Por Claudia Pacheco
Amás de tres siglos de su construcción, la Ex Hacienda de Guadalupe es uno de los monumentos más representativos de Amatlán de los Reyes en el estado de Veracruz.
Se estableció en 1690 como un lugar que traficaba con esclavos traídos de Cuba y África que ingresaban por el puerto de Veracruz. Hoy es un lugar enigmático, de historia y producción cafetalera, pues en sus 60 hectáreas se siembra el grano Arábica que después se exporta a Estados Unidos, Europa y Asia.
La familia de Irene Tress Villafuerte, la administradora general y una de sus propietarias, la compró hace 40 años a un ingeniero inglés que condicionó la venta a cambio de que volvieran a producir sus tierras.
Hace 326 años constaba de casi 4 mil hectáreas que sus diversos dueños fueron repartiendo a las comunidades aledañas o quizá perdiendo por motivos hasta ahora desconocidos.
Al adquirirla, recordó Irene Tress, se encontraba en el abandono total. No había muebles porque fue saqueada. Su fachada estaba deteriorada, los techos caídos, los muros humedecidos, las ventanas rotas y los campos secos.
“Mi familia y yo vivíamos en Huatusco y de inmediato nos cambiamos para acá en aras de comenzar a sembrar caña de azúcar, café, árboles de naranja y plátano. Nos propusimos levantarla y que la tierra recobrara vida”, platicó durante la visita que Notimex le hizo como parte de la ruta “Sierra del café”, que promueve Turitour en Veracruz.
En 1690 su primer habitante invitaba a los hacendados de la región para que compraran esclavos. Entre ellos se encontraba el legendario negro cimarrón Yanga, quien encabezó una rebelión y al obtener su libertad adoptó el poblado que lleva su nombre y que es considerado como el “Primer pueblo libre de América”.
En la época actual es uno de los atractivos turísticos de Veracruz, parada obligada en el recorrido de la “Sierra del Café”; lugar de paz, tranquilidad, de olor a café. Es el refugio de la gente trabajadora que desde las 5 de la mañana se levanta a labrar el campo.
En 1692, la entonces Hacienda de Nuestra Señora de Guadalupe pertenecía a Juan Valero Graxeda y en 1697 tenía 23 esclavos que trabajaban la caña de azúcar con el apoyo de un trapiche y dos bueyes.
En 1726, los esclavos eran 14. Tenía una extensión de 26 caballerías y pertenecía a Diego Valero, quien la vendió a López Antonio de Irivas en 26 mil 800 pesos.
La restauración ha sido por pausas, indica Irene Tress, ya que al ser una familia de agricultores dependen totalmente del éxito de la cosecha para continuar la obra.
Las grandes puertas de madera son las originales, así como algunos cristales biselados. A la entrada luce colgado un viejo Cristo de madera y una Virgen de Guadalupe.
Algunos de los muebles que hoy posee fueron adquiridos en bazares de cosas antiguas y otros se reconstruyeron a fin de que no se perdieran los distintos estilos que le han dado vida a través de los años.
La Ex Hacienda de Guadalupe consta de una capilla, un patio central, cinco dormitorios, una gran cocina, estancia, comedor y alberca. Se localiza en el municipio de Amatlán de los Reyes en la zona centro del estado de Veracruz, en México. Está a 5 kilómetros al este de la ciudad de Córdoba.
En 1758 tenía 151 esclavos y la componían 47 caballerizas. La propiedad era de doña Francisca de Irivas, y en 1765 pasó a manos de Lorenzo de Muñoz de Coss, y 38 años después, fue de Juan Bernardo Segura Zeballos con casi 300 esclavos.
Juan Antonio de Guevara, el Conde de Oñate, la adquirió en 1804 y plantó en ella las primeras matas de café que trajo de La Habana, Cuba, así como los primeros árboles de mango manila, traídos de Asia. Para 1812 esto ya constituía un gran negocio.
Irene Tress dice que hay rumores de que también perteneció al primer presidente de México, Guadalupe Victoria, pero no existen registros de esa época.
Debido a que muchos de los antepasados de los habitantes de Amatlán de los Reyes trabajaron ahí, siempre que pasan enfrente inclinan la cabeza como sinónimo de respeto.
“Cuando recién llegamos, ellos pensaban que tiraríamos toda la hacienda, pero cuando les dijimos que nuestro objetivo era rescatar la construcción, nos lo agradecieron mucho y hoy sigue floreciendo”, resaltó Irene, quien habita en la Hacienda al lado de sus sobrinos y hermanas.
Infinidad de anécdotas se cuentan en sus paredes, como aquella de hace 100 años cuando en los potreros unos trabajadores que se hallaban debajo de un árbol vieron un papel enrollado y se trataba de un lienzo de la Virgen de Guadalupe que al considerarlo bendito, ahora se encuentra en una iglesia del pueblo La Patrona.
“Hace 15 años, mi abuelo, quien era muy religioso, nos dijo que nos apoyaría para arreglar la capilla de la hacienda que se deterioró tras el sismo de 1985. Tenía una torre muy alta y mientras yo hacía con los albañiles la lista del material que se iba a necesitar, mi madre entró a rezar pidiendo que nos fuera bien en la cosecha.
“A los 20 minutos de que se fueron los albañiles, la torre se cayó. La explosión fue tan fuerte que el pueblo entero vino a ver lo que sucedía. Por fortuna llegamos a la casa, de lo contrario hubiéramos quedado sepultadas, pues las piedras eran enormes”, relató.
Alguna vez, uno de sus familiares llegó a pasar unas vacaciones en la Hacienda y después de algunos minutos cuando ya se había ido a descansar a su dormitorio, regresó para decirle a su esposa que una persona con botas y una lámpara en mano, le abrió la puerta.
“Mi padre decía que siempre se encontraba a una persona así, lo saludaba y seguía su camino sin concentrarse en eso. A mí, por ejemplo, me esconden la escoba, pero no me asusto. En otra ocasión, dos monjas me visitaron para decirme que sólo si hacíamos una misa podríamos resolver los problemas de cosecha y construcción que teníamos.
“La hicimos y todo comenzó a prosperar. Nunca más supimos de ellas, nadie más las vio y sí, su aspecto era raro”, recordó.
Es tanto el amor que la familia Tress siente por la Hacienda que si alguien llega con intenciones de comprársela en dólares y al doble del precio por el que la adquirieron, no la venderían; incluso, trabajan en el proyecto de convertirla en museo-hotel.
“Estamos restaurando los techos de las habitaciones y colocando baños a cada una de ellas para que pronto podamos rentarlas como cuartos de hotel. Asimismo, queremos promoverla como un lugar para locación de películas o telenovelas”.
En la actualidad, la Ex Hacienda Guadalupe comercializa su café bajo la marca Tresso. El año pasado obtuvieron el reconocimiento a Consistencia en Calidad por la empresa estadounidense Keurig, Green Mountain.
De acuerdo con Irene Tress, cada grano de café cosechado lleva un estricto control de calidad durante todo su proceso, desde los cuidados del campo, recolección, beneficiado y tostado para así poder destacar los principales atributos en la taza.