Utilizar latas para crear diversidad de piezas puede no ser una novedad para muchos. Sin embargo, para Ángel Garza Celis, de 24 años, esto se ha convertido en un oficio y manera de promover el arte para sobrevivir, mientras retoma sus estudios universitarios.
A diario o mientras el clima lo permita, se le puede encontrar en uno de los corredores comerciales que hay al centro de Monterrey. Ahí está sentado sobre el piso, con un montón de latas para darles forma.
En base a su ingenio, traza el contorno de lo que será su nueva creación. Poco a poco desliza el plumón sobre la lámina. Las ráfagas de aire que se desprenden del fuerte viento no le impiden desarrollar su creatividad.
Con tijeras en mano hace los cortes necesarios para dar realce a las rosas y los respectivos floreros, o bien, a lo que su imaginación le dicte.
“La gente tira las latas pero esa ‘basura’ puede convertirse en algo útil y al mismo tiempo contribuyes al cuidado del medio ambiente por medio del arte creativo; es fácil mientras tengas habilidad de reinventar el aluminio”, expresó Ángel Garza.
Mientras forma las hojas de la rosa, contó que él se dedica a este “oficio” desde hace cuatro años para desarrollar su creatividad, pero sobre todo para obtener ingresos y poder reincorporarse a la Facultad de Música.
“Por motivos personales dejé la escuela. He buscado empleo y por diversas situaciones no ha llegado la oportunidad. Aprovecho lo que sé hacer para promover el reciclaje y arte urbano con mis creaciones y ganar dinero”, dijo el joven.
El deseo de superarse y estudiar una carrera universitaria en Monterrey, donde reconoce hay “buenas instituciones”, influyó para que dejara su lugar natal, Tampico, Tamaulipas y emprendiera el viaje para realizar su sueño. Jamás pensó fuera tan complicado por la cuestión económica.
“La vida es cara en una ciudad como ésta. Al principio mi familia me apoyó en cuanto a recursos, pero cuando ya no pudieron tuve que mantenerme solo. Lo hice una temporada pero conforme pasé de semestre, la universidad requería más de mi tiempo; no quería descuidarla y es difícil si hay que trabajar”, explicó.
Pero no es un “flojo”. Retomó lo que aprendió de un amigo; arte en lata, ya que “lo que bien se aprende no se olvida e incluso se puede mejorar”, afirmó.
RECICLARTE
Con la misión de crear, a su paso por las calles para llegar el centro de Monterrey, procedente de San Nicolás -donde habita-, aprovecha para reciclar cuanta lata se tope sobre el piso.
“Generalmente las tiran a la basura y poca gente las reutiliza. Yo trato de colectar el material para poderlo trabajar. Los lavo bien para que no huelan mal y pueda manejarlos para innovar el aluminio”, explicó Ángel.
Para dedicarse a su “oficio”, no es necesario invertir tanto, ya que es muy común encontrar los botes de lámina de refresco o alimentos en la calle o basureros.
Sin embargo, considera que es cuestión de cultura el manejo de los diversos materiales que pueden o no ser desechados. Y parte de mi labor es esa: concientizar.
“Promuevo el arte con materiales fácil de conseguir y que muchos tenemos en casa o encontramos a nuestro paso. El asunto es que a veces se nos olvida que pueden volver a ser útiles y los tiramos”, manifestó.
Aunque se han desarrollado distintas campañas de reciclaje, reconoce que la tarea es difícil. “No es hasta cuando uno le encuentra uso, que actúa”, añadió.
Antes de aprender a inventar figuras con aluminio, recordó, no conservaba los envases. Los dejaba por doquier o en los depósitos de desecho.
Su perspectiva cambió desde hace cuatro años cuando un amigo le enseñó lo que podía hacer con una lata: arte, cuidar el ambiente al reciclar y ¿por qué no? La posibilidad de obtener recursos.
“Desarrollas tu habilidad creativa, te vuelves ecológico, inviertes poco pero ganas algo de dinero con tu ‘trabajo’ porque se requiere dedicación para generar nuevos objetos laminados”.
Señaló que puedes “matar hasta tres pájaros de un tiro”, como se dice coloquialmente.
“VIVO DE ESTO”
El joven ha encontrado en este proyecto temporal una forma de vida y generar ingresos para solventar algunos gastos en lo que regresa a la universidad.
“Encuentro un beneficio a mi manera y es válido, digo, porque a veces la gente juzga pero no saben lo que hay detrás. Por ahora me dedico a esto pero espero y deseo pronto retomar mi carrera de Música”, expresó.
La gente pasa por el corredor comercial donde se instala sobre la banqueta y se detienen a observar sus creaciones. Con esa reacción se da cuenta que no está tan mal lo que hace.
“Mucha gente se acerca para conocer, hay gente que no conoce ese tipo de trabajo y se queda a ver cómo se maneja el aluminio, otros sí compran algo y unos más ni siquiera ven las piezas; así es esto, yo sólo regenero una lata”, afirmó.
Ángel sabe que no puede ofrecer muy caros los productos que fabrica pero no por ello se desanima a crear. Las figuras que hace las puede vender de entre 20 a 100 pesos, dependiendo de la dificultad y el tamaño.
“Tampoco me excedo, soy realista pero existen personas que realmente valoran lo que haces y te dan un poco más, aunque otros pagan sólo lo que es: trato de ser justo”, dijo.
Entre los consumidores de este arte urbano proliferan los niños. Es el sector al que más le llaman la atención las figuras, pero los adultos no se quedan atrás; “de pronto hacen pedidos especiales para coleccionar”, comentó.
Reconoció que hay mercado para todos y que unos podrán criticar su trabajo u otros apreciarlo. Pero él no dejará ese estilo de vida porque le gusta lo que hace.
Cuando retorne a las aulas lo seguirá haciendo, pero sin descuidar los estudios porque no pierde la esperanza de ser alguien en la vida en cuestión profesional y refrendar su vocación: tocar la guitarra.
LA BANQUETA ES SU BASE DE EXHIBICIÓN
El piso de concreto es su mejor sala de exhibición. Ahí muestra sus productos, sobre una manta que tiene en la banqueta junto a otros accesorios de hilo en diversidad de tonos.
No le importa ensuciarse, o que esté muy frío o caliente por el clima, “mientras tenga un lugar donde muchas personas sepan lo que hago o hacemos, me basta”, aseveró.
“Si el gobierno se diera cuenta de lo que ofrecemos, podrían detonarse espacios para exponer nuestro arte y otorgar presupuesto para impulsar este tipo de arte hecho en México”, expresó.
Pero no todo es responsabilidad de las autoridades, debido a que hay muchos jóvenes como él que prefieren promover su arte de manera independiente.
“Yo soy uno de ellos pero fuera de esta situación, no a muchos funcionarios les interesa el arte, mucho menos se destina apoyo para este sector”, afirmó.
Ante ese panorama y distintas circunstancias que obligan a que Ángel sea promotor del arte urbano de manera particular, hace una llamado a “chavos” como él a que expresen su arte por convicción, independientemente del lugar o economía por mencionar algunos factores.
El atardecer llegó, el joven tomó un descanso para ingerir alimentos. Su amiga Claudia, quien aporta su creatividad al elaborar piezas en lata y pulseras, collares en hilo, cuida los productos o el lugar.
Luego de la comida, regresó para continuar su labor: hizo más rosas y casi al anochecer, tras ocho horas de exponer su trabajo y vender uno que otro artículo.
Ese día no vendió mucho, dijo, pero al menos obtuvo dinero para comer y regresar a su humilde hogar.