
La mirada de Marlene se vuelve a la izquierda. No profundiza en un objeto en específico, cualquier cosa podría cruzar frente a su cara y ella seguiría descansando su vista en el flanco izquierdo. No mira a su oyente, ni a sus familiares (su esposo y abuelo, presentes en la entrevista) sólo se fija en el vacío recordando la bebé que ya no tiene en brazos.
“La rutina ya no es la misma. Antes me acostaba y a la niña la dormía con su teta, le daba de comer, la niña jugaba, la niña corría… ahora no hay niña, ¿qué niña corre?, ninguna”, se contesta Marlene Medrano García, la madre de la pequeña Elizabeth Martínez Medrano de un año de edad, quien falleció el pasado 27 de diciembre víctima de una bala perdida disparada, por elementos del Ejército Mexicano en un enfrentamiento contra hombres armados.
Para esta joven madre de 19 años, no se trata sólo de una rutina trastocada, su dolor es tanto que ya no le encuentra sentido a la vida sin su hija.
“Me hace falta”, murmuró en un sollozo.
Los recuerdos y la tristeza aún se sienten en la casa de la familia Martínez Medrano. Ya no hay niña que corra en el patio, sólo la sensación de vacío que prevalece entre todos sus integrantes quienes no pueden explicarse lo que pasó.
Y eso también les duele.
“Estamos mal. Tristes por lo que pasó, fue una pérdida muy grande y vamos a ver si se hace justicia”, dijo Eduardo Martínez, padre de la menor.
LA TRAGEDIA
Dos días antes de la muerte de la pequeña Elizabeth, sus padres habían celebrado la Navidad con toda su familia, donde le dieron a su hija los primeros regalos decembrinos de su vida.
Nadie podía prepararlos lo que vivieron el pasado 28 de diciembre, fecha en la que sepultaron a su bebé e, irónicamente, era el día en que ella cumplía un año y 5 meses de edad.
El drama de este joven matrimonio inició el pasado 27 de diciembre, cuando se dirigían con su pequeña a comprar pañales y leche a un centro comercial en el bulevar Morelos.
Eduardo es quien relata este triste recuerdo, pues su esposa simplemente no puede hablar por el dolor.
“Nos dirigíamos a comprar leche y pañales pero no llegamos. Escuché una detonación y me tiré al piso pero no pensé que eran tiros, en ese momento uno no piensa nada. Cuando escuche la ‘tronadera’ íbamos en la pesera, lo único que hice fue agarrar a la niña, la cubrí bien y me tiré al piso”, dijo.
Sin embargo, resguardarse en el suelo del transporte público no fue suficiente. Tras hacer una pausa y cómo si todavía tuviera a su hija en brazos prosiguió: “Sentí en mi mano algo caliente, voltee a mirar a la niña y vi que estaba herida”.
Fue entonces cuando la pareja decidió desafiar el peligro que había afuera del camión y salir para pedir una ayuda que nunca llegó.
“Nos bajamos con la niña herida, pero nadie nos hizo caso. Los únicos que nos ayudaron fueron unos señores que estaban del otro lado de la carretera, nos llevaron al hospital para que la atendieran”, dijo Eduardo.
De pronto Marlene decide interrumpir a su esposo: “No sabemos si se dieron cuenta o no, nosotros nos bajamos con la niña en brazos gritando, pidiendo auxilio, la gente se daba la vuelta y no sabían que estaba pasando”.
Debido al dolor de ver a su bebé en el estado en que se encontraba, Marlene y Eduardo no notaron que también estaban heridos, pues tenían esquirlas incrustadas en sus cuerpos; él en sus brazos y piernas y ella en el vientre.
Cuando llegaron al hospital, los jóvenes padres creían que la bala apenas había rozado a la niña, pero cuando los médicos le dieron los primeros auxilios a su pequeña se dieron cuenta de la horrible realidad: una bala había entrado por el estómago de Elizabeth provocándole la muerte.
“La bala le atravesó por completo, no se quedó en el cuerpo, entró y salió. Yo pensé que nada más la había rozado, nunca chequé que le pegó por la mitad y la destrozó por dentro”, lamentó Eduardo.
¿A QUIeN CULPAR?
