Cuarenta años después, Geraldo Goncálvez revive la emoción de aquel momento.
“Yo nunca había cobrado un penal en mi vida…nunca, ni en entrenamiento”, confiesa a través de la cámara de Zoom, desde Miami, donde ahora vive.
Se ve otra vez en medio de aquel escenario, un 6 de junio, como hoy, de 1982, mirando atónito desde el pasto al monstruo de más de 100 mil espectadores en que estaba convertido el Estadio Azteca.
Tigres y Atlante disputaban la Final de Liga de la temporada 1981-82, que se había prolongado hasta los penales, después de los tiempos extras y terminar empatados 2-2, en el global.
Salvador Carrillo, volante de contención, había sido el encargado de elaborar la lista de los cinco tiradores.
“Yo pensé: ‘lo que tenía que hacer ya hice, aquí acaba todo’, pero (Salvador) Carillo, que era un capitán, me dice: ‘Geraldo, ¿tú quieres cobrar penal?’, ‘¿qué, cómo voy a cobrar penal, yo no?’”, relata el delantero brasileño.
Había entrado de cambio, igual que en duelo de Ida, en el Estadio Universitario. Allí también su presencia cambió el rumbo de la Final.
Ante una multitud que empezaba a desanimarse porque los Tigres se irían empatados al duelo de Vuelta en el Azteca, Goncalvez ingresó de cambio cuando faltaban cinco minutos para terminar el partido.
“Dios fue tan bueno, no conmigo, sino con el equipo y con la gente, que yo salí de la banca, que en un centro que no sé qué LaVolpe fue a hacer arriba, para agarrar, se cayó el balón, Barbadillo lo mete (al centro), y yo estoy ahí parado, como cualquiera que estuviera en silla de ruedas, lo hacía ese gol”, describe.
Aquel jueves, Goncalvez había anotado el gol que le permitía a los Tigres salir de CU con una ventaja de 2-1, para ir a buscar el título el domingo ante el Atlante, en el Azteca.
Era el Atlante de LaVolpe, del “Ratón” Ayala, de Cabinho, de Moses, de Sergio Lira, toda una artillería que buscaba sentenciar la Final desde el manchón de penal.
Tigres había iniciado con Mateo Bravo; Pepe Sánchez, Osvaldo Batocletti, Roberto Da Silva y Adrián Incapié; Salvador Carrillo, Sergio Orduña, y Tomás Boy; Jerónimo Barbadillo, Paco Solís y Bastos.
Goncalvez había ingresado de cambio a los 71 minutos por Boy. Los felinos jugaban con 10 hombres desde el minuto 55, por la expulsión de Bastos.
Entonces Goncalvez le pidió Carillo tirar primero, pero este sólo le concedió ser el segundo tirador.
“Después me quedo sentado, viendo aquel estadio (Azteca) lleno, pensando: ‘chingado, qué mierda hago ahora para cobrar penal, si nunca he cobrado en mi vida’”, relata.
Pero un insulto de LaVolpe, portero del Atlante, cambió la historia.
“Sabes que LaVolpe es argentino, y con los argentinos dentro de la cancha no nos llevamos, esa es la verdad, y la Volpe llega para mí y habla en voz alta para que yo oiga: “pinche brasileño, yo te voy a parar el penal’, y yo le dije ‘mira, yo te voy a arrancar tu cabeza’, y agarré el balón, y lo puse ahí en la marca, me concentré en lo que él había dicho, y le pegué con toda la fuerza que tenía en mi pierna”.
Carrillo había fallado el primero de la serie para los Tigres, y después de Goncalvez acertaron Barbadillo y Orduña. Por Atlante, falló el “Ratón” Ayala, y San Mateo, en una actuación prodigiosa que lo convirtió en leyenda, le atajó a Eduardo Moses y Sergio Lira. Anotó LaVolpe.
Pero Goncalvez está seguro de algo:
“Si LaVolpe no habla nada, se queda callado, yo fallaba, estoy seguro, lo que me puso en el partido fue el hablar mal de mí, y atacarme”, dice emocionado.