Doña Matilde Martínez Gallegos vive a 5 horas de camino de la industrializada ciudad de Monterrey, en un ejido del municipio de Doctor Arroyo.
Juan Ruiz, por su parte, habita en la colonia Las Escobas, de Guadalupe, a 15 minutos del corazón de la zona conurbada de Nuevo León.
Aunque no se conocen, ambos ciudadanos de la tercera edad comparten un mismo problema: sus viviendas no tienen agua y deben ingeniárselas para sortear el problema todo el año.
Porque saben bien que las altas temperaturas del verano son un suplicio pero el frío del invierno o el aire templado de la primavera no cambian su drama: viven con sed permanente de enero a diciembre.
Cuando las pipas del municipio no aparecen -lo cual ocurre muy seguido- y Juan Ruiz no tiene para comprar un garrafón de agua de 23 pesos -lo cual ocurre todavía más seguido- no le queda otra que ir a las colonias vecinas con su bote y pedir que le regalen un poco del líquido.
Por su parte, doña Matilde tiene dos opciones para calmar la sed: una un tanto insalubre, que consiste en recolectar la lluvia que cae al techo de su casa en un recipiente y de ahí tomar.
La otra de plano es asquerosa: sacar el líquido del aljibe cercano (un contenedor al aire libre que capta el agua de lluvia y contiene hojas, ramas, ajolotes y hasta tortugas), hervirlo unos minutos y luego beberlo.
Y así todo el año.
MISCELANEA DE CARENCIAS
En Las Escobas, comunidad ubicada a orillas del río Santa Catarina, en los límites del municipio de Guadalupe, las carencias son tantas que sus habitantes prefieren concentrar su atención en una sola: la falta de agua.
Juan Ruiz vive con sus hijos y nietos en una de las casas que se edificaron en el sector al estilo de la hierba, sin orden ni planificación.
El hombre de cabello cano trabaja como conserje en una escuela y apenas gana para irla pasando y ayudar a su hijo con los gastos de la familia, compuesta por cuatro adultos y cuatro menores.
“Pues aquí las carencias son muchas, pero lo que más nos pega es el agua porque a veces no hay ni para tomar. Los (vecinos) que tienen modo pues compran ahí su garrafoncito pero uno ¿de dónde?”, explica.
Cuando se realizó la entrevista la colonia llevaba una semana y 3 días sin el líquido, por lo que Ruiz cargó un tambo mediano en una bicicleta y fue a pedirlo a la colonia vecina, Las águilas.
“Esta es para tomar, que es lo de más urgencia, pero tampoco les puede estar pidiendo uno para todo ¿verdad? Porque no es correcto.
“Ya si queremos agua para lavar o para bañarnos pues entonces vamos con unos familiares que están aquí en (la colonia) Valle Soleado o si no nos vamos al río”, comentó el padre de familia mientras mostraba los seis tambos donde recolecta el agua completamente vacíos.
Y el panorama es similar para las 110 familias que habitan el sector. Hace un par de meses instalaron una bomba parta extraer agua de un pozo pero el abasto era insuficiente y, para colmo, lleva 3 semanas descompuesto.
“De por sí el pozo daba muy poquita agua y desde que lo pusieron la alcaldesa (Cristina Díaz) ya no mandó las pipas porque según ya teníamos el abasto pero nunca fue suficiente porque la bomba es automática y no mandaba el agua a los lugares altos”, contó Patricia López Piñón
La vecina del lugar dijo que, al principio, una cuarta parte de la comunidad tenía abasto del líquido pero apenas 20 minutos al día, lo cual fue insuficiente.
“Es que la salida del tubo del pozo al tanque es de una pulgada y la salida a las casas es de 3 pulgadas, entonces no se daba abasto y ahora pues menos porque ahorita ya llevamos varios días, más de una semana que no tenemos agua.
“Por eso compramos o vamos a pedir a los pozos que tienen los bomberos en Villa Juárez. También vienen pipas particulares de las obras que están haciendo aquí cerca (casas y pavimentación) y nos dan pero hay que darles los 20 ó 50 pesos y no todos los tenemos”, cuenta.
La desesperación es evidente en los rostros de los habitantes de Las Escobas. Sudorosos, cansados, muestran los estragos de la sequía.
“Necesitamos el agua para todo, para la cocina, para el baño, para lavar, para el aseo de la casa y el aseo personal. Para todo lo indispensable, sobre todo para tomar. Por eso mucha gente sigue yendo al río a lavar y a bañarse y más con estos calorones”, explica Patricia mientras abraza su botella de agua.
UN PARAISO… SIN AGUA
Doctor Arroyo es uno de los municipios más pobres de Nuevo León. Situado en el extremo sur de la entidad, colinda con el estado de San Luis Potosí y tiene comunidades tan alejadas de la cabecera municipal como de una vida digna.