La noticia de la muerte de Elizabeth se supo en todo el país. Aunque nunca hubo una versión oficial por parte del Ejército Mexicano, los testimonios de testigos reproducidos en los medios de comunicación manejaron la misma versión: la bala perdida provenía del arma de un militar.
Sin embargo, los padres de la pequeña no desean señalar a nadie como responsable de estos hechos.
“No culpamos a nadie, porque no sabemos quien fue”, aseveró Eduardo.
Y agregó: “Nosotros no podemos culpar a los soldados o a otra gente por lo sucedido porque no vimos quiénes fueron”.
Sin embargo, esto no quiere decir que han exonerado a las autoridades por esta tragedia.
“Después de esto no hemos tenido explicación o respuesta de ninguna autoridad. No sabemos si fue una bala perdida o no, simplemente nadie nos ha explicado lo que vivimos en ese rato, las autoridades nos dijeron que iban a investigar y hasta ahorita no ha habido respuesta de nadie.
Simplemente pedimos a las autoridades que investiguen porque para eso están, que se encarguen de investigar quién fué”, exigió el padre.
Lo único que este joven matrimonio tiene seguro, es que estuvieron en el momento y lugar equivocados.
Aunque no buscan culpables esta familia sigue sumida en la desolación. El dolor por la pérdida de la pequeña “Eliza” –como cariñosamente llamaban a su pequeña– no se puede describir.
Su bisabuelo, Salvador Garza Guillén la recuerda constantemente. En su Biblia guarda una fotografía donde la pequeña luce sonriente.
“En ese patio le gustaba jugar, allí cortaba flores”, cuenta con lágrimas en los ojos.
Tras la pérdida de su bebé ningún día ha sido bueno para Marlene.
“Los días son malos, vamos a alguna parte y no cuido a nadie, me hace falta mi niña, era la única que teníamos”, se lamentó.
Y es que los padres siguen sin hallar consuelo para su pérdida, pues no tiene más apoyo que el de sus familiares.
“Es imposible olvidar lo que pasó”, insistió Eduardo.
Al borde del llanto, Marlene apenas alcanzar a sentenciar: “Nosotros no queremos responsables, por mi parte no me interesa saber quién fue ni por qué lo hizo. Ellos saben si fue intencional o fue un accidente, con que se encuentre el responsable no me van a regresar a la niña”.
VICTIMAS INOCENTES
Tras el inicio de la guerra contra la delincuencia proclamada en diciembre del año 2006 por el presidente de la República, Felipe Calderón Hinojosa, por lo menos un centenar menores de edad han fallecido a consecuencia de los enfrentamientos que se han registrado a lo largo de todo el país.
Un recuento realizado por la Red por los Derechos de la Infancia en México (Redim) y difundido por la agencia de noticias Comunicación e Información de la Mujer, A.C. (Cimac), revela que de diciembre del año 2006 a marzo de 2009, se han registrado 110 muertes de niños y niñas de entre los doce meses y los dieciséis años de edad.
Sin embargo, estas cifras no son las únicas que se han dado a conocer. Medios de circulación nacional han estimado que 183 menores de edad han caído en la batalla contra la delincuencia organizada: 110 en fuego cruzado y 73 en ataques dirigidos a específicamente a sus familias.
Las estadísticas revelan que Chihuahua es la entidad que presenta las cifras más altas de niños muertos con 43, seguido por Baja California con 26, Zacatecas con 23, Guerrero con 19, Sinaloa con 15, Nuevo León con 13, Tamaulipas con 9 y Durango con 7, las otras 28 muertes se han dado en el resto del país.
Desgraciadamente, con la muerte de la pequeña Elizabeth, Reynosa se anotó en esta triste lista.
Estas bajas de guerra no son reportadas por las autoridades federales en sus anuncios publicitarios que engrandecen la cruzada contra la delincuencia, donde sólo informan de sus aciertos más no así de las víctimas y su clamor de justicia.
Al menos eso dicen Marlene y Eduardo, quienes aún tienen confianza de los operativos militares que se realizan por todo el país.
“Creo que sí van a seguir los operativos, pero que tengan más cuidado al hacer su trabajo, porque no es posible que una niña inocente, que no debía nada y apenas empezaba a vivir, nos la hayan arrebatado de las manos”, finalizó Eduardo. v