Bárbara Prado, con apenas 10 años, se ha ganado la admiración de los que le rodean llamándola: niña prodigio al piano; es regiomontana, su primer concierto fue a los cuatro años y su carrera es prometedora.
A su corta edad ejecuta melodías maestras de los pilares de la música como Mozart, J. S. Bach, Beethoven, entre otros, de acuerdo a su profesora Antonina Dragan, quien es coordinadora de la carrera de piano en la facultad de Música de la Universidad Autónoma de Nuevo León, Bárbara tiene el talento.
“Ella tiene un don de Dios, es una de las características que tienen los niños prodigios, tiene un buen oído, memoria prodigiosa porque sólo necesita escuchar una vez, tiene destreza, la sensibilidad, la memoria analítica”, expresa la profesora de origen ruso, quien también fue una niña prodigio y es una de las mejores alumnas egresadas de la Escuela de Música de Kherson, con 100 años de antigüedad.
A sus nueve años, la pequeña “Barbie”, como le llaman de cariño sus familiares y amigos, ganó el primer lugar en el concurso nacional Quinta Bienal de Piano en Mexicali, Baja California (en noviembre de 2008), en la categoría de 9 a 13 años. En este concurso participaron más de 50 alumnos mexicanos y provenientes de Estados Unidos y Rusia.
Dentro de los eventos locales, este año ganó primer lugar en el concurso nacional de jóvenes pianistas Parnassós, realizado en el municipio de San Pedro, el año pasado consiguió el segundo lugar; además espera concursar en el Festival de Talentos de América Latina que organiza la Escuela de Música No. 95 de Moscú, en marzo próximo.
UN JUEGO, UNA PAsion
Para Barbie la música es su pasión, gusta de las melodías clásicas, disfruta lo que hace y no permite que el nerviosismo la intimide cuando se presenta frente a un público.
“No sé, a mí me encanta la música, cada vez que escucho música me emociona y me dan ganas de ir al piano, recuerdo bien una melodía que escucho por primera vez. Me gustan mucho las melodías del autor Carl Orff y la colección de Carmina Burana… se escucha muy intensa.
“Cuando me presento ante un público no me pongo nerviosa, lo que hago es crear una barrera contra el público y así poder concentrarme, me imagino que no hay nadie. No sé hasta dónde podría llegar, el tiempo es el juez más sabio”, dice la niña de 10 años.
Aún desde antes de nacer, Bárbara estaba envuelta en el ambiente de las notas musicales, pues sus padres son Martha Hernández de Prado, quien es pianista y su papá es Luis Alonso Prado, guitarrista y chellista, ambos egresados de la facultad de Música de la UANL, quienes además de ejercer su carrera profesional también tienen una academia de música.
Martha Hernández menciona que cuando estaba embarazada seguía trabajando como pianista y Bárbara estuvo en contacto a diario con la música.
“Está comprobado que el niño que tiene estimulación prenatal le sirve muchísimo, cuando estaba embarazada a veces tocaba una sonata de Beethoven y empezaba a moverse en mi vientre, no sé si bailaba, si le gustaba o no le gustaba y cuando empezaba a tocar algo más tranquilo se tranquilizaba.
“En las clases que impartía siempre me acompañaba, escuchaba cuatro horas diarias música, más lo que escuchaba en casa, siempre estuvo en contacto. Cuando regresaba a casa quería tocar lo mismo, batallaba para subirse al banco porque le quedaba muy alto, y su papá le trajo un pianosaurio (juguete de piano en forma de dinosaurio) y ahí empezó, lo que nos llamaba mucho la atención es que colocaba sus deditos como los veía”, dice la madre de Bárbara.
Una de las anécdotas que recuerda su padre Luis Alonso Prado es la ocasión en que su niña comenzó a tocar un teclado eléctrico a la edad de un año y medio.
“En la academia tenemos un piano eléctrico y en una ocasión cenábamos y escuchamos el teclado, ella lo conectó, quien sabe cómo le hizo para subirse al banco y empezó a tocar; lo que a mí se me hizo extraordinario es que estaba tocando todo en una tonalidad, melodías improvisadas por ella y lo que más me impresionó fue que les puso armonía acorde con lo que estaba tocando.
“Manejaba las triadas que en la música le llamamos una ejecución simultánea de tres sonido, entonces ella empezaba a tocar una melodía creada por ella, bonita, y luego las cambiaba de tonalidad con una facilidad impresionante con lo que en la música llamamos alteraciones, cambios de tonalidad, transportaba con todo y armonía, fue una anécdota increíble para nosotros porque no sabíamos cómo había aprendido”, recuerda Luis Alonso Prado.
Otra de las anécdotas que mencionan los padres es que cuando Barbie escuchaba alguna melodía en la televisión la reproducía en su piano o teclado con facilidad.
NIÑA ORDINARIA CON
UN DON EXTRAORDINARIO
Además del su talento en el piano, Bárbara es una niña normal como cualquier otra, juega con sus muñecas, estudia el cuarto año de la primaria, su color favorito es el marrón, le gusta la caricatura de Los Padrinos Mágicos, le gusta la carne y en la escuela sus calificaciones son de nueve y 10.
Tiene amigos aunque explica que no toca el tema del piano con ellos porque no le entienden. Sus padres afirman que a pesar del don extraordinario de su única hija, cuidan que no pierda su niñez, la apoyan y tratan de que disfrute todo lo que realice.
“A un niño no se le puede obligar que estudie música, ella lo vio como un juego, como algo en lo que se divertía y hasta la fecha también, ahora que tiene más compromisos tiene que tener más disciplina.
“Nosotros como músicos a veces no teníamos quién la cuidara y nos la llevábamos a los eventos y se aventaba sus palomazos en los intermedios entonces fue también a propósito para que se fuera enfrentando al público”, explica Luis Alonso Prado.
La educación de Bárbara comenzó al lado de su madre Martha Hernández y a los ocho años inició con la maestra Antonina Dragan, quien la ha ayudado a impulsarse en este campo. En el desarrollo de la joven carrera de la pequeña regiomontana no solamente ha intervenido el apoyo de su familia y sus maestros, sino también de autoridades
“En el concurso que fue en Mexicali, Baja California nos apoyó don Agustín Serna Servín (líder estatal de la Croc), le quiero agradecer el apoyo que nos dio para el viaje donde afortunadamente la niña trajo el primer lugar. También la UANL nos ha apoyado a través de sus directivos y la Secretaria Académica, Elizabeth Solís”, dice con agradecimiento el padre de Bárbara.
MUSICA EN LAS VENAS
La pasión por la música se encuentra en los genes de Barbie, sus padres aman este arte y sus abuelos también, ya que el padre de Martha Hernández fue director de una Orquesta y el papá de Luis Alonso Prado tenía un trío profesional de guitarra y realizaba giras.
“Mi esposa empezó a los siete años a estudiar piano y yo entré a la escuela de música a los seis años; me gustaba cantar ranchero pero me enamoré de la música clásica.
“Después de estudiar la carrera en la UANL estudiamos en el Institute Of The Arts Detroit, Michigan, E.U., la música nos da satisfacciones que no nos da otra cosa simplemente, es un camino muy largo y difícil en muchos aspectos pero es algo hermoso que no cambiaría nada, vale la pena. Nuestra hija va avanzando, nos quedamos muy cortos con su capacidad”, dice el también compositor de Flamenco y New Age.
El primer concierto de Barbie fue a sus cuatro años en la Unión Filarmónica Mexicana, le dieron un premio como el miembro más pequeño que ha destacado por su talento demostrado, fue el día del músico, el 23 de noviembre.
Bárbara es una niña con un don especial, de acuerdo a su profesora Antonina Dragan requiere que un niño prodigio como ella tenga un conocimiento cultural, que aprenda sobre estilos de pinturas porque algunos estilos de música derivan de éstos, como el barroco que desarrolla adornos y así también la música.
“Ella necesita el desarrollo de la escuela porque son cocimientos generales, sería deseable una escuela para niños superdotados pero aquí no tenemos. No veo el límite al que puede llegar Bárbara, su talento es excepcional”, concluye la reconocida pianista a nivel internacional.v