En uno de ellos es donde vive -sobrevive sería más justo- doña Matilde Martínez Gallegos, de 71 años de edad.
Ahí nació, ahí creció y ahí piensa morir la amable anciana que ya no recuerda bien cuántos de sus 10 hijos siguen vivos porque sólo dos o tres van a verla cada diciembre.
No es fácil llegar hasta la casa de doña Matilde. Son apenas unos 23 kilómetros desde la cabecera municipal pero el camino es de terracería y en algunos tramos apto solamente para vehículos de doble tracción.
Eso sí, el paisaje es un regalo para los ojos: cielo azul intenso con enormes nubes desgarradas por los rayos del sol y aire fresco que en pleno verano obliga a usar suéter en las mañanas.
El terreno donde vive la abuela de 11 nietos tiene tres habitaciones sencillas, sin ventanas, y dos son construcciones de madera y barro.
Cuando no llueve, la mujer va al aljibe -“aljíber” le llaman aquí- hasta dos veces al día para llenar dos botes que carga en un burro.
Mientras su esposo, Jesús Ramos Escobar, con sus 80 años a cuestas, trabaja de sol a sol en la labor, donde procura cosechar maíz o frijol.
El líquido del aljibe tiene un color entre verde y chocolate, en la superficie sobresale una rama, muchas hojas y en las orillas se mece la nata verde característica del agua estancada.
Por eso, al llegar a su casa, la mujer vierte el líquido en una tiznada cubeta acomodada en el fogón, donde ya la leña está encendida para hervir el agua y dejarla casi apta para ser tomada.
“Pues para tomar, si no llueve como ahora que no ha llovido, usamos el agua del ajíber (sic), la sacamos y la hervimos en una cubeta y ya luego nos la tomamos.
“A veces nos da dolor de estómago cuando nos la tomamos, a mi esposo le duele más seguido pero ¿qué le hace uno? Si tenemos sed pues hay que tomarla ¿cómo cree que nos vamos a quedar con sed?”, cuenta la mujer mientras espera que el líquido se caliente en la cubeta.
Y es que el agua está evidentemente contaminada. Sin embargo, la mayoría de las 70 familias que habitan el lugar tienen que recurrir al aljibe para apagar la sed porque a veces la lluvia se tarda en llegar, las pipas son más escasas todavía y aunque tienen un pozo de papalote, se encuentra descompuesto y funcionaba solamente cuando hacía viento.
“De todos modos, el agua que se extrae con el papalote es muy dura para beber y el doctor que viene cada 15 días nos recomendó que, si no queda de otra, la tomemos pero que no se la demos a los niños ni a los ancianos”, cuenta Rolando Landeros Rangel, profesor de la escuela “Niño Artillero”, donde estudian 38 niños los seis grados de primaria.
El maestro estaba poniendo piso que le donaron en una de las aulas pero interrumpió su labor para seguir con la limpieza de la cisterna escolar, cuyo fondo está lleno de lama.
“Quiero que quede bien limpia porque hace un mes entregué un oficio en la presidencia municipal, pidiéndole al alcalde, Juan Francisco Espinosa Eguía, que nos mandara una pipa de agua.
“La verdad no sé cuándo la van a mandar pero quiero que estemos listos porque esta agua no es nomás para la escuela, también la usa la misma comunidad”, explicó el profesor con cinco años de residencia en la comunidad.
Sobre la inasistencia de alumnos por males gastrointestinales derivados de la ingesta de agua, Landeros Rangel comentó que es alta pero poco puede hacer si no hay otra forma de saciar la sed.
Lamentablemente, en la cabecera municipal de Doctor Arroyo las cosas no son mejores, pues cuando se visitó el lugar para realizar el presente trabajo, llevaban dos días sin el líquido.
Aunque eso no es nada comparado con la situación en el ejido de doña Matilde. Ejido que, por cierto, se llama Agua Nueva.
DATOS
:: Disponibilidad de agua en 2008: 4,841 m3 por habitante por año.
:: Disponibilidad de agua en 2030: 3,705 m3 por habitante por año.
:: El consumo de agua embotellada crece un 10 % anual en México, superando a los refrescos.
:: México tiene el segundo lugar mundial en consumo de agua embotellada: mil 440 millones de garrafones anualmente.
:: El consumo per cápita nacional de este producto es de 0.72 litros diarios.
:: En 2005 la venta de agua embotellada generó ganancias por 32 mil millones de pesos en el país.
:: En el mismo lapso, la recaudación por suministro de agua potable fue de apenas 20 mil millones de pesos.
:: El 77 % del agua se usa en el sector agropecuario, 14 % al abasto público y 9 % a la industria, comercio y termoeléctricas.
Fuente:Plan Nacional de Desarrollo 2007-2012