
Luego de 76 años de operación, las autoridades estatales clausuraron definitivamente el penal del Topo Chico para dar paso a un nuevo centro de esparcimiento al poniente de Monterrey.
En una ceremonia protocolaria, el gobernador de Nuevo León, Jaime Rodríguez Calderón, colocó el candado simbólico en el centro penitenciario que representa el cierre de sus instalaciones.
Por casi ocho décadas el penal fungió como reformatorio para infractores de la Ley, pero la sobrepoblación de reos provocó caos en su interior, aunado al autogobierno de bandas delincuenciales.
En la ceremonia también se desarrolló el último traslado de reos al penal de Apodaca.