Ed Harris nunca se había visto tan atemorizante como el psicópata empresario de peinado horroroso de Amor Mentiras y Sangre, un drama criminal carente por completo de humor, que se refiere a las culpas y al amor enfermo, con lealtades mal entendidas.
Todos los personajes aquí tienen una conducta patológica. Las mentes lastimadas por traumas pasados los llevan a tener una visión alterada del entorno. Dentro de su perspectiva, la normalidad contiene formas de violencia que se hacen cotidianas para superar dificultades.
En una anécdota que parece un western urbano ubicado en los 80, Lou (Stewart) es una joven y hastiada encargada de dirigir un gimnasio. Inesperadamente, aparece por ahí Jackie (Katy O’Brian) una impresionante y atractiva fisicoculturista que anda buscándose una vida para llegar a Las Vegas y participar en un concurso de cuerpos perfectos que la conducirá al anhelado estrellato.
La atracción es inmediata, lo que las lleva a un estallido de carnalidad que deriva hacia otro tipo de complicidades, en las que hay homicidio, venganza y lealtad.
En medio de todo está Lou Sr. (Harris) que ha construido su pequeño imperio criminal de negocios ilícitos, en base a sobornos, tráfico de mercancía indebida y otras actividades en las que, como padre desalmado, ha involucrado a su hija, obligándola a convertirse en cómplice directa, manipulándola de forma monstruosa.
La acción deriva hacia el thriller criminal cuando Jackie de naturaleza agresiva, decide entrometerse en cuestiones de la familia y toma la justicia por su mano, contra el abusivo cuñado (Dave Franco), lo que desencadena una serie de situaciones que hace que los problemas se enreden, mientras se buscan remedios que enrarecen más el ambiente viciado de la familia.
La directora Rose Glass vuelve a traer otra cinta aguda de personalidades retorcidas como la de la enfermera de Salvando Almas (Saint Maud, 2019), su afortunado debut detrás de cámara.
Aunque la historia habla de la vida miserable de Lou, es Jackie la que se roba la escena por su deseo de ser atractiva y agradable, sin ver la destrucción que genera. La ambición la lleva a un estado de egoísmo en el que lo importante es verse bien, para sentirse bien y estar a la altura afectiva de quien ama. Pero no encuentra momentos de calma pues además de sus problemas que arrastra desde casa, está la alteración hormonal que le generan los esteroides, que la tienen al borde de la locura.
El final de corte surrealista es desconcertante y puede resultar incómodo, por extravagante. Pero así es como la directora y escritora decidió resolver un crucigrama que parecía no tener final.
Amor, Mentiras y Sangre vale la pena por las sólidas actuaciones y por su original historia de amor, impregnada de criminalidad.
@LucianoCampos G