Si se habla de zonas arqueológicas mexicanas, la mayoría de los regiomontanos se remontan a las pirámides de Chichen-itzá, Teotihuacán, Palenque, Tajín o alguna otra ubicada en el centro o sur del país.
Sin embargo, en el norte también existen vestigios de las antiguas civilizaciones, que son parte de la historia, a pesar de no ser tan difundidas
En Nuevo León se ubica una de ellas: se trata de “Boca de Potrerillos”, un yacimiento arqueológico ubicado en el desierto del municipio de Mina, que resguarda celoso miles de pinturas rupestres y petroglifos de los antiguos pobladores chichimecas, quienes habitaron el norte de México hasta la época virreinal.
En el sitio, localizado entre los cerros Antrisco y La Zorra, también se han encontrado puntas de lanza, amuletos, fogones, ornamentos de huesos, de conchas y demás objetos que evidencian el estilo de vida de las tribus, basada en la cacería, pesca y recolección de frutos.
Incluso, “Boca de Potrerillos” es reconocida por ser el sitio arqueológico que resguarda la mayor colección de petroglifos y pinturas rupestres de todo México, acorde al portal de turismo del gobierno federal (www.visitmexico.com.mx).
En total son cerca de 600 hectáreas de terreno en donde los visitantes pueden admirar los más de 17 mil petrograbados y herramientas de los antiguos pobladores, mismos que son custodiados por la flora y fauna tradicional del desierto norestense.
El sitio nuevoleonés es además la única zona rupestre con declaratorio presidencial del noreste de México.
UN PASEO POR LA HISTORIA
Son las 11:00 horas del domingo 11 de diciembre, el frío de la temporada dio un respiro a los habitantes de la zona metropolitana de Monterrey para disfrutar de los atractivos del estado, uno de ellos: Boca de Potrerillos.
A 65.2 kilómetros al noroeste de la mancha urbana, por la carretera 53 a Monclova, se encuentra la zona arqueológica, a la que se llega en poco más de una hora en auto.
Luego de pasar por la cabecera de Mina, un anuncio con el nombre del yacimiento invita a los turistas a salir de la carretera para recorrer cerca de 4.5 kilómetros de terracería que dirigen a uno de los centros más importantes de la cultura chichimeca.
El sitio arqueológico está enmarcado por imponentes cerros y que, seguramente, siglos atrás sirvieron como centros ceremoniales.
Tras detenerse en el bien acondicionado estacionamiento que se construyó en el lugar, contiguo al recién remodelado Museo, el momento de admirar “las huellas” de los chichimecas llegó.
Aquí no hay pirámides, no hay sistema de drenaje prehispánico, ni centros de ritual de piedra, lo que existe son miles y miles de petroglifos que describen el estilo de vida de más de ocho mil años de distintas generaciones de pobladores.
A diferencia de las zonas arqueológicas del centro o sur del país en “Boca de Potrerillos” se puede apreciar muy de cerca y sin vallas de límite los vestigios prehispánicos, que datan de más de cinco mil años.
Recorrer el sitio es caminar por los senderos espinosos de los chichimecas y a echar a volar la imaginación para entender los dibujos abstractos que se visualizan en las piedras, aunque muchas de ellas, retratan su veneración a la naturaleza.
Sin embargo, el yacimiento arqueológico también es un recordatorio de la negligencia e ignorancia de los visitantes, ya que el placer de estar tan cerca de los petroglifos también ha sido aprovechado por algunos, quienes quiebran las rocas grabadas para llevárselas de “recuerdo”.
También se puede observar indicios de vandalismo en las piedras como iniciales de los turistas junto a los dibujos de los chichimecas.
No obstante, las autoridades buscan crear conciencia entre la población sobre la relevancia de la joya arqueológica y su conservación; y al mismo tiempo valorar el acercamiento gratuito a la cultura de nuestros antepasados, ya que aún sigue siendo objeto de estudio.
En 2016 “Boca de Potrerillos” cumplió 20 años de reconocimiento oficial como vestigio chichimeca.
SANTUARIO CHICHIMECA
Se conoce como “chichimecas” a los grupos nómadas que habitaron el norte de México y sur de Estados Unidos, procedentes de Asia, a través del Estrecho de Bering.
Este nombre fue asignado por las civilizaciones del sur como una forma despectiva para referirse a las tribus, que se traduce como “los de piel o pata de perro”, ya que soportaban las inclemencias del tiempo descalzos y con poco abrigo.
Y es que las condiciones del entorno los obligaban a mudarse de territorio constantemente en busca de alimentos, agua y animales como el bisonte y el mamut para comer, vestir y fabricar armas.
“Boca de Potrerillos” por sus condiciones geográficas fue el lugar elegido por las tribus para perpetrar sobre las piedras sus conocimientos sobre la naturaleza y el universo y realizar rituales para venerar a sus dioses astrales.
Durante la época virreinal la zona fue tomada por los españoles y poco a poco abandonada por los chichimecas, quienes no dejaron significado de la simbología de sus grabados, por lo que en la actualidad sigue siendo objeto de estudio por especialistas y de asombro por los visitantes.