
La buena música ha dejado de pertenecer al Palacio de Bellas Artes, en México, Alla Scala, en Milán y a todos los grandes escenarios del mundo y se ha trasladado al Paseo Morelos, en la Sultana del Norte.
Para Francisco Javier González, egresado de la Universidad Autónoma de Nuevo León, la música es una de las bellas artes que debe estar al alcance de todas las personas.
“La música ha sido una rendija que me ha dado libertad. Esa libertad que debe ser escuchada por todas las personas en cualquier lugar, no necesariamente en los grandes teatros del mundo”.
Con saxofón en mano día con día deleita a cientos de personas que deambulan en el Paseo Morelos, trayendo en su repertorio clásicos de la música que sólo podrían tocarse en lugares de renombre.
“Paseo Morelos es un Campos Eliseos, una 5ª. Avenida. Aquí se debe de tocar la música del mundo, la que fue diseñada para deleitar el corazón del más exigente”.
Para el saxofonista, quien está siempre en punto de las 5 de la tarde en dicho lugar, el aprender a tocar este instrumento llegó de manera casual.
“Yo comencé a estudiar música de manera circunstancial. Cursaba la prepa en el tecnológico por el año de 1973. Estaba muy difícil matemáticas, reprobé y quedé suspendido”, comenta.
“Tenía tanto tiempo libre que me puse a estudiar música de manera profesional. Pasé por tronco común y, sería lo trompudo que estoy, que hizo que mi profesor me encaminara hacia el saxofón como instrumento primario”, agrega.
Hábil también en el piano y el acordeón, Francisco practica todas las mañanas.
“Primero se tiene que ser honesto con uno mismo y saber que para ser un profesional se debe practicar arduamente. Todos los días práctico dos horas los tres instrumentos para perfeccionarme”, dice.
Una tradicional taza de café, preparado por su esposa Mayela, es el premio a su disciplina.
“Después de practicar, mi esposa y yo conversamos con un delicioso café cubano, colombiano o michoacano, mientras nuestros oídos se deleitan con música de Chopin, Mozart o Bethoven”.
Para este erudito en la música, cada canción tiene una historia y cada historia ha de tener una canción.
“Las canciones cuentan la vida, por eso uno puede identificarse con ellas al punto de vivirlas mientras se es escuchada”.
La música desprende los más sublimes sentimientos de cada persona y cuando se escucha de quien la sabe interpretar penetra hasta el alma produciendo un placer indescriptible.
“Yo toco lo mejor que pueda. Disfruto mucho interpretar las melodías y me traslado al lugar de origen de la pieza que esté tocando. El sonido me envuelve y pareciera que mi alma se despega del lugar donde estoy y vuelo, perdiendo la noción del tiempo y del espacio”.
Para Francisco, Paseo Morelos es su hobbie, así sean 5 pesos los que reciba por estar tocando, su felicidad se refleja cuando la gente se detiene ha escucharlo tocar.
“He tocado en sinfónicas, en el Hotel Ancira y muchos lugares más, pero donde más satisfacción encuentro es en este pasaje porque aquí me escucha todo mundo, sin distinción de clases sociales ni edades”, dice.
Para él, el mejor regalo es la sonrisa de los niños y adultos.
“La alegría que produce mi música en la gente no tiene precio. Desde el pequeñito hasta el adulto mayor me han de regalar una sonrisa que alimenta mi alma”.
Un aventurero
Cada año, como parte de su vida, viaja por el mundo con su esposa, llevando consigo solamente su saxofón y acordeón como equipaje.
“Mayela y yo hemos recorrido gran parte de Europa. No llevamos dinero, solo mis instrumentos que siempre nos consiguen comida y hospedaje. Es muy bonito viajar y conocer y que tu música sea escuchada en cualquier lugar”, dice.
Para Francisco, el dinero nunca ha sido un factor para viajar.
“Sólo ahorro para el avión de mi esposa y yo, lo demás viene por sí solo. Las puertas del mundo están abiertas y a mí me gusta conocerlo”, comenta.
Como todo soñador, él siempre se pone retos nuevos, uno de ellos es tocar en los urbanos.
“Siempre he tenido la inquietud de subirme a los camiones y tocar melodías con mi saxofón. Me da un poco de nervios pero sé que debo de vencerlo y hacerlo porque la gente debe llenar sus sentidos con buena música”, menciona.
Uno de sus mayores anhelos es que un día pueda ver convertido el Paseo Morelos en un lugar de expresión para todos los artistas neoleoneses.
“Monterrey debiera de evolucionar en este aspecto y convertir este pasaje comercial en un lugar donde las bellas artes sean expresadas con libertad”, dice.
“Me gustaría que todos los profesionales de la música se dieran un tiempo en su agitada vida y vinieran a llenarse de energía interpretando los clásicos de la música de ayer y hoy”, concluye.v