Por César Vargas
Como una persona seria, que en la cancha se transformaba para ser líder de la defensa y capitán desde los 12 años, así recuerda a Jesús Angulo, su entrenador en la Selección Sinaloa y Culiacán, Jaime Loeza.
“Su personalidad siempre ha sido como lo conoces ahorita, siempre ha sido así, aparentemente parece que es introvertido, pero es su forma de ser, así es, un chavo muy serio, muy tranquilo desde que estaba chico”, explica el técnico.
“Lo conocí con otros equipos en los que participó antes, y siempre se mostró desde chico muy ecuánime y centrado. Cuando se abre se puede decir en la broma y todo, se abre muy bien. Participa en lo que tiene que participar, pero yo le atribuía eso (que era muy serio) a que siempre ha estado concentrado en lo que quería llegar”, añade Loeza.
Jesús Angulo es en el refuerzo de los Tigres en la defensa, donde buscará ser el líder de la zaga, como zaguero izquierdo.
Lo dirigió desde que tenía alrededor de 12 años de edad, primero en la Selección de Culiacán, y más tarde en la Selección de Sinaloa, desde donde lo recomendó a las Águilas de la Universidad Autónoma de Sinaloa, de Tercera División. Allí lo reclutaron los visores del Santos, donde debutó en Primera División, para más tarde pasar al Atlas, donde se coronó este torneo.
“Era de los líderes del equipo, siempre se imponía, cuando estuvo conmigo era el capitán, siempre imponía la personalidad, cuando se metía el campo era otro, imponía esa personalidad que tuvo después.
“En la defensa sobresalía, y paraba todo lo que tenía que parar, y salía jugando, explica.
— ¿Lo ve para un sistema como el de Miguel Herrera?
Con el que jugó, con línea de cinco, lo veo de titular, va a reforzar la línea esa y va a reforzar la defensa de Miguel (Herrera).
Recuerda que Jesús cuando estuvo en la Selección de Culiacán, y luego en la Sinaloa, primero era medio de contención, a veces jugaba de zaguero central.
“Conmigo llegó en una etapa Juvenil A, tuvo dos torneos completos, era un chavo con mucha entrega, ya había estado en otros equipos.
Sinaloa, Selección Culiacán, en un campeonato nacional que hubo aquí en Culiacán”, dice.
“Tendría una edad 10-11 años. Quedamos en tercer lugar, pero ya tenía esa fortaleza y esas ganas de salir adelante. Fue a una Copa Rayados fuimos campeones, y se quedó conmigo. Y de ahí lo mandé a Tercera División, a las Águilas de la UAS, porque veía que era un jugador que marcaba diferencias. Ahí una temporada completa lo vio el Club Santos y lo llevó a sus Fuerzas Básicas”, dice.
“Ya no para seguir jugando en amateur. Conmigo era contención, y a veces lo ocupaba de defensa central. Y En Santos lo hicieron central por izquierda, aquí tuvo una trayectoria importante y muy buena, tuvo muy buenos logros. Jugó con diferentes equipos desde que tenía cuatro o cinco años, de muy pequeño”, así lo describe Loeza.
‘NUNCA SE RINDAN’, RECOMIENDA SU PADRE
Por las tardes-noches, Rigoberto Angulo, incluido a veces su hijo Jesús, vendía tamales en las colonias de Culiacán, Sinaloa.
Lo hacía para sacar adelante el hogar, pero también para apoyar el sueño de Jesús de llegar a debutar en Primera División.
“Me dedicaba, inclusive él apoyaba, vendíamos tamales, y él en ocasiones me apoyaba, me ponía a vender en un puestecito, él (Jesús) tenía como 13-14 años, cuando estaba aquí en la casa”, dice vía celular.
Habla el padre de Jesús Angulo, el nuevo refuerzo de los Tigres para el Grita México C2022, quien llega a los felinos tras un largo de camino de sacrificios, pero que ha visto recompensado con dos títulos de Liga de Primera División: en Santos y el Atlas.
Rigoberto da un consejo a aquellos padres que puedan sentirse cansados de apoyar algún sueño de sus hijos:
“Jamás dejarlos de apoyar, jamás rendirse, venga lo que venga, si son de recursos económicos bajos, como en el caso de nosotros, apoyarlo con todo”, expresa.
“Jamás hay que dejarlo de apoyar. En cualquier deporte que le guste, no rendirse, y siempre decirle ´síguele, seguimos adelante´, si tenemos que pedir prestado, hay que hacerlo”, explica.
Originarios de la colonia Jardines del Valle, Rigoberto insiste en que nunca hay que bajar los brazos en el apoyo a los hijos.
“Venimos de gente humilde, somos gente sencilla, gente de colonia de que realmente venimos, no de recursos suficientes, pero eso nunca nos detuvo para decir ´no lo voy a seguir apoyando porque no podemos, porque realmente a lo mejor llega, a lo mejor no llega”, comparte.
“Tiene uno que seguir adelante para realizar el sueño de él, porque tenía las cualidades, las aptitudes, las ganas, todo tenía él, para salir adelante”, dice Rigoberto.
Todo empezó cuando Jesús tenía alrededor de 7 años de edad y empezó a patear un balón en el campito de la colonia Jardines del Valle, y comenzaron a formarse equipos con los distintos niños que venían de ahí y de otras colonias.
Se siente orgulloso de que su hijo puso ya su nombre en la historia del Atlas. Recuerda que el día de la Final ante León no pudo estar en el Estadio Jalisco porque estaba restableciéndose de Covid-19.
“No pude asistir porque me pegó el Covid, estaba confinado. Me lo perdí, estaba gritando desde la cama donde estaba, gritando y echando porras, ya sabrás la alegría que me dio cuando cayó el último penal”.
“Ya había salido del hospital, salí el sábado, y el partido fue el domingo”, relata.
Habla con la alegría, la energía, la esperanza y la fe de aquellos que saben que el amor por los hijos es capaz de mover montañas, y si es necesario…mucho más.
“Así lo tuve que hacer yo, pedir prestado para ir a un Nacional o aquí o allá, jamás le dije: ´no vas, porque no tenemos. Esa es la recompensa, el éxito, y esto viene para adelante, las cosas no caen fáciles del cielo, todo es sacrificio, dedicación empeño”, dice.