que le iban a solicitar al momento de aplicar para su beca: ha sido alumna de excelencia en la educación media y media superior, además de que se ha involucrado en todos los proyectos de beneficio social que su tiempo le ha permitido.
Este deseo por ayudar la llevó a la que considera una de las más grandes aventuras de su joven vida: una estancia en un pequeño pueblo de Hungría, enseñando inglés a los niños de educación básica.
Cuando recuerda esos días la joven no puede más que sonreír, al recordar la satisfacción que le provocó ayudar a esos niños a aprender otro idioma.
Fue precisamente durante esa estancia en Europa del Este cuando le informaron que había sido beneficiada con la beca. Sin duda ha sido uno de los momentos más felices de su existencia.
Una cena con papa y pasta fue suficiente para celebrar el suceso, pues Paulina no podía esperar el momento para regresar a México y comenzar su carrera.
Y es que igual que cuando era una niña que estaba segura de que iba a estudiar en la UDEM, hoy la joven sabe que dentro de poco estará trabajando en alguna empresa del Grupo Alfa, preparándose para lo que realmente quiere hacer en la vida: iniciar su propio negocio con el que ayude a sus vecinos a implementar proyectos de emprendimiento que mejoren su entorno.
Paulina explicó que este deseo no es gratuito, pues desde que está en esta universidad comprendió que el hombre sólo se realiza al servicio del hombre.
SOÑAR DESPIERTO
Originario de Guaymas, Sonora, Carlos Andrés Padilla Sánchez, de 19 años de edad, se encuentra cursando la carrera de Medicina en la Universidad de Monterrey.
Aunque su madre es contadora de profesión, desde hace tiempo se ha dedicado al negocio familiar, que es la compra y venta de automóviles usados.
Si bien este empleo le ha dado a la familia lo suficiente para poder salir adelante, nunca hubiera permitido que Carlos Andrés se preparara para ser médico en una institución como la UDEM.
Sin embargo, el joven está aquí, en Monterrey, persiguiendo el sueño que nació hace un par de años, cuando una delegación de la Universidad de Monterrey llegó a la preparatoria donde estudiaba para presentar la oferta educativa y, más importante, las becas del Programa de Benefactores que estaban disponibles.
Para entonces Carlos Andrés se estaba haciendo a la idea de que su futuro estaba en Ciudad Obregón, cursando la carrera en la universidad estatal. Pero al escuchar que existía la posibilidad de estudiar en Monterrey, se permitió soñar despierto.
Reveló que desde muy joven se ha interesado en las ciencias e incluso ha participado en clubes y programas de promoción de la mismas, por lo que estudiar medicina era una opción lógica.
“Mi mamá siempre me decía que aplicara para la beca, si me están dando la oportunidad y cumplo con los requisitos debía de aplicar, debería darle para adelante y ya cuando me dijeron que tenía la beca fue una satisfacción muy grande”, señaló.
Reconoció que obtener el apoyo que es posible gracias a los esposos Rodríguez no fue sencillo, pues hubieron muchos trámites y entrevistas; por ello el día en que finalmente le informaron que era uno de los beneficiarios, fue el más feliz de su vida.
“Estaba en la escuela cuando me mandaron un mensaje donde me decían que era uno de los ganadores, no lo podía creer y ya más tarde le avisé a mi mamá contándole lo que había pasado. Dos horas más tarde me llamaron de la fundación para confirmar la noticia”, indicó.
Ya en Monterrey está consciente de los esfuerzos que tiene que hacer para quedarse en la institución, pues no solamente debe mantener su promedio arriba de noventa, sino que también ha tenido que adaptarse a una ciudad muy distinta a Guaymas, donde el mar está a unos pasos de distancia.
Con todo y eso, Carlos Andrés no deja de soñar que muy pronto será un médico, quien podría regresar a Sonora a devolver un poco de lo mucho que le han dado para cimentar su futuro.
“Me gustaría quedarme un tiempo para aprovechar la ciudad, pues Monterrey ofrece muchísimo, pero a la vez me gustaría regresar a Sonora a ayudar a la gente”, finalizó.
SU PADRE, SU EJEMPLO
Para Ezequiel Daniel González Leyva, de 19 años de edad, su padre es uno de sus más grandes ejemplos en la vida. Quizás por ello, de manera inconsciente, decidió estudiar Ingeniería Industrial y de Sistemas, una carrera muy similar a la de su progenitor.
En su hogar nunca ha faltado nada, pero los ingresos son insuficientes para completar el costo de una colegiatura en la UDEM. Por ello, Ezequiel Daniel está muy agradecido con la Fundación Saber, quienes son los Benefactores que le permiten disfrutar la beca para cursar su carrera.
El joven reconoció que en un principio estudiar en la UDEM no estaba en sus planes, de hecho ya se estaba preparando para inscribirse en la Universidad Autónoma de Nuevo León.
Sin embargo, un día una delegación de la UDEM acudió a la Prepa 15, donde estudiaba, para presentar las distintas opciones de apoyo educativo disponibles para los jóvenes de excelencia académica.
Fue entonces cuando arrancó con el proceso de entrevistas, exámenes, elaboración de ensayos y otras pruebas necesarias para saber si el aspirante cumple con los requisitos para obtener la beca.
El momento más especial fue el día en que le avisaron que había sido seleccionado para la beca. Recordó que ese día lo llamaron para cumplir con una entrevista -o eso fue lo que le dijeron-, entonces le pidieron leer en el telepromter un texto, donde le informaban que había sido seleccionado.
En ese instante estaba acompañado únicamente por su mamá, por lo que le pidió que no le dijera nada a la familia, especialmente su padre, pues quería dar la sorpresa a todos juntos.
Emocionado, Ezequiel Daniel recordó que, aunque su mamá siempre lo acompañó en este proceso, fue su padre quien estuvo muy cerca de él asesorándolo, apoyándolo, alentándolo para que no perdiera el entusiasmo.
Incluso en estos momentos en que cursa el sexto de los diez semestres que contempla la carrera, su padre se ha convertido en el mejor asesor académico que pueda tener, siempre ayudándolo con sus conocimientos profesionales cada vez que tiene una duda.
Este apoyo ha sido fundamental para que Ezequiel Daniel haya podido salir adelante, aprovechando al máximo la oportunidad que le ha dado el programa de Benefactores de la UDEM.
No es fácil ser un ‘Líder del Mañana’
Tan solo el año pasado, cuando comenzaron a recibirse las solicitudes para integrar la sexta generación de beneficiarios, se recibieron más de 13 mil solicitudes de todas las regiones del país, de las cuales se seleccionaron alrededor de 200.
Para poder ser considerado, el aspirante tiene que cumplir con un proceso de preselección en línea, donde se realiza una evaluación de su perfil, que contempla un examen llamado Prueba T y se toman en cuenta factores como sus calificaciones obtenidas durante el bachillerato, currículum, capital psicológico, persistencia escolar, los proyectos sociales que ha participado y, por supuesto, los ingresos económicos anuales de su familia.
Quienes logran sortear este primer filtro deben participar en otros tres procesos de selección, donde hay más exámenes y entrevistas con los integrantes de cinco comités, incluyendo uno a nivel nacional.
A la fecha, la comunidad de “Líderes del Mañana” está integrada por mil 167 jóvenes, quienes cursan sus estudios en los 26 campus del Tecnológico de Monterrey que existen en el país. 190 de ellos integran la primera y segunda generación del proyecto y no sólo ya se graduaron, sino que el 100 por ciento de ellos están trabajando, incluso en el extranjero.
Se busca que los beneficiarios de estas becas sean alumnos con 90 de promedio en su educación media superior, que tengan características de liderazgo y empatía social que los lleve a involucrarse en proyectos de apoyo a sus comunidades y, lo más importante, que requieran del apoyo para estudiar una carrera profesional.
Quienes son aceptados en el programa reciben una beca del 100 por ciento en su colegiatura, seguro de gastos médicos mayores, apoyo para libros, desarrollo de liderazgo y capital psico-emocional, además de que están cobijados por una red de mentoría para el desarrollo de sus proyectos.
‘En UDEM buscamos agentes de cambio’
Mónica Manzanilla Arellano, directora de Desarrollo de la Universidad de Monterrey, resaltó que la institución cuenta con una gran cantidad de opciones para que un joven pueda cursar una carrera universitaria.
Indicó que, en estos momentos, la mitad de los estudiantes de la universidad están estudiando gracias a algún tipo de apoyo económico.
Esto es posible gracias a que la universidad decide invertir en el talento de los jóvenes, otorgando ayuda económica a familias de escasos recursos.
Además, existe una red de Benefactores conformada por un grupo de empresas y ciudadanos, quienes aportan económicamente para que 300 jóvenes en la UDEM puedan continuar con sus estudios.
“Los benefactores nos han permitido darle un apoyo extraordinario a jóvenes extraordinarios, quienes estaban en una situación muy vulnerable”, indicó.
Entre las empresas que más aportan a este programa se encuentran Linde Group, que gracias a un convenio con la universidad están permitiendo que 60 jóvenes de Campeche puedan cursar una carrera de ingeniería.
“Tenemos a un joven hijo de pescadores de Champotón, que está a cuatro horas de Campeche y otros jóvenes que viven en aldeas rurales, totalmente dentro de la selva”, señaló.
Manzanilla Arellano manifestó que la institución está muy agradecida con estos empresarios que confían en la UDEM y por ello realizan la aportación económica para las becas.
“Nos sentimos muy afortunados de que hay una gran comunidad muy cercana a la universidad que cree en el modelo de la UDEM; es decir, deciden becar a alguien en la UDEM porque reconocen en nuestro modelo formativo una educación que se distingue por los valores, que se distingue por formar profesionistas que no sólo van a ser buenos en el nivel técnico, sino que van a ser buenos ciudadanos”, dijo